«Aquí hay que improvisar con todo»

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Hna. Pilar Cobreros, sierva de María ministra de los enfermos

Camerún es el primer y único amor misionero de la Hna. Pilar Cobreros. De «paso» por España gracias a una convocatoria online de Manos Unidas, hablamos con esta mujer que hace visibles los valores del Evangelio a través de la pastoral de la salud.

Reginald Anson y George Garrard llegaron en 1917 –según la fiabilidad histórica de una leyenda– a Fynnon Garw con el objetivo de estudiar el terreno de la localidad para completar el mapa cartográfico de País de Gales. Para disgusto de los vecinos, lo que se encontraron, el Garth Hill, no era una montaña por tan solo 20 pies, algo más de seis metros. Era, simplemente, una colina. En 1996, aquella historia llegó al cine, con Hugh Grant de protagonista: El inglés que subió una colina pero bajó una montaña.

La localidad camerunesa de Batsengla, en la provincia de -Dschang, poco tiene que ver con Fynnon Garw. Pero ambos enclaves sí coinciden en tener una montaña –o una colina– como actriz secundaria de su historia. «Queríamos tener una presencia en la parte francófona de Camerún, y el pueblo en el que estamos ahora, Batsengla, nos ofreció una montaña. Hicimos lo que pudimos, y hemos levantado un bonito hospital», Notre Dame de la Santé. Quien habla es la Hna. Pilar Cobreros, una religiosa zamorana (1963) con 27 años de vida misionera en Camerún, repartidos entre -Widikum –casi 22 años– y Dschang. Aquí dirige el centro hospitalario, en el que trabajan otras siete religiosas de la congregación.

Aunque una primera lectura de su trayectoria aventure en la Hna. Cobreros –diplomada en Enfermería por la Universidad Pontificia de Salamanca– un perfil misionero de manual, la conversación descubre a una mujer que ha ido, en ocasiones, a contracorriente y que ha sabido adaptarse a las situaciones concretas del momento, tanto dentro de su congregación –las Siervas de María Ministras de los Enfermos «no somos misioneras por principio, pero yo siempre tuve esa inclinación. Se lo propuse a las superioras, que aceptaron, y aquí estoy desde 1994 en Camerún»– como sobre el terreno. Cuando abrieron el hospital en Batsengla comenzaron con atención en medicina general, maternidad y medicina preventiva para niños, pero pronto se dieron cuenta de que «íbamos en dirección equivocada. Vimos que por ahí no íbamos a ningún lado». El Notre Dame de la Santé, llamativo y visible desde la distancia, construido en un sistema de terrazas, como si estuviera plantado en la ladera de la montaña, no era útil para la población: «La gente nos llamaba para pedirnos especialidades. Nos pedían y nos pedían. Y así empezamos con traumatología, luego con ginecología, después oftalmología…». La mayoría de estos servicios los prestan médicos voluntarios, principalmente españoles, aunque el objetivo es formar a los sanitarios cameruneses para que den continuidad a la atención médica y esta no dependa de los profesionales llegados de fuera. 

En la actualidad, lo que funciona en Batsengla es un hospital de especialidades que atiende a la gente con menos recursos. «Las especialidades en el país están reservadas a la gente que tiene dinero. ¿Qué pasa, que la gente pobre no puede ir? Ese es el giro que estamos dando al hospital», dice la Hna. Cobreros.



La Hna. Pilar cobreros. Fotografía cedida por Manos Unidas. En la imagen superior, una camerunesa en Buea. La crisis anglófona ha generado miles de desplazados internos. Muchos viven en el entorno de Dschang.


Sanidad y desplazados

Entre ese grupo de población se encuentran, desde hace años, los desplazados internos por el conflicto de la Ambazonia, latente en la zona desde que un grupo local proclamara en 2017 la independencia del resto del país. Esta guerra silenciada toca de lleno a las Siervas de María. Las otras dos casas que la congregación tiene en el país están en la zona anglófona, y desde que los enfrentamientos entre los rebeldes y el Ejército camerunés se convirtieron en habituales, tuvieron que trasladar a Betsengla la casa de formación, en la que hay 16 aspirantes. Sin embargo, lo que preocupa a las religiosas es la presencia de muchos cameruneses que dejaron su hogar en la Ambazonia y se han desplazado al entorno de Dschang. Los más jóvenes llegan con una obsesión: poder continuar con sus estudios. «Al venir a las consultas del hospital, hemos descubierto una especie de barrio donde se han instalado bastantes grupos de anglófonos y nos hemos involucrado con ellos. Les ayudamos en la escolarización y les aportamos el alimento que podemos», dice la religiosa zamorana.

La capacidad de adaptación a las circunstancias, casi inherente a la figura del misionero en cualquier parte del mundo, se ha traducido en múltiples cambios y giros en la vida y el trabajo misionero de la Hna. Cobreros. «Aquí hay que improvisar con todo lo que se te ponga por delante. Poco a poco nos vamos especializando a la fuerza», dice. Y en ese proceso, también se encuentra conocer y entender cómo funciona una sociedad donde el 75% de las personas no saben leer ni escribir, donde las familias practican una agricultura de subsistencia, donde la pandemia ha incrementado exponencialmente los casos de prostitución infantil y de abusos a chicas, o donde la desidia de los gobernantes condenan a la zona a una pobreza eterna. Pero esta religiosa, amante de la lectura, la pintura y la música no se desanima, convencida que su tarea principal pasa por «ayudar a los demás desde los valores del Evangelio y el carisma de mi congregación, que son los enfermos y las personas necesitadas». En este caso, además, desde una montaña –o una colina– de nombre desconocido en Batsengla.   

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