Túnez: primavera en punto muerto

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Túnez se ha abierto en canal. Los más de 500 manifestantes que fueron arrestados a mediados de enero, más el ejército desplegado en varias ciudades después de días de manifestaciones antigubernamentales, hace recordar a las revueltas de 2011. La mecha ha sido el aumento de los precios de los productos básicos y la subida de impuestos a comienzos de año. El parapeto del Gobierno ha sido afirmar que las medidas son esenciales para reducir un déficit creciente. Entonces, ¿se trata de otra revolución o de la misma?

Para entender las protestas de 2018 es necesario comprender el papel de las instituciones financieras internacionales –especialmente el FMI– con la imposición de la austeridad desde el levantamiento popular de enero de 2011 que condujo al derrocamiento de Ben Ali, quien gobernó el país durante 23 años. En los meses posteriores a la revolución, Gobiernos y organismos occidentales buscaban una forma de evitar que los países cuestionasen el modelo neoliberal y la solución la encontraron en la cumbre del G8 en Deauville, Francia, en mayo de 2011. Desde entonces, la deuda pública tunecina ha aumentado del 41 al 71 por ciento en 2018. Ahora, los prestamistas extranjeros que habían concedido períodos de gracia después de la revolución requieren su dinero. A cualquier coste. Y las calles, con razón, arden.

En Túnez, donde la revolución de 2011 se unió en torno a los llamamientos en pro de la justicia social, los ciudadanos aún no han visto un progreso significativo en la reducción de las enormes desigualdades de ingresos y oportunidades. De hecho, los diálogos sociales a nivel nacional, en los que participan el Sindicato General del Trabajo de Túnez (UGTT) y el sindicato de empleadores UTICA, no han logrado reformas sistémicas. Así que, más que una democracia electoral parece que la Túnez ­posrevolucionaria es una economía de protesta. Sus nueve Gobiernos desde Ben Ali ponen en tela de juicio la narrativa de la única historia de éxito democrático entre los estados de las revueltas árabes. Los tunecinos continúan enfrentándose al tumulto de la transición y de una red de seguridad social en constante deterioro.

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