El libro, la otra feria de África

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Los eventos literarios se multiplican por todo el continente

 

Por Sonia Fernández Quincoces 

 

El próximo 23 de abril se celebra el Día Mundial del ­Libro. Uno de los acontecimientos que le dan más visibilidad son las ferias, que proliferan por el continente. Las primeras aparecieron a mediados de la década de los 70. El objetivo común: fomentar la lectura.

 

La imagen y las opiniones que tenemos sobre las ferias del libro varían. Para muchos son macroeventos o espectáculos en los que la editorial o el escritor que pretenda existir tiene que participar. Sin embargo, también pervive la idea de la feria como lugar de encuentro. La cita más importante con el libro nos enseña lo necesario que es que las letras salgan a la calle y se encuentren con sus lectores a través de una fiesta.

En el África subsahariana, las primeras ferias conocidas se remontan a la década de los 70. Entre las pioneras, la Ife Bookfair, en la universidad del mismo nombre, en Nigeria, apareció en 1976. Ya en aquel momento se proporcionaba espacio a las editoriales y se organizaron mesas redondas sobre temas como el derecho de autor. Desde entonces se ha incrementado el número de ferias, impulsado por el lento pero continuado avance del público lector en varias facetas: mejora en las tasas de alfabetización, poder adquisitivo y aumento de la cultura del libro. ­Pero, ¿difieren esas ferias de las que se celebran entre nosotros?

Casi todas las ferias subsaharianas coinciden en sus intereses. Se presentan como momentos clave de ventas para el sector editorial, aunque se convierten en auténticos encuentros entre profesionales para negociar los derechos que permitan que sus libros sean publicados dentro y fuera del continente, pero también aspiran a fomentar la lectura a través de las actividades que se suelen organizar en torno a de ellas. Muchas están preocupadas por sus fuentes de financiación y por las trabas que las economías propias imponen al libro y a todo lo que se mueva alrededor. Otras, por la omni­presencia de la industria del libro académico, que hace casi invisible la obra literaria. En último término, las ferias son un escaparate que proyecta lo que se está haciendo, quién lo está realizando y cuáles son los medios que se están usando.

Pero las ferias son, ya lo hemos dicho, o pueden llegar a ser, mucho más. Contemplar, por ejemplo, la gran afluencia de gente ávida de acceder a los ejemplares situados en los puestos callejeros de la I Feria del Libro en Mogadiscio (Somalia), celebrada en 2015, nos conmueve. Al colocar el libro en un lugar que asociamos con violencia y caos, la feria nos hace entender, de manera sencilla, toda su importancia y toda su grandeza. El evento se aleja de cifras y balances y se acerca a su lado más hermoso, ese en el que el libro tiene el poder de transformar, de aunar y maravillarnos.

 

Dos dibujantes senegaleses, Iioune Badara Mbengue y Papa El Hadji Mandiaye Gningue, una libreria de Dakar / Fotografía: Danie Van Der Merwe – Flickr

 

Ferias antiguas y modernas

Es cierto que esas son las ferias que nos hacen reconciliarnos con el fenómeno, pero que, al mismo tiempo, nos hacen olvidar todos los demás eventos que llevan celebrándose año tras año, aguantando todo tipo de temporales. Las recién llegadas y las más veteranas son, cuando menos, reflejo de la historia de su país, de la importancia que la educación y la lectura tiene en ellos y de la batalla continua de los que aman los libros por mostrarlos y compartirlos.

Entre ellas están la de Nigeria, que ha logrado aglutinar a 160 expositores nacionales e internacionales. La de Ghana (que se celebra en Accra), que alienta el debate, como el propuesto para este año sobre libros y cultura en la era digital. La de ­Brazzaville (R. de Congo) que proporciona, además, la oportunidad de permutar, donar o comprar libros a un precio simbólico. La de Abiyán, que acusó los problemas por los que atravesaba el país y se vio forzada a parar durante años hasta que en 2012 volvió a celebrarse, y que este año completa su novena edición con España como invitado de honor. En la edición de 2016 la Feria del Libro de Jartum (Sudán) tuvo como invitado, por primera vez desde su independencia, a Sudán del Sur. O la de Kinshasa (FOILIK) que se estrenaba el año pasado.

