La «vía malgache» para la denuncia social

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Madagascar mantiene viva la tradición del Hira Gasy

Texto y fotos: Josean Villalabeitia

Con un origen no del todo definido, la tradición malgache del Hira Gasy pervive en Madagascar gracias al trabajo de unos 80 grupos en todo el país. En sus representaciones denuncian los «pecados» de la sociedad con música, ironía y buen humor.

Me hallaba impartiendo una formación en el centro de Madagascar, cerca de Ambositra, y un domingo me acerqué hasta esta ciudad para saludar a unos compañeros. Me habían dicho que su colegio era muy conocido por aquellos lares y llegar hasta él no ofrecería ningún problema. Y así fue, en efecto. Claro que lo que allí encontré se hallaba en las antípodas de lo que me había imaginado. Porque, aquel domingo de vacaciones escolares, el patio colegial estaba tomado por una ingente masa popular que, a juzgar por las risas, los rostros jubilosos y la atmósfera de alegría que allí reinaba, se lo estaba pasando en grande. Mis amigos tuvieron que esperar un poco porque, llevado por el entusiasmo, me perdí entre la gente para disfrutar sin rebozo del espectáculo.

Fue la primera vez que asistí, neófito total, a una representación de Hira Gasy. Luego vendrían más, en los más insólitos lugares. Entre unas y otras, preguntando aquí y allá, y consultando alguna fuente escrita, he tratado de bosquejar algunos trazos que nos ayuden a comprender el meollo de este sugestivo tesoro tradicional malgache.

De habernos conformado con una traducción literal, en español lo denominaríamos como «canto malgache» –hira, canción; gasy, malgache–, pero creo que, si atendemos a su desarrollo y a las distintas partes de las que se compone, un nombre así sería demasiado reduccionista, ya que Hira Gasy no solo son canciones: también hay música sin canto, discursos, danzas grupales, solos de uno o varios bailarines…

Y, además de todo ello, humor, mucho humor, en forma de sátira, ironía, crítica social, fina pero efectiva, envuelto todo en un afán educativo evidente. Por eso escuelas e iglesias promueven con gusto jornadas de Hira Gasy, hasta el punto de haberse convertido en la actualidad en los mayores organizadores de este tipo de festivales.

Por atenernos a la definición de una religiosa, espectadora entusiasta del espectáculo, «el Hira Gasy se compone de cantos, bailes, teatro y discursos, que se entrelazan para enviar un mensaje». Es de señalar que todos los textos que se utilizan en él son originales del grupo que los interpreta y han sido compuestos para la ocasión. Habitualmente están inspirados en los grandes eventos de la vida –el nacimiento de un niño, los amoríos juveniles, la negociación de una boda entre familias, los funerales por un difunto–, aunque también suele haber lugar en ellos para ridiculizar vicios sociales como la bebida, el orgullo o la pereza.
Las letrillas suelen estar compuestas de anécdotas sucesivas, hilvanadas con abundantes juegos de palabras y comentarios irónicos, que desarrollan con habilidad unas ­historias de las que nunca se acaba de ver el final. De este modo, la gente sigue con interés creciente el desarrollo del relato hasta conocer, por fin, el deseado desenlace de lo que se cuenta.

Luego, si la intervención, o el baile, o lo que sea, ha gustado, la gente dará alguna monedilla a sus protagonistas, para premiar el talento y agradecer el buen rato.

Pero si la música y los textos son una parte esencial, los vestidos no les van en absoluto a la zaga: vistosos, coloridos, aunque de origen claramente ajeno al medio rural donde más éxito tiene en la actualidad el Hira Gasy. Los hombres visten siempre una especie de abrigo ligero de un llamativo color rojo con amplia solapa. En algún caso, algún actor puede cambiar al azul, o al verde, pero el rojo es, con mucha diferencia, el predominante. Además, todos llevan un pantalón oscuro y van tocados por un sombrero de paja de ala ancha. Un paño blanco puede ir rodeando la cintura, o atravesando el pecho, en forma de banda, aunque, en realidad, a veces se lo cambian de sitio durante el espectáculo. La mujeres, por su parte, llevan siempre una especie de vestido occidental de noche, hasta los tobillos, de ­ineludibles tonos pastel: azules, verdes, naranjas, rosas… Y una especie de bufanda o pañuelo que puede ir sobre los hombros o en la cintura, que cambia con frecuencia de lugar.

