«Ser negro me obligó a narrar»

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Donato Ndongo-Bidyogo, periodista y escritor


La cámara acorazada del Instituto Cervantes –conocida como Caja de las Letras– abrió su puerta este verano para acoger el legado del escritor ecuatoguineano Donato Ndongo-Bidyogo. «Para completar la herencia hispana debíamos recibir su magisterio», dijo el director del Instituto, Luis García Montero, que destacó el respeto por la vida que manifiesta la obra de este histórico colaborador de MUNDO NEGRO. 

¿Cuando era pequeño en qué soñaba convertirse?

En la Guinea Ecuatorial de los 50 no había universidades ni había nada. Así que lo único que se veía como carrera era ser cura o maestro. Yo nunca pensé ser ni una cosa ni otra. En 1965 llegué a España con 14 años para terminar el Bachillerato. Entonces empecé a preguntarme qué quería ser. Primero quería estudiar filosofía, luego ciencias políticas… Pero gané el Premio Nacional de Redacción Santo Tomás de Aquino y así conocí a Torcuato Luca de Tena, jurado de aquel premio. Él me recomendó que estudiara periodismo, y así lo hice.

¿Y lo de dedicarse a la literatura?

Con 15 o 16 años leí Un mundo que se aleja, de Chinua Achebe, que también lo han llamado Todo se desmorona. Leer ese libro me decidió. ¿Por qué? Porque contaba cosas que de alguna manera me recordaban lo que había pasado en mi propia sociedad y que no sabía cómo contar. Yo era el único estudiante negro en un colegio de más de mil chicos, y todos me preguntaban cómo era África: si los negros viven en los árboles, qué comemos… Me obligaban a narrar y, a partir de leer a Chinua Achebe, decidí dedicarme a narrar no solo para ellos sino para todo el mundo. Hiciese lo que hiciese profesionalmente tenía que dedicarme a la literatura. Escribí un relato, El sueño, que mandé a la revista que hacía Camilo José Cela en Mallorca y salió publicado. Eso me convenció de que podía. El relato surgió de un sueño real que tuve originado por la noticia de que unos senegaleses se habían ahogado en el Bidasoa, allá por el 72 o el 73. Aquello me impactó. ¿Qué hacían allí? Soñé que yo mismo me ahogaba y al despertar me puse a escribir. 


Luis García Montero, director del Instituto Cervantes, junto a Ndongo-Bidyogo y José Segura Clavell, director de Casa África. Fotografía: Gonzalo Gómez




¿Qué piensa del debate de si los africanos deben escribir en lenguas colonizadoras?

Es un debate artificial, de esos que les gustan a los académicos occidentales, porque no son los problemas de las sociedades africanas. Dicen, porque lo he leído, que los africanos que escriben en lenguas europeas escriben en la lengua del enemigo. Cuando yo nací ya se hablaba español en Guinea. Claro que sabemos cómo se impuso el español en Guinea y el francés en las colonias francófonas, etcétera; pero ¿cómo una persona que se considera culta puede hablar de enemigos culturales? Me da la impresión de que no piensan bien lo que dicen. Por otro lado, para escribir en kikuyu o en fang, como sería mi caso, o en cualquier lengua africana, hay que escribir, y esos señores no se dan cuenta de que el alfabeto es producto del colonialismo. ¿Qué lengua africana tenía un alfabeto? ¿No teníamos tradiciones orales? Para escribir en kikuyu hay que saber hacerlo con las letras del alfabeto latino, que es el que se ha adoptado en medio mundo. Aparte de que el fang tiene siete variantes dialectales y hasta que no se normativicen muchos no me van a entender. ¿Debo dejar de escribir por eso? ¿No es mejor utilizar el instrumento que tengo para hacer mi labor? ¿Cómo van a poner sobre mí, que no soy político ni lingüista, la responsabilidad de escribir en fang? Que los políticos se decidan a enseñar el fang en la escuela y que los lingüistas lo normativicen, como se ha hecho con el vasco y, antes, en el siglo XIX, como se hizo con el catalán. Personas más inteligentes y sólidas que yo como Wole Soyinka o Chinua Achebe han dicho que las lenguas europeas en las que nos expresamos los africanos ya no son exclusivamente europeas. El español no es propiedad de los españoles porque en Buenos Aires no se habla como en Burgos. Esto no significa, y no lo he dicho jamás, que no deban cultivarse nuestras propias lenguas. Una cosa que está llevando a África al desastre es que nos están privando de nuestros asideros espirituales, y uno de ellos es tener una personalidad propia. Una de las características de una personalidad propia es tener la propia cultura, y la cultura propia se suele expresar en la lengua propia. Un niño de Libreville se expresa mejor en francés que en cualquier lengua nativa de Gabón. Es un hecho. Pero yo no soy político para cambiarlo.

