El ecosistema digital se abre paso

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Las empresas emergentes, una realidad urbana consolidada

Por Carlos Bajo Erro


Hoy en día, en las ciudades africanas se multiplican los retos a la vez que sus habitantes tienen acceso a muchos más servicios, a menudo, de la mano de empresas innovadoras.

En 2025 habrá 100 ciudades africanas con más de un millón de habitantes. En 2050, 14 urbes del continente habrán alcanzado la categoría de megaciudades, es decir, que tendrán más de 10 millones de habitantes. En 2100, Lagos podría llegar a los 88 millones, pudiendo llegar a cuadruplicar su población actual. La letanía siempre suena amenazadora cuando las variables del crecimiento demográfico y la urbanización en África coinciden en el mismo análisis. Las proyecciones, que avanzan escenarios de nada menos que 80 años, ofrecen números inquietantes. Solo números y poco más. Objetivamente, la intersección del crecimiento de las ciudades y del incremento de población es un reto. Pero lo que la proyección o, al menos, la cifra desnuda no transmite es otra realidad: difícilmente, las urbes africanas de 2050 serán como las de hoy; casi con toda seguridad, la vida en esas ciudades no será como lo es hoy. Es decir, la evolución de estos asentamientos no pasa solo por agregar población, las propias ciudades se están transformando y en los últimos años este cambio se ha disparado. Uno de los factores de esta modificación, aunque no el único, es la energía desprendida por los ecosistemas digitales.

Hace una década se desplegó en el continente una fiebre por los proyectos de ciudades tecnológicas. En una carrera por liderar la innovación tecnológica y urbana, en las propuestas parecía primar la espectacularidad que llevaba a presentar dibujos de ciudades situadas en un futuro de ciencia ficción. No aparecían en los diseños que exponían públicamente, pero cualquier espectador se imaginaba coches voladores circulando entre los escenarios que combinaban enormes zonas verdes y edificios singulares de diseños improbables. Konza City, cerca de Nairobi, Hope City en la gran Accra, Ethio ICT a las afueras de Adís Abeba o Diamniadio en la zona de expansión de Dakar, son ejemplo de ello. Con el paso de los años, algunas de ellas han quedado varadas, otras se han ido retrasando y las que se han materializado lo han hecho después de un severo golpe de realidad y, en la mayor parte de los casos, en medio de considerables críticas. Todas ellas se planteaban como parques tecnológicos, ciudades inteligentes y espacios en los que se combinaba con virtuosismo la innovación y la buena vida. Iban a ser los desahogos de ensueño de las grandes ciudades. Y se han convertido, en general, en frustraciones prohibitivas en medio de la nada. Definitivamente, la transformación urbana provocada por la innovación tecnológica no ha elegido ese camino en África. 

El caso de Yaba

En contra de aquel modelo se ha impuesto uno marcado por el magnetismo de la realidad. Los ecosistemas digitales han moldeado su propio entorno urbano, generando una transformación práctica, próxima y relati-vamente espontánea. El ejemplo más claro, seguramente, es el del distrito de Yaba, en Lagos. Es paradigmático porque la secuencia de su desarrollo muestra la capacidad de atracción de las empresas emergentes y, al mismo tiempo, porque se produce, precisamente, en la ciudad con mayor evolución del continente, la capital económica de Nigeria. El que fue un barrio popular de la megaurbe nigeriana albergó el nacimiento del ecosistema innovador de la ciudad, probablemente, el más dinámico y vibrante del continente. 

En este sector se instaló hace algo más de una década el Co-Creation Hub, un centro de innovación completamente revolucionario en su momento, que ha sido uno de los pilares del despertar digital de Nigeria. Llegaron las ideas que se convirtieron en empresas incubadas, aceleradas y tuteladas en el Co-Creation Hub y también las compañías que buscaban la calidez que da la comunidad, sobre todo, cuando promover start-ups todavía era remar contracorriente. Pero la promesa se hizo realidad y el ecosistema digital nigeriano se consolidó y se afianzó en Yaba, hasta el punto de que algunas grandes empresas, que pudieron escoger ubicaciones logísticamente más cómodas, acabaron trasladando sus oficinas al barrio en el que late la vida digital de la ciudad. Tal vez las condiciones urbanísticas no sean las más adecuadas en este vecindario repensado y recreado, pero los protagonistas aseguran que, para los trabajadores del sector, Yaba resulta más cómodo que los nuevos –y exclusivos– distritos de negocios, como Eko Atlantic, diseñados en la isla de Victoria. Yaba no es el único ejemplo de este proceso. Algo similar, aunque quizá no tan acusado, ocurrió en el barrio de Kilimani en Nairobi que, por otra parte, ahora se considera asfixiado por la construcción de grandes edificios que ha desencadenado esa atracción.