La vestimenta de hombres y mujeres está claramente delimitada en el Hira Gasy. Ellas con colores pastel, y ellos con la inevitable chaqueta roja. Fotografía: Josean Villalabeitia
Origen del Hira Gasy

Si hoy nadie duda de que el Hira Gasy pertenece a la cultura tradicional malgache, hay pistas claras que trasladan su origen hasta el sudeste asiático, a las mismas regiones en que se suele situar el germen de la lengua malgache, la dieta radicalmente arrocera de la isla, sus construcciones tradicionales… Pues bien, hasta aquellos mismos parajes nos llevan sin esfuerzo los tejidos originalmente empleados en el Hira Gasy –seda, terciopelo…–, los dulces gestos que dibujan las mujeres con las manos, la manera estricta de bailar que exhiben los hombres, con resonancias indiscutibles en las artes marciales orientales…

Si hablamos de tiempo, parece que el Hira Gasy surgió entre los siglos XVIII y XIX, cuando los exploradores occidentales comenzaron a llegar a la isla. Hay quien sostiene, a este respecto, que la vestimenta de los hombres está inspirada en el uniforme militar de los oficiales franceses de aquella época, mientras que la de las mujeres tendría también relación con la forma de vestir de las extranjeras de alta cuna en el mismo momento histórico.

Los investigadores están de acuerdo en situar a la corte real malgache como origen del Hira Gasy. Los príncipes utilizaban grupos de música para atraer a la gente y conseguir así que, aliándose con la curiosidad popular y la fiesta, sus proclamas llegasen a más gente. La administración colonial francesa, por su parte, también utilizó esta estrategia para comunicar decretos y otras informaciones a las poblaciones rurales alejadas de las ciudades. De ambos inicios vendría la actual costumbre de aplaudir o abuchear lo que el grupo de Hira Gasy expresa, uno de los puntos fuertes del espectáculo contemporáneo. Y también a partir de ahí habría surgido el vestuario. Con el tiempo, estos grupos se irían independizando de la administración oficial, comenzando a actuar por cuenta propia, para simple divertimento de la gente.

Resulta curioso comprobar que, con el paso del tiempo, la historia se repite y algunos políticos contemporáneos, como los presidentes Zafy o Ratsiraka, no han dudado en apoyarse en estos grupos para infiltrar mejor sus mensajes electorales. Aunque, por lo general, los grupos de Hira Gasy prefieren mantenerse lo más políticamente neutrales que les es posible.

La zona donde más arraigada está actualmente esta manifestación cultural son las comarcas del centro de la isla, entre los merinas y los betsileos. El momento del año preferido para su celebración, es el invierno austral, durante los meses en los que menos llueve.

Los grupos forman también agrupaciones juveniles, que perpetúan una tradición malgache que se remonta a los siglos XVIII o XIX. Fotografía: Josean Villalabeitia
Una fiesta popular

Una jornada de Hira Gasy supone un día entero de fiesta, desde la mañana hasta media tarde, a la que a menudo acudirá la familia al completo, pues se suele tener allí mismo la comida. El público participará activamente en el espectáculo con sus aplausos, risas, palmas o abucheos.

Cada grupo de Hira Gasy está formado por una treintena de personas, entre las cuales puede haber seis o siete músicos y un orador. En los grupos tradicionales todos son adultos, excepción hecha de un par de jóvenes o tres que bailan en los interludios y cambios de grupo. Los distintos grupos están formados por hombres y mujeres de pueblos cercanos, que se dedican cada cual a sus labores, pero que se reúnen de vez en cuando para ensayar.

