Publicado por Eva Trindade en |
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El discurso de Filipe Nyusi en su toma de posesión como presidente de Mozambique, en 2014, renovó nuestra fe en el liderazgo político. Convencidos de que «la educación debe estar en el centro de toda agenda de desarrollo», como dijo Jeffrey Sachs, el cambio de nomenclatura del Ministerio de Educación, que pasó a ser de Educación y Desarrollo Humano, nos hizo creer que la formación pasaba a ser una prioridad estatal. Sin embargo, nuestras escuelas siguen siendo incapaces de transformar a los niños en miembros útiles de la sociedad. Los frecuentes cambios en los planes de estudio prueban esa falta de disciplina del Estado en este campo.
Estos años se han significado por la aprobación de un gran número de leyes, políticas y planes esenciales para la protección de las personas, especialmente niñas y mujeres. Pero, paradójicamente, hemos tenido tantos casos de violencia sexual con resultado de muerte que han convertido en vacuos los frecuentes discursos en defensa de los derechos de las mozambiqueñas. Además, el mandato de Nyusi ha estado marcado por importantes violaciones de la Constitución, con la «aprobación, por parte del Gobierno, de disposiciones contrarias a los derechos y libertades fundamentales», como denunció MISA Mozambique. Según este Instituto de Medios de Comunicación, los últimos años se han caracterizado por una presión excesiva sobre la libertad de expresión. Periodistas como Matias Guente, Ericino de Salerma o José Jaime Macuane han visto comprometida su integridad física, mientras que Gilles Sistac, Paulo Machava y João Chamusse han sido asesinados. De otros, como Ibrahimo Barruque, periodista de Rádio Comunitária en Palma, provincia de Cabo Delgado, desaparecido en abril de 2020 cuando salía del trabajo, no hay noticias.
Junto a esto, ha crecido la conciencia ciudadana y la participación política. Individualmente o a través de mecanismos como el Foro de Seguimiento del Presupuesto, los ciudadanos han denunciado la violación sistemática de derechos, el mal uso de los fondos públicos y han recomendado que el presupuesto se destine a las áreas más desatendidas.
Sin haber curado las heridas de una guerra que duró 16 años, el ciclo de Nyusi ha coincidido con la aparición de otro conflicto armado. Todavía sin rostro definido y anclado a la aparición de gas en Palma, esta nueva violencia pervive y provoca el desplazamiento de miles de personas, causando innumerables muertes y desapariciones. Curiosamente, este conflicto fue la excusa que aprovechó una élite política para generar una deuda cuyo descubrimiento ha visibilizado la captura del Estado por parte de este grupo. Estos individuos aprovecharon la falta de preparación política de nuestras instituciones para enriquecerse ilícitamente, endeudando al Estado y al pueblo. Nuestra fragilidad favorece también que ciudadanos nacionales o extranjeros abandonen el país con sus inversiones impunemente. Si es cierto que «la grandeza de un país radica en la grandeza de sus instituciones», las nuestras parecen estar devolviéndonos al inicio de nuestro proyecto como país tras la independencia.
En la imagen, varias mujeres procedentes de Palma descansaban en abril de 2021 en un centro deportivo de Pemba habilitado para desplazados internos. Fotografía: Alfredo Zuniga / Getty
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