«Tenemos que repensar las formas de conectar nuestros países de nuevo»

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Véronique Tadjo, escritora



Por Aurora M. Alcojor


Escritora, ilustradora y poeta, Véronique Tadjo (1955), originaria de Costa de Marfil, cuenta con una larga trayectoria como autora de novelas, poesía y literatura infantil. En España se ha publicado En compañía de los hombres (Ed. Malas Compañías), en la que aborda la crisis del Ébola que afectó a África occidental. La entrevistamos por teléfono durante su estancia en Bilbao para presentar la novela.


Leyendo su libro, me viene a la mente el recuerdo de cómo los medios de comunicación trataron la información sobre el Ébola durante aquellos meses. ¿Cómo lo vivió?  

En aquel tiempo residía en Su­dáfrica, así que lo viví pegada a las noticias porque se trata de mi región. Yo soy de África occidental y fue terrible. Era un retrato trágico y repleto de devastación. Creo que nunca se ha vuelto a cubrir nada así, como si estuviera en completo colapso, un lugar apocalíptico. Y esto era terrible, porque siendo de allí, sabía que estaban pasando muchas más cosas de lo que se contaba en las noticias.  



En el libro dice: «Antes, la muerte era parte del día a día (…), pero con la crisis del ébola todo cambió, incluso la compasión se convirtió en una sentencia de muerte». ¿Qué significó para las familias no poder despedirse de sus seres queridos, no poder llevar a cabo sus tradiciones y rituales?  

Fue uno de los impactos más grandes, porque los rituales son muy importantes cuando tienes que decir adiós a alguien. Es la forma de guardar luto, y el luto es necesario para poder reponerse. Cuando estos rituales se rompieron, la sociedad se encontró desorientada. Eso es precisamente lo que la profesión médica no entendió al principio. No entendió que si impides a la población llevar a cabo sus rituales, no vas a conseguir su colaboración. Así que la epidemia fue empeorando y empeorando, hasta que finalmente se entendió esta dimensión cultural y se llegó a un cierto compromiso con la población: se podrían hacer las ceremonias de despedida, pero de una forma segura. Esto fue clave para avanzar hacia el final de la pandemia.  



Otro actor importante en el libro es la naturaleza, en concreto un baobab. ¿Por qué ese protagonismo?

Lo primero que te encuentras si investigas el contexto de la epidemia de ébola y cómo se desarrolló es el tema de la deforestación. Cuando se destruye el bosque, los animales que viven en él tienen que desplazarse y comienzan a convivir más cerca de los humanos. Cuando rompemos el equilibrio de la naturaleza comenzamos a ponernos en peligro, porque algunos de estos animales pueden traer consigo ciertas enfermedades, tal y como sucede con los murciélagos. Ellos transportan el virus del Ébola sin verse afectados, pero cuando el ser humano u otros animales tienen contacto con ellos, el virus se puede transmitir. Y se estima que esto es precisamente lo que pasó. 



En esta, pero también en la mayoría de sus obras, es relevante cómo recoge la oralidad, las expresiones y la realidad de la cultura africana.  

Para mí este aspecto era especialmente importante porque, como decíamos al principio, los medios cubrieron la epidemia del Ébola olvidando la humanidad de las personas, como si se tratara solo de cuerpos, como si no hubiera nada detrás de ellos. No había cultura ni historias ni amor ni vidas. Eran solo gente muriendo de una terrible enfermedad. Así que yo quería reivindicar la riqueza de las personas en cuanto a su cultura, sus creencias… Y para contar esa historia debía recoger la oralidad africana. Aunque en realidad es universal, porque todos estamos acostumbrados a esa oralidad a la hora de contar historias. Pensé que utilizando esta fórmula sería más fácil contar la historia y que la gente la leyera y sacara algo de ella.



Además de contar las historias de las personas, en sus libros ha recogido también las historias que han marcado al continente, como en La sombra de Imana, sobre el genocidio de Ruanda, o en Nelson Mandela, non à l’apartheid! ¿Por qué te parece importante darle espacio a estos temas? 

Creo que es importante porque tendemos a vivir nuestras vidas de forma separada, pensamos en nuestros problemas y nos olvidamos del resto del mundo. A veces nos vemos obligados a ver lo que está pasando –con las noticias, la radio…–, pero se hace de una forma tan rápida y tan intensa que solo nos hace estar más enfadados. En realidad no entendemos lo que está sucediendo y nos sentimos desesperanzados. Sin embargo, cuando usas la literatura, puedes ser más profundo y desde ahí, creo, puedes ayudar a la gente a entender mejor la complejidad de lo que sucede, a ver las conexiones, incluso cuando quizás no querían verlas. Después del coronavirus, la población se dio cuenta de que hay una conexión, porque cuando se vive una catástrofe como esa, cuando nos enfrentamos a la muerte, al peligro, al sufrimiento y a la tristeza de perder a los seres queridos, las personas nos comportamos de la misma manera. 

