África, escenario de la I Guerra Mundial   

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100 años del final de un conflicto que también pisó tierra africana 

 

Por José Luis Cortés

 

El 11 de noviembre de 1918 se firmó en un vagón de tren en el bosque de Compiègne el armisticio que terminó con la I Guerra Mundial. Un siglo después, líderes de todo el mundo han conmemorado en Francia este fin de semana el final de un conflicto que provocó más de 10 millones de muertos. Aunque los escenarios más recordados e historiados tuvieron lugar en Europa, el continente africano también fue protagonista de aquella guerra.

 

Cuando el 28 de julio de 1914 Austria invadió Serbia comenzaba uno de los conflictos más sangrientos de la historia. Se fueron tejiendo las diversas alianzas y en la guerra participaron las principales potencias que arrastraron a otras de menor entidad. Como aquellas eran, a la vez, las que habían ocupado África, fragmentándola en colonias, implicaron a estas en una guerra en la que nada tenían que ver y, así, las obligaron a enfrentarse al tiempo que lo hacían sus metrópolis.

De los contendientes, Alemania ocupaba entonces Camerún, Togo, Namibia, Tanzania, y las actuales Ruanda y Burundi, mientras que Francia, Inglaterra y Bélgica (los “Aliados”) mandaban en el resto, exceptuando los territorios portugueses (Guinea-Bissau, Angola y Mozambique) y españoles (Guinea Ecuatorial y Sahara Occidental) que no intervinieron. Los tres países libres de África (Liberia, Etiopía y Sudáfrica) se decantaron por los Aliados.

Nada más empezar la guerra, la primera tarea de los contendientes fue reclutar africanos para que pudieran intervenir, no solo en suelo africano, sino también fuera. Solo Francia había previsto, ya antes de la guerra, formar un ejército negro permanente por un decreto de 1912, en el que se preveía un servicio militar obligatorio de cuatro años, que podría realizarse en Europa. Al estallar la guerra, tan solo en África Occidental, fueron movilizados inmediatamente 14.785 soldados; al terminar el conflicto, más de 483.000 africanos habían pasado por el Ejército francés. En principio, el reclutamiento era “voluntario”, pero, aunque muchos lo fueron de este modo, la mayor parte se hizo bajo ciertas presiones, ya que frecuentemente algunos jefes se pusieron al servicio de los funcionarios políticos para llevar a cabo esta tarea.

Para la campaña de 1915-1916 se decidió la incorporación de 50.000 reclutas, y algunos hablaron de una “nueva trata de esclavos”. De los 45.000 “voluntarios” salidos de Madagascar, la mayor parte fueron forzados. Inglaterra también recurrió a este tipo de reclutamiento. Por una orden de 1915 se impuso en África Oriental el servicio militar obligatorio entre varones de 18 a 45 años, y en 1917 se extendió a Uganda. Bélgica contribuyó esencialmente con 260.000 porteadores, la mayor parte obligados. Alemania contó principalmente con soldados europeos, mientras que empleó fundamentalmente a los africanos para transporte y servicios varios. Sin embargo, en Tanzania preparó un cuerpo autóctono especializado, formado por 11.000 askaris, que comprendía soldados, policías y personal sanitario y logístico.

En general se puede hablar de más de un millón de soldados africanos que actuaron dentro y fuera de África. Solo los franceses se llevaron fuera del continente a medio millón de africanos. Las condiciones difíciles en el frente sirio y palestino, especialmente en 1915, hicieron que allí se enviaran soldados egipcios y animales requisados, que desempeñaron un papel fundamental. Al personal militar hay que añadir más de 1,5 millones de porteadores –en algunos casos se empleaban tres porteadores por soldado–. La intervención de soldados y porteadores fue decisiva en las campañas africanas, y su mortalidad alta por enfermedades y agotamiento. La mayor parte fue convenientemente remunerada, y los senegaleses pertenecientes a las históricas “cuatro comunas” siguieron, además, disfrutando de los derechos de la ciudadanía francesa.

