Sin esperanza de cambio 

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El septuagenario Bola Tinubu sustituye a Buhari en la presidencia de Nigeria


Por David Soler Crespo desde Lagos (Nigeria)



Bola Tinubu, del Congreso de Todos los Progresistas, será el quinto presidente de Nigeria tras vencer en unas elecciones tensas y opacas en las que los avances en transparencia no se cumplieron. La ciudadanía no se ha entusiasmado con el sucesor de Buhari, cuya edad y la sombra de corrupciones pasadas pueden pasarle factura durante la legislatura.



El miércoles 1 de marzo, Motunrayo estaba haciendo lo mismo que el día anterior. Enfrente del estadio Teslim Balogun, lijaba con mimo uno de los maniquíes que le habían encargado la semana pasada. Unos metros más adelante, a primera hora de la mañana, se reunían en la rotonda Shitta unas decenas de simpatizantes del Congreso de Todos los Progresistas (APC, por sus siglas en inglés) para celebrar que el próximo presidente, Bola Tinubu, seguiría siendo de su partido. El septuagenario había sido anunciado como ganador a las cuatro y veinte de la madrugada por la Comisión Electoral después de tres días de espera. 

Sin embargo, los festejos duraron poco. A las 10 de la mañana el calor apretaba y se disolvió la pequeña celebración. La gente volvió a su rutina: unos intentaban convencer a los viandantes para llevarlos en sus -keke-marwa, las flotas de -tuctucs amarillos que inundan Lagos; otros se resguardaban bajo el puente sin mucho que hacer para aguantar el calor; un centenar de personas hacían cola para recibir un túper y un poco de agua. En ese escenario, Motunrayo y su equipo seguían haciendo maniquíes.

Cinco horas después de anunciar los resultados, de no ser porque los carteles electorales seguían pegados en todas las paredes posibles, no parecía que Nigeria hubiese celebrado elecciones. Menos aún que hubiese cambiado de presidente. Daba la impresión de que a la gente le daba igual qué hubiese ocurrido, y lo cierto es que los números mostraban que, en parte, así era.

Bola Tinubu, líder del APC, nuevo presidente de Nigeria. Fotografía: Michele Spatari / Getty


Los patrones de voto

Tinubu se ha convertido en el quinto presidente de Nigeria desde que se restableciera el gobierno civil en 1999. Su apoyo, sin embargo, es el más bajo de la historia. El candidato oficialista del APC recibió 8,8 millones de votos, un 36 % del total. Esos números le han servido para superar con creces tanto al principal partido de la oposición, el Partido Democrático Popular (PDP) liderado por Atiku Abubakar, que no llegó a los 7 millones de votos, como a la revelación política, Peter Obi, que se quedó en 6,1 millones de sufragios. 

Sin embargo, si contamos a todos los nigerianos mayores de edad, tan solo el 9 % apoyó a Tinubu. La participación fue la más baja de la historia democrática de Nigeria con un 29 % de los 93,5 millones del censo electoral acudiendo a las urnas. En estos comicios, el país se ha situado entre los cinco del mundo con menor tasa de voto

La emergencia de Obi como una tercera vía para acabar con el bipartidismo había insuflado esperanzas en millones de jóvenes, pero su presencia no ha sido suficiente para romper con los patrones de la democracia nigeriana: la apatía y la importancia de la religión y la etnia. «Se dice que Obi ha conseguido la destribalización de la política en un país donde los factores étnico-religiosos son dominantes. Ahora, el hecho de que Obi sea igbo puede afectar, se quiera o no», auguraba días antes de la votación Tope Ayinketun, politólogo de la Universidad del Estado de Lagos. 

Las elecciones de 2023 han mostrado que esas tendencias siguen muy vigentes en política y han favorecido al APC. Por un lado, en el sur se sigue votando menos que en el norte. Obi consiguió vencer en Lagos, bastión de Tinubu, que es apodado el Padrino de Lagos, pero de poco le sirvió. En esta gran ciudad recibió poco más de medio millón de votos, porque solo participaron 1,2 millones de los más de 6,2 millones registrados para votar, en torno a un 20 %.

En el sur –y especialmente en el sudeste– es donde Obi ha conseguido el grueso de los sufragios. Allí la mayoría del voto es cristiano e igbo. Sin embargo, el candidato revelación ha perdido las elecciones en el norte, de mayoría musulmana y etnia hausa. Allí el PDP, que ha quedado segundo, tiene más fuerza, pero el APC ha conseguido vencer en cuatro regiones y conseguir a lo largo de los 12 estados norteños más de tres millones de votos frente a los poco más de 100.000 de Obi. 