Junto a las mencionadas, proliferan las ferias promovidas por otros agentes, ONG, empresas privadas o colectivos diversos. Así, cada vez con más frecuencia, aparecen ferias monotemáticas. Por señalar alguna, la que se celebra en Sudáfrica en torno al mundo del cómic, la FanCon, o la celebrada en Luanda el año pasado bajo el título de Feira do ­Livro ­Infantil, a instancia de diversos expo­sitores y editores.

Es imposible hablar de todas ellas, por eso nos limitamos a acercarnos a continuación algunas de las más relevantes por uno u otro motivo.

 

Feria del Libro Sudafricana, en una edición celebrada en Ciudad del Cabo / Fotografía: Archivo MN

 

Ferias en el África austral

La historia de la Feria del Libro de Zimbabue es la de un evento que gozó de todos los honores, para después caer en desgracia. Creada en 1983 –apenas tres años después de que el país consiguiera su independencia–, la ZIBF, como se la conoce en su forma abreviada, se convirtió en un auténtico referente.

Tras sus exitosos inicios, en los que junto a los escritores más importantes del país llegaban a Harare los autores más conocidos del continente africano –Achebe, Ngugi o Nwapa, por citar solo a algunos–, se internó en la fatídica década de los 90 con un presidente, Robert Mugabe, que en 1995 prohibió al colectivo GALZ –que representa a los homosexuales y lesbianas del país– participar en la feria.

Los desafíos económicos a los que se enfrentaba el país pudieron ­finalmente con el evento, forzando su cierre. En la actualidad trata de recuperar sus triunfales inicios, aquellos en los que soñaba con llenar de la mejor literatura africana el nuevo país renacido. El año pasado pusieron especial énfasis en la denuncia de la piratería y dejaron un sabor agridulce al mostrar una feria con menor asistencia que en años anteriores y capitalizada por el libro académico. Esto es reflejo de una sociedad con altas tasas de alfabetización pero cada vez más con más desapego del libro, al que considera objeto para el aprendizaje, sin apenas resquicio para la literatura, con la excepción de la presencia de la editorial Weaver Press, que publica a muchos autores zimbabuenses contemporáneos de gran calidad. En 2017 (a falta de confirmación, la cita tendrá lugar durante la última semana de septiembre), prometen volver con una nueva junta directiva, ideas y aires de renovación.

La forzosa interrupción de la ­ZIBF, en 2006, fue aprovechada por sus vecinos, sobre todo por Sudáfrica. Allí, bajo el paraguas de la Feria del Libro de Fránkfort, se usaron el tirón y los logros de la de Zimbabue para iniciarse en esta aventura, que comenzó a organizarse en Ciudad del Cabo. En 2014 se dio un paso más allá, y pasó a rebautizarse bajo el nombre de ­Feria del Libro Sudafricana (SABF). En su edición 2017 (que se celebrará entre el 8 y el 10 de septiembre), localizada ya en Johannesburgo, la SABF ha emprendido un nuevo camino, comunicando su unión con diversos organismos sudafricanos al objeto de dotarse de mayor influencia y fortaleza. En este sentido, ha anunciado un programa muy ambicioso, queriendo mostrar una imagen renovada y un “escaparate que sea reflejo y que represente, más que nunca, la cultura y la literatura africana”.

 

Una peluquería en Abiyán que ofrece lectura a sus clientas / Fotografía: Getty Images

 

Entre la tradición y el impulso

En Senegal, la FILDAK es otra feria veterana –nacida en 1985–, de carácter bienal y con una duración de seis días, pasa por ser la más importante de la zona francófona. En sus dos últimas ediciones sus invitados de honor han provenido del norte del continente: Marruecos y Túnez. Este año tendrá lugar en diciembre.
En el país que ha visto nacer a escritores de la talla de Cheikh ­Hamidou Kane, Aminata Sow Fall, Ken Bugul o Boubacar Boris Diop, los editores se quejan de la carencia de una auténtica industria del libro.

