Los jóvenes saharauis marcan la agenda del Polisario

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[En la imagen superior, jóvenes combatientes del Ejército de Liberación Popular Saharaui en las celebraciones del 42º aniversario de la proclamación de la RASD. Fotografía: Mohamed Lamin]

El pasado 10 de mayo, el Frente Polisario celebró el 45º aniversario de su fundación. Pero no todos son motivos para festejar ya que la desilusión y la falta de perspectivas empujan a los jóvenes saharauis a abandonar los campamentos de Tinduf, Argelia. Desde hace tiempo se suceden las noticias que avalarían esta afirmación. Muchos de ellos parten hacia Europa, principalmente a España, en busca de asilo político, como fue el caso de los más de 40 jóvenes que fueron retenidos a su llegada al Aeropuerto de Madrid-Barajas en agosto de 2017. Este no parece ser un hecho aislado, se habla de docenas de chicos, y algunas chicas, que eligen esta vía para intentar forjarse una nueva vida.

Más inquietantes son las noticias que afirman que algunos de estos jóvenes, en vez de buscar el asilo en Europa, optan por unirse a los grupos terroristas que operan en el Sahel. Realmente no se tienen cifras que ayuden a cuantificar este movimiento, pero las fuentes consultadas apuntan a que es un tema que preocupa al Frente Polisario, organización que dirige la vida de los campamentos saharauis desde su instalación en suelo argelino en 1975.

También están los jóvenes que optan por quedarse en los campamentos, pero presionan a los líderes del Polisario a tomar acciones más enérgicas contra los abusos de Marruecos, hartos de ver en televisión cómo soldados y policías del reino alauí maltratan a los saharauis que resisten dentro del territorio ocupado.

¿Qué está detrás del cambio de postura de los jóvenes saharauis? Una primera causa puede encontrarse en la precariedad que se vive en los campamentos. En los últimos años, la ayuda internacional ha bajado de 10 a 7 millones de dólares anuales. Además, las oportunidades de encontrar trabajo dentro de los campamentos son bastantes escasas. Entre la reducción de la ayuda y la desesperación, el Polisario podría perder el control de la generación nacida y criada en los campamentos.

Otros elementos indican que la presión de los jóvenes habría forzado a las autoridades saharauis a modificar su estrategia frente al conflicto que mantiene con Marruecos. En el último año hemos asistido a un aumento de la tensión. Quizás, un elemento a tener en cuenta sea el cambio de liderazgo en el Polisario. En mayo de 2016 murió Mohamed Abdelaziz, Secretario General de la organización desde 1976, y segundo presidente de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Su sucesor, Brahim Ghali, otro de los fundadores del Polisario, parece más decidido en su enfrentamiento con Marruecos y Naciones Unidas, algo que le habría ganado respeto entre los más jóvenes.

Posiblemente, los sucesos de Guerguerat muestren este cambio de tendencia. En agosto de 2016, el Gobierno marroquí decidió emprender unas obras en la carretera que conduce a Mauritania y que pasa por esta zona desmilitarizada. Se trata de una ruta muy utilizada por individuos dedicados al comercio ilegal y al tráfico de personas o drogas. El Polisario protestó ante la ONU y puso a sus tropas en máxima alerta. Al no recibir respuesta del organismo internacional, envió sus efectivos a la zona. En febrero, las tropas saharauis bloquearon el paso hacia Mauritania a los camiones marroquíes. Rabat protestó también ante la ONU. Se llegó a una situación muy tensa, con los dos bandos separados por escasos 200 metros. Era lo más cerca que habían estado de la confrontación desde que el 6 de septiembre de 1991 se firmase el alto el fuego entre los dos ejércitos. El Polisario también aumentó su despliegue al este de los territorios liberados.

A principios de año, las tropas del Frente Polisario volvían a ocupar Guerguerat, lo que llevó a Marruecos a protestar nuevamente ante la ONU. En abril, este organismo dijo que enviaría una comisión técnica para investigar las violaciones de los acuerdos de alto el fuego en la zona, pero hasta el momento esta no se ha puesto en marcha.

La tensión no para de crecer entre las dos partes. Ante la falta de un referéndum que decida el futuro del Sáhara Occidental, el Polisario dice que no le queda más opción que regresar a la guerra. Marruecos, insiste en que su propuesta de autonomía para la región es la única vía posible, y descarta la consulta.

Aunque sobre el terreno todo apunta a que nada cambia, en la escena internacional el Frente Polisario ha obtenido algunas victorias que arrojan algo de esperanza. El 21 de diciembre de 2016, el Tribunal Europeo de Justicia (TEJ) dictaminó que el Acuerdo de agricultura entre Marruecos y la Unión Europea no podía aplicarse a los productos procedentes del Sáhara Occidental. Y el 27 de febrero del presente año, el mismo tribunal sentenciaba de forma similar con respecto al Acuerdo de pesca entre Marruecos y la Unión Europea. De esta forma, el TEJ deja bien claro que el Sáhara Occidental no es parte de Marruecos.

Estas sentencias han facilitado que otros países actúen de manera similar, es el caso de Sudáfrica que en mayo de 2017, embargó un barco con 50,000 toneladas de fosfatos procedentes del Sáhara Occidental y el Tribunal Supremo del país impidió la venta del producto.

La situación no está tan clara para el Polisario en otro de los frentes, el de la Unión Africana (UA). Desde que Marruecos volvió a unirse a la organización en enero de 2017, comenzó una estrategia que solo busca la expulsión de la RASD de la UA. Fracasó en su intento de excluir a los saharauis de la Cumbre AU-EU, celebrada en Abiyán en noviembre de 2017, pero este movimiento puso de manifiesto que no todo el mundo apoya a la RASD.

La llegada de Marruecos a la UA coloca a los dos países al mismo nivel y podría suponer una oportunidad para retomar el diálogo y la vía diplomática. Pero el hecho de que algunos países estén tomando posiciones junto a Marruecos puede debilitar esta vía, a pesar de que las grandes potencias africanas (como Sudáfrica, Nigeria, Argelia, Kenia…) reconocen a la RASD.

Todo parece indicar que los jóvenes saharauis están agradecidos por los sacrificios realizados por las generaciones anteriores. Aprecian la eficaz gestión de los campamentos realizada hasta el momento por el Polisario y las libertades políticas de las que gozan en una región donde suelen ser inusuales. Además, presumen de la educación y sanidad gratuitas y la posibilidad de viajar que poseen. Pero, por otro lado, parecen impacientes con el ritmo marcado por la diplomacia respecto a la cuestión del Sáhara Occidental, cada vez más relegado de las agendas internacionales, especialmente de la del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Por eso, se entiende que las generaciones más ancianas recelen del ascenso de los jóvenes que cada vez se muestran más combativos y militantes. Estas tensiones propician el preguntarse si es posible que el conflicto se reactive en la zona ya que los Acuerdos de Paz de 1991 parecen estar superados. Además, tanto el Magreb como el Sahel, entre los que se enclava el Sáhara Occidental, se enfrentan a convulsiones políticas y turbulencias violentas. Todos estos signos nos hacen pensar que el conflicto se está descongelando dada la impaciencia y frustración de los más jóvenes, y el miedo de los dirigentes de perder el control sobre ellos. Por tanto, no hay que descartar que a medio plazo se retome la vía violenta para intentar solucionar este conflicto que sigue encallado desde hace décadas.

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