Publicado por Javier Sánchez Salcedo en |
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Kine Circus nació hace dos años en Adís Abeba (Etiopía) para dar respuesta a niños y niñas en riesgo de exclusión. Para ellos han construido una gran nave dentro del complejo Zoma Museum, un espacio abierto en la periferia de la ciudad al que acuden menores interesados en el circo, con necesidades especiales o en situación de calle. «Queremos que sea un hogar para ellos», dice Getachew, actor, director de cine, clown y fundador, junto a Eyob Teshom, de este proyecto. La intención no es que los niños simplemente aprendan coordinación, equilibrio y expresividad a través de las técnicas circenses, sino que dispongan de un espacio protegido en el que puedan hablar de las cosas que les pasan.
Kine Circus es hijo de un proyecto anterior, Fekat Circus, en el que llegó a haber cerca de 600 niños. Tras 17 años de vida, Fekat se disolvió, en parte porque algunos de sus artistas se profesionalizaron y marcharon a trabajar a países como Francia o Alemania, y en parte porque los gobernantes etíopes decidieron eliminar las infraviviendas del centro de Adís Abeba para dedicar la zona a actividades empresariales, industriales y relaciones internacionales, explica la gestora cultural y responsable de la gira de Kine Circus por España Ana Villa. «No interesaba que la gente estuviera en la calle, así que echaron las barriadas hacia fuera y construyeron en la periferia viviendas baratas en cooperación con China. No han acabado con el problema, lo que han hecho es moverlo. La gente que vivía en infraviviendas ahora vive en pisos sin agua y sin electricidad, pero a dos horas del centro. Fekat Circus trabajaba con niños en el centro, así que tuvieron que dejarlo». En una de las zonas donde se realojó a la población es donde Shimelis y Eyob, antiguos integrantes de Fekat Circus, decidieron iniciar el nuevo proyecto.
«En Adís Abeba no hay actividades para los niños que están en situación de calle o viven en familias desestructuradas y tienen problemas como el consumo de khat o de pegamento», responde Shimelis. «El circo tiene muchas cosas que pueden beneficiarles. Aprenden a cuidarse unos a otros, a ser confiados, a comunicarse, a desarrollar habilidades mentales y físicas y a mantenerse a salvo de sustancias adictivas». Es la experiencia de algunos de sus compañeros en el espectáculo Greed.
Los miembros de Kine Circus también trabajan con niños de Adís Abeba que se encuentran hospitalizados, para que se rían y pasen un buen rato y se olviden por un tiempo de la enfermedad. Con esta iniciativa, bautizada como Doctores Sonrisa, han comprobado que los niños mejoran, cuenta Ana. «Últimamente están trabajando mucho con niños con autismo. Se han detectado allí muchísimos casos y no hay protocolos para trabajar con ellos, pero se han puesto a hacerlo y los resultados están siendo tan buenos que acuden cada vez más padres con sus hijos de toda la capital. Y no es que tuvieran una formación específica ni un programa testado. Simplemente, ante la necesidad, se pusieron a hacer circo con ellos y han encontrado la manera de que se sientan bien. Buscaron directamente una solución para un problema». Shimelis cuenta el caso de un chico que tenía muchas dificultades para dormir. «Sus padres vieron que después de las clases de circo mejoraba muchísimo. No sabemos muy bien cómo pero los niños mejoran, así que queremos seguir haciéndolo. El efecto que provoca el circo en ellos es maravilloso». Los niños con autismo están integrados y participan de las actividades junto con el resto de niños. Cada uno tiene sus propios retos y todos forman parte por igual del proyecto, bajo la consigna «Yo te ayudo a ti y tú me ayudas a mí».
Con algunos de ellos lo que se trabaja es el trauma. «Hay niños y niñas que han vivido cosas muy duras por vivir en la calle y que expresan emociones histriónicas cuando están en clase. Shimelis y el resto de artistas saben cómo acompañarles a liberar sus traumas, intuitivamente, sin haberlo estudiado», añade Ana. «Para hacer una acrobacia tengo que contar con que tú estés a mi lado y me ayudes. Para un niño acostumbrado a vivir en la desconfianza, la idea de que “tú vas a hacer que yo no me caiga”, es muy impactante. Y no solo eso. También se convencen de que merecen una vida mejor. Se merecen pedir que les lleven al médico. Se merecen estar en una gira. Hay niños y niñas que cuando entran en el proyecto, con ocho o nueve años, llegan muy tocados. Pero allí encuentran a un grupo de gente que les va a ayudar a liberarse, van a clase, se cuidan, pueden comer, se lavan las manos, se sientan a hablar de sus problemas, se esfuerzan, se sienten protegidos, seguros, capaces. Se produce una transformación en sus vidas».
