Una historia más allá de las cifras

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Seminario Mayor Cristo Rey de Huambo (Angola)


Desde su fundación por los Misioneros Espiritanos en 1928, en el Seminario Mayor Cristo Rey de Huambo (Angola) se han formado decenas de obispos, centenares de sacerdotes y muchos jóvenes que nunca recibieron la ordenación sacerdotal, pero que hoy sirven a la sociedad angoleña en diversas áreas. Este curso siguen sus estudios en Filosofía y Teología 256 seminaristas diocesanos y de congregaciones religiosas.



Cinco minutos de coche bastaron para llegar desde el aeropuerto a las instalaciones donde se forman los estudiantes de Filosofía del Seminario Mayor Cristo Rey de Huambo. Allí nos alojamos los días que estuvimos en la ciudad, en el centro de Angola y segunda más poblada del país. Su rector, el P. José Gonçalves dos Santos, nos trasladó al centro, un edifico de dos alturas y tres módulos inaugurado hace 14 años que presenta visibles defectos de construcción, además de no recibir un mantenimiento adecuado. El P. Gonçalves no esconde los problemas financieros que atraviesan y que achaca al aumento del coste de la vida y a la disminución significativa de las ayudas de la Santa Sede desde que, en 2002, terminó la guerra civil en Angola. «Últimamente –señala el rector– estamos incluso pidiendo la colaboración económica de los seminaristas y hemos reducido el personal de servicio por falta de presupuesto».

Problemas en el sistema de fontanería privan al edificio del acceso al agua corriente. El seminario, según el proyecto inicial, debería contar con un cuarto módulo, pero nunca llegó a construirse y los espacios han quedando muy reducidos para los seminaristas internos, que viven en dormitorios comunes.

Varios alumnos durante un receso entre las clases. Fotografía: José Luis Silván Sen



Estudio y oración

Con todo, el ambiente de oración y estudio que se respira en el seminario es excelente. La eucaristía y las oraciones en la gran capilla son animadas con cantos magistralmente ejecutados, mientras que en los momentos de adoración el silencio es absoluto. Las clases tienen lugar por las mañanas, desde las 8 hasta la hora de comer. A los 61 jóvenes que residen en el seminario, procedentes de diferentes diócesis angoleñas, se unen para las clases otros 88 estudiantes de varias congregaciones religiosas. Un total de 28 profesores, entre los cuales cuentan con dos religiosas y cuatro laicos, aseguran la formación académica. Algunos también imparten clases a los estudiantes de Teología, que se forman en otro espacio. Con autonomía en la gestión, los dos centros comparten el nombre y conforman un único y gran seminario.

El teologado se encuentra en el centro de Huambo, muy próximo a la catedral. Este curso acoge a 107 seminaristas, 73 de los cuales viven internos. El edificio, inaugurado en 1947, es mucho más sólido y grande que el de Filosofía, pero arrastra los mismos problemas por falta de mantenimiento. En ambos, un enorme tablón anuncia, con fechas precisas, todos los eventos académicos del curso: vacaciones, días festivos y celebraciones importantes, pero también los períodos de exámenes y la publicación de los resultados. Todo claramente indicado para que nadie se despiste.

El profesor Agostinho Ekongo en la biblioteca del seminario. Fotografía: José Luis Silván Sen


Historia

En el seminario de Teología nos recibió el profesor de Historia de la Iglesia, P. Agostinho Ekongo, quien nos hizo comprender la importancia del seminario de Huambo para la Iglesia y la sociedad angoleñas. La historia de este centro formativo está inexorablemente unida a los Misioneros Espiritanos, llegados por primera vez al territorio de la actual Angola en 1866 y que pronto descubrieron la necesidad de formar clero nativo para el éxito de su misión evangelizadora. En 1921, se abrió un seminario menor en la misión de Sambo. Sin embargo, 1928 es el año que recuerda la fundación del Seminario Mayor Cristo Rey. Un primer grupo de jóvenes angoleños comenzó entonces sus estudios de Filosofía en la misión de Galangue. El centro pasaría más tarde a Ganda y, posteriormente, a Quipeio hasta su traslado definitivo a Huambo en 1947.

