Un camino sereno hacia el Sínodo

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La capital etíope acoge la asamblea continental



Por P. Juan González Núñez desde Adís Abeba (Etiopía)


Si a alguien le pudiera venir la duda –a mí me vino– de que la maquinaria del Sínodo sobre la sinodalidad, con todas sus fases diluidas a lo largo de dos años, se enzarzara en los vericuetos de su propia complejidad, andaba equivocado.

Ya en estas mismas páginas, en el número de marzo, se describía con bastantes detalles lo que iba a ser la asamblea continental africana del Sínodo, celebrada en Adís Abeba a primeros del mes pasado. Allí estaban puntuales los diez cardenales –menos uno, que se excusó–, los 15 obispos, los 32 sacerdotes, los 16 religiosos y religiosas y la multitud de laicos, ellas y ellos, hasta superar la cifra de 200.

Una identificación, más bien grande, pendía del cuello de cada participante, donde se podía leer el nombre y la procedencia: de Túnez a Sudáfrica, de Marruecos a Esuatini, por nombrar algunos.

¿Podría en cuatro escasos días aquel abigarrado conjunto concentrarse lo suficiente como para producir un documento que reflejase el pensar y sentir del continente africano? Hete aquí que la maquinaria estaba bien engrasada y el método funcionó.

Digamos que el objetivo no era producir un documento original, de estructura bien trabada. Todo cuanto se podía decir sobre la sinodalidad ya estaba prolijamente dicho y repetido en el material que se distribuyó desde Roma en el momento de convocarse el Sínodo. Se trataba, más bien, de escoger las líneas y los problemas prioritarios sobre los que trabajar «en sinodalidad» en estos próximos años. Esos retos no son nada originales: ahí están tozudamente en todos los continentes. Solo las prioridades pueden marcar la diferencia.

Los 200 delegados venidos de todos los rincones de África convergieron con enorme facilidad, con una sintonía y una serenidad admirables. No hubo gritos, ni posiciones extremas, ni discusiones acaloradas. Si alguna vez el tono de los altavoces nos sobresaltaba con alguna estridencia, no era porque el que intervenía hablase con ira, es que las ondas de su voz no se ajustaban a las del micrófono.

Aunque algunas prioridades pueden coincidir con las de otros continentes, otras sin duda no. Recuerdo una en particular: el documento inicial enumeraba entre los problemas urgentes la orientación sexual. Alguien intervino para decir que eso no era un problema prioritario en África –no que no existiera–. Y la asamblea estuvo de acuerdo. Más adelante, alguien intervino para decir que era mejor introducirlo. Fue la única vez que se recurrió a una votación. Y la asamblea siguió diciendo que no.

Tres monjes ortodoxos etíopes participan en la celebración de la navidad ortodoxa en Lalibela. Fotografía: J. Countess/GETTY. En la imagen superior, un grupo de peregrinos en la basílica de Nuestra Señora de la Paz, en Yamusukro (Costa de Marfil). Fotografía: Sia Kambou/GETTY



En mi caso, que llevo 47 años en África, pero que nunca perdí totalmente el contacto con Europa, no pude menos de advertir el enorme camino que la Iglesia africana ha hecho en este último medio siglo. No siempre existió esta madurez y esta serenidad. Se pasó por otras etapas más agitadas o de menos autoidentificación. Se dio una primera fase en la que los pocos representantes africanos en las asambleas del continente nada tenían que decir que no fuera los que sus «padres en la fe» venidos de fuera señalaban. Se pasó por la turbulenta fase de las formas radicales y ostentosas de inculturación. Ahora uno tiene la impresión de que la barca se ha estabilizado y camina serena, dando con ello estabilidad a la Iglesia universal. La cristiandad africana es una cristiandad madura, a pesar de todas las lacras y contradicciones que, como Iglesia que peregrina, encierra en sí.

Aunque toda comparación es odiosa, la que se hace con las Iglesias que en su momento difundieron la fe, una fe segura y serena, parecen ahora no encontrar el punto justo. Ahora el debate se encuentra entre los extremos de quienes piensan que volviendo a lo que se fue hace 100 o 500 años van a encontrar la solución a la crisis, y los que se sienten tentados de iniciar una fuga hacia adelante, corredores en solitario, perdiendo así la misma esencia de la sinodalidad.

No fue indiferente que la asamblea continental se celebrase en Adís Abeba. A pesar de las guerras y los conflictos que afligen a la nación de la que es capital, Adís Abeba tiene los aires señoriales de lo que África está en proceso de alcanzar.

Los católicos en Etiopía no llegan al 1 % de la población, pero es una Iglesia que ocupa un puesto muy importante por su labor social, en especial en la educación y la sanidad. La parte norte de la nación sigue el rito etíope tomado de la Iglesia ortodoxa. Mientras que las diócesis del sur siguen el latino. Como señal de comunión con ambos, un día la celebración de la eucaristía fue en rito etíope en la catedral, y otro en rito latino en la iglesia de San Gabriel. Se sabe que el rito etíope es muy largo y se acercó a las tres horas de duración, pero la celebración en rito latino tampoco se quedó atrás.

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