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Por Samuel Abem y Adams Bodomo
Ghana, conocida en el continente como la Estrella Negra de África, está sufriendo mucho la crisis económica actual. La inflación general ha crecido hasta el 54,1 %, con la de los alimentos en el 59,7 % según datos confirmados por el Banco de Ghana y el Servicio Estadístico y el Parlamento ghaneses. Además, se prevé que la deuda del país supere el 100 % de su PIB si no se tiene cuidado por evitarlo –su tasa oficial, por ahora, es del 93,5 %–. Con este panorama, ¿puede esta estrella africana cumplir el papel que le asignaron de servir de inspiración política, económica y cultural del continente? Para contestar a esta pregunta, hay que analizar los contextos sociopolíticos y socioeconómicos actuales.
Con una deuda pública de 575.000 millones de cedis (unos 43.200 millones de euros) y una moneda local débil frente al euro (el pasado 14 de abril, un euro equivalía a 11,90 cedis), el FMI ha señalado que su economía es insostenible. La recomendación institucional de que el Gobierno negocie con banqueros, acreedores e inversores era inevitable, pero esta situación le está llevando a tener que enfrentarse a pensionistas y tenedores de bonos individuales, muy disgustados por tener que cargar con la peor parte de un endeudamiento irresponsable y peligroso.
Ghana fue el primer país subsahariano en independizarse, el 6 de marzo de 1957, del dominio colonial británico. Cuando terminó la Guerra Fría, en 1989, Ghana se convirtió en un oasis de paz dentro de África occidental, marcando el paso al resto del continente como modelo de transición hacia la democracia y la estabilidad política. Por entonces, la mayoría de los países africanos estaban bajo dictaduras militares. Ghana, dotada de un capital humano instruido, instauró la Cuarta República, que hoy perdura, y camina ya hacia su octavo Gobierno, sentando otro precedente a nivel regional y continental.
Si nos retrotraemos unas décadas en el tiempo, el fundador de Ghana, Osagyefo Kwame Nkrumah, ganó en 1951 las elecciones desde la cárcel, y poco después, en el 52, el Gobierno colonial británico le nombró jefe de Asuntos Gubernamentales, lo que le permitió conocer la arquitectura del Gobierno colonial británico, sus políticas económicas y las ideas que las impulsaban. Nkrumah quiso cambiar toda la estructura del Gobierno colonial, que en ese momento trataba al país como enclave para el comercio de productos básicos. Toda la arquitectura gubernamental, las políticas económicas y sus ideologías estaban enfocadas a entender la Costa del Oro como un medio, limitándose prácticamente a la industria extractiva de productos primarios sin valor añadido que se exportaban, sobre todo, a Reino Unido.
A partir de 1952, Nkrumah emprendió un proyecto de reconstrucción radical, cuya ambición no tenía precedentes en el continente. Su modelo fue denominado por el economista egipcio Samir Amin como una «economía autocéntrica». La opinión general es que antes del golpe de Estado –que provocó su caída– y de la Primera República, el 24 de febrero de 1966, Ghana se había transformado por completo. Con 150 nuevas industrias para sustituir la economía exportadora de los europeos, Ghana estaba casi preparada para arrancar una industrialización media y pesada. La Administración había cambiado, y el efecto dominó en el campo político estaba transformando al resto de África.
Pero tras el golpe de 1966, se sintieron los efectos de los Gobiernos militares, interrumpidos brevemente por la Segunda (1969-1972) y Tercera (1979-1981) repúblicas. Este período entre la Primera y la Cuarta República provocaron decadencia económica, inestabilidad política y debilidad de las instituciones estatales. Todo esto favoreció la corrupción en círculos gubernamentales y en la Administración pública. Todos los sectores, especialmente la educación y la salud, quedaron bajo mínimos. El país entró en lo que se conoce como «estancamiento de desarrollo» o la «década perdida» en el desarrollo africano.