Deben tener a alguien con habilidad y gracejo que componga las letras, de acuerdo con el tema que les propone quien los contrata. Porque en las letras reside casi por completo el éxito general: ironía, juegos de palabras, expresiones con doble sentido, humor…

Hay grupos de Hira Gasy muy famosos, que son contratados desde muy lejos, y en los meses de invierno se puede decir que viven de su arte, trasladándose de un lugar a otro. Otros, más locales, tienen menos aspiraciones. A ejemplo de los mayores, para ciertas fiestas, algunas escuelas o parroquias pueden organizar su propio grupo juvenil, que se disolverá después de la actuación estelar. No así los mayores, que suelen depender de alguna familia prestigiosa en el arte del Hira Gasy y están constituidos desde hace muchas décadas. La propia familia se encarga de que su prestigio no decaiga, buscando a gente habilidosa y tratando de hacer bien las cosas. En la actualidad se calcula que en todo Madagascar pueden contarse unos 80 grupos adultos permanentes.

Para un espectáculo de Hira Gasy lo habitual es que se contrate a dos grupos, a modo de confrontación entre ambos, a ver quién gusta más. Cada uno actuará en dos ocasiones, alternándose, durante hora y media o dos horas cada vez. Al final concluirán con una intervención conjunta relativamente breve. En total, como se puede calcular, unas ocho o nueve horas de espectáculo.

Los Hira Gasy siempre tienen lugar al aire libre. A menudo existen lugares preparados para su representación, una especie de estrado cubierto que facilita la visión. Estos sitios son frecuentes al lado de muchas iglesias, en pleno campo. Si no, cualquier explanada amplia puede servir. Los actuantes se disponen en corro semicircular, frente al público, y nunca utilizan altavoces. Los músicos se colocan a un lado, pero formando claramente parte del grupo. Indispensables como instrumentos son los tambores, que inician siempre el espectáculo, y diversos tipos de trompetas. Pero también pueden participar otros instrumentos, dependiendo de las posibilidades del grupo: violines, acordeón, flauta o clarinete.

Los más festejados son los oradores, que animan a la gente con su verborrea imaginativa, humorística y un poco provocativa. Suele haber un único orador principal, o a veces dos, uno por grupo. Cuando ellos hablan no hay música; tampoco cuando el grupo canta sus letrillas, lo más importante de todo, con melodías muy sencillas, por lo general un tanto repetitivas, pero agradables al oído. Entre unas y otras, el grupo danza al son de la música o suenan, ­sencillamente, solos de música, que sirven para introducir otros cantos. De esta manera, como es fácil imaginar, el espectáculo resulta muy variado.

Los grupos forman también agrupaciones juveniles, que perpetúan una tradición malgache que se remonta a los siglos XVIII o XIX. Fotografía: Josean Villalabeitia
La estructura tradicional

En apariencia, una jornada de Hira Gasy rebosa espontaneidad por todas partes, aunque esta es una falsa apreciación. El público sí puede ­reaccionar cuando le parece oportuno, sin cortapisa ninguna, pero los protagonistas estelares están sometidos a la tradición, que ha reglamentado meticulosamente cómo debe desarrollarse todo. Y el público conoce bien este esquema, por lo que conviene no violentarlo demasiado.

Todo comienza con la entrada de los hombres y los músicos, al ritmo del tambor. Le sigue el discurso de apertura, a modo de saludo inicial, acompañado de una oración cantada, y diversos complementos relacionados con el motivo que ha dado lugar al espectáculo. Luego el orador invitará a las mujeres a incorporarse y, con ellas presentes, puede ya comenzar el núcleo principal del espectáculo, por llamarlo de alguna manera. En él, entre cantos y danzas, se irán introduciendo distintos discursos. Como el libreto ­habitualmente es generoso en versos, también en el Hira Gasy existe la figura del apuntador, que ayuda a recordarlo todo. Así, al acometer cada estrofa, a compás, el orador anunciará en voz alta la primera palabra, para que todos la entonen entera. Los cantos y discursos principales se completan con una danza y el canto final, muy especial, rebosante de gestos y simpatía.

El día ya declina. Se ha vivido una fiesta prolongada, en homenaje a alguna persona o acontecimiento de interés. Llega el momento de retomar el ritmo de la vida ordinaria. La gente regresa a sus hogares con una alegría que seguramente le ha llegado muy dentro y va a mantenerse allí durante algún tiempo. Mejor así porque, pensándolo bien, ¿qué sería de la vida sin estos fantásticos momentos de celebración?

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