Damilola Teidi, directora del Co-Creation Hub de Yaba, distrito de Lagos conocido también como Yabacon Valley. Fotografía: Sally Hayden / Getty. En la imagen superior, perfil de la ciudad de Johannesburgo (Sudáfrica) pintado en un edificio de la ciudad. Fotografía: José Luis Silván Sen


Solución a problemas urbanos

Sin embargo, las principales transformaciones que los ecosistemas digitales impulsan en las ciudades africanas tienen que ver con el acceso a servicios de sus habitantes. Habitualmente, las dificultades de movilidad, la gestión de los residuos o, incluso, la contaminación son algunos de los males asociados a las urbes y, especialmente, a su crecimiento desordenado, que además se agravan con la masificación. La seguridad, el desempleo y la insuficiente disponibilidad de recursos en educación o sanidad aparecen también entre los factores negativos de la urbanización. Precisamente, el entorno de las start-ups y de las empresas sociales innovadoras ofrece soluciones a los retos relacionados con el primer grupo, en lo que ya ha empezado a llamarse urbantech. Mareme Dieng asegura que muchos de los emprendedores están, en realidad, cubriendo los servicios públicos que deberían dar las administraciones pero a los que no llegan. Dieng, responsable de estrategia para África de 500 Global, un influyente fondo de capital de riesgo que invierte en empresas de todo el mundo, añade que los inversores están apoyando masivamente estos proyectos de –urbantech –además de otros sectores del -emprendimiento–, porque ven que hay mucho por hacer y eso supone un amplio mercado potencial disponible.

El ámbito del transporte urbano ha resultado muy atractivo para los emprendedores, para los que se hace evidente que en ese ámbito hay una necesidad que requiere una respuesta. Probablemente, uno de los casos más representativos es el de SafeBoda, una start-up que empezó sus operaciones en Kampala y que ha introducido la planificación en el sector de los mototaxis (popularmente conocidos como boda-boda). La empresa, que ha sufrido algunos tropiezos como un escándalo por la venta de datos de usuarios a terceras compañías o un frustrado intento de entrar en el mercado de Nairobi, se ha extendido y consolidado en -Ibadan, la segunda ciudad más poblada de Nigeria. Precisamente, desde este país, concretamente desde Lagos, se proyecta otra propuesta innovadora. Hace ya siete años que las motos de Metro Africa Xpress (MAX) empezaron a circular en la ciudad revolucionando el sector del transporte más popular, que en la capital económica del gigante africano se conoce como okada. MAX no solo se ha extendido a otras cuatro ciudades del país, sino que ha empezado a producir sus propios vehículos y ha abierto el jugoso melón de la movilidad urbana eléctrica. Desde su nacimiento ha llamado la atención de los inversores por su capacidad de adaptación y por la buena acogida de su servicio.  

Otro sector crucial es el del tratamiento de los residuos. Apoyándose en sistemas técnicos diferentes, pero con el mismo espíritu de mejorar la recogida, ampliar la gestión y reducir la contaminación, al mismo tiempo que se generan recursos, despliegan sus actividades Dispose Green en Accra y su periferia, o la veterana WeCyclers en Lagos. De la misma manera, Mr. Green Africa recoge y procesa plásticos en Nairobi, para darles una nueva vida, igual que lo hace Coliba en Abiyán y en Accra. En este caso, los servicios públicos se entrecruzan con la economía circular.

La transformación urbana llega de la mano de empresas como Paps, por ejemplo, que ha implantado en Dakar y en Abiyán un eficiente sistema de entrega de mercancías. Ante una estructura de reparto como la de esta empresa emergente, que recibe el apoyo de inversores internacionales, el reflejo puede ser pensar en el refuerzo del comercio digital, pero su impacto y su alcance es mayor. No solo el comercio convencional recurre a sus servicios, con lo que se reducen los desplazamientos en la ciudad, sino que además ofrece cobertura, por ejemplo, a las farmacias o a algunas instancias de la administración pública. Este ejemplo demuestra que el impacto de los ecosistemas innovadores en el futuro de las ciudades africanas tiene múltiples variables, algunas tan curiosas como la del problema que resuelve OkHi. Se trata de una start-up keniana que ofrece a los usuarios una dirección postal. Una operación aparentemente tan sencilla como tener una dirección clara y verificada, pero tan poco habitual en la mayor parte de las grandes ciudades africanas, mejora los servicios de entrega de paquetería y de compras en línea, pero también permite acceder a servicios bancarios o ayuda en la respuesta a emergencias médicas. A partir de ahí, la creatividad sigue buscando soluciones sostenibles a los problemas que se presentan.  

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