Un presidente añejo para un país adolescente

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Museveni se perfila como ganador de las presidenciales en Uganda

No se esperan sorpresas en las elecciones presidenciales del próximo 14 de enero en Uganda. Uno de los dinosaurios de la política africana, Yoweri Museveni, repetirá victoria, como ha sucedido desde que llegara al poder en 1986. El ímpetu de Bobi Wine no será suficiente para desestabilizar un sistema que ya piensa en el hijo del actual presidente para la sucesión… en 2026.

54 muertos en un solo día son muchos para una campaña electoral. Ocurrió el pasado 19 de noviembre en Kampala, la capital de Uganda. Casi todas las víctimas fueron abatidas por la Policía, que disparó a los manifestantes que protestaban por la detención del cantante Bobi -Wine, candidato a las presidenciales del próximo 14 de enero. En otro país, una matanza así habría provocado la caída del Gobierno, pero en Uganda la represión contra la oposición se ha convertido en una rutina.

El día anterior, las autoridades habían acusado al candidato opositor, cuyo verdadero nombre es -Robert Kyagulanyi, de haber violado las normas de la Junta Electoral para impedir la propagación de la -COVID-19, que prohíben los actos públicos de más de 200 personas.

Nada nuevo. Un par de semanas antes, cuando salía de validar su candidatura, la Policía le puso las esposas y le cegó con un spray de pimienta. Y el 2 de diciembre volvió a ser detenido después de que la Policía disparara a su vehículo, tras lo cual suspendió su campaña electoral. 

Desafiar al presidente Museveni en unas elecciones ha sido siempre una actividad de alto riesgo en Uganda. En 2001, 2006, 2011 y 2016, el eterno candidato opositor, su antiguo compañero de armas Kizza Besigye, tuvo que entrar y salir del calabozo cada pocos días. Para él, esta dinámica –y requerir de atención médica a causa de la violencia -policial– se convirtió en parte de su actividad política. Quizás por eso, ahora Besigye, que hace años fue acusado incluso de violación, ha decidido no protagonizar un nuevo intento de presidir el Ejecutivo.



 

Una vendedora de tomates en Gulu. Fotografía: Sally Hayden/Getty


Las urnas, el 14 de enero

A las presidenciales del 14 de enero se presentan 11 candidatos. El presidente Museveni, en el poder desde 1986, parte con ventaja. Su principal rival esta vez es Kyagulanyi. El antiguo ministro de Seguridad, -Henry Tyumukunde, el general Mugisha Muntu y el popular Norbert Mao, encabezan el resto de candidaturas. Destacan también un joven de 24 años, John Katumba, y Nancy Linda Kalembe, la única mujer aspirante.

Al comienzo de la campaña, las autoridades invocaron la crisis sanitaria del coronavirus para limitar la asistencia a actos públicos, aunque la oposición se ha quejado de que la Policía solo aplica estas restricciones en sus mítines. A pesar de que la Junta Electoral quiso favorecer el uso de la radio para que los candidatos presentaran sus programas, en un país en el que la mayor parte de las emisoras están -controladas por el poder, incluso las independientes se han mostrado reticentes a dar espacio a la oposición. 

El presidente ugandés, Yoweri Museveni. Fotografía: Summy Sadurni/GETTY


El Presidente del gueto

Conocido como el Presidente del gueto, Bobi Wine es uno de los cantantes más populares en un país en el que los artistas son líderes de opinión. Desde su entrada en política en 2017, cuando obtuvo un escaño en el Parlamento, ha atraído a multitudes a sus actos de campaña, en los que ha calificado de dictador a Museveni. 

Cuando entró en el Parlamento, los diputados del partido gobernante estaban volcados en una campaña para eliminar la cláusula constitucional que establecía en 75 años el límite de edad para un candidato presidencial. Con una amplia mayoría -asegurada, la moción prosperó, pero Robert -Kyagulanyi aprovechó el tirón del descontento social para promover un nuevo movimiento al que bautizó como «El poder del pueblo», que pronto atrajo a ugandeses frustrados: habitantes de los suburbios de Kampala, universitarios, nuevos profesionales que demandan cambios… El joven político, de 38 años, que empezó presentándose como una alternativa a la política convencional, en julio de 2019 anunció su nuevo partido: la Plataforma de Unidad Nacional (NUP, por sus siglas en inglés). A pesar de que ha insistido en el carácter multiétnico de su partido, tiene sus apoyos principales en la región Central. De hecho, en estas elecciones presenta candidatos en algo menos de la mitad de las circunscripciones. En muchos casos porque sus líderes regionales no han sido capaces de pagar los tres millones de chelines –unos 700 euros– de garantía exigidos por la Junta Electoral.

