“Para acabar con Boko Haram el acercamiento debe ser holístico”

Chika Oduah

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Por Sebastián Ruiz-Cabrera y Javier Sánchez Salcedo.

 

 

A sus 31 años, Chika Oduah (Nigeria, 1986), ha obtenido el Premio Periodista Africano de 2016, otorgado por la CNN y el que concede la Fundación Thomson Reuters, en 2014, por su cobertura del secuestro en Chibok de las 276 escolares por la banda terrorista Boko Haram, en abril de ese año. Conversamos con ella sobre la profesión, su experiencia y sobre los retos de su país.

 

He leído en su blog que, además de periodista, es bailarina, realizadora audiovisual y antropóloga. ¿Hay alguna conexión entre estas profesiones?

Es una buena pregunta. Creo que todas significan algo y que la conexión entre todas estas cosas es contar las historias de las personas. Cómo se conectan sus emociones con su cuerpo, filmar a las personas…

¿Qué significa África para usted?

África es hogar. África es un tesoro minusvalorado. África es un lugar malentendido. África es antigüedad. Y África tiene muchos secretos por descubrir.

 

Cuando dice que África es un lugar malentendido, ¿qué quiere decir?

Quiero decir que el mundo está dividido en poderes. Ahora mismo África no está en la política global y todavía hay voces de las antiguas colonias hablando por muchos países africanos. Si miras al África francófona podemos ver qué pasa con la economía, cuántos de estos países contribuyen a la economía francesa. Así que pienso que esta es la razón por la que es malentendida. Todavía no hay africanos explicando nuestras historias y la gente que las está contando no comprende ni la cultura ni el contexto histórico de África.

Como nigeriana, ¿cómo explica que su país aparezca tanto en los medios internacionales?

¡Boko Haram! Los medios aman la violencia. Solo tienes que chequear las portadas de los periódicos. Esta es la primera razón de por qué la gente conoce mi país. La segunda es por la economía y pienso que eso es bueno, ya que Nigeria es una de las grandes economías africanas, con negocios alrededor del mundo.

 

Es curioso que Nigeria tenga una de las grandes industrias mundiales del cine, escritores de referencia internacional o géneros musicales que se bailan en Europa, pero que no tienen cabida en los medios generalistas.

La cultura de Nigeria es una de sus principales exportaciones, junto a la música y las películas de Nollywood. Pienso que los medios hablan de estas cosas, pero no siempre, porque normalmente hablan de conflictos o política y alguien debería poner atención en el arte y la cultura.

 

Iroko TV

Iroko TV distribuye producciones de Nollywood. Fotografía: Getty Images

 

¿Cree que Nollywood podría cambiar la percepción de Nigeria en Europa?

Lo que creo que puede pasar con las personas que consumen películas nigerianas es que pueden cambiar su percepción de la realidad. Pueden percatarse de que hay vida y una clase media en Nigeria, en África. La malinterpretación más común hacia los africanos es que piensan que no hay clase media y que solo hay violencia. Todo el mundo es o muy pobre o muy rico. Pero hay una enorme clase media que va al teatro, al cine, gente que juega al baloncesto o al fútbol en las calles, gente que se enamora y va a bailar, incluso familias que son enteramente clase media, nigerianos que son profesores o enfermeros. La clase media es lo que puedes ver en Nollywood y la gente podría aprender. El cine es una herramienta para enseñar a la gente cómo es la vida real en Nigeria.

 

Vuelve a mencionar la palabra violencia, así que le pregunto por la situación actual de Boko Haram.

Se está debilitando. Están perdiendo a algunos de sus hombres más importantes, y esto es porque el grupo operativo regional que forman militares de Camerún, Níger, Nigeria y Chad está trabajando para ayudar a luchar contra ellos. Pero, ¿qué pasaría si Boko Haram estuviera penetrando de forma invisible, reclutando a terroristas y ocultándose en ciudades y pueblos? Puede resultar muy peligroso. No es la primera vez que el presidente de Nigeria tiene contacto con el extremismo. En la década de los 80 había otro grupo radical musulmán llamado ­Maitatsine y fue el propio Buhari quien lidió con él. No obstante, ahora es más complejo ya que Boko Haram ha llegado a ser un afiliado oficial del autodenominado Estado Islámico en África del oeste.