La cultura es mezcla…

África no ha sido el único colonizado. Los franceses, los españoles, los portugueses… ¿deberían rechazar sus lenguas por ser fruto de la romanización? Es que muchas cosas son estupideces.

En Tinieblas de tu memoria negra parece mostrarse una esquizofrenia entre la educación de un catolicismo anacrónico junto a las tradiciones de la tribu.  ¿Es ese el tema de la novela?

Las Tinieblas surge de una situación traumática. Los 11 años desde la independencia hasta el golpe de Estado de Obiang fueron una de las peores tiranías del siglo XX. Cuando llegué a Guinea en noviembre del 79 me quedé estupefacto. La gente estaba esquelética, iba desnuda, faltaba hasta el jabón, las muertes eran espeluznantes… ¿Qué había pasado? Me pasé mes y medio preguntándomelo. Y con ese trauma empecé a reflexionar. ¿Esa educación machacona de un catolicismo tridentino fue lo que nos llevó a esto? Porque cantábamos el Cara al sol o el Montañas nevadas, pero en vez de decir «montañas nevadas» decíamos «selvas ­tropicales»… Esa generación vivió esa mezcolanza indigesta con las tradiciones mitificadas que combatían el colonialismo. Imagínate una persona que vivía en un claro de la selva, porque nuestros pueblos eran eso, y llega un cura vestido con el ceremonial de aquellos años: de espaldas, hablando en latín… La gente, ¿qué pensaría? ¿Esa mezcla entre tradiciones que se habían abolido y las nuevas que nadie entendía fue lo que nos llevó a esto? Esa pregunta es la génesis de Las tinieblas de tu memoria negra. 

En el libro hay un debate entre la tradición y la religión…

Sí, es que todo lo que decía un negro eran herejías o salvajismo. Pero es una conversación imaginada ­porque la gente lo comentaba a espaldas de los curas, no lo debatían abiertamente. Hubo un misionero que quiso aprender fang, pero es una lengua tonal y él, sin darse cuenta, decía barbaridades al hablarlo con su acento. No lo tomaban en serio.

El ex jefe de Estado, Juan Carlos I, y su esposa Sofía en visita a Malabo en 1979. Fotografía: Gianni Ferrari / Getty


En su novela El Metro llama la atención la sensación que transmite el protagonista de falta de control de su propio destino. 

El origen es la propia vida de un africano. ¿Es que un africano controla su vida? Nuestras vidas son manejadas como marionetas. Hace poco murieron unas personas por intentar entrar en España, y eso lleva ocurriendo desde 1990. Yo era delegado de la Agencia Efe en África central y lo vi claramente entonces. Francia, de acuerdo con el Fondo Monetario (­Internacional), devaluó el franco CFA para controlar mucho más las economías africanas, y el paro y la inflación se dispararon… La gente que tenía un trabajo precario ya no podía vivir y, encima, con las parabólicas empezó a ver en televisión cómo se vivía en Europa. ¿Qué iban a hacer? Pero al llegar aquí, ¿qué es lo que nos encontramos? No controlamos nuestras propias vidas y ahí está la mayor frustración del africano. Las independencias no se hicieron para vivir así. Hubo gente que murió por la independencia de Guinea o a la que mató el colonialismo… No sabían que Teodoro Obiang iba a hacer lo que está haciendo. Y Obiang es un señor teledirigido que fue puesto para hacer lo que hace. Lo cuento en Historia y tragedia de Guinea Ecuatorial. Si ahora estoy exiliado en España, ¿lo he escogido yo? Obama Ondó, (protagonista de El metro) tampoco. No controlamos nuestras vidas.

¿Vivir como exiliado cambió su punto de vista? 

Conozco a muchos exiliados de Guinea y de otros países. Algunos se pasan la vida lamentando o soñando en el peor sentido de la palabra. Otros se cansan y vuelven a Guinea y en dos meses ya están muertos. Yo me dije a mí mismo desde el primer momento que mi deseo es regresar a mi país, porque yo no vine aquí para quedarme, pero las circunstancias son las que son y no voy a dejarme matar. El exilio me sirve, en vez de para perder el tiempo en ensoñaciones nostálgicas, para reflexionar por qué ha pasado esto y sugerir las transformaciones para que esas cosas no puedan suceder más. De ahí mi trabajo literario o, digamos, intelectual. Con la ventaja de que ese ejercicio lo puedo hacer con tranquilidad, cosa que no podía hacer en Guinea. Allí no tuve un solo día de tranquilidad. Es un sitio donde hasta los niños nacen con estrés. 

