El controvertido legado de Kissinger

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El 29 de noviembre de 2023, con 100 años, moría Henry Kissinger, dejando un legado imborrable en el ámbito de las relaciones internacionales. Nacido en Fürth (Alemania), se erigió en un titán de la política exterior estadounidense, ostentando los cargos de asesor de Seguridad Nacional (1969-1975) y secretario de Estado (1973-1977). Con él, la diplomacia pasó de ser un oficio discreto a uno bajo los focos.

Logró victorias diplomáticas como el reconocimiento estadounidense de China, la distensión con la URSS, la salida estadounidense de Vietnam o la gestión de la Guerra de Yom Kippur. Pero su oposición al comunismo le empujó a apoyar incondicionalmente a dictaduras en el Sur global, independientemente de las atrocidades que cometían. 

En África, Kissinger dejó una huella ensangrentada con su implicación en varios conflictos, desde Nigeria hasta Angola. En el sur, quiso buscar un equilibrio entre la salvaguarda de los intereses estadounidenses, garantizados por las minorías blancas en el poder, y una aparente voluntad de promocionar la democracia y acabar con los sistemas discriminatorios entonces vigentes.  

Sus principales fallos fueron su anticomunismo y su concepción del mundo –arraigada en el legado del Congreso de Viena (1814-1815)– como un lugar donde el equilibrio de poder entre Estados fuertes (y no la justicia) garantiza la legitimidad. En este postulado concordaba con Robert Brasillach, periodista y colaboracionista francés pronazi, que afirmaba que «la historia la escriben los vencedores». Sin embargo, la historia la narran quienes saben escribir y los débiles también aprendieron a hacerlo, poniendo fin a una narrativa unilateral que ensalzó figuras como la de Churchill, cuyo heroísmo frente al nazismo eclipsa sus crímenes coloniales. Las dos caras de Kissinger se conocen públicamente: héroe para algunos, que le entregaron el Nobel de la Paz (1973), es también un criminal impune para otros.

La controvertida figura de Kissinger personificó la postura occidental, dividida entre intereses nacionales y convicciones ideológicas y valores de derechos humanos y autodeterminación. Ante la complejidad del escenario africano, no comprendió que la búsqueda de justicia es lo que moviliza a los pueblos, como tampoco entendió la dinámica de alianzas ideológicas. África fue, con diferencia, el escenario donde el titán más mordió el polvo. Apoyó al somalí Siad Barre en su guerra contra Etiopía y a Jonas Savimbi en Angola, y gestionó de manera calamitosa la guerra de Biafra y el cierre del apartheid. Sus anteojos ideológicos condenaron sus apuestas al fracaso, aunque limitado en algunos casos.

Su mayor legado podría haber sido mostrar que, en relaciones internacionales, los intereses priman sobre la moral y la benevolencia, y que el posicionamiento sobre una u otra idea requiere cautela. Esto es algo todavía más certero en cuestiones africanas, marcadas por crisis migratorias y político-militares y por reconfiguraciones de alianzas, especialmente en una era donde los medios y las redes sociales se han convertido en campo de batallas ideológicas.


En la imagen superior, 28 de abril de 1976. El secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger (de espaldas) conversa con el presidente zaireño, Mobutu Sese Seko, en Kinshasa. Fotografía: Getty

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