Murchison Falls: Un recorrido por el mayor parque nacional de Uganda

cobo de uganda

Cobo de Uganda. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

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«¿Has visto al león?»

 

Bienvenidos al Murchison Falls Park. Partimos de la espectacular cascada de la que toma el nombre y nos dirigimos al encuentro con sus moradores, de la mano de George Atube, el ranger que habla con los animales.

 

Texto y fotografías: Javier Sánchez Salcedo
Entrevista: Gonzalo Gómez

 

 

 

 

Entrar en el Parque Nacional Murchison Falls es como entrar en un templo. En ningún otro lugar se respeta a las especies animales no humanas como en este tipo de áreas protegidas. Cuarenta dólares por persona y día. La primera parte es boscosa y uno tiene la sensación de estar en territorio sagrado. El coche recorre el camino de tierra roja a una velocidad más lenta, los ocupantes bajamos la voz, abrimos bien los ojos y escaneamos el exterior en busca de criaturas que nunca hemos visto en libertad. Como los protagonistas de Parque Jurásico, atentos y en tensión desde el interior del todoterreno por lo que pueda ocurrir ahí fuera. Aquí no hay dinosaurios clonados, pero sí babuinos, cobos de agua, jirafas, chimpancés, facóceros, elefantes, búfalos, tortugas, multitud de aves… Si hay suerte y los caminos se cruzan, quizá puedas ver leones.

 

Cascada Murchison

Vista superior de la caída del río Nilo por la cascada Murchison. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

 

Es el parque más antiguo y grande de Uganda. Nació en 1952 y queda en la parte noroeste del país, cubriendo un área de 3.840 kilómetros cuadrados. Desde Kampala, cinco o seis horas por carretera. El salto de agua que le da nombre tiene 43 metros y una peculiaridad: todo el caudal del Nilo Blanco pasa por una separación entre rocas de tan solo siete metros. Desde un mirador en la parte superior de la cascada contemplamos cómo el río llega con violencia y se precipita a través de la grieta. El estruendo y el agua que vuelve a elevarse con el choque nos regalan una experiencia casi hipnótica.

Murchison fue el nombre elegido a mediados del siglo XIX por el matrimonio de exploradores Samuel Baker, millonario escocés, y Florence Baker, húngara liberada de un tratante de esclavos por su marido. Buscaban las fuentes del Nilo y emprendieron un viaje africano que les llevó hasta esta maravilla de la naturaleza. Sir Roderick Murchison era por entonces el Presidente de la Sociedad Geográfica de Londres y el matrimonio decidió honrarle bautizando la cascada con su apellido.

 

babuino

Los babuinos son los primeros animales que el visitante encuentra al entrar en el parque. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

 

En Uganda, la gestión de los parques nacionales está en manos de la Uganda Wildlife Authority (UWA), que depende del Ministerio de Turismo, Vida Salvaje y Patrimonio. En colaboración con varias oenegés, la UWA intenta revitalizar el turismo y proteger los parques de amenazas como la caza furtiva, inviertiendo en la formación de nuevos rangers y en equipamiento. Como resultado, ha aumentado el número de animales y las visitas, que crecen un 15 por ciento cada año.

George Atube

George Atube, el día de la entrevista, en un campamento para visitantes. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

George Atube ha trabajado como ranger y guía durante 39 años. Ya jubilado, sigue yendo al parque y cuenta relatos a los visitantes. Alto, sociable y risueño, desde muy joven quiso proteger a los animales. Nos cuenta que la primera vez que vio elefantes en libertad pensó que era ese el mundo en el que quería estar. Empezó en el Parque Nacional Queen Elizabeth, al suroeste del país, en un tiempo donde la caza furtiva estaba a la orden del día. Incluso los propios rangers disparaban a los animales. «Así conseguimos dinero, George», le decían. A él le horrorizaba.
«No. Tenemos que protegerles. Así vendrán visitantes, pagarán y tendremos un buen salario». Logró convencerles.