¿Cuándo estuvo por última vez allí?

Salí de Guinea en noviembre del 94 porque me amenazaron a principios de septiembre. Fue el secretario de Estado para la Seguridad Nacional, tío, además, de Teodoro Obiang, o sea que no era un policía borracho de la calle. Me amenazó de muerte pistola en mano en su despacho diciendo que el próximo muerto en Guinea iba a ser yo porque la democracia que andábamos predicando y el periodismo no servían para nada y no me iban a dejar. Él ya ha muerto.


La caja que guarda el legado que cedió Donato Ndongo-Bidyogo al Instituto Cervantes. Es el primer africano homenajeado en la llamada Caja de las Letras. Fotografía: Gonzalo Gómez


Guinea es una gran desconocida en España, ¿no?

Desde luego. Me invitan a dar una conferencia y alguien del público dice: «Oiga, qué bien habla usted español». Yo me siento avergonzado. Si tengo que explicar a estas alturas la historia colonial española… España ha borrado a Guinea Ecuatorial de la memoria de los españoles.

¿Y eso por qué?

Yo diría que por vergüenza de su propio pasado colonial y de lo mal que lo hizo, sobre todo con la descolonización. En 1971, Carrero Blanco, que llevaba los asuntos coloniales, y Franco que era su jefe, sacaron una ley de secretos oficiales que declaraba secreta toda información relativa a Guinea Ecuatorial y su presidente. Durante la colonización solo se había informado sobre lo que convenía a los colonos: que estaban cristianizando, que los de Guinea Ecuatorial eran los africanos más limpios, más sabios, más guapos… Resulta que a los cuatro meses y medio de la independencia, Macías echa a todos los blancos. ¿Cómo Franco explicaba eso? Prefirió que no se supiera nada y lo declaró materia reservada. Antes sacaban a los misioneros, que eran también objeto de propaganda, como los que habían llevado la doctrina de Cristo a los negritos, quienes habían enseñado a leer, los puentes que hizo España, la catedral de Malabo… Todo ese tipo de cosas que a mí me enseñaban. Pero nadie habló de la explotación de la que hablo en mis libros. Es más, se nos ocultó que Guinea llegó a ser colonia de España por el tratado con Portugal para tener una provisión propia de esclavos. España no fue a cristianizar sino a tener su cantera de esclavos para llevarlos a Cuba y a Puerto Rico. Está en el Archivo de Simancas. Si empezamos con mentiras, cuando llega el fiasco nadie asume la responsabilidad. Si se hubiera dicho a españoles y guineanos lo que pasó en los tiempos de la esclavitud se hubiera comprendido, pero no se dijo nunca. Recuerdo el discurso de Carrero Blanco cuando la independencia de Guinea diciendo que España no había sido un país colonialista y que no había sacado un céntimo. Pero yo he vivido en Guinea y veía todos los días camiones de madera y otras cosas.

¿Esto les afecta?

Esto nos afecta cuando vemos, por ejemplo, la solidaridad que hubo con Chile en el golpe de Estado de Pinochet, y eso que Allende era filocomunista; o el afecto que tiene el español hacia Cuba a pesar de todo; o cuando los militares en Argentina dieron el golpe de Estado y España se llenó de argentinos… Nosotros nunca tuvimos esa solidaridad. ¿No podemos hablar legítimamente de un trato discriminatorio? Es decir, ¿de racismo? Hay que decir las cosas como son porque si empezamos con medias tintas nunca llegaremos a entendernos. Matan a personas en las fronteras, pero España manda coches a recoger a mujeres y niños ucranianos porque son rubios y de ojos azules, y esto último lo vemos en televisión. ¿Qué es lo que esperan que pensemos? Hablamos de la época de Franco, pero después pusieron a Teodoro Obiang. Este trajo el francés como lengua oficial, trajo el portugués como lengua oficial, derribó monumentos que dejó España… Todo para disminuir la influencia de España en Guinea Ecuatorial y, sin embargo, sigue siendo el gran referente de las élites españolas. ¿Por qué? El caso de Villarejo es clarísimo. Aquí vienen gerifaltes de Guinea con fajos de millones para hacer sus negocios y trapicheos, y para que eso ocurra hace falta que haya gente muy poderosa detrás. Por eso no se habla de Guinea, ni antes ni ahora.   

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