Publicado por Chema Caballero en |
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EN BUSCA DE LA NUEVA ARCADIA
El pasado 25 de septiembre, 193 líderes mundiales, reunidos en la sede de Naciones Unidas de Nueva York, se comprometían con 17 objetivos mundiales que tienen como intención erradicar la pobreza extrema, combatir la desigualdad y la injusticia, y solucionar el cambio climático; dándose un plazo de 15 años para conseguirlo. Estos son los Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS), herederos directos de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).
En el año 2000 los países miembros de las Naciones Unidas (ONU) establecieron ocho metas de desarrollo humano, los conocidos ODM, que pretendían alcanzar en el año 2015. Ahora que hemos llegado al final de ese período, es tiempo para evaluar lo que estos han supuesto para África y en qué medida se han cumplido en el continente.
Los ocho ODM pretendían erradicar la pobreza extrema y el hambre, lograr la enseñanza primaria universal, promover la igualdad entre los sexos y el empoderamiento de la mujer, reducir la mortalidad de los niños menores de cinco años, mejorar la salud materna, combatir el VIH/sida, la malaria y otras enfermedades, garantizar la sostenibilidad del medio ambiente y fomentar una alianza mundial para el desarrollo.
Con ellos se diseñó una agenda que marcaba la dirección en la que debería encaminarse la ayuda al desarrollo y la cooperación internacional, al mismo tiempo que definía las prioridades de los países en desarrollo.
Que se haya aprobado una nueva agenda para después de 2015 ya indica que las metas fijadas en el año 2000 no se han alcanzado en su totalidad. Eso no quiere decir que no se hayan logrado avances determinados y beneficiosos para la mayoría de la población africana en campos muy concretos en estos últimos 15 años.
Gracias a los ODM, África ha vivido una aceleración en lo que se refiere al crecimiento económico, ha puesto en marcha ambiciosas redes de seguridad social y diseñado políticas para impulsar la educación y luchar contra el VIH/sida y otras enfermedades. También ha introducido cuotas de mujeres en los parlamentos y otras instituciones, liderando el camino mundial hacia la igualdad de género, y ha aumentado la paridad de género en las escuelas primarias.
Aunque las tasas globales de pobreza en África todavía rondan el 48 por ciento, los hechos indican que todos los países del continente han avanzado en al menos uno de los objetivos. A pesar de ello, todavía queda mucho que hacer para mejorar los niveles de vida de los africanos.
Vamos a examinar más en detalle qué impacto ha tenido cada uno de los ODM en la vida del continente. Lo hacemos siguiendo los datos proporcionados por el Banco Africano de Desarrollo (BAD), la Comisión Económica de las Naciones Unidas para África (CEPA), la Unión Africana (UA) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en su análisis sobre los ODM.
Lucha contra la pobreza extrema
Quizás uno de los principales logros del continente en los últimos 15 años haya sido la reducción de la pobreza extrema. De forma lenta y con un riesgo real de que la tendencia se revierta, África –excluyendo el norte del continente– ha bajado los niveles de pobreza desde un 56,5 por ciento en 1990 a un 48,4 por ciento, una reducción de 14 puntos porcentuales. La buena noticia se ve empañada, ya que la meta propuesta por los ODM era reducir la pobreza el doble, un 28,25 por ciento, por lo que África se queda corta en este objetivo. Los esfuerzos varían según los países: la pobreza se redujo en 24 de los 30 países africanos de los que se disponen datos, mientras que aumentó en seis.
África ha experimentado un fuerte crecimiento económico desde 2001, con un promedio de un 5 por ciento, muy por encima de la media mundial, que se sitúa en el 3 por ciento. Sin embargo, este no se ha traducido en crear oportunidades de empleo decente para la mayoría de la población.
Las industrias extractivas, sobre todo de minerales, petróleo o gas, representan el mayor porcentaje de ese crecimiento. De hecho, el empleo en proporción a la población ha disminuido del 57,7 al 44,4 por ciento. El continente tiene una alta tasa de desempleo que suele quedar oculta por la fuerza de la economía informal. Son muchos los africanos que viven de empleos vulnerables que se encuadran en esta área.
Además, las tasas de desempleo femenino y juvenil son mucho más altas que las de los varones adultos. Responder al desafío del paro juvenil es vital para el continente africano. Este es, quizás, uno de los principales escollos encontrados a la hora de cumplir los ODM.
Desastres naturales y conflictos recurrentes obstruyen el camino hacia la seguridad alimentaria. Un 25 por ciento de la población africana sigue padeciendo hambre y malnutrición. Esto se traduce en que desde 1990 solo ha habido una mejora de 8 puntos. Los conflictos persistentes en África central y las condiciones climáticas desfavorables –con períodos de sequías o inundaciones– continúan ejerciendo presión sobre la seguridad alimentaria y la nutrición.