Tinubu, musulmán del sur de etnia yoruba, sabía la importancia del voto tradicional. Por eso decidió romper con la costumbre de elegir a un vicepresidente cristiano y compartió papeleta electoral con otro musulmán, Kashim Shettima, exgobernador del estado norteño de Borno. Por primera vez, Nigeria tendrá presidente y vicepresidente de la misma religión.

Varios ciudadanos revisan las listas electorales en un centro de votación de Lagos. Fotografía: David Soler
Elecciones irregulares

El mandato de Tinubu arrancará en mayo si se confirma su victoria en los tribunales, porque tanto el Partido Laborista (LP, por sus siglas en inglés) de Obi como el PDP han impugnado los resultados. Ambos consideran que el proceso ha sido fraudulento y antes incluso de anunciar el resultado pidieron parar el recuento y repetir la votación.

La Comisión Electoral nigeriana introdujo dos sistemas tecnológicos para asegurar la transparencia del proceso: el BVAs y el IReV. El primero era un sistema de reconocimiento facial y de huella dactilar del votante que pretendía acabar con los electores fantasmas y los votos dobles. Sin embargo, la tableta con la que se completaba el proceso falló en múltiples colegios, dando paso a retrasos de horas y a la vuelta al sistema manual en algunos centros. El voto se alargó más allá de la hora del cierre en la mayoría de las mesas e incluso se tuvo que repetir al día siguiente en algunos lugares.

Una vez finalizado, la Comisión Electoral prometió crear un portal interactivo al que las propias mesas electorales pudieran subir los recuentos, que serían públicos para todo el mundo. El portal nunca llegó a funcionar y los nigerianos tuvieron que estar pegados a la televisión esperando que los resultados certificados llegaran a la sede de la Comisión. 

No había persona en Lagos que no dijera que los resultados estaban siendo amañados en esos dos días de espera. Las conclusiones de los observadores internacionales apuntaban en esa dirección. Los de la Unión Africana (UA) admitieron «problemas logísticos», y los de la Unión Europea (UE) culparon a la Comisión Electoral de «falta de transparencia». En las elecciones del cambio, nada cambiaba en Nigeria, ni siquiera el perfil del ganador.


La pobreza de Makoko, en la imagen, convive con la opulencia de ciertos barrios de Lagos, a poca distancia de aquí. Fotografía: Sebastián Ruiz-Cabrera / MN


El Padrino de Lagos

Tinubu cree firmemente que es su hora. Tanto es así que su eslogan de campaña fue «Emi Lokan», «es mi turno», en su idioma natal. Coronando su cabeza lleva un sombrero yoruba con el símbolo que ha paseado por todo el país, unas esposas rotas que representan la libertad, tal y como dijo el propio Tinubu, aunque el dibujo se puede confundir con el número infinito, una ironía para un señor que gobernará con 71 años y lleva en política desde 1992.

Sus seguidores le conocen como el Jabagan, el guerrero entre los guerreros, y aseguran que es un demócrata y un gestor cualificado. Comenzó su aventura política en el Senado en 1992. Dos años después fue arrestado tras el golpe militar y acabó huyendo del país. En 1999 regresó con la vuelta del gobierno civil y consiguió ser gobernador de Lagos. La ciudad del suroeste es ahora el epicentro económico del país y muchos lo atribuyen al desarrollo durante los ocho años que Tinubu estuvo en el poder. Esa es su principal carta de presentación. Su fama le granjeó el apodo del Padrino de Lagos. Su título, sin embargo, no le ha servido para ver caer su popularidad y perder en su ciudad frente a Obi.

Sus detractores le achacan que tiene todo lo malo de la corrupta política elitista nigeriana: un millonario que hizo una fortuna yéndose a Chicago en la década de 1970, donde trabajaba como contable en una petrolera y acabó ingresando, de repente, 1,4 millones de dólares en su cuenta. Fue investigado en Estados Unidos, donde se le acusó en 1992 de llevar las cuentas y manejar las transferencias de dos traficantes de heroína nigerianos. Acababa de comenzar su carrera política y su abogado llegó a un acuerdo un año después para pagar 460.000 dólares y sobreseer el caso.

