Una fecha para recordar

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P. Norberto Stonfer, desde Omdurman (Sudán)


El pasado 5 de febrero permanecerá en la memoria de las más de 500 presas de la cárcel de mujeres de Omdurman (Sudán).

Las Hermanas de la Madre Teresa de Calcuta, las damas de la Legión de María, mi colaborador Marco Anei y yo mismo visitamos cada semana la prisión, pero esta vez nos acompañó Mons. Luis Miguel Muñoz, español y nuncio apostólico en Sudán.

El propósito de la visita era llevar una palabra de consuelo y esperanza en boca del representante del Papa a todas estas mujeres. La mayoría de ellas cumplen condena de meses e incluso años por un «delito» que a nosotros nos suena trivial: la producción y venta de bebidas alcohólicas caseras, pero en Sudán, a pesar de las promesas, sigue vigente la ley islámica y está prohibida la producción, el uso y comercio de bebidas alcohólicas.

La visita coincidió con la misa que el papa Francisco celebró en Yuba (Sudán del Sur), y unos días antes de la fiesta de santa Josefina Bakhita, la única santa sudanesa.

Según el programa establecido con las autoridades penitenciarias, a las nueve y media de la mañana, tras atravesar el largo puente de hierro sobre el río Nilo que une Jartum con Omdurman, el vehículo con la bandera del Vaticano y el minibús con los miembros del coro de una capilla comboniana estaban frente al portón de hierro de la época colonial del centro penitenciario. La bienvenida de la directora de la prisión fue sencilla pero cálida. Nos recibió en su despacho, que pronto se convirtió en sala de estar y sacristía donde preparamos la eucaristía. Elegimos las lecturas de la solemnidad de santa Bakhita y como idioma el árabe. Las oraciones y la homilía del nuncio fueron en inglés, que traduje al árabe.

La predicación del nuncio fue preciosa. Mons. Muñoz transmitió consuelo y ánimo a partir de la experiencia de santa Josefina. Secuestrada a los seis años, separada de su familia y vendida cinco veces, pasó de amo en amo sin perder la esperanza hasta encontrarse con Jesús. «En vuestros sufrimientos –dijo–, agravados por la separación de vuestras familias, tendréis la tentación de preguntaros dónde está Dios y si hay esperanza para vosotras. En santa Bakhita podéis encontrar una respuesta. Siempre hay esperanza». Creo que el mensaje llegó al corazón de estas niñas, mujeres y ancianas privadas de libertad.

La oración de los fieles fue sustituida por una bendición especial para una docena de mujeres condenadas a la pena capital. Por suerte, al tener Sudán un Gobierno de transición, no se han ejecutado las sentencias.

Tras la celebración, nos reunimos de nuevo en el despacho de la directora de la prisión, donde nos ofrecieron té con un pastel preparado por las prisioneras. En la cárcel se imparten clases de cocina y cursos de manualidades que les serán muy útiles cuando queden libres.

Según pude saber por Marco, las prisioneras se sintieron felices y muy honradas por la visita, y prueba de ello es que estuvieron cantando y bailando hasta bien entrada la noche.

Nosotros seguiremos visitándolas cada semana. En conversaciones con las autoridades penitenciarias, estamos preparando una lista con una veintena de presas con condenas menores e hijos pequeños a su cargo. Si pagamos por cada una el equivalente a unos 100 euros podrán ser puestas en libertad. Si lo conseguimos, también nosotros cantaremos y bailaremos de alegría.

En la imagen superior, el autor (a la derecha), con el nuncio apostólico en Sudán (a la izquierda), la directora de la cárcel de Omdurman y dos misioneras de la Caridad.



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