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Por Enrique J. Rosich desde Doba (Chad)
El próximo 11 de abril hay previstas unas elecciones presidenciales en Chad. Esto, a primera vista, puede parecer un acontecimiento perfectamente democrático. Pero para que pueda haber elecciones tienen que existir candidatos diferentes a los que votar, así como la libertad de hacerlo. Y ambas cosas, por desgracia, no se dan en este país.
El presidente Idriss Déby Itno llegó al poder de manera violenta y por las armas en 1990, y él suele decir que si quieren desalojarlo deberá ser también por las armas. Lleva gobernando con mano de hierro más de 30 años apoyado en el Ejército.
Un estudio de International Crisis Group fechado el 22 de enero lleva por título Los desafíos del Ejército chadiano. Allí se dice con claridad que el llamado «Ejército chadiano» es, en realidad, una tropa étnica. Es decir, la mayoría de los generales son de la etnia -zaghawa que han ascendido en poquísimo tiempo en el escalafón sin formación militar. Esta comunidad, a la que pertenece el propio Déby, representa únicamente el 4 % de la población de Chad.
Este «Ejército» es una fuente de inestabilidad y violencia constante en el país. Los combatientes son intocables y gozan de total inmunidad hagan lo que hagan. Los puestos de mando están en manos de primos, cuñados o parientes del presidente, dejando de lado a los oficiales de otras etnias, aunque estén mejor formados. Esta estructura familiar y tribal en los círculos del poder es la que ha fortalecido al régimen de Déby hasta ahora. Pero es también una muestra de su debilidad: basta un desacuerdo en la familia para que aparezcan fracturas y disidencias difíciles de reparar.
El 28 de febrero varios carros de combate de la guardia presidencial rodearon el domicilio del opositor Yaya Dillo Djerou en Yamena, la capital chadiana. Todos los accesos que conducían a su residencia en el barrio de Karkandjie aparecieron bloqueados por militares. Uno de los blindados hundió el portón e irrumpió en el patio de la vivienda. El ataque se saldó con dos personas muertas –una de ellas la propia madre de Dillo Djerou– y otras cinco resultaron heridas. Él logró escapar.
Pero, ¿quién es Yaya Dillo Djerou? Es un sobrino del presidente y, como él, también es zaghawa. A pesar de los vínculos personales y comunitarios, había presentado su candidatura para las presidenciales, pero en una lista opositora. Como se sentía protegido al ser de la familia, se permitió acusar abiertamente a la primera dama, Hinda Déby, de corrupción y malversación, algo que el presidente no le ha perdonado. En un mensaje difundido a través de Internet, Dillo Djerou ha dicho que «la lucha por la justicia debe continuar para salvar nuestro país. ¡Queridos compatriotas, alcémonos!». Y parece ser que varios generales se han hecho eco del llamamiento de Dillo Djerou y se han pasado a la disidencia. Desde la familia han pedido al sobrino que trate de reconciliarse con su tío Déby, a lo que este ha respondido que cuando le devuelva a su madre viva habrá reconciliación. Mientras, el control gubernamental se ha exacerbado: en marzo el país estuvo varios días sin teléfono ni Internet.
El primer día del mes pasado, Saleh -Kebzabo, el principal opositor y líder de la Unión Nacional para la Democracia y la Renovación (UNDR), anunció que retiraba su candidatura a las elecciones de abril. Justificó su decisión denunciando el clima de inseguridad que rodeará los comicios para todos los miembros de la oposición al régimen. Acusó a Déby de amedrentar al resto de candidatos con el uso de la fuerza. «Estas elecciones son una burla que no estoy dispuesto a seguir apoyando», dijo.
Masra Succès, líder de la formación Los Transformadores, tampoco concurrirá a las elecciones, en este caso porque su candidatura no ha sido aprobada por el Supremo. Economista de renombre y con un fuerte apoyo juvenil, presentó su candidatura el 25 de febrero. Hasta que se produjo el rechazo del Supremo, el presidente Déby ya había hecho lo indecible para impedir que pudiera presentarse. De hecho, se aprobó una ley que limita la edad de los candidatos: quien tenga menos de 40 años no puede aspirar a la presidencia, y Succès solo tiene 38. Se da la paradoja de que el propio Idriss Déby tenía 36 cuando se hizo con el poder. Hoy tiene 69.
Tras lo acontecido en Yamena, Masra Succès ha declarado que «Yaya Dillo ha pagado un precio muy alto, pero cada uno de nosotros va a seguir pagando este alto precio. Este hecho es muy revelador: el país está enfermo. La exclusión de candidatos prepara el camino para la rebelión».
El 10 de marzo, Théophile Bongoro -Bebzoune, candidato de la Plataforma Alliance Victoire, también renunció a presentarse. El Gobierno prohíbe cualquier manifestación de la oposición desde hace ya algunos meses.
El político-militar Movimiento Patriótico de Salvación (MPS), de Idriss Déby, tras una reunión extraordinaria, propuso el pasado mes de febrero al mariscal-presidente como candidato a la presidencia. Y, continuando con la farsa, Déby anunció que, tras haberlo pensado mucho, aceptaba la llamada del -pueblo.
¿Cómo se informa de las elecciones en la televisión nacional? De manera sesgada y manipulada. La mitad del informativo está ocupado por células del MPS de distintos lugares, animando a que Déby sea elegido en la primera vuelta, mientras que los partidos de la oposición brillan por su ausencia. En estas condiciones habrá que elegir entre Déby… o Déby.
Hace falta mucha valentía para presentarse en este país, donde la conquista del poder ha sido casi siempre violenta y más condicionada por el número de combatientes que posea el candidato que por el de eventuales electores que le voten.
Las personas a las que pregunto dudan si ir a votar. No ven alternativa y no hay suspense, ya saben de antemano quién saldrá ganador: el que lleva más de 30 años malgobernando este país. En estas circunstancias, ¿para qué molestarse?
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