Sudán: Desobediencia civil como respuesta a la violencia militar

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La «masacre» del pasado lunes, como la califican tanto la prensa sudanesa independiente como los movimientos civiles (Alianza por la Libertad y el Cambio) y fuerzas de la oposición, ha marcado un nuevo punto de inflexión en la revolución que los sudaneses comenzaron en diciembre de 2018, y que registró la, hasta el momento, mayor victoria con la dimisión del presidente que les gobernó con mano dura durante 30 años: Omar el Bashir.

 

«Una de mis hijas estaba en la explanada frente a la sede de las Fuerzas Armadas, participando en el sit-in (sentada), como miles de personas, cuando entraron el Ejército y las Fuerzas de Apoyo Rápidas (RSF, en sus siglas en inglés) y arrasaron con todo, disparando a la gente. (Mi hija) Salió corriendo y durante dos días no supe nada de ella. Luego logró llamar a su marido y la localizamos», explica a MUNDO NEGRO por teléfono desde un país europeo Shadia Abdelmoneim, académica y activista especializada en mujer e islam, que hace apenas dos semanas compartía desde esa misma plaza de Jartum la euforia y confianza en que fuera posible una transición pacífica del poder militar al civil en su país.

El pasado lunes la violencia se extendió por varios barrios de la capital sudanesa colapsando los hospitales durante horas. Fotografía cedida por activistas sudaneses.

Nadie puede confirmar cuánta gente quedó retenida en la explanada cuando el Ejército rodeo y cerró el lugar. Los familiares y amigos se están organizando para intentar localizar a los desaparecidos, sin perder la esperanza de que sigan vivos. La violencia del 3 de junio se ha prolongado durante toda la semana, con al menos 110 muertos y más de 500 heridos, según fuentes hospitalarias, una cifra que el Consejo Militar rebaja a menos de la mitad. Varias compañías (Gulf Air, FlyDubai y Egyptair) han cancelado sus vuelos a Jartum y las patrullas de las RSF se han dispersado por los barrios de la capital para detener a los que han participado en las manifestaciones.

«Hay testigos que vieron cómo lanzaban a personas al Nilo con piedras atadas a manos y pies, algunos de ellos estaban vivos. La población ha perdido completamente la confianza, y ya no será posible restablecer un clima de diálogo. No es posible retomar las negociaciones. El poder tiene que pasar de los militares a los civiles directamente, sin condiciones», añade Abdelmoneim, resumiendo la información que recibe a diario de los grupos de la oposición, de jóvenes y de mujeres. Estas últimas, organizadas en el movimiento Future Young Women, han adquirido un papel relevante en la protesta, convirtiéndose en informadoras sobre los movimientos de los simpatizantes de Al Bashir o en soporte logístico para que no faltasen tiendas de campaña, comida y medicamentos en las concentraciones.

«Mujeres, levantaros del suelo. Esta es una revolución de las mujeres». Mural realizado por la artista Alaa Satir en la explanada de la sede de las Fuerzas Armadas en Jartum. Fotografía cedida por activistas sudanesas.

El pueblo sudanés está unido y es consciente de lo que se está jugando. Por eso, ante el anuncio del Consejo Militar de la celebración de elecciones en nueve meses, y el intento de instar a unas nuevas negociaciones «sin restricciones» por parte del general Abdel Fattah al-Burhan, al mando del órgano que lidera la transición, la respuesta que preparan, y que en parte ya está ejecutando la población, es la desobediencia civil pacífica. «Dejar de ir a trabajar, paralizar el país, quedarse en casa. Y si quieren seguir con la violencia tendrán que enfrentarse a ellos mismos», explica Abdelmoneim.

La perseverancia de los sudaneses y las escasas salidas una vez que se ha empleado la violencia, plantean, según la prensa sudanesa, la posibilidad de que se esté produciendo una escisión en la autoridad militar. El general Mohamed Hamdan Dagalo, conocido como Hameidti, jefe adjunto del Consejo Militar, aseguró esta semana que se ha abierto una investigación para aclarar lo ocurrido el 3 de junio, y ha desmentido que vaya a dimitir por la actuación de la RSF, que él mismo dirige.

En los vídeos difundidos por las redes sociales a partir de mensajes de WhatsApp –que sí están consiguiendo burlar la censura– se puede ver la contundencia con la que se disuelven las concentraciones. En las imágenes aparecen hombre vestidos con dos tipos de uniforme, el marrón claro de las RSF y el azul de las fuerzas antidisturbios, pero según ha podido saber MUNDO NEGRO por una fuente desde Jartum, todos pertenecen a las RSF de Hemeti, igual que los Toyota que entraron en la explanada de la sede de las Fuerzas Armadas no llevaban matrícula para no ser identificados. Nos apuntan también que milicias islamistas están colaborando en la contrarrevolución armada para evitar que se convierta en una realidad el «Nuevo  Sudán» que exigen las asociaciones de profesionales, en el que se plantea la división de poderes y que la religión no forme parte del poder del Estado.

 

 

 

 

 

«Sabemos que detrás de la matanza están Al Burham, Hemeti y otros miembros del Consejo Militar como su portavoz, Shamsaldín Kabashi. Pero pedimos a la Unión Europea que asuma su responsabilidad por haber financiado a Hemeti durante años para que combatiera la inmigración ilegal hacia Europa, porque ahora está utilizando estos recursos contra el pueblo sudanés», concluye Abdelmoneim haciendo un llamamiento a los sudaneses en el exilio para que ayuden a romper el bloqueo al acceso a Internet recargando desde el exterior los móviles de sus amigos y familiares, y enviándoles fondos para conseguir electricidad.

La Unión Africana anunció el jueves la suspensión de Sudán como miembro de la institución hasta que no cese la violencia, y amenaza con sanciones al Consejo Militar si no facilitan que el poder pase a los civiles para que exista una verdadera transición. Y Abiy Ahmed, primer ministro etíope, llegó este viernes a Jartum para mediar e intentar frenar la escalada de violencia en la que se encuentra sumido el país.

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