Acusado de corrupción en su época de gobernador, Tinubu asegura que ha generado su patrimonio –que no ha hecho público– de manera legítima en sectores diversos como el petróleo, la importación de arroz o químicos y en el mercado inmobiliario. El nuevo presidente se comparó en campaña con uno de los hombres más ricos del mundo y utilizó su dinero para atacar a sus rivales: «Son enemigos de la riqueza, si no lo fueran sabrían que las inversiones dan resultados. Está el ejemplo de Warren Buffet, uno de los hombres más ricos del mundo, que comenzó comprando acciones. Yo he heredado inmuebles y he aumentado su valor», aseguró

Sin embargo, la principal crítica hacia Tinubu es su delicado estado de salud. Su predecesor, Buhari, durante su mandato pasó al menos 237 días en Reino Unido para chequeos médicos, y muchos nigerianos temen que siga su camino. En campaña, a veces se trababa al hablar y le temblaba una mano, lo que ha dado pie a rumores de que padece párkinson, algo que él ha desmentido. 

En su manifiesto titulado Esperanza renovada 2023, Tinubu adelantó que sus prioridades en el gobierno serán frenar la inseguridad y potenciar la economía, invirtiendo en digitalizar el país y ofrecer trabajo a los jóvenes. Ahora, no está claro cómo pretende hacerlo. Más allá de la vaguedad de sus promesas, los detractores de Tinubu consideran que físicamente no está preparado para afrontar los retos del país, por lo que otros a su alrededor acabarán gobernando en la sombra por él.



Restos de una refinería ilegal de petróleo cerca de Port Harcourt. Fotografía: Stefan Heunis / Getty




Los retos de Nigeria

«Estoy cansado, estoy cansado, estoy cansado. Tengo 38 años, dos hijos, una carrera universitaria en dirección empresarial y no tengo trabajo», decía Tony el día de las elecciones. Se había dado de alta como apoderado del LP de Obi, pero decía que si no ganaba perdería la esperanza: «Si te soy sincero, la mayoría de la gente se quiere ir de aquí». 

Esa sensación la expresaron varios jóvenes en los días previos y posteriores a la votación. En 2021, una encuesta del Africa Polling Institute concluyó que el 73 % de los nigerianos se marcharían a otro país si tuviesen la oportunidad. Para muchos, esta era la última posibilidad de cambiar el sistema antes de buscar suerte en otro país.

La creciente inseguridad es el principal problema para los nigerianos: tres de cada cuatro dicen que su país es inseguro y la mitad tienen miedo a sufrir ataques en su propia casa, según datos del Afrobarómetro. A la inseguridad yihadista en el norte se suma el creciente negocio de los secuestros. Tan solo entre junio de 2021 y julio de 2022 hubo 3.420 secuestros, por los que se pagaron 1,3 millones de euros en rescates.

La inseguridad afecta también a la economía, el otro gran reto del nuevo Gobierno. Nigeria no ha sabido aprovechar el alza de precios del barril de petróleo en el último año y ha disminuido su producción. Ha perdido dinero precisamente por la inseguridad que generan los robos de petróleo por grupos de bandidos en el sureste del país. La importancia del crudo es tal que diversificar de manera efectiva la economía nigeriana es el objetivo fallido de todas las administraciones pasadas, y deberá serlo también para Tinubu, quien tendrá en la deuda el principal escollo para poder invertir en nuevos sectores.

El Gobierno nigeriano dedica el 80 % de sus ingresos a pagar la deuda, y el Banco Mundial ha avisado de que en cinco años la cifra se duplicará a no ser que se implementen reformas estructurales y se aumente la recaudación tributaria. En 2021, el Ministerio de Hacienda nigeriano admitió que solo pagaban impuestos 41 millones de ciudadanos.

Para conseguir que lo hagan más deberá apostar por la inclusión en un país con más diferencias sociales cada vez, como refleja el Índice de Cohesión Social de Nigeria. El país podría dividirse entre quienes se quedan atrás y quienes siguen el paso al nivel de desarrollo. Si miramos los números, dos tercios de los nigerianos viven en la pobreza, la mitad no llega a estudiar Secundaria, solo un 60 % tiene una cuenta bancaria y apenas  un 38 % tiene acceso a Internet.

La inclusión social, económica y educativa de esos más de 100 millones de personas que Nigeria ha dejado de lado es el principal reto del país y lo será de Tinubu cuando, en mayo, asuma la Presidencia. De hacerlo o no dependerá que muchos se quieran ir, o que el país más poblado y la mayor economía del continente cumpla su rol como lo que es.



   

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