Poco antes, en 1940, se había firmado un concordato entre Portugal y la Santa Sede que permitió la creación de tres grandes diócesis en el país, entre las cuales se encontraba la de Nueva Lisboa, nombre que entonces recibía Huambo. En enero de 1941, Mons. Daniel Gomes Junquiera, misionero espiritano portugués, fue consagrado primer obispo diocesano. Según el P. Ekongo, «monseñor Junqueira tenía en su corazón el deseo de formar una Iglesia angoleña y dotarla de clero nativo, por lo que durante sus 30 años de episcopado consolidó el seminario de Huambo, que formó a muchísimos sacerdotes para la diócesis de Huambo y para otros lugares de Angola».

Varios seminaristas de Huambo durante un momento de oración. Fotografía: José Luis Silván Sen


Guerra civil

Entre la independencia del país, en 1975, y el comienzo de la guerra civil que libraron el MPLA y la UNITA, el Seminario Mayor Cristo Rey continuó jugando un rol fundamental en la formación del clero angoleño. El gobierno marxista y ateo del MPLA expropió todos los seminarios, pero, como señala el profesor Ekongo, «inexplicable y felizmente, porque hasta el día de hoy no se sabe muy bien la motivación, el seminario de Huambo no fue tocado y quedó como el único del país durante toda la década de los 80». El aumento de los estudiantes venidos de todos los rincones del país hizo que en 1992 se decidiera la separación de sus dos secciones, Filosofía y Teología, desmembramiento que continúa vigente.

Muchos estudiantes no perseveraron en la vocación sacerdotal, pero recibieron una sólida formación académica en Huambo. Algunos de ellos, incluso, han ocupado puestos relevantes en la sociedad angoleña. El P. Ekongo conserva una larga lista de ellos, como Marcolino José Carlos Moco, antiguo primer ministro; Paulo Chipilica, exministro de Justicia, el general António José Maria; el embajador Albino Malungo, entre otros altos cargos políticos y de la administración.



Falta clero

A pesar de los problemas financieros que atraviesa, la falta de profesorado en algunas materias y el deterioro visible de sus estructuras, el Seminario Mayor Cristo Rey mantiene alto su prestigio como centro formativo de excelencia y sigue recibiendo seminaristas de otras diócesis angoleñas –en la actualidad, de 12, entre estudiantes de Filosofía y Teología– y numerosas congregaciones religiosas. Paradójicamente, el crecimiento del clero secular y religioso en Angola va por detrás de las necesidades pastorales de la Iglesia católica debido al crecimiento de las comunidades cristianas, como sucede en la propia diócesis de Huambo, sede del seminario, donde se han formado centenares de sacerdotes.

Mons. Zeferino Zeca Martins, misionero del Verbo Divino, es arzobispo de Huambo desde octubre de 2018. «La primera prioridad de la archidiócesis de Huambo es la formación del clero», afirma, porque «contamos con 58 parroquias y 41 misiones y centros pastorales, y atenderlos convenientemente requiere sacerdotes. Actualmente son 130 los presbíteros diocesanos, de los cuales 23 están fuera de Angola por motivos de estudios. A la vista está que no son suficientes».

La archidiócesis de Huambo, que coincide en territorio con la provincia del mismo nombre, tiene una población que supera los cuatro millones de habitantes, con un 63 % de católicos, según las estadísticas que maneja el arzobispo. Mons. Zeca, añade que «aquí los católicos no son como en España, que solo van a misa en un porcentaje muy pequeño o cuando hay un bautizo o un funeral, aquí la mayoría van a misa todos los domingos, y entre semana un día sí y otro también. Además, afortunadamente, las comunidades cristianas están creciendo y estamos proyectando abrir cuatro o cinco parroquias más, pero no tengo sacerdotes a los que poder enviar». Las palabras del prelado son, a la vez, una muestra de alegría y un lamento.

Por otro lado, el arzobispo está convencido de que «la especialización de los sacerdotes es importante para servir mejor a los fieles». Por eso, tras unos años de servicio pastoral en la diócesis al concluir el seminario, no duda en enviarlos a Europa, aunque se alejen unos años de la diócesis. Es un mal necesario porque, según Mons. Zeka, «tienen que estar bien preparados para acompañar la formación de los seminaristas, dar clases, coordinar la profesionalización del servicio de Cáritas, el secretariado diocesano y otros gabinetes diocesanos que estamos creando, como los de Economía y Comunicación».