Además, no podemos olvidar que la epidemia de ébola que han sufrido Guinea, Liberia y Sierra Leona ha hecho aumentar el precio de los alimentos en estos tres países y en las naciones vecinas, lo que amenaza con empujar por debajo del nivel mínimo de consumo de energía alimentaria a muchas personas del occidente africano.
El objetivo educativo, más cerca
África está cercana de lograr la plena escolarización en Primaria (ODM 2). Desde 2000, los países africanos se están tomando en serio este objetivo. Ya en 2012, Argelia, Benín, Cabo Verde, Camerún, Mauricio, República de Congo, Ruanda, Sudáfrica, Túnez y Zambia registraron una matriculación de más del 90 por ciento en la educación básica. En general, la mayoría de los países del continente han logrado avances significativos en este campo. Quedan algunas lagunas como los menores con discapacidad, los niños afectados por conflictos, la población nómada y algunas minorías étnicas.
Solo seis de cada diez alumnos completan la Primaria y pocos países están prestando atención al abandono escolar. Ghana, Marruecos, Ruanda o Tanzania son los únicos con programas específicos para darle respuesta.
Las altas tasas de matriculación en las escuelas primarias auguran un impulso de la alfabetización de los jóvenes. Esta ha mejorado notablemente para el segmento de los 15 a los 24 años gracias al mayor acceso a la educación. Solo Níger, Chad y Costa de Marfil presentan tasas por debajo del 50 por ciento de alfabetización juvenil. Casi el 60 por ciento de los países africanos han alcanzado al menos una tasa del 75 por ciento. Los mejores han sido Argelia, Botsuana, Guinea Ecuatorial, Sudáfrica, Suazilandia y Túnez, donde hay tasas superiores al 95 por ciento.
También se ha conseguido una mejora de la matriculación de niñas, acentuando así la paridad de género en la educación (ODM 3). África occidental, seguida de África del norte son las dos regiones donde más se han igualado los números. Poco a poco se está caminando hacia la paridad en la educación. Solo África central queda más rezagada en este objetivo.
En cuanto a la igualdad de salarios entre mujeres y hombres no se puede decir que se vean grandes avances. En el sector agrícola tradicionalmente ha existido una igualdad de participación y de reparto de beneficios. Sin embargo, en el sector servicios o el industrial no es así. Además, una cultura imperantemente patriarcal y machista impide que los pasos dados hacia la igualdad en este campo hayan llegado a buen fin.
Todo lo contrario sucede en el área de la representación de las mujeres en los parlamentos nacionales, donde África lidera el camino. La presencia de mujeres en las cámaras legislativas del continente ha aumentado un 15 por ciento desde 1990, un punto por encima de la media mundial. Por zonas, el norte de África arroja las cifras más bajas, mientras que Ruanda es, sin duda, el país que tiene el porcentaje más alto de parlamentarias.
Salud materna y medioambiente
En los últimos 15 años, África ha experimentado un impresionante progreso en la reducción de la mortalidad infantil. Una vez más, existe gran desigualdad entre países, mostrando algunos de ellos un progreso muy lento o, incluso, un estancamiento a la hora de bajar estas tasas. También hay gran diferencia entre las zonas urbanas y las rurales, ya que en estas últimas es más difícil el acceso a la salud y a los cuidados para los recién nacidos.
África, aunque sigue siendo la región del mundo con mayor tasa de mortalidad materna, ha progresado mucho en este campo, a pesar de que solo cuatro países –Cabo Verde, Guinea Ecuatorial, Eritrea y Ruanda– la han reducido en más del 75 por ciento, como perseguían los ODM. A ello contribuyen, entre otros factores, la baja proporción de partos asistidos por personal sanitario, las altas tasas de embarazos juveniles y las dificultades de acceso a los programas de planificación familiar. Por todo ello, el objetivo que preveía el acceso universal a la salud reproductiva queda muy lejos de ser una realidad.
Las estadísticas muestran una tendencia a la baja en las cifras de VIH/sida, malaria y tuberculosis. La intervención de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los programas desarrollados por ella han jugado un papel fundamental en este descenso: en el caso de la tuberculosis el uso del tratamiento acortado (DOTS); en el de la malaria el recurso a insecticidas, mosquiteras y la introducción de la artemisinina; o el acceso a los antirretrovirales por los pacientes de VIH/sida han marcado una gran diferencia. Sin embargo, África todavía registra la mitad de todos los casos y muertes atribuidas a estas tres enfermedades a nivel mundial.
Es difícil hacer una clara evaluación del objetivo que preveía garantizar la sostenibilidad del medio ambiente. Las emisiones de dióxido de carbono se producen principalmente en los países desarrollados, mientras que África sufre las consecuencias del cambio climático. Entre 1990 y 2010 solo 16 países del continente redujeron sus emisiones de dióxido de carbono, mientras que 38 las aumentaron.
Parece que la mayoría de países africanos está en el buen camino para reducir el consumo de sustancias que agotan el ozono, aunque algunos de ellos registraron un incremento en los últimos años.