Cuando empezaron a idear el espectáculo, se preguntaron cuál es el origen de la mayoría de los problemas en Etiopía y en cualquier lugar del mundo. Y llegaron a la conclusión de que es la avaricia. «¿Por qué hay gente que tiene tanto y gente que tiene tan poco? ¿Y por qué los que tienen tanto al final tampoco son felices? Queríamos mostrar la idea que tenemos nosotros sobre qué es lo importante en la vida». Durante las giras, a los miembros de Kine Circus les ha impresionado el modo de vida individualista que impera en países como España, opuesto a la cultura etíope de la que proceden, en la que hay un sentimiento comunitario mucho más fuerte. Greed cuenta la historia de un miembro de una comunidad que se deja tentar por la avaricia, se vuelve adicta a los bienes materiales y eso hace que acabe perdiendo al grupo. «En el circo moderno, la dramaturgia no es fácil de entender. Es como la danza, sabes que pasa algo pero no sabes qué. Pero ellos lo han hecho de tal modo que se entiende perfectamente lo que está ocurriendo en el escenario, y con un nivel técnico muy potente», explica Ana.
El espectáculo, que se caracteriza por ser rápido y enérgico,se ha representado en Medina del Campo, Béjar, Madrid, El Escorial, Toledo o Baracaldo. A lo largo de un mes serán 17 funciones. «¡Están muy vivos!», exclamaba una mujer tras una de las actuaciones en Madrid. En Aranjuez, otro espectador se mostraba entusiasmado y agradecido: «Transmiten energía, fuerza, superación, alegría ¡Me han dado energía para vivir!». Junto al dinamismo que tiene, Ana destaca que su manera de hacer circo es muy elegante, lejos de lo agresivo. «Tienen nivel técnico muy alto, es como ver bailar a Fred Astaire, que lo que hace tiene mucha dificultad, pero es como si estuviera dando un paseo de forma elegante, como si no le costara nada. Para mí esa es la diferencia fundamental en su forma de hacer circo». Shimelis insiste en que es un espectáculo muy rápido. «Ahora la audiencia está acostumbrada a mirar constantemente el móvil, a que todo sea muy rápido, y no tiene paciencia para ver lo que haces, así que tenemos que actuar rápido si queremos captar su atención». Y así es. Actuaron en una plaza en Ávila frente a 3.000 personas y no se movía nadie porque tiene un ritmo vertiginoso. No ha acabado un número y ya ha empezado el siguiente. Y en todas las partes del espectáculo participan los siete artistas, nadie se va del escenario. Ningún espectador saca el móvil para grabar o hacer fotos, porque te pierdes lo que pasa.
En Etiopía el circo no está muy bien considerado y no recibe apoyo gubernamental, lamenta Shimelis. «En fútbol, Etiopía siempre pierde, pero es un deporte que se apoya. En cambio, hay artistas de circo muy buenos por todo el mundo, y no son valorados». El anterior proyecto Fekat Circus actuó en 2018 en la última edición del festival Rototom, en Benicasim. Hicieron su espectáculo en el escenario grande frente a más de 10.000 personas, pero en los medios de comunicación etíopes no tuvo ninguna repercusión. En cambio, sí hablaron de la actuación de un cantante etíope en el mismo festival, en un escenario pequeño, delante de 500 espectadores. «El Ministerio de Turismo etíope no considera que a través del circo se pueda expresar nuestra cultura. Aún queda mucho por hacer», añade el artista.
El cine que Shimelis vio en su infancia le dejó claro que lo que quería hacer con su vida era dedicarse a la actuación. Se juntaba en la calle con otros jóvenes que tenían las mismas inquietudes y con ellos aprendió a hacer las acrobacias que veía en aquellas películas. Si el actor saltaba, daba vueltas por el aire o rodaba por el suelo, ellos aprendían a hacerlo. No tenían ni un espacio acondicionado ni profesores que les enseñaran, pero cerca de 100 chavales se reunían cada día y se pasaban horas practicando. Se ayudaban y acababan lográndolo. En un momento dado, Cruz Roja les cedió un espacio y material apropiado para desarrollar su técnica. Más tarde, Shimelis entró a formar parte de Fekat Circus, luego llegó Kine Circus y hasta hoy. «El circo es mi vida. De pequeño mi sueño era hacer cine. He trabajado como actor y he llegado a dirigir dos películas. Pero el circo siempre me llama. Y ahora lo he dejado todo para dedicarme a este proyecto. Porque lo que yo quiero es ayudar, y a través del circo es muy fácil llegar a la gente».
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