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Por Xavi González Rodrigo
«Más de 500 terroristas armados descendieron de noche en motos desde la montaña y rodearon el pueblo. La población, al oír los disparos a lo lejos, comenzó a huir. Los terroristas quemaron las casas que encontraron a su paso y se llevaron toda la cosecha. Seis ancianos que no pudieron huir fueron arrojados a las llamas junto con todo el ganado», contaba Mihinta Traoua, anciano jefe del pueblo de Machichia, en la región de Tourou del Extremo Norte de Camerún, tras un ataque sufrido en enero de 2018. «Todas nuestras actividades se han parado y la gente trabaja para reconstruir sus casas. La población que ha visto como sus campos han sido calcinados tiene que irse a trabajar los campos de otras personas para poder alimentar a sus familias. La situación es dramática».
Desde 2013, la escalada de violencia del grupo terrorista Boko Haram se extendió a la frontera norte de Camerún, especialmente a la región de Tourou, alcanzando ya las 3.000 muertes, de acuerdo con el International Crisis Group (ICG), y al menos 530.000 personas desplazadas, según la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA).
En 2018, gracias, en parte, a la presencia de las Brigadas de Intervención Rápida (BIR), grupo de élite del Ejército camerunés, la actividad de Boko Haram decayó en el Extremo Norte. La mayoría de los yihadistas huyeron, aunque algunos grupos aislados en los montes de la zona fronteriza permanecieron y recurrieron al pillaje para sobrevivir.
Sin embargo, a comienzos de 2019 el grupo comenzó su rearme y retomó su actividad de manera muy intensa, con tres ataques en menos de un mes. Las fuerzas del Ejército camerunés, por motivos desconocidos, suavizaron drásticamente su respuesta ante las incursiones violentas de la organización, llegando en muchos casos a la inactividad, y solo la presencia de comités de vigilancia civiles, grupos de voluntarios apostados en las montañas y armados con flechas, bastones, walkie-talkies y silbatos, lograban dar la voz de alarma en los pueblos, evitando que los sucesivos asaltos se cobraran más víctimas humanas.
En enero de 2020 la situación ha retornado a su punto más crítico, con ataques masivos a los pueblos de la zona y con miles de personas desplazadas de sus hogares. Emmanuel Viziga, presidente de estos comités de vigilancia, informaba el pasado 18 de enero de que durante los días 17 y 18, en el pueblo de Hidoua, también en la región de Tourou, los terroristas habían incendiado tres puestos de militares y 14 viviendas y habían hecho huir a toda la población a las montañas. «La población huye sin rumbo claro hacia lugares en los que poder sentirse más seguros. Es una crisis sin precedentes», apuntaba Viziga.
«No existen estructuras de acogida y los desplazados están a la intemperie, a veces en los patios de colegios o en casas privadas, en condiciones infrahumanas», comenta el profesor Antoine Bouba Kidakou, director del Comité de Desarrollo de Tourou y responsable de la ONG Zerca y Lejos. «Entre los desplazados hay muchas mujeres y niños. Es la temporada del harmatán, un viento frío, seco y polvoriento que sopla en los países subsaharianos entre noviembre y marzo todos los años. En las zonas montañosas como Tourou la temperatura baja a veces hasta ocho grados. Resulta difícil pasar la noche fuera de casa en estas condiciones, pero los desplazados de Hidoua no tienen ni tiendas de campaña ni abrigos».
Igualmente, durante la noche del 21 al 22 de enero de 2020, el pueblo de Machichia fue atacado de nuevo por el grupo terrorista. En esta ocasión, todos los puestos militares fueron saqueados y los terroristas se hicieron con el control de las armas pesadas de largo alcance.
A día de hoy, los pueblos de Hidoua, Machichia y Hitawa se encuentran bajo el control de los miembros del grupo terrorista. En Hidoua y Hitawa incluso la bandera de Boko Haram ondea sobre las casas como símbolo de control total de la población. Algunos de sus habitantes, durmiendo en las montañas desde hace días, observan aún sus hogares arrasados en la lejanía. El resto se dirige a pueblos alejados de la zona de conflicto en busca de refugio.
«La situación es dramática», concluye el profesor Bouba. «Miles de familias se encuentran en situación de extrema urgencia, se han quedado sin nada. La gente está ya incluso abandonando la capital. Si la situación continúa así, en una semana toda la región de Tourou estará ocupada por ellos». La ONG Zerca y Lejos es prácticamente la única organización con presencia en la zona y ha abierto ya una campaña para ayudar a los damnificados.
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