También ha aumentado la proporción de zonas terrestres y marinas protegidas: 32 países africanos han alcanzado ya el objetivo de salvaguardar al menos el 10 por ciento de su territorio y sus áreas marítimas. En 1990 solo había 19.
Agua potable y saneamiento
Tratamiento aparte requiere el objetivo que preveía reducir a la mitad el porcentaje de personas sin acceso sostenible al agua potable y a los servicios básicos de saneamiento. Hoy día, solo una cuarta parte de la población africana –la más baja del mundo– tiene acceso a una fuente mejorada de agua potable. Además, solo el 16 por ciento de la población recibe agua potable canalizada. Aquí también hay grandes diferencias entre el mundo urbano y el rural.
Las bajas condiciones de las que se partía, combinadas con el fuerte incremento de población que experimenta el continente, explican la dificultad de conseguir este objetivo. La proporción de personas con acceso a mejores servicios de saneamiento –excluyendo el norte de África donde se llega al 91 por ciento– solo ha aumentado ligeramente. Esto resulta especialmente preocupante en los suburbios de las grandes metrópolis.
En relación al último de los ODM, que preveía fomentar una alianza mundial para el desarrollo, podemos señalar que el comercio y las exportaciones africanas se ven cada día más perjudicadas por las medidas proteccionistas de los países del norte. Sin embargo, donde sí se ha conseguido un gran avance es en el campo tecnológico. La palma se la lleva la telefonía móvil, que ha llegado a todos los rincones del continente, cuando en 1990 solo cuatro países la tenían. Hoy día, 81 de cada 100 habitantes tiene un teléfono móvil en África.
Es importante recordar que este instrumento ha cambiado la vida de muchas personas y comunidades, sobre todo en sectores como la banca, el activismo político y social, la educación, el entretenimiento, la gestión de desastres, la agricultura o la salud. También crece el promedio de personas que utiliza Internet.
Perspectivas para el futuro
Podemos concluir que África ha avanzado notablemente en la consecución de los ODM y que ha logrado resultados muy importantes, satisfaciendo algunas de las metas propuestas hace 15 años. Pero todavía queda mucho por hacer para poder decir que los ha cumplido.
También podemos constatar que a pesar de los logros alcanzados, África no ha variado su posición en el mundo: sigue siendo el continente más atrasado. Quizás sea por esto que muestre tanto entusiasmo ante los ODS.
Esta nueva agenda de desarrollo no solo tiene en cuenta las consecuencias de la pobreza sino también sus causas. Su proceso de elaboración ha sido mucho más inclusivo, participativo y transparente que el de los ODM, a pesar de que en los días previos a su aprobación hubo varias reuniones secretas donde las grandes multinacionales impusieron una serie de criterios que han sido recogidos en el documento final.
Muestra de la importancia dada por los distintos países africanos a los ODS es que la Unión Africana (UA) elaboró un documento, el llamado Common Africa Position (CAP) on the Post 2015 Development Agenda que recogía las prioridades de desarrollo del continente. Muchas de las propuestas contenidas en él se ven reflejadas en los 17 ODS y sus 169 metas. Por tanto, esta nueva agenda se presenta como una gran oportunidad para acelerar la trayectoria del desarrollo en África. Sin embargo, es posible que el dinero se presente, una vez más, como el gran obstáculo para su cumplimiento.
El Comité Intergubernamental de Expertos sobre la Financiación del Desarrollo Sostenible ha estimado que el coste de proporcionar una red de seguridad social para erradicar la pobreza extrema estaría alrededor de 66.000 millones de dólares al año, mientras que las inversiones anuales para la mejora de algunas infraestructuras básicas (agua, agricultura, transporte, energía…) podrían suponer unos 7 billones de dólares en todo el mundo, por poner solo algunos ejemplos.
El citado comité afirma que las aportaciones de las finanzas públicas y la ayuda internacional son esenciales para el cumplimiento de los ODS, pero también insiste en que el dinero generado por el sector privado, a través de las reformas fiscales y la lucha contra el tráfico ilícito de capitales y la corrupción, son igualmente imprescindibles.
La conferencia sobre la financiación de los ODS celebrada en Adís Abeba, capital de Etiopía, en julio, no consiguió despejar la duda de si habrá suficiente dinero para cumplir estas nuevas metas.
Las ONG critican que los medios financieros puestos a disposición de los ODS son los que ya existían y que fueron ineficaces a la hora de hacer realidad los ODM. Por eso, muchas piensan que estos nuevos objetivos de desarrollo pueden quedarse a mitad de camino si no se establecen profundas reformas financieras a nivel mundial y se habilita más dinero para su implementación.
Es decir: por ahora sabemos lo que queremos conseguir pero ignoramos cómo haremos.
El próximo mes de enero, entran en vigor los ODS y todavía tenemos demasiadas cosas por aclarar, por lo que solo nos queda esperar que la buena voluntad de gobernantes y sociedad civil les den el impulso necesario para llegar a buen término y ser realmente una herramienta de cambio y desarrollo, de manera especial en África.
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