El desafío de las viudas

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La tradición condena a estas mujeres en las zonas rurales de Kenia


Texto y fotografías Mercedes Candelas desde Kenia


Aunque la Constitución de Kenia protege los derechos de las viudas, las leyes no siempre se hacen cumplir, particularmente en las zonas rurales, donde se siguen prácticas tradicionales que los vulneran.


Kisumu. Área rural con el lago Victoria al fondo. Entre los luos, las viudas son estigmatizadas y pueden sufrir rechazo social y prácticas como el «sexo por pescado». Estos abusos no son solo dañinos emocional y psicológicamente, sino que las ponen en riesgo de contraer el VIH/sida, muy extendido en la zona. En la imagen superior, Maji Moto. Nashuru repara una manyata. Utiliza barro, paja y excrementos de vaca para tapar las grietas e impermeabilizar paredes y techos. En otras ocasiones vende bisutería o hace el seguimiento a mujeres embarazadas y las ayuda a dar a luz. Por los trabajos diarios que realiza, el kibaru, obtiene algo de dinero y va superando los retos cotidianos. «A veces no tengo dinero para comida o para las tasas escolares de mis cinco hijos y pienso que la vida ha terminado. Pero mi dios, Enkai, me ayuda a seguir».
Kisumu. Oenegés como Nyanam trabajan por la supervivencia, la salud física y mental y los derechos de las viudas. Esta organización imparte talleres y cursos de salud, medios de vida, justicia y liderazgo, así como programas para la educación de los hijos.
Holo. Jacinta posa sentada sobre las raíces de una gran jacaranda cercana a su casa. Cuando enviudó con 22 años y dos niños muy pequeños, su familia política la acusó de haber matado a su marido. Empezaron a pelearse con ella, a quitarle parte de sus tierras, algunas vacas… «Al final, no pude soportarlo más y dejé mi casa para evitar esa clase de conflictos por el estigma de ser viuda. No podía llevarme a los niños, porque la zona del mercado donde fui a vivir no era buen sitio para ellos, así que se quedaron con mi madre, viuda también desde hace 26 años. Fue un duro camino de soledad y pobreza. Como viuda, la primera cosa que puedes hacer es rezar, porque nadie te ayuda, solo Dios». Al cabo de varios años y gracias a la ONG Nyanam y a sus talleres de empoderamiento y justicia social, Jacinta regresó y recuperó su hogar.
Área rural de Nkineji, territorio masái. El paisaje está conformado por grandes euforbias, acacias y manyatas (chozas) diseminadas. Las euforbias son una buena metáfora de la poligamia que rige en la cultura masái, ya que un hombre puede tener varias esposas y cada una de ellas entre 5 y 10 hijos, como la especie vegetal cuando se va ramificando. Si un marido muere deja varias viudas y muchos hijos por cada una de ellas, lo que dificulta su supervivencia.
Kisiam. Josephine se quedó viuda cuando tenía 31 años y tres hijos. «Muchas mujeres de mi comunidad empezaron a insultarme. Me llamaban “ladrona de maridos” y me trataban como a un perro solo por el hecho de ser viuda». Fue sometida a la práctica tradicional de la «herencia de viuda», por lo que fue «heredada» por un hombre, no porque ella quisiera, sino debido a la presión que sufrió por parte de la comunidad. Tuvo dos hijos más y, según comentaba, ese hombre no le aportó ningún beneficio. Al tiempo se marchó y se volvió a quedar sola.
Kisiam. Josephine sostiene las cassavas (yucas) que acaba de recoger en su pequeño huerto. Un trozo de tubérculo y un vaso de té suelen ser el único sustento para su extensa familia, formada por sus cinco hijos, dos nietos de su hija mayor, que está enferma, su cuñada discapacitada y algún sobrino que también tiene a su cargo, ya que el resto de la familia política ha fallecido. «Suelo lavar ropa, limpiar otros hogares o trabajar en el campo para otras familias con el fin de ganar un poco de dinero para sostener a la mía, pero no siempre me llega».
Área rural de Nkineji. Kinyikita, en la entrada de su manyata, sigue con la mirada a su hija mayor, que acaba de llegar de la escuela. «Tengo 30 años y cinco hijos, un chico y cuatro chicas. Era la primera de dos esposas y me quedé viuda hace cinco años. Ha sido una vida muy dura, con muchas dificultades, especialmente para pagar la escuela y comprar alimentos. Siento como si todo estuviera en total desorden. Emocionalmente ha sido muy difícil desde que me convertí en viuda. Sin embargo, mi fe y esperanza en Dios me mantienen en pie».
Maji Moto. Un redil de ganado. La ganadería y la agricultura son fundamentales en la subsistencia de las familias. La mayoría de las viudas en Kenia no tienen derecho a poseer los bienes de su marido fallecido y son desheredadas, a no ser que tengan hijos varones mayores. Las mujeres no cuentan. Ser despojadas de las tierras o no heredar vacas o cabras supone la falta de medios para subsistir, lo que les puede llevar a la pobreza extrema.

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