La mayoría de las editoriales publican gracias a la ayuda oficial, en un país que ha eliminado las tasas sobre los libros, pero donde la escasa cultura lectora de la población sigue haciendo difícil el despegue de una industria que, de momento, se contenta con sobrevivir, aunque sea gracias a esas ayudas institucionales.

En 1991, surgió otra feria diferente con acento panafricano y dirigida a un público lector infantil en Kenia. Esta ofrecía también actividades para fomentar el interés de los niños hacia la lectura. Además del material educativo, casi todas las ferias incluyen algún estand o zona dedicada a libros dirigidos a este público que inciten a la lectura de los más pequeños, aunque en muchas sigan conteniendo solo libros de texto.

En la actualidad, aquella feria pionera se integra dentro de la Feria del Libro de Nairobi, que discurría paralela, conservando su espíritu y ofreciendo libros a los niños de carácter escolar, pero también por el solo placer de la lectura. Para la cita de este año han reservado cinco días: del 27 de septiembre al 1 de octubre.

Por desgracia uno de los puntos débiles de muchas ferias es la escasa presencia que tienen las editoriales que lanzan títulos de ficción. Los expo­sitores, en su gran mayoría, provienen del campo educativo, que es hoy por hoy el que más movimiento genera en África. Pero, además, en ferias como la keniana, la queja viene por la nula visión de la actividad de leer por placer o conocimiento personal. No se concibe la lectura más allá del ámbito académico, lo que hace que no se adquieran libros de ficción.

En Kenia, además, se concede un prestigioso premio literario, el ­Wahome Mutahi, que reconoce y recompensa obras inéditas de escritores kenianos en suahili e inglés, para público adulto. Y acoge innovaciones como la que ofrece la primera plataforma de distribución de contenidos digitales de África del Este, eKitabu, surgida en Kenia en 2012. Se trata de una aplicación que da acceso a más de 400.000 libros electrónicos, incluyendo los productos más vendidos en Kenia, en el resto del continente y en otras partes del mundo.

 

Cartel de la Feria Internacional del Libro de Mogadiscio / Fotografía: AMISOM PHOTO – Lyas Ahmed

 

La poesía en Hargeisa

Cerramos con una feria que sorprende por tratarse de un evento que se celebra en la capital de un país del Cuerno de África independizado de facto y que se ha convertido, con su décima edición, en la más importante feria de la región: la de Hargeisa, la capital de Somalilandia.

Comenzaron con un fin de semana largo –3 días– al que acudió un número muy bajo de personas, para llegar el año pasado a más de 11.000 personas que les visitaron en los seis días que duró la programación. “Hemos crecido en número, pero lo más importante es que también lo hemos hecho en contenido”, aseguran.

Hargeisa presume orgullosa de haberse hecho un hueco y de mantener buenas relaciones con las otras ferias de Somalia (Mogadiscio y ­Garoowe) que han aparecido los últimos años. Todas las casas editoriales del país tienen su puesto en Hargeisa, pero también se abren a los sellos internacionales. Allí lo más vendido son los libros de historia y la poesía. No en vano, esta zona de África es conocida por haber alumbrado a grandes poetas, uno de ellos, el legendario Haadrawi es el posible invitado de este año, que tendrá lugar del 22 al 27 de julio. Especial importancia conceden a las mesas redondas, algunas de las cuales girarán en torno a temas como los jóvenes escritores y las mujeres poetisas.

Jama Musse Jama habla del tema que aglutinará los seis días que durará el evento: la conectividad, que se contempla como el posible destino de toda la humanidad y que definen como “la clave de nuestra conexión, que nos permite compartir nuestra literatura, nuestra cultura, nuestras ideas y valores y llegar a encontrar un terreno común”.

 

Una participante en la Feria del Libro de Hargeisa toma la palabra en uno de los encuentros literarios organizados durante la misma / Fotografía cortesía del Hargeysa Cultural Centre – Kate Stanworth

 

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