Por Julián del Olmo
Por una causa u otra, el hecho es que cuando se habla de África es para mostrar su cara B, en la que se registra lo más negativo del continente: pobreza, hambre, violencia, guerras, emigración, refugiados, enfermedades raras (sida, ébola, malaria…). Hasta no hace mucho tiempo, veíamos a África como algo lejano y sus problemas no eran nuestro problema, pero las cosas han cambiado porque el mundo se ha convertido en una aldea global para lo bueno y para lo malo. En unos pocos años se ha pasado de una emigración con cuentagotas al éxodo masivo de emigrantes y refugiados africanos (hay sirios y no sirios) que –esquivando fronteras, concertinas y todo tipo de barreras físicas y mentales– han llegado a Europa (los que no han muerto en el intento).