Los retos vigentes en el momento del golpe de Estado que sacó del poder a Nkrumah, sobre todo los que no se llegaron a afrontar entonces, siguen sin resolverse y forman parte de las tareas que tanto los Gobiernos actuales como los próximos tendrán que abordar con voluntad y coraje político. El dominio de la economía por parte de los europeos se ha restablecido. A día de hoy, Ghana depende de una industria de plantaciones de cacao que pertenece a extranjeros, como también depende de los ingresos y las regalías de multinacionales propietarias de empresas de perforación petrolífera y de minas de oro.
El país no priorizó los planes para no depender tanto de los productos venidos de fuera. En la actualidad Ghana importa ropa, medicinas, productos farmacéuticos y agrícolas…, lo que aumenta el déficit de la balanza de pagos. La fabricación y el procesamiento de las materias primas se siguen realizando en industrias de América, Asia y Europa, dejando al país el papel de centro de distribución de África occidental.
La agricultura, pilar de la economía, emplea directamente al 68 % de la población. El colapso del Servicio de Extensión Agrícola –creado en los 80 bajo el paraguas del Programa de Ajuste Estructural del FMI– dejó un sector ineficiente. Con muchos problemas identificados en la producción agrícola en Ghana, uno de los principales es la pérdida que se produce tras la cosecha, y que representa entre el 20 % y el 50 % de la producción anual en la cadena alimentaria. El impacto de la llamada oruga militar, por ejemplo, acaba con grandes extensiones de tierra de cultivo, perjudicando especialmente la producción de maíz. Esta pérdida podría abordarse con inversiones en agroprocesamiento.
Por otra parte, si el enfoque fuera adecuado, la producción ganadera en Ghana tendría potencial para satisfacer las necesidades proteínicas del país y para exportar a países como China, que a día de hoy domina en la cadena de suministros de productos elaborados en Ghana.
Los objetivos y previsiones del FMI entre 2017 y 2019 se cumplieron positivamente. Ese fue el período dedicado a completar el acuerdo de credibilidad de políticas y asistencia técnica alcanzado en 2016 entre la institución internacional y Ghana. Después de numerosas consultas entre las partes implicadas, se buscaron soluciones autóctonas a través de un instrumento conocido como el Foro Senchi, que congregó en 2014 a 140 ghaneses procedentes de diversos ámbitos para encontrar un consenso nacional de cara a la transformación social y política del país. Sin embargo, el Gobierno de Akufo-Addo finalizó prematuramente el programa después de beneficiarse de los resultados de esas inversiones. El día que Ghana se «independizaba» del FMI se celebró una gran fiesta organizada por Ken Ofori-Atta, primo del presidente y ministro de Finanzas. El tiempo y las circunstancias actuales revelan que la cancelación del programa del FMI no fue una decisión acertada.
El Gobierno de John Dramani Mahama (2012-2016) invirtió en el sector energético y cosechó cierto éxito en controlar la inestabilidad del suministro eléctrico, aunque en el país existe un debate político sobre si fue la Administración de Mahama o la de Akufo-Addo la que abordó el problema.
El Gobierno del primero apostó también en otras áreas como la rehabilitación de puertos y muelles, la construcción de aeropuertos y líneas ferroviarias, la expansión de carreteras para mejorar los tiempos empleados por viajeros y transportistas, la construcción de dos grandes represas de riego en la región Alta Oriental, o la construcción de viviendas públicas e instalaciones educativas y médicas.
Los ghaneses irán a las urnas el 7 de diciembre de 2024. Ni el Congreso Democrático Nacional ni el Nuevo Partido Patriótico, los dos principales rivales políticos desde el nacimiento de la Cuarta República, han nombrado todavía sus candidatos presidenciales, pero el expresidente John Dramani Mahama, ha confirmado su intención de presentar su candidatura por la primera de las formaciones. Sea quien sea el candidato de la segunda, tendrá una difícil tarea al enfrentarse a Mahama.
¿Sigue siendo Ghana la Estrella Negra de África capaz de liderar al continente? Políticamente, con una democracia estable durante las últimas tres décadas, muchos países pueden mirar a Ghana en busca de inspiración. Económicamente, sin embargo, el país no ha cumplido ese