La realidad del continente y la preocupación por los jóvenes son dos aspectos que caracterizan la literatura de Tadjo. Fotografía: Christian Liewig/Getty. En la imagen superior, Verónique Tadjo. Fotografía: Issouf Sanogo/MN



Usted ha vivido en varios países del continente africano y en algunas ocasiones ha declarado que se considera panafricanista. ¿Cuál sería la esencia o el significado de este panafricanismo en la actualidad?

Creo que uno de los problemas en África es el nacionalismo. Pienso que con más comercio o más contactos culturales veríamos un mejor desarrollo del continente, veríamos al continente como un todo. El panafricanismo se intentó al principio pero, desafortunadamente, no alcanzó su potencial. Así que tenemos que repensar las formas de conectar nuestros países de nuevo, de tal manera que logremos convertirnos en una fuerza global.



Si por algo es fuerte África es por su juventud –cerca de la mitad de la población  tiene menos de 18 años–. Usted ha escrito mucha novela juvenil. ¿Cómo son esos jóvenes? ¿Qué les gusta leer? ¿En qué formatos? ¿Qué es la literatura para ellos? 

La literatura juvenil es todavía algo bastante nuevo en el continente. Estamos en los comienzos, pero ha despegado. Lo que es importante, pienso, es crear una cultura lectora en la gente, y eso lo tienes que hacer desde la infancia, tan jóvenes como sea posible, de tal manera que disfruten leyendo libros y no estén completamente absorbidos por Internet y el mundo digital. 

Tadjo ha escrito un libro sobre Nelson Mandela y numerosas obras para niños y jóvenes. Fotografía: Eli Weinberg/Getty


Uno de sus libros cuenta la historia de una joven marfileña que, después de unos años fuera, sufre un fuerte shock cuando regresa. Usted nació en Francia y después fue a vivir a África. ¿Cómo es esta experiencia de vivir en diferentes culturas? ¿Cómo conseguir lo mejor de ambas? 

En el libro, la protagonista, Nina, vuelve a Costa de Marfil a enterrar a su padre y se ve confrontada con un montón de tradiciones culturales que primero tiene que entender, luego transitar y, finalmente, negociar con las personas de su entorno y consigo misma. Es una forma de mostrar el choque entre la modernidad y la tradición. Creo que eso sigue pasando mucho en África en general. Algunas tradiciones son buenas y otras deberían desaparecer, pero es una cuestión de negociación y de encontrar el camino para que se mantenga en el tiempo. Hay que entender que determinado comportamiento ha sido así durante mucho tiempo y que la única manera de cambiarlo es que las personas se convenzan de que hacer las cosas de otra manera es mejor. 


Hablando de Costa de Marfil, este año hay elecciones. En las últimas ocasiones, los comicios se han convertido en un foco de inestabilidad. ¿Qué impresión tiene para el futuro?

Adoro mi país, pero no tanto a los políticos. Sufrimos mucho con la violencia poselectoral en los años 2010 y 2011. Hubo muchas muertes, enfrentamientos y conflictos y, en mi opinión, fue totalmente innecesario, podíamos haberlo evitado. Tengo cierta amargura, además, porque lo que pasó se hizo en nombre de «la democracia». Ahora tenemos a un presidente que probablemente se presente a su cuarto mandato, cuando solo debería haber permanecido dos, como dice la Constitución. […] No es que no sea optimista, pero estoy extremadamente decepcionada por el hecho de que se puedan hacer tantas cosas en nombre de la democracia cuando, de hecho, no se trata de democracia, sino de poder. 



Por otro lado, Costa de Marfil destaca por ser un importante motor dentro del continente. 

Sí, es un lugar muy rico culturalmente, y cuando miramos a la economía, también lo está haciendo bien. Entonces, ¿cuál es el problema? Creo que el problema es la desigualdad. Existe mucha pobreza y creo que en ese sentido podríamos hacerlo mucho mejor.



¿Qué es lo más interesante que está pasando en la escena literaria en Costa de Marfil? ¿Qué nos recomienda leer, escuchar, conocer…? 

Tenemos una importante tradición. Contamos con grandes predecesores en literatura, como Ahmadou Kourouma o Bernard Dadié. Y luego tenemos a  escritores emergentes o ya consolidados, como Armand Gauss o Tanella Boni, y a un montón de jóvenes autores. La poesía está siendo particularmente buena en el país. Nos encanta la poesía, tenemos una escena bastante vibrante. Diría que soy optimista sobre la literatura en Costa de Marfil y en África en general.   

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