Bandera sudafricana y escultura en el espacio dedicado al país austral en el memorial de la I Guerra Mundial de Longueval (Francia). Fotografía: Getty

La guerra en suelo africano 

Ninguna potencia estaba preparada para la guerra en sus colonias de África, por eso hubo al principio un poco de duda, sobre todo entre los alemanes. Por ejemplo, el gobernador de Togo, Hans-Georg von Doering, se pronunció en un primer momento por la neutralidad porque decía que no era bueno que los africanos vieran a los europeos luchando entre sí. El de Tanzania tenía esta misma tendencia; no quería hostilidades, ponía todo su interés en desarrollar la colonia y hasta llegó a firmar una tregua de neutralidad. Fueron intenciones inútiles, porque se impusieron las tesis militares.

Francia y, sobre todo, Inglaterra, deseaban hacer la guerra en sus colonias, pero Alemania también. Para implicar a los Aliados, los ingleses sugirieron que, una vez vencidos los alemanes, sus colonias serían repartidas entre los vencedores. Esta sugerencia avivó los deseos de intervenir a Sudáfrica, pues veía la posibilidad de poder hacerse con Namibia y convertirla en provincia suya. Para esto tuvo que ponerse del lado de los Aliados, y reducir la resistencia de los afrikáner (los descendientes de los holandeses) que pidieron el apoyo para Alemania.

Inglaterra, consciente de su supremacía naval, ideó lo que se llamó la primera fase de la guerra, consistente en atacar los puertos alemanes y destruir el sistema de comunicaciones. En pocas semanas consiguieron su propósito y rápidamente ocuparon los puertos de Lomé (Togo), Duala (Camerún), Swakopmund y Lüderizt (Namibia). A continuación Inglaterra bombardeó, en agosto de 1914, los puertos tanzanos de Dar-es-Salaam y Tanga, pero no lograron ocuparlos hasta bien entrada la guerra. De Egipto hicieron la mayor base de operaciones contra Turquía –aliada de Alemania– y contra África Oriental.

Conseguido fácilmente el primer objetivo, se inició la segunda fase, que consistía en ocupar las colonias alemanas para evitar posibles fases de subversión y, en caso de ganar la guerra, repartirlas entre los Aliados. Esta meta fue mucho más difícil de conseguir y tuvo un alto coste de vidas humanas. La campaña en Camerún se prolongó más de 15 meses. Columnas compuestas por ingleses, franceses, belgas y muchos africanos salieron desde Nigeria, Chad y Congo con destino a Yaundé, donde se había replegado el Gobierno alemán. Los Aliados sufrieron varios reveses en la frontera, y la resistencia alemana se prolongó hasta principios de 1916; terminaron por refugiarse en la Guinea española. Solo en esta campaña murieron 45.000 porteadores africanos a causa de las enfermedades. En el extremo norte, el fuerte alemán de Mora, levantado en septiembre de 1914, capituló el 18 de febrero de 1916.

Namibia fue el único enclave en el continente en el que los negroafricanos tuvieron un protagonismo irrelevante, ya que no fueron prácticamente utilizados. Su ocupación fue obra de ingleses y, fundamentalmente, de sudafricanos. En Togo, una vez conquistado el puerto de Lomé, la ocupación del resto del territorio fue sencillo para las tropas anglofrancesas, que entraron en la colonia partiendo de sus respectivas colonias, Ghana y Benín.

A pesar de sus victorias, los Aliados no consiguieron reducir Tanzania durante todo el tiempo que duró la guerra. El general Paul Emil von Lettow-Volbeck tenía una idea: mantener ocupadas las fuerzas aliadas para que no lucharan en Europa. Con sus 11.000 askaris y 3.000 europeos desarrolló una guerrilla a la que no consiguieron derrotar los 300.000 aliados, a pesar de contar con una fuerza aérea adecuada. Los alemanes se hicieron con el control del lago Tanganika tras el hundimiento de un vapor belga, y rechazaron varios desembarcos en las costas del Índico y en el lago Victoria; también anularon los ataques ingleses en el Kilimanjaro, lo que les permitió capturar un importante material bélico.

