Urbanización y cambio climático en África

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El 57,63% de la población africana vive en zonas rurales. Hace seis décadas era el 85,38%. El porcentaje varía mucho de unos países a otros. Del 85,58% en Burundi, el 83,11 en Níger o el 82,28 en Ruanda, al 9,27 de Gabón, el 18,70 de Libia o el 21,62 de Yibuti.

Estos datos muestran que en África cada vez más personas migran hacia las ciudades. La ONU pronostica que más de dos tercios de la población mundial vivirá en áreas urbanas en 2025. Y África, junto a Asia, impulsará este aumento. De los 2.500 millones de personas que se sumarán a la población urbana del mundo, el 90% se concentrará en estos dos continentes. Estas fuentes calculan que el punto de no retorno se producirá en torno al 2033, cuando la población urbana en África exceda a la rural. Para llegar, en 2050, al 60% del total de los habitantes del continente.

En la actualidad, el sur de África es la región más urbanizada del continente. África del Norte y Central superan el 50% de personas viviendo en ciudades. África Occidental va más lenta, pero progresivamente está alcanzando a las otras zonas. En esta región se encuentra Nigeria, con la ciudad de Lagos, que alberga la mayor proporción de población urbana del continente, y parece que seguirá ostentando este título durante mucho tiempo. Aunque la metrópolis que acoge el mayor número de habitantes es El Cairo. Igualmente, la República Democrática de Congo destaca como un país que en 2050 alcanzará los 126 millones de personas residiendo en ciudades, de manera especial en Kinshasa.

El 60% de la población urbana de África subsahariana vive en lo que se conoce como ‘asentamientos informales’, según el African Cities Research Consortium. Y ahí es donde se encuentra uno de los principales problemas de estas urbes. Son reflejo del rápido, no planificado y, a veces, caótico crecimiento de las ciudades. Estas zonas son cada vez más vulnerables al impacto del cambio climático. Además, cuentan con poca, por no decir ninguna, capacidad para adaptarse.

Es conocido que a pesar de tener las emisiones más bajas y, por tanto, haber contribuido menos al calentamiento global, África enfrenta graves riesgos. Estos amenazan con hacer retroceder los avances conseguidos en las últimas décadas en materia de desarrollo o reducción de la pobreza. La falta de infraestructuras que ayuden a reducir los riesgos, la alta proporción de población en el continente que depende de los recursos naturales  o de la climatología para su sustento, además del estrangulamiento de los servicios de salud pública y los bajos niveles de educación formal acentúan los riesgos de catástrofe. Algunos análisis prevén que para mediados del presente siglo, casi 80 millones de africanos estarán en riesgo de padecer hambre, la mayoría de ellos habitantes de las ciudades.

No hay que esperar a 2050. El cambio climático ya está aquí. Afecta a las urbes africanas que ven cómo inundaciones tremendas o sequías recurrentes las estresan. Hogares, empresas, infraestructuras o las cadenas de suministros ya están alterados por este fenómeno. En las próximas décadas, esta situación irá a más. De ahí que el desarrollo sostenible con el que soñaban los ODS difícilmente se logre en África.

La recogida y tratamiento de residuos sólidos, el reciclaje, las carencias de transporte e infraestructuras, etc., son temas que también tensionan a las ciudades africanas. Y, a pesar de ello, pocas soluciones se les están ofreciendo.

La opción más adecuada es que, allí donde todavía se pueda, las metrópolis africanas opten por un desarrollo más sostenible, limpio y ecológico. Eso haría de estas urbes lugares más habitables y resilientes al cambio climático. Sin embargo, la impresión es que la mayoría de ellas se alejan de esta vía. Optan por dar más espacio a los coches, a las grandes construcciones y a los proyectos de desarrollo que no tienen en cuenta el respeto al medioambiente.

Un ejemplo de persona que ha entendido la necesidad de cambiar la forma en que las ciudades están concebidas es la alcaldesa de Freetown. Las lluvias torrenciales que normalmente inundaban la ciudad ocasionaron un corrimiento de tierra en agosto de 2017 que se llevó por delante la vida de 1.141 ciudadanos y destruyó partes de la capital de Sierra Leona. Una vez que Yvonne Aki-Sawyerr asumió su cargo, lanzó, en 2020, la iniciativa #FreetownTheTreeTown (Freetown la ciudad del árbol).

Financiada con la venta de créditos de carbono, ya se han plantado 600.000 árboles en la ciudad y sus alrededores. El 80% han sobrevivido. Y para el final del presente año se quiere alcanzar la cifra de un millón. Este proyecto ha sido acompañado por grandes esfuerzos por limpiar las calles de Freetown y poner al día su sistema de drenaje. Además, ha impulsado el uso de energías renovables, de manera especial la fotovoltaica.

Una pequeña excepción. Aki-Sawyerr ha entendido que solo la transformación de su ciudad hacia un modelo más sostenible y que armonice su crecimiento con el medioambiente es lo único que puede salvarla junto a sus habitantes.



En la imagen superior, periferia de Freetown (Sierra Leona). Fotografía: Jessica Mulley (Creative Commons)

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