 

Ha escrito sobre Boko Haram en Chibok. ¿Cuál es su experiencia?

La primera vez que fui después del secuestro de las niñas fue una estancia breve y vi a una comunidad de luto. Fue doloroso ver la expresión de pura tristeza y confusión en sus caras. Cómo pudo ocurrir, cómo cerca de 300 niñas pudieron desapa­recer así, en medio de la noche. Sin embargo, lo hermoso de la gente de Chibok es su capacidad de adaptación como comunidad. Tienen espíritu activista y presionan. De hecho, en enero de 2016 hicieron una marcha en Abuya para exigirle cuentas al presidente Buhari. Y han conseguido resultados, como la liberación reciente de 82 niñas.

 

Joven de Chibok

Una de las niñas de Chibok liberada el pasado 6 de mayo, durante la audiencia con el presidente Buhari. Fotografía: Getty Images

 

Pero esta no ha sido gratuita.

Parece que ha habido un intercambio de prisioneros de Boko Haram por estas niñas. No es que sea la mejor estrategia, pero sí una buena acción en términos de compromiso y cohesión social en el país.

 

¿Cuál es el modus operandi de Boko Haram?

Al principio robaban bancos para conseguir dinero, aunque en este momento eso no lo vemos tanto. Ahora van a las aldeas y roban vacas, pollos…, empobrecen más a la población. Otra técnica es el empleo sin precedentes en ningún otro grupo terrorista del mundo, al menos en la forma en la que ellos las utilizan, de niñas jóvenes. Les dicen a las chicas: ‘¡Eh!, ven. ¿Quieres hacer el trabajo de Dios? ¿Quieres llevar bombas a una iglesia? Esto es lo que harás’. Es muy fácil hacerlo porque objetivamente son un público fácil.

 

¿A qué se refiere con un público fácil? ¿No tiene suficiente educación?

Correcto. No tienen educación y necesitan dinero, así que Boko Haram les dice: ‘Si haces esto compensaré a tu familia, daré el dinero a tus padres e irás al paraíso’. Es evidente que ellas quieren ayudar a sus padres y esta gente se presentan como revolucionarios, como luchadores de los derechos… Una cantinela atractiva para gente que no conoce otros caminos.

 

Entonces, ¿el acercamiento del Gobierno al problema debería ser otro?

Para acabar con Boko Haram el acercamiento debe ser holístico. Necesitan a los militares, una estrategia psicológica para penetrar en las mentes de las personas que están pensando en esta filosofía terrorista y también una estrategia común para que las comunidades pueden hablar con los imanes musulmanes, los ancianos de las aldeas… Esto es lo que está pasando en Maiduguri, la capital del estado de Borno –el lugar de nacimiento de Boko Haram–. El pueblo se ha vuelto más sabio y han pasado de querer ser terroristas a vigilantes y defensores de la población.

 

Delta del Níger

Tráfico ilegal de combustible en el Delta del Níger. Fotografía: Getty Images

 

¿Nos puede contar algo más de estos vigilantes?

Comenzaron en Borno, donde se dijo que se necesitaban hombres jóvenes que ayudaran a los soldados. Estos jóvenes ayudan a los militares para buscar a potenciales sospechosos que pueden ser reclutados por Boko Haram. Porque puedes luchar y luchar en muchas comunidades contra los terroristas, pero tienes que ganar sus corazones y mentes. Según pude saber en mi investigación, la gente era muy fiel a estos vigilantes que no sé cómo lo sabían, pero tenían conocimiento de cuándo iba a haber un atentado en una mezquita o un mercado. Así que siempre que he interactuado con ellos mi experiencia ha sido muy buena. También sé que en otras ciudades hacen un trabajo muy importante. De hecho, cuando Boko Haram atentó contra un coche del que me encontraba cerca, uno de ellos me ayudó a escapar.

¿Cómo se acerca a este tema como periodista y como mujer?