El 18 de enero de 1915 tuvo lugar la batalla de Yassiki, ganada por los alemanes; pero estos se dieron cuenta de que no podían mantener batallas de este tipo, porque no recibirían ni tropas de refuerzo ni material. Ante esta circunstancia decidieron practicar la guerrilla. En julio de este año lanzaron los Aliados una ofensiva general, y los alemanes empezaron su marcha hacia el sur. A pesar de este repliegue táctico, las tropas germanas obtuvieron las importantes vitorias de Tanga y sobre todo, de Mahiwa, el 16 de octubre de 1917. Un mes más tarde, en noviembre, pasaron a Mozambique, perseguidos por los Aliados, pero en septiembre del año siguiente volvieron de nuevo a Tanzania. El 31 de octubre atravesaron la frontera de Zambia, y allí, el 14 de noviembre, se enteraron de la capitulación de su país.

Estatua conmemorativa de la I Guerra Mundial en Dakar.

El “esfuerzo de guerra”

La intervención africana no se limitó a lo estrictamente militar, sino que también se extendió a todas las actividades que la hicieron posible. Los africanos tuvieron que cubrir los puestos dejados por los funcionarios militarizados y se los obligó a entregar alimentos y a prestar servicios varios. En algunas partes, este éxodo europeo dejó su presencia reducida a la mitad, lo que llevó a una paralización de los servicios esenciales de asistencia. También tuvo su parte positiva, ya que se preparó e instruyó a los africanos para que ocuparan estas responsabilidades.

La necesidad de contar con una suficiencia alimenticia para abastecer a las tropas aumentó el intervencionismo de las metrópolis, que obligaron, entre otras cosas, a imponer ciertos cultivos (batata, mandioca, judías, sorgo, mijo, maíz o trigo), a requisar sus cosechas, a intervenir en los precios y a reclutar a trabajadores agrícolas. A pesar de todo, la bajada de la producción agrícola en las colonias francesas, por falta de mano de obra, fue de 3 millones de toneladas de trigo en 1916 y de 5 millones en 1917.También se hizo todo lo posible para acelerar la producción de materias primas, necesarias para mantener la industria de la guerra.

Todo esto supuso una sobrecarga que empeoró la situación de los ciudadanos, de la economía y del comercio local, y cuya primera consecuencia directa fue la resistencia africana, plasmada en los continuos levantamientos que tuvieron lugar en casi todas las regiones, sobre todo en el período 1916-1917. Especialmente violentos fueron los de Libia, Congo (Alto Uelé, Lomani, Sankuru), Alto Níger, Senegal y Benín (principalmente en el Borgu, al norte). En Nigeria las rebeliones se propagaron en el oeste y en el Delta, como consecuencia de la caída del comercio y la bajada del precio del aceite de palma, ya que los primeros clientes eran los alemanes. La entrada de Turquía en el bando alemán hizo temer que las poblaciones musulmanas se levantaran contra los colonizadores, como hicieron los egipcios.

El askari, en Dar-es-Salaam, Tanzania. Fotografía: Archivo Mundo Negro

Todas las revueltas fueron sofocadas con mucha dureza, lo que contribuyó aún más a crear ese resentimiento anticolonial, que se concretó en la aparición de movimientos mesiánicos antieuropeos: Kitawala (Zambia y Zimbabue), Braide (Delta del Níger), Harris (Costa de Marfil), Mumbo (Kenia y Tanzania) o Chilembwe (Malaui). El culto mumbo aseguraba que “Todos los europeos son vuestros enemigos, pero se acerca el momento en que desaparecerán de nuestro país”. Mientras, los seguidores chilembwe reconocían que “Entendemos que hemos sido invitados a verter nuestra sangre inocente en esta guerra mundial… se abusa de nosotros más que de ninguna otra nación bajo el sol” (Nyassaland Times, 26-XI-1914).

Muchos africanos, huyendo del reclutamiento forzoso, abandonaron sus territorios y emigraron a otras colonias con diferente Gobierno, o se escondieron en zonas como montañas y selvas. Estas huidas fueron conocidas como las “emigraciones de las protestas”, que solo en la zona francesa de África Occidental alcanzó la cifra de 62.000 súbditos. A estas huidas hay que añadir las numerosas deserciones que se dieron.