En 1975 llegó al Murchison Falls. Fusil en mano, su misión era perseguir a los cazadores. Idi Amin, en el Gobierno, ordenó una matanza masiva de elefantes para vender los colmillos. Sus hombres lanzaban granadas a las manadas. George recuerda cómo él y otros rangers se enfrentaban a ellos. Décadas de caza furtiva y conflictos armados diezmaron uno de los países con mayor concentración y variedad de fauna de todo el continente. De cerca de 17.000 elefantes que había en Murchison Falls solo quedan unas pocas centenas. Muchos rangers también perdieron la vida. «Ahora la gente no caza leones, elefantes ni leopardos porque no hay mercado de marfil ni de pieles».

En 2015 expiró el contrato de George. Era el momento de volver a casa y pasar más tiempo con su esposa y sus ocho hijos. Pero una empresa de safaris turísticos le llama de vez en cuando. «Ahora lo que hago no es mucho más que contar historias a los visitantes. Siempre les digo lo importantes que son para las comunidades que viven en los alrededores». El 20 por ciento de los ingresos del parque va destinados a proyectos locales. Uganda vive un buen momento para el turismo, cree George.

Jirafa Rothschild

Jirafa Rothschild, también conocida como jirafa de Uganda. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

El río Nilo divide el Murchison en dos sectores. La zona sur es boscosa. En la norte, zona de sabana abierta, los visitantes y los guías realizan los game drives. Recorremos en coche los caminos trazados para encontrarnos con sus habitantes. El mejor momento para verlos activos es en las primeras horas de la mañana y al atardecer. Los babuinos nos miran en la zona más arbolada. En el espacio abierto de la sabana disfrutamos de diferentes especies de antílopes. Hacemos el recorrido solos y de vez en cuando nos cruzamos con otro coche. «¿Habéis visto leones?». No es fácil. Hay que tener suerte. De leones trata una de las historias que George cuenta a los turistas. Un encuentro inesperado. Un día, mientras George caminaba por el parque, se topó con un grupo de leones. Sin escapatoria y temiendo por su vida, se dirigió a Dios pidiéndole que le salvara de la muerte. «Habla al león», le dijo Dios. George miró a uno de los leones a los ojos y le habló: «Señor León, estás pensando en matarme pero no soy tu enemigo. Mi trabajo es protegerte. Por favor, déjame marchar». Cuenta que el león respondió: «Está bien, George. Te puedes ir». Concluye su relato afirmando que ahí aprendió que el león es un animal muy cortés.

«Un ser humano puede ser amigo de cualquier animal. Incluso de un león, si no le molestas». George asegura que entiende la lengua de los animales y que ellos le entienden a él. Lo ilustra imitando a todo volumen el barrito de un elefante, el chillido de un babuino y el canto de diferentes aves. «Necesito escuchar los sonidos de la naturaleza. Esa es toda la música que necesito». Su animal favorito es la jirafa. Las del Murchison son de la subespecie Rothschild, también conocida como jirafa de Uganda. Tan solo sobreviven unos cientos de miembros en estado salvaje en Uganda y en Kenia. Son de las más altas y solo duermen media hora al día. «Me encantan. Cuando me encuentro con una, siento gloria en mi corazón. Es un animal silencioso, que siempre se acerca, tiene un rostro sonriente y no hace ningún daño, ni a los árboles ni a nada. Simplemente camina con suavidad».

Paciendo o caminando, en medio de un paisaje único siempre verde, las jirafas, los oribís, los cobos de Uganda, los hipopótamos… viven tranquilos en su propia tierra. Parecen acostumbrados a las visitas humanas. Los vehículos se detienen, los visitantes los observan, hacen fotos. A lo lejos, elefantes. George habla con admiración de cada especie. Una vez vio cómo doce elefantes se congregaban para recoger los huesos de otro elefante. Los animales juntaban cuidadosamente los restos en un mismo lugar, con respeto, y al cabo de diez minutos se marchaban. «Hacen lo mismo que los humanos».

Elefante en Murchison Falls Park

Elefante en la sabana del Murchison Falls Park. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

Se pone el sol. Un guiso de garbanzos al estilo ugandés con una cerveza local en alguno de los lodges del parque o un té en una tienda de campaña junto al lago Alberto, pueden ser buenas formas de acabar el día. Mientras, compartimos la experiencia con otros visitantes y les preguntamos si han visto leones. O, en silencio, prestamos atención a esa música de la que habla George compuesta por los sonidos de este otro mundo, de este espacio de libertad.

Lodge

Uno de los lugares de descanso en el interior del Murchison Falls Park. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

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