La solución que la archidiócesis de Huambo está encontrando a la falta de clero es el apoyo de las congregaciones invitadas a instalarse en la diócesis. Además de los Misioneros Espiritanos –con una presencia más que centenaria en el territorio– y otras órdenes como Benedictinos y Capuchinos, últimamente han llegado también los Pasionistas, Dominicos o Hermanos de la Sagrada Familia. «Ahora –dice Mons. Zeka– estoy detrás de los Salesianos, continuando un proyecto de mi antecesor. Y han aceptado asumir la gestión de una parroquia».

El arzobispo diocesano, Mons. Zeka. Fotografía: José Luis Silván Sen


Perseverancia

Al preguntarle sobre el clericalismo que, con frecuencia, se achaca a las Iglesias africanas, Mons. Zeka considera que no es el caso de la Iglesia de Angola, porque «el protagonismo no es ni de los sacerdotes ni de las personas consagradas sino que lo es también de los fieles laicos». Al mismo tiempo reconoce que «la formación de los laicos es todavía muy pobre y se necesita trabajar ese aspecto para que puedan ocupar su lugar en la Iglesia».

Dar mayor protagonismo a los laicos parece muy necesario en una Iglesia particular como la angoleña donde demasiados jóvenes que ingresan en los seminarios para ser sacerdotes dejan la formación antes de ordenarse, como ocurre en la archidiócesis de Huambo. En el Seminario Mayor de Filosofía estudian actualmente 33 seminaristas de Huambo, y solo 12 en el de Teología. «Tenemos un problema con los estudiantes de Filosofía –asegura el P. José Gonçalves dos Santos–. El año pasado, de los 14 seminaristas de Huambo que concluyeron el tercer año de Filosofía solo cuatro decidieron continuar con la Teología, a pesar de que todos tenían nuestro aval y un informe favorable. Pero si ellos no quieren seguir, ¿qué podemos hacer nosotros?». Sincerándose todavía más, el rector del seminario de Filosofía concluye: «Los jóvenes miran a su futuro y piensan que estudiar Derecho o Economía les ayudará mejor a insertarse en el mundo laboral que la Teología. El único consuelo que nos queda es que siempre agradecen su paso por el seminario».   


Álvaro García Paniagua, rector del Seminario Mayor de Toledo, con Léonard Havyarimana, seminarista burundés. Fotografía: José Luis Silván Sen



«Les recordamos que están aquí para formarse con el fin de ejercer en sus diócesis de origen»


Álvaro García Paniagua, rector del Seminario Mayor de San Ildefonso (Toledo)


¿Cuántos seminaristas africanos estudian en Toledo?

Actualmente son cinco: dos burundeses de la diócesis de Gitega, dos congoleños de Kananga y Luiza, y un sursudanés enviado por un sacerdote diocesano que trabaja en este país. La colaboración con Gitega se remonta a los años 80, y en torno a los 90 comenzaron también a llegar regularmente los seminaristas congoleños. Normalmente son cuatro, de manera que cuando uno termina ya está preparado el siguiente para reemplazarle. Siempre vienen desde Burundi y República Democrática de Congo. En Toledo valoramos muy positivamente esta colaboración.


¿Qué acuerdos tienen con la diócesis de origen?

Hacemos un gran esfuerzo para becar a los seminaristas, cubriéndoles no solo los gastos académicos, sino también el alojamiento, cobertura médica y todo lo que necesitan para llevar una vida digna. Ellos aportan mucho a través de la riqueza de su vivencia de fe. Durante el curso, los alumnos africanos se integran en la pastoral del seminario y colaboran con la catequesis en parroquias, acompañan a grupos, prestan servicios caritativos en cárceles, hospitales o Cáritas. Gracias a un acuerdo con la archidiócesis de Madrid, durante el mes de agosto apoyan la pastoral en los tanatorios y la pequeña ayuda que reciben se queda para el seminario.


¿Cuáles son las ventajas y los inconvenientes de su presencia?

Los seminaristas aprenden otra lengua, conocen otra cultura y reciben una buena formación teológica, mientras al estar fuera de su lugar de origen durante cuatro años, se acostumbran un poco a este ritmo de vida y les cuesta regresar a sus países. A veces se encariñan con las familias que los invitan a sus casas. Nosotros les recordamos con insistencia que están aquí para formarse con el fin de ejercer su ministerio en sus diócesis de origen. Que yo sepa, todos los seminaristas que han pasado por Toledo han regresado a sus países, pero me consta que en otros seminarios algunos se han incardinado en España después de los estudios.

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