Muchos observadores ven que los cuadros de su partido son mucho menos revolucionarios de como -Bobi Wine –un típico urbanita de los barrios bajos de Kampala– se presenta ante sus audiencias. La habitual boina roja que porta le ha causado más de un problema, ya que las autoridades le prohibieron llevarla por entender que es un signo exclusivo de los militares. A pesar de la boina, o de ir acompañado de símbolos panafricanos, como la imagen de Thomas Sankara, su programa es mucho más conservador de lo que su retórica pueda sugerir.

El candidato a la presidencia, Robert Kyagulanyi con sus seguidores, el 1 de diciembre. Fotografía: Summy Sadurni/GETTY


Invencible Museveni

Los observadores coinciden en que el cantante no podrá vencer a Museveni que, a los 76 años, busca un nuevo mandato, el sexto si contamos desde 1996, tres años después de que entrara en vigor la actual Constitución, que establecía un máximo de dos mandatos. En 2005, el Movimiento de Resistencia Nacional usó su mayoría para eliminar esta cláusula, que allanó el camino para que su líder se convirtiera en uno de los presidentes africanos más longevos. 

Uno de los instrumentos más eficaces para asegurar sus victorias ha sido su control sobre el Ejército y la Policía, que siempre han reprimido a los opositores. Además, el sistema ugandés está basado en una sólida red de políticos locales fieles al Movimiento que aseguran los votos, sobre todo en las zonas rurales.

Para el investigador Kristof Titeka, la estrategia de Museveni se ha sustentado sobre el uso de la -fuerza –atacar un mitin de la oposición o detener a sus -líderes– para que quede claro que no hay espacio para ellos y que no podrán ganar. Se trata de mostrar quién ostenta el poder, pero con límites, para no molestar demasiado a los países donantes, que aportan más de la mitad del presupuesto nacional. Esto explica que, aunque Bobi Wine ha sido detenido con frecuencia, sus períodos de arresto sean cortos. 

Uganda, desde hace décadas, ha sido un modelo de estabilidad y un lugar atractivo para inversores. Por eso, los donantes solo se han atrevido a ponerse firmes en casos muy contados, como ocurrió con el proyecto de ley que pretendía penalizar la homosexualidad y que el Gobierno se vio obligado a retirar. 

Bobi Wine no ha sido el único candidato de la oposición en sufrir estos ataques. El 4 de diciembre, la Policía dispersó a tiros un mitin del Partido Democrático en Kyotera. Murió uno de los asistentes y otros tres resultaron gravemente heridos. Los líderes religiosos, habitualmente tímidos, expresaron su preocupación dos días antes en una reunión del Consejo Interreligioso, en la que su portavoz, el obispo anglicano Samuel Stephen Kazimba, preguntó al jefe de la Policía si no tenían métodos alternativos al uso de las armas para poner orden en los mítines. El director de Operaciones, Edward Ochom, prometió una investigación, pero todos saben en Uganda que tales promesas se quedan siempre en nada. 



El palo y la zanahoria

Pero Museveni no utiliza solo el palo. Es experto en usar también la zanahoria, sobre todo con los jóvenes. Con menos de 25 años, tres cuartas partes de los ugandeses no conocieron la época anterior a Museveni, y para ellos el mensaje de que el presidente trajo la paz significa muy poco. El Movimiento ha multiplicado los esfuerzos para llegar a ellos utilizando las redes sociales y reclutando a otros cantantes para contrarrestar la influencia de Bobi Wine. Y por si esto no bastara, están los «sobres marrones» llenos de dinero que Museveni distribuye genero-samente a asociaciones juveniles durante las campañas electorales. El origen de estas donaciones se encuentra en los fondos del Estado, de los que el Movimiento dispone sin control para sus campañas. Esta vez, sin embargo, debido a la crisis de la COVID-19, hay menos dinero disponible, y quizás por ello el régimen usa más la fuerza. 

Además, hay menos posibilidades de convencer a sus seguidores de que el país va bien. La economía de Uganda ha empeorado debido a la pandemia, a una plaga de langostas que destruyó una buena parte de las cosechas y a graves inundaciones. Con una población de 45 millones de habitantes, que se ha doblado en menos de 20 años, el 41 % vive aun con menos de dos dólares al día, y los ugandeses que dependen de la agricultura (el 71 %) cada vez tienen menos recursos, apenas una hectárea de media por familia.  

A pesar de todo, hay pocas dudas de que Museveni volverá a ganar. La incógnita es quién será su sucesor en 2026, cuando tenga más de 80 años. Desde hace tiempo, suena con insistencia el nombre de su hijo, Muhoozi Kainerugaba, un poderoso general del Ejército. Sus partidarios ya empiezan a hacer circular el eslogan «Muhoozi 2026» en las redes sociales y en los círculos del poder. La cuestión será si el Movimiento podrá ganar unas elecciones con un candidato distinto a Museveni.   



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