Consecuencias generales

Las víctimas mortales alcanzaron a más de 150.000 soldados y porteadores y un número más elevado aun de heridos. Esta guerra provocó, además, una hambruna espantosa entre 1916-1918 en África Oriental, y entre 1918-1926 en la zona ecuatorial francesa. Ambas consecuencias fueron un duro golpe, apenas acabada la conquista colonial. Desde el punto de vista administrativo, tras la guerra mejoró la función pública y en ella entraron a formar parte muchos africanos.

En cuanto a la economía, hay que señalar la bajada del precio de los productos primarios africanos y la subida de los de importación, así como el cambio de modelo del comercio africano, porque los alemanes acaparaban una parte importante del mismo; en algunos lugares llegaban a controlar el 80 por ciento. Muchas firmas de exportación-importación desaparecieron y otras quedaron muy dañadas, porque gran parte de sus empleados fueron llamados a filas. En África Occidental, por ejemplo, se movilizó al 75 por ciento de estos comerciantes europeos. Tras el reajuste colonial, las metrópolis favorecieron a sus propias compañías y les facilitaron el acceso al crédito bancario.

El sector que más se potenció tras la guerra fue la industria, fundamentalmente la extractiva. Comenzó el auge de la minería con el descubrimiento y explotación de nuevos yacimientos. Esto llevó consigo la mejora de las comunicaciones, la expansión de los vehículos a motor y el acondicionamiento de los puertos. También la agricultura se transformó con la introducción de los cultivos industriales explotados en grandes plantaciones.

Los sectores que estuvieron en contacto con la guerra experimentaron cierto cambio de mentalidad, especialmente las élites instruidas. Los que estuvieron destinados lejos de sus regiones vieron abrirse nuevos horizontes, y experimentaron, en alguna medida, un cierto desarraigo social: pudieron ver la debilidad de los europeos y se reafirmaron en sus reivindicaciones nacionalistas. Se sintieron legitimados y con fuerza para declarar huelgas, promover revueltas en los campos de desmovilización y lanzar ataques a la autoridad tradicional. Pidieron participación en el proceso político de sus países y el derecho de autodeterminación de los mismos.

Bajo el punto de vista político, esta guerra fue una de las demostraciones más grandes del poder absoluto de los Gobiernos coloniales, pero asumieron con más responsabilidad el desarrollar políticas más convenientes en provecho de los colonizados. Dentro de los ministerios encargados de las colonias se crearon departamentos especiales para planificar estas nuevas políticas, acabando con el relativo aislamiento en el que estuvieron sumidas.

En el famoso discurso de los Catorce Puntos del presidente americano Woodrow Wilson, ante las propuestas soviéticas de octubre de 1917 para una firma de paz sin anexiones ni indemnizaciones, no se consideró la libertad para África, pero sí estaban impregnados de ideas liberales que infundieron a muchos africanos la esperanza de que se tratarían sus asuntos al final de la guerra. Pero no se tomó ninguna medida concreta. La recién creada Sociedad de Naciones (SDN), promovida por Wilson –pero que no incluyó a su país en la misma– aceptó su propuesta de que las colonias alemanas podían ser repartidas entre otras potencias, pero solo “como mandatarios de la SDN”.

Siguiendo este guión, Francia ocupó Camerún, excepto una franja occidental que pasó a Inglaterra. También Francia se hizo con la mayor parte de Togo, quedándose Inglaterra con algunas regiones del oeste. Sudáfrica se apoderó de la actual Namibia; Inglaterra, de Tanzania; y Bélgica, de Ruanda y Burundi. Pero no fue una anexión como en el primer reparto colonial, sino, como propuso la Comisión de Mandatos de la SDN, “un sagrado cargo para la civilización, hasta el momento en que fueran capaces de valerse por sí mismos en las difíciles condiciones del mundo moderno”.

 

Conjunto que recuerda al conocido como Ejército Negro, en Bamako (Malí)

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