La objetividad es importante y mantengo la línea entre el activismo y el periodismo, no quiero romperla. A algunos la ruptura les parece bien, pero mi trabajo es ser estrictamente periodista. No trato de colocar ninguna agenda, simplemente pretendo ser un canal para las personas que no pueden hablar.

 

A veces ese activismo está vinculado al periodismo, ¿no le parece?

Sí. El activismo en Nigeria está muy vinculado al periodismo, y pienso que es muy importante para el periodismo en África defenderlo, pero hay un camino apropiado para hacerlo, porque si no se convierte en algo engañoso. Creo en un reportaje coral como forma de activismo. Así que no quiero comenzar a llevar una bandera para ser una activista ­porque ese no es mi trabajo. Mi labor es contar historias y acercárselas al público tanto como pueda.

 

El miembro de uno de los equipos civiles de vigilancia cachea a un hombre en la ciudad de Damasak. Fotografía: Getty Images

 

¿Nos puede hablar del binomio mujer-periodista en África?

Hay muchas cosas que están pasando con las mujeres y las niñas en Nigeria que no se han explicado, como la marcha de las mujeres activistas del año 2015. Algunas tienen un programa de radio en el que llaman para pedir ayuda si hay alguna mujer en una situación de violencia doméstica. Me explicaron la historia de una de ellas que fue asesinada por su marido hace tres años durante una discusión doméstica y la policía no hizo nada para comprobarlo. Así que es necesario documentar historias como estas, que nadie conoce. Este es mi camino como activista: amplificar voces inspiradoras y escribir historias que no han sido contadas.

 

¿Siente miedo a las represalias por contar este tipo de historias?

Tengo mucha precaución y conciencia sobre los peligros. Pero no me gusta el miedo que me paraliza. Si no, ¿cómo puedo hacer mi trabajo? El terror forma parte de mi labor de informar sobre los problemas en el noroeste de Nigeria, epicentro de Boko Haram. Pero intento ser positiva, porque el pensamiento negativo no ayuda a tu trabajo, estorba.

 

¿Cuáles son los principales desafíos en Nigeria?

Creo que la economía es el principal reto. El petróleo representa el ocho por ciento del PIB, y como los precios están cayendo ahora es uno de los desafíos más importantes. También tenemos que lidiar con conflictos, pero no solo en el noroeste, sino también en el sur donde se extrae el petróleo. Hay errores del pasado que se están volviendo a manifestar en el Delta del Níger, con violencia e incuso con secuestros. Así que en el norte y en el sur tenemos problemas. En resumen: seguridad y economía. Por supuesto también existe el problema de género y la desigualdad, porque la mitad de la población no tiene acceso a la sanidad o a la educación. La historia de Nigeria no verá el futuro hasta que niñas y mujeres tengan igualdad.

 

No ha mencionado la salud del presidente o las propias discrepancias en el seno del partido gobernante.

Sí, es cierto. Habría otros dos desafíos. El primero, y más crítico, es la salud del presidente Buhari, ya que parece que no acaba de recuperarse del todo, y las informaciones que llegan pueden provocar cierta alarma en la población. El segundo es el desorden y la falta de cohesión entre la Asamblea Nacional y la Presidencia.

 

Chika Oduah

Chika Oduah, el día de la entrevista. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

Y usted, ¿qué desafíos tiene a título personal en su día a día?

Pienso que el desafío de la mujer en África es el equilibrio entre la modernidad y la tradición. En definitiva, debemos tener un punto intermedio para satisfacer a todo el mundo, y no solo a nosotras mismas. Es crucial que las mujeres estén felices con las elecciones que hagan, y no exclusivamente con las elecciones que son hechas por los hombres.

Me gustaría acabar preguntándole cuál es su sueño como periodista en su país.

Mi sueño es ver cómo más africanos tienen acceso a plataformas en las que puedan hablar y donde sus voces no puedan ser silenciadas. Puede ocurrir en una reunión en la aldea o en un colegio, pero desearía que todos pudieran hablar en los diferentes niveles: pequeño, local, internacional y, por supuesto, a nivel de la Unión Africana o, incluso, de las Naciones Unidas.

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