Ciudades, pobreza y desarrollo

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África ante el reto de reducir las desigualdades en los entornos urbanos


Por Ainhoa Marín Egoscozábal, profesora Universidad Complutense e investigadora Real Instituto Elcano.



La población urbana crece rápidamente en África. A pesar de que este fenómeno ha implicado en otras partes del mundo importantes beneficios económicos y de reducción de la pobreza, los resultados en el continente son decepcionantes.



La heterogeneidad que caracteriza al continente africano en todas sus vertientes (social, económica, política, entre otras) se observa también en su crecimiento urbano. Aún así, y en términos continentales, se puede afirmar que es probable que la población actual -de en torno a 1.300 millones de habitantes- se duplique en los próximos 30 años y que la población urbana experimente también un incremento significativo.

África es en la actualidad, según Naciones Unidas (ONU), el continente con menor porcentaje de población urbana en el mundo. Las previsiones para el año 2050 confirman el crecimiento de la misma, que podría alcanzar casi un 59 % para el año 2050. De cumplirse las previsiones, el continente seguirá siendo el menos urbano del mundo, pero al igual que en el resto de los continentes, la mayor parte de la población sería ya mayoritariamente urbana.

Algunas regiones y determinados países superan claramente estas medias continentales. El sur del continente (ver tabla p. 34) habrá duplicado su porcentaje de población urbana en un siglo, desde el 37,7 % del año 1950 al 77,2 % previsto para 2050. En el año 2020, y en una clasificación mundial de países, los que más rápidamente aumentan su población urbana son –a excepción de Islas Salomón– africanos: Uganda, Burundi, Tanzania, Burkina Faso, Malí, Etiopía, República Democrática de Congo, Níger y Madagascar, por este orden. 

África tiene en este momento varias ciudades con más de cinco millones de habitantes. En su informe How to Win in Africa, McKinsey, mostraba ya en 2018 cómo el tamaño de las ciudades africanas iba a crecer exponencialmente, convirtiéndose para el año 2030 en un continente con cinco ciudades de más de 10 millones de habitantes, 17 de más de cinco millones, y 89 ciudades de más de un millón de habitantes. El panorama actual y los ritmos de crecimiento poblacional de las principales ciudades africanas confirman esta tendencia.


Un vendedor callejero en el mercado de Zimpeto, en Maputo (Mozambique). Fotografía: Alfredo Zuniga / Getty


Urbanización y pobreza

El fenómeno de la urbanización, entendido como el proceso por el cual la población tiende a concentrarse en áreas urbanas, ha sido históricamente una fuerza positiva para la reducción de la pobreza y el crecimiento económico de los países. Esta es la -experiencia, por ejemplo, de los países más desarrollados y también lo ha sido en otras zonas como el sudeste asiático. Con la atracción a los centros urbanos, la población rural accede así a trabajos de mayores ingresos en los sectores manufactureros y de servicios. La vida en la ciudad permite acceder además a más educación, mejores servicios básicos y mayores oportunidades de negocio. La concentración de los trabajadores en las ciudades propicia, además, un mejor aprovechamiento de las inversiones públicas en transporte que, siendomás eficaces,sirven para formar redes empresariales y acceder a un mayor número de puestos de trabajo.

En el contexto de los países africanos, la reducción de la pobreza gracias a la creciente urbanización no ha arrojado los resultados esperados. En África crece el volumen de personas que viven en los centros urbanos, pero se incrementa igualmente el número de pobres que habita en las ciudades. Según el Programa de Naciones Unidas sobre Asentamientos Urbanos (ONU-Hábitat), el 60 % de la población que vive en ciudades en África al sur del Sahara lo hace en barriadas pobres, slums, en el interior o en la periferia más desconectada de la ciudad. Aunque este fenómeno se da en muchas ciudades del mundo, contrasta el elevado porcentaje de habitantes en estos barrios marginales en África, frente a la media del 34 % en otros países en desarrollo.

Las razones por las cuales el fenómeno de la urbanización no se traduce en una reducción significativa de la pobreza en África son diversas. Por un lado, más que un fenómeno económico progresivo de atracción del campo a la ciudad, lo que sucede en mayor medida es que el crecimiento de la población urbana es consecuencia sobre todo de la fertilidad y del exceso de nacimientos en relación a las defunciones en entornos urbanos. La población en este contexto crece rápido «desde dentro», y las inversiones necesarias en todo tipo de servicios e infraestructuras básicos –transporte, sanidad o canalización de residuos, por ejemplo– se ven superadas por este fenómeno natural. Por otro lado, tampoco ayudan los elevados precios en las ciudades africanas, o una configuración espacial de las urbes con zonas muy desconectadas unas de otras. Todo esto redunda en menos oportunidades de trabajo y problemas de desplazamiento de los trabajadores entre puntos distantes. También hay que añadir que, en términos generales, las ciudades africanas, sus empresas y su administración no son capaces de generar suficientes puestos de trabajo al ritmo que se demandan.

Mirando al futuro

Aunque la pobreza sigue siendo mayor en el medio rural que en los entornos urbanos, el potencial de la urbanización africana en términos de mejora de los ingresos y reducción de la pobreza no está siendo aprovechado. El World Cities Report 2020 de ONU-Hábitat, que se centra en el valor de una urbanización sostenible, señala cómo la COVID-19 ha puesto en evidencia los mayores defectos de las ciudades, pero también ha puesto la agenda de desarrollo urbano en el centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Ciudades bien planificadas y gestionadas crean valor y mejoran la calidad de vida de sus habitantes. Para África, estos objetivos son también alcanzables y requieren de compromiso político y de una financiación bien dirigida. 

La gran ventaja es que no estamos ante un fenómeno novedoso. Las claves para que la urbanización africana contribuya a mejorar la calidad de vida de las personas están ahí y son identificables: planificar mejor las ciudades, reforzar las capacidades productivas y del sector privado, garantizar marcos jurídicos y normativos equitativos, poner medidas contra las externalidades negativas –como la contaminación o la acumulación de basura, entre otras–, proporcionar viviendas asequibles, mejorar el transporte, establecer derechos de propiedad claros e inclusivos para un funcionamiento eficiente del mercado de la tierra y en definitiva, una buena gobernanza urbana. La agenda 2063 de la Unión Africana no es ajena a este reto, y reconoce entre sus áreas y objetivos prioritarios asegurar «hábitats modernos y habitables y servicios básicos de calidad» 






¿Informal?


Por Chema Caballero



Papis estudió Informática. No encontró trabajo en su área. Decidió montar un pequeño kiosco en la calle principal de su ciudad, Nikki (Benín). Arregla móviles y ordenadores. También instala programas que tiene pirateados, aumenta la capacidad de los aparatos que le llegan y que ya han perdido la cuenta de por cuántas manos han pasado antes de aterrizar en su pueblo… Sus clientes demandan sobre todo videojuegos. El negocio no le hará rico. Pero le permite pagar el colegio de sus dos hijos y comer cada día.

La basura era un gran problema en el barrio de Claire, en Dar es-Salam. Se amontonaba en las calles. Generaba enfermedades y malos olores. Ella organizó a varias amigas y han montado una pequeña cooperativa de recogida de desechos. Han enseñado a sus vecinos a clasificarlos. Con los residuos sólidos fabrican carbón que luego venden. Los plásticos los llevan a plantas de reciclaje donde les pagan por ellos. La salubridad de la zona ha mejorado. Las calles están limpias. Muchas mujeres han encontrado una fuente de ingresos en la basura.

Charles fue niño soldado en Sudán del Sur. Ahora tiene una moto y con ella se gana la vida. Es taxista de boda-boda (como se llama a los mototaxis) en Yuba. No existe transporte público en la ciudad. Por eso hay que echar mano del privado. A Charles no le falta el trabajo. Pero la gasolina es cara. Luego están las mordidas que tiene que pagar a los policías para poder circular. Eso le desespera, pero sabe que no hay otro medio si quiere cuidar de su familia.

Papis, Charles, Claire y sus compañeras tienen en común que sus trabajos son iniciativas particulares. No están registradas, no pagan impuestos. Crean poco empleo. Pertenecen a ese sector denominado economía informal. Algo que no da muchos beneficios. No permite ahorrar. Cualquier pequeño problema, como una enfermedad o la muerte de un familiar, puede terminar con el minúsculo capital que produce. Sin embargo, da respuestas a las necesidades de los ciudadanos. Suple la falta de servicios públicos en muchas ocasiones. Pero, lo más importante, permite que miles de familias salgan adelante en todo el continente. Por eso, más que informal, es una economía de vida, porque la genera y la mantiene.

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