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P. José A. Intuela Sagras desde Maputo (Mozambique)
Sentí que quería ser misionero comboniano leyendo las páginas de las revistas misioneras Além-Mar y Audácia, que nuestra congregación publica en Portugal. Inicié un largo camino de discernimiento y de formación hasta mi ordenación sacerdotal, en mayo de 2014. Mi primer destino fue Chad, país donde he vivido la Misión hasta mi regreso a Mozambique en junio del año pasado. Me destinaron como párroco a la parroquia São Francisco Xavier de Benfica, en la periferia de la ciudad de Maputo, la capital del país. A pesar de que no me lo esperaba, acogí este nuevo servicio con satisfacción. Aunque nunca estuve desconectado de la pastoral parroquial, en Chad trabajé sobre todo en la promoción vocacional y en la formación.
El 29 de julio de 2023 llegué a Benfica para iniciar mi servicio y me sorprendió la enorme generosidad de los parroquianos. No solo se habían movilizado para renovar mi habitación y comprar varios juegos de sábanas, sino que también me prepararon un pastel de bienvenida. Sentí el calor de la acogida que los africanos valoramos tanto. La gente estaba muy contenta porque desde que en 2020 se fue el P. Juan Sánchez Arenas, comboniano español que fue mi formador cuando yo era postulante, no había párroco titular. Veía la alegría en sus rostros y me decía: «Señor, ¿seré capaz de colmar las expectativas de estas personas que confían en mí?». Innumerables veces me he encomendado al Señor durante los meses que llevo aquí para que me ayude a ser un buen pastor.
Durante este tiempo he podido reunirme con todos los responsables de los distintos ministerios y sectores y he podido conocer bien la realidad sobre el terreno. Me encontré con un tren en marcha, por lo que he intentando insertarme en el ritmo de las actividades. La gente y mis compañeros combonianos me han ayudado mucho en este período. Es verdad que soy mozambiqueño, pero he vivido más de 15 años fuera de mi país y, además, soy de Quelimane, una ciudad del centro del país, así que conocía poco la realidad de Maputo. De hecho, sigo teniendo una gran dificultad con las lenguas. Aquí se hablan, sobre todo, changana y ronga, dos lenguas muy parecidas entre sí, pero muy diferentes a las que yo empleo, así que estoy haciendo un esfuerzo para aprenderlas, porque estoy convencido de que el Evangelio debe ser anunciado en el idioma de la gente. De todas maneras, nos valemos del portugués en los encuentros formativos y en la liturgia, aunque algunas lecturas las hagamos en changana y ronga.
Mi llegada a la parroquia coincidió con la renovación de los ministerios que había tenido lugar en mayo de 2023. En la práctica, esto significaba que empezaba a trabajar con un equipo de responsables en su mayoría nuevos. Aunque yo no era el único recién llegado, cargaba con la responsabilidad de ayudarles para que pudieran dar el máximo de sí en las distintas tareas para las que fueron elegidos.
Poco a poco fui tomando nota e identificando los principales desafíos en catequesis, liturgia, formación de los agentes de pastoral, niños, adolescentes, jóvenes y matrimonios. Tenemos consejos parroquiales mensuales y nos centramos en esos ámbitos, para los que proponemos algunas mejoras. A finales del año pasado celebramos una asamblea general parroquial en la que pudimos hacer entre todos un balance de las actividades realizadas y las no completadas, además de identificar las dificultades que ahora se han convertido en prioridades pastorales.
Una de ellas, tal vez la más importante, es la organización de la catequesis. Me propuse seguir de cerca su evolución y animar continuamente a los catequistas para que se impliquen en la causa de formar cristianos convencidos y convincentes. En el ámbito de la liturgia hemos introducido algunos gestos en favor de la belleza y la armonía de nuestras celebraciones eucarísticas y hemos previsto, además, celebrar retiros durante los tiempos fuertes, como Adviento, Cuaresma y otras fiestas significativas.
No puedo tampoco olvidar que vivimos en un país muy joven donde los niños, adolescentes y jóvenes son muy numerosos, se enfrentan a muchas dificultades –tanto espirituales como sociales– y es necesario acompañarlos. En este sentido, nos dimos cuenta de que podría ayudar mucho tener una estructura donde pudieran reunirse e interactuar entre ellos. Vimos que el deporte tiene una fuerza enorme para unir y pusimos en marcha un sencillo campo polideportivo que fue financiado en parte por la Provincia de España de los Misioneros Combonianos, a los que agradezco mucho su generosidad. El objetivo no es solo la práctica deportiva sino atraer a los jóvenes y después proponerles actividades para su crecimiento humano, social y espiritual.
En esta etapa de mi vida misionera, como primer párroco comboniano de origen mozambiqueño de la parroquia São Francisco Xavier, siento una gran responsabilidad pero también mucha alegría. A través de los errores de cada día estoy aprendiendo a ser párroco, intentando transmitir alegría y ayudando en todo lo que puedo. Experimento a diario lo que san Daniel Comboni dijo en Jartum en su homilía del 11 de mayo de 1873: «De día o de noche, con sol o con lluvia…, los ricos y los pobres…, todos tendrán igual acceso a mi corazón». Doy gracias a Dios por poder celebrar mis 10 años de sacerdocio junto a estos hermanos y hermanas del barrio de Benfica.
En la imagen superior, el P. Intuela Sagras, de pie –cuarto por la derecha–, con un grupo de jóvenes de la parroquia São Francisco Xavier, en Benfica. Fotografía: archivo personal del autor.
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