Sudán del Sur y la incierta paz

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En Sudán del Sur se producen estos días gestos formales de avance hacia la paz, aunque a estas alturas nadie es capaz de no reservarse cierta dosis de escepticismo en los acercamientos o anuncios de acuerdo entre las partes que dividen el país. El presidente Salva Kiir ofreció el cargo de vicepresidente al jefe rebelde Riek Machar, cumpliendo el acuerdo de paz firmado en agosto del año pasado que debería completarse con la formación de un Gobierno unitario de transición. Machar aceptó el puesto pero puso una serie de condiciones para retornar a Yuba. Entre sus exigencias, Machar mencionó la desmilitarización de la capital y el traslado de 2.910 miembros de las fuerzas opositoras para garantizar su seguridad, mientras deslizaba que el anuncio de Kiir no había seguido la secuencia establecida de implementación del acuerdo de paz. A este respecto, y según un diplomático británico, Reino Unido, Estados Unidos y Noruega mostraron su disposición a encargarse del traslado de las fuerzas leales a Machar para facilitar el cumplimiento del acuerdo. Salva Kiir, en su intento por acortar los plazos, afirmó su intención de formar el Gobierno unitario de Transición antes de que llegaran a Yuba las fuerzas opositoras, urgiendo al líder rebelde a comparecer en la capital. Según fuentes oficiales, finalmente se habría alcanzado un acuerdo para trasladar inmediatamente 1.370 soldados opositores lo que favorecería el traslado de Machar a la capital y la formación de un nuevo Gobierno de transición durante la primera semana de marzo. En relación con los puntos de desacuerdo entre las partes como el número de provincias en las que se divide el país o las reformas constitucionales pendientes, fuentes del Gobierno de Kiir se han limitado a decir que serán tareas del próximo Gobierno unitario.

Machar ya fue vicepresidente hasta 2013 y su destitución fue, sin duda, un detonante en la lucha por el poder en el joven país. Entonces, el presidente Salva Kiir acusó a Riek Machar de intentar gobernar gracias a las armas. Los enfrentamientos se complicaron por la pertenencia de los principales líderes a etnias rivales –Salva Kiir es dinka y Riek Machar nuer–, entre otros motivos. Desde entonces, ambas partes se han visto involucradas en acciones criminales como ajustes de cuentas o matanzas étnicas, en una guerra especialmente cruenta con los civiles. Hace semanas, un grupo de Naciones Unidas dedicado a monitorizar la violencia en Sudán del Sur concluyó que tanto Kiir como Machar eran responsables en el asesinato de civiles y crímenes de guerra cometidos por sus ejércitos.

El acuerdo de paz firmado en 2015 no ha evitado, sin embargo, que se hayan seguido produciendo enfrentamientos y actos de violencia deliberada contra civiles. Naciones Unidas ha documentado ataques contra la población civil incluso durante la última semana. En concreto, el día 18 fuerzas vinculadas al Gobierno y milicias afines atacaron una base de Naciones Unidas en Malakal donde se encontraban supuestamente protegidas miles de personas con el resultado de al menos 24 muertes. El país, además, afronta por culpa de la guerra unas hambrunas difíciles de recordar que afectan a una cuarta parte de la población. Según distintos organismos de Naciones Unidas, 40.000 personas se encuentran al borde de la catástrofe. Los expertos alertan de que la situación de inseguridad alimentaria alcanzará su punto más álgido entre abril y julio.

El secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-Moon, tiene previsto viajar a Yuba este jueves para entrevistarse con el presidente y apoyar a los civiles afectados por el conflicto. Sin embargo, los últimos hechos de Malakal y la incapacidad de los cascos azules para evitar los continuos hostigamientos a la población ponen en entredicho el papel de la comunidad internacional.

 

Fuente imagen: Getty Images

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