Un camino por recorrer

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2024 se inicia con retos para un continente que gana peso en el escenario mundial


Comienza 2024 para una África que gana peso en la geopolítica internacional y que espera crecer por encima de la media mundial. Al tiempo que se enfrenta a conflictos en Sahel, Sudán o Somalia, las urnas dirimirán el futuro de países clave como Sudáfrica, Senegal o Ghana. Una de las primeras incógnitas que tendrá que resolver será quién pilotará la entrada de la Unión Africana en el G20 desde la presidencia de la organización continental. El deporte, la salud o la cultura también serán protagonistas del año que arranca.



Las previsiones económicas no son malas para el continente en 2024. Tras el golpe disruptivo de la pandemia, se espera que el PIB africano crezca a ritmos próximos al 4 % en 2024, una de las mayores cifras del planeta, según el Banco ­Mundial y el Banco Africano de Desarrollo. La lenta reactivación económica en el resto del mundo va a necesitar de nuevo del inmenso potencial de recursos energéticos del continente y los países que lideran este crecimiento cuentan con las materias primas necesarias, como Níger (uranio), Senegal (gas) y Libia (petróleo). Al mismo tiempo, la progresiva consolidación de un gigantesco mercado único de 1.300 millones de personas, auspiciado por la creación de la Zona de Libre Comercio Continental, debería sentar las bases de la ansiada industrialización de África.

El reto sigue siendo que las buenas noticias macroeconómicas logren arrancar a millones de africanos de las garras de la pobreza. El crecimiento estimado del 1,2 % del ingreso per cápita en 2024 no parece ­suficiente para que se produzca el vuelco necesario. Una de las trabas es la deuda externa, que lastra la inversión pública y las políticas internas de estímulo económico, así como la prestación de servicios básicos a los más vulnerables. Con un puñado de países en riesgo de suspensión de pagos, la renegociación de la deuda estará en el corazón del debate que la Unión Africana (UA) pretende trasladar al G20, del que forma parte de pleno derecho desde septiembre pasado y cuya participación en la cumbre de Río de Janeiro de noviembre de 2024 será una de las grandes noticias del año para África.

Pero llegar a Río en las mejores condiciones y con una posición clara requiere de un largo trabajo interno de consenso y un fuerte liderazgo. En febrero debe tomar posesión el nuevo presidente de turno de la UA para 2024 en sustitución del comorense Azali Assoumani, pero en diciembre de 2023 aún no estaba claro quién será el elegido. Por los tradicionales equilibrios regionales le corresponde asumir el cargo al Magreb, pero la histórica rivalidad entre Argelia y Marruecos bloquea por ahora esta decisión. Tras el triunfal retorno del reino alauí a la organización continental, Mohamed VI suena como un candidato de peso, pero a falta de consenso con su ­vecino argelino ha surgido el nombre del ­mauritano Mohamed Ould Ghazouani, que podría ser aceptado por todos.

El presidente bissauguineano, Umaro Sissoco Embaló, durante la última reunión de la CEDEAO, el pasado 10 de diciembre, días despues de disolver el Parlamento. Fotografía: Kola Sulaimon/Getty


Conflictos regionales

Al nuevo presidente de la UA le va a tocar lidiar también con los nubarrones de la guerra, que están lejos de haberse disipado. Alejados de la agenda mediática mundial por otros conflictos como los de Ucrania y Gaza, África intenta apagar las llamas de la lucha por el poder que ha incendiado Sudán con notables esfuerzos de mediación y algunas esperanzas de lograrlo en 2024, mientras hace frente al avance del yihadismo en numerosos países, desde el Sahel a Uganda o Mozambique pasando por Somalia. En este último país, se espera que 2024 sea el año de la retirada definitiva de las fuerzas de la Unión Africana (­ATMIS) que ya está cediendo sus bases al Ejército del país. Numerosas dudas sobre su capacidad para hacer frente a los islamistas de Al Shabab ensombrecen este proceso.

En el Sahel occidental la dinámica es diferente. Si en 2023 Rusia ganó un creciente protagonismo como estrecho aliado de las Fuerzas Armadas de Malí en la reconquista del norte del país y en sus combates contra el yihadismo de Al Qaeda y Estado Islámico mediante las milicias de Wagner, en 2024 asistiremos a la extensión de la presencia rusa en Burkina Faso y Níger a tenor de los acuerdos que se han firmado el pasado año. La unión de estos tres países, gobernados por juntas militares, en la Alianza de Estados del Sahel como contrapoder a la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) tras la expulsión de los soldados franceses de ­Barkhane, parece indisolublemente ligada al crecimiento de la influencia de Moscú en la región. En el Sahel se está larvando un auténtico vuelco geopolítico mientras los combates contra los radicales se intensificarán en 2024 a lomos de esta nueva alianza.

Por su parte, la ola de golpes de Estado que sacude a África y que aupó a los militares sahelianos no parece haberse interrumpido. ­Guinea-Bissau acaba de sufrir un golpe constitucional de la mano de su presidente, Umaro Sissoco Embaló, que disolvió el Parlamento por decreto en una flagrante violación de la Constitución, mientras en otros países como­ ­Camerún y Chad, gobernados por regímenes autoritarios que impiden toda alternancia, muchos analistas observan las condiciones objetivas previas que alumbraron insurrecciones militares como la de Gabón. Una posible caída de ­Mahamat Déby Itno en ­Yamena a manos de alguno de los grupos armados que lo hostigan supondría un golpe definitivo a la presencia militar francesa en el Sahel, donde Chad es su último reducto.

Un pastor sudanés refugiado en Chad da de beber a su rebaño. Fotografía: Abdulmonam Eassa/Getty


Pendientes de las urnas

La agenda electoral también viene cargada y con una primera fecha marcada en rojo: el 25 de febrero. Senegal, país tradicionalmente estable, cierra el ciclo de 12 años de Macky Sall y elige nuevo presidente en medio de una enorme incertidumbre. El riesgo de nuevas escenas de violencia como las vividas en 2021 o el pasado mes de junio, que costaron la vida a medio centenar de personas, continúa sobre la mesa. La prohibición de la candidatura del político más popular, el condenado ­Ousmane Sonko, parece dejar el camino expedito al delfín de Macky Sall, el ­sosegado tecnócrata Amadou Ba, sin ningún otro aspirante de suficiente peso que le haga sombra. Sin embargo, el enorme malestar de los jóvenes contra el régimen, que en buena medida ha impulsado la cifra récord de cayucos que zarparon hacia Canarias, impide hacer pronósticos alegremente.

La segunda gran cita electoral del año tendrá lugar en abril en Sudáfrica. El otrora todopoderoso Congreso Nacional Africano (CNA) de ­Nelson Mandela, en el poder de forma ininterrumpida desde hace 30 años, se enfrenta a demonios internos y externos. Bajo el mando de Cyril ­Ramaphosa, quien podría optar a un segundo mandato pese a las acusaciones de corrupción de las que logró salir vivo pero no ileso, tendrá que enfrentarse a una oposición más unida que nunca. El pasado mes de agosto, siete partidos liderados por la pujante Alianza Democrática (DA) de John ­Steenhuisen decidieron unir fuerzas para derrocar al CNA. Ya en los comicios municipales de 2021 sufrió los peores resultados de su historia y cayó por primera vez por debajo del 50 % de los votos.

Finalizado el ciclo de Nana Akufo-Addo, llega el momento de que los ghaneses elijan nuevo presidente. En diciembre, Ghana deberá elegir entre el aspirante opositor John Dramani ­Mahama y el candidato gubernamental ­Mahamudu ­Bawumia, quien en noviembre pasado se alzó en el proceso de primarias del Nuevo Partido Patriótico (NPP). Con la amenaza yihadista asomando por su frontera norte y golpeado por una profunda crisis económica tras el ciclón de la pandemia, la estabilidad de Ghana se antoja clave para África occidental y muchos ojos mirarán hacia Accra en este incierto proceso electoral.

El presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa. Fotografía: Felix Dlangamandla/Getty



Sin nadie que le haga sombra y con un control absoluto del aparato del Estado, el ruandés Paul Kagamé será uno de los protagonistas africanos de 2024. En el poder desde el año 2000, ya ha anunciado que será candidato a su propia reelección en el mes de agosto. Su régimen, marcado por la falta de democracia, levanta pasiones en todas las direcciones: represor de las libertades y sin ninguna posibilidad de alternancia, ha conseguido enormes éxitos en materia de educación, salud o crecimiento económico. Sus detractores le odian por encarnar la dictadura y atizar el conflicto en la vecina República Democrática de Congo, mientras sus partidarios alaban su paso firme hacia el desarrollo de un pequeño país tras el terrible genocidio de 1994.

Salvo sorpresa, los comicios previstos en el Magreb tampoco producirán cambio alguno. El mauritano Mohamed Ould Ghazouani y el argelino Abdelmadjid Tebboune se enfrentarán previsiblemente a las urnas con la seguridad de una nueva victoria. En Túnez, el polémico Kais Saied optará a la reelección, mientras que otros países inmersos en transiciones hacia la democracia como Chad, Malí o Burkina Faso deberían también organizar comicios presidenciales este año. La incertidumbre rodea a estos tres procesos electorales, al igual que el de Guinea-Bissau, donde el presidente Embaló, que aspira a ser reelegido, intenta cerrar el paso a su rival Domingos Simões ­Pereira. El conflicto entre ambos, en un contexto de deriva hacia un régimen dictatorial, marcará el año 2024.

Un grupo de aficionados senegaleses ataviados con la bandera de su país en la gorra y los pantalones animan a su selección de fútbol. Fotografía: Getty


Deporte, cultura y salud

Pero mientras la economía, los conflictos y la política reclamarán la atención de millones de africanos este año, un acontecimiento deportivo que tendrá lugar este mes de enero será el galvanizador de buena parte de la ilusión de otros tantos: la Copa Africana de Naciones de Fútbol que se celebra en cinco ciudades de Costa de Marfil desde el 13 de enero hasta el 11 de febrero. Un total de 24 selecciones se enfrentarán entre sí en la gran fiesta del balompié continental. Sin descartar a los anfitriones marfileños y las siempre ­competitivas Ghana o Nigeria, los grandes favoritos de esta edición son Marruecos, que se plantó en las semifinales del Mundial de Catar; Senegal, actual campeona; Argelia, ganadora del título en 2019; y el Egipto de Mohamed Salah, finalista en 2021.

Entre mayo y junio regresa también una de las citas ineludibles del panorama cultural africano, la Bienal de Dakar, que se celebrará bajo la dirección artística de Salimata Diop. En esta ocasión está inspirada por la obra In the Wake: on Blackness and Black Being (En la estela: sobre la negritud y el ser negro), de la profesora afroamericana Christina Sharpe, donde la docente en la Universidad de Toronto somete a examen la condición negra, sus representaciones literarias, visuales y artísticas en relación con las nociones de exhumación, duelo y desgarro, según asegura la propia Diop. Durante un mes, cientos de artistas se reunirán en Dakar para ofrecer su visión de las grandes cuestiones que sacuden a África y al mundo en la decimoquinta edición de una bienal consolidada.

Finalmente, la lucha contra una de las enfermedades más letales que recorren África vivirá este año uno de sus momentos clave. La generalización de dos vacunas contra la malaria, que se distribuirán en 2024 en una veintena de países por primera vez en la historia, contribuirá a salvar millones de vidas. Los años de pandemia, las crisis humanitarias derivadas de los conflictos y el ­cambio climático, así como las resistencias de los mosquitos a los insecticidas, han supuesto un retroceso en el largo combate contra esta enfermedad, con unos 600.000 ­muertos al año, la mayoría niños africanos. Combinadas con otras medidas ­preventivas, las vacunas RTS,S –bajo la marca Mosquirix y recomendada por la OMS en 2021– y, sobre todo , la R21, más barata y fácil de producir, aprobada en octubre pasado, se aplicarán de manera extensa este año a los menores de cinco años en las zonas endémicas. Su efecto podría suponer un paso decisivo en la lucha contra el paludismo.








Para saber más



Por Óscar Mateos



Una de las constataciones de estos últimos años, en los que la realidad global ha sido extraordinariamente convulsa, es que casi ningún informe sobre escenarios internacionales de futuro se ha cumplido. El nivel de imprevisibilidad ha sido tan elevado que el término más usado para referirse al escenario global ha sido casi siempre el de «incertidumbre». África no ha vivido al margen de esta tendencia, todo lo contrario. Buena parte de las crisis solapadas que enfrentamos como humanidad (climática, democrática, social, migratoria, geopolítica, etc.) acontecen de forma, más o menos intensa, en el continente, y sitúan a las sociedades africanas en el epicentro de las diferentes dinámicas. Por todo ello, tratar de entender cuáles pueden ser las perspectivas de futuro en África para los próximos 12 meses es en sí mismo un ejercicio de gran complejidad y, probablemente, bastante estéril. Hace un año, por ejemplo, nadie (o casi nadie) preveía un golpe de Estado en Níger ni el cuestionamiento y, en algunos casos, la expulsión de las tropas internacionales asentadas en algunos de los contextos africanos.

No obstante, junto con el ejercicio que realiza esta revista, puede ser de interés recurrir a los informes de prospectiva política y económica que realizan think tanks y organizaciones internacionales de referencia. De forma especial, es recomendable la lectura de al menos estos cuatro informes anuales: el de indicadores sobre gobernanza que realiza la Mo Ibrahim Foundation; el de prospectiva anual para África del Brookings, uno de los laboratorios de ideas de mayor influencia global; los de previsiones económicas del African Development Bank; el análisis realizado por el programa «African Futures» del africano Institute for Security Studies, a los que podríamos añadir los artículos de la web African Arguments, perteneciente al Royal African Society. Todos ofrecen una visión diferente e incisiva del presente y futuro de las realidades africanas. [A través del código QR puede acceder a la versión digital de este texto, en el que encontrará los vínculos a los documentos e informes mencionados].

Para complementar este ejercicio de prospección es recomendable tomar en consideración al menos tres libros. Algunos son más recientes que otros, si bien todos tienen la capacidad de contribuir a la reflexión con elementos de fondo, muy valiosos en este contexto de volatilidad en el que cualquier ­análisis envejece muy rápido. El primero de ellos, el más antiguo, es Seasons of Rains (Hurst & Co., 2011), de Stephen Ellis. Este historiador africanista de origen británico, fallecido hace pocos años, captura de forma magistral, y en un momento donde prevalecía un discurso afropesimista sobre el presente y el futuro del continente, elementos estructurales de cambio y enorme intuición. La segunda obra, coeditada por Marta Íñiguez de Heredia (del Grupo de Estudios Africanos de la UAM) y el académico de origen sierraleonés Zubairu Wai es Recentering Africa in International Relations. Beyond Lack, Peripherality, and Failure (Springer, 2018). Con la voluntad de deconstruir la biblioteca colonial con la que solemos acercarnos a la posición de África en el sistema internacional, todas las contribuciones de esta obra nos ayudan a utilizar unas lentes diferentes que darán como resultado un análisis alejado de las visiones convencionales. Otra obra ineludible es la recientemente publicada por Catarata y Casa África (2023), Cambio estructural en África. Sus autores, Carlos Lopes y George Kararach, aportan un análisis de gran interés para entender las transformaciones económicas del continente desde un punto de vista alternativo y mediante la comprensión de elementos subyacentes y poco presentes en los análisis habituales. Las tres son, junto a muchas otras referencias, un buen lugar desde el que reflexionar, con profundidad y complejidad, sobre la volatilidad que afecta a África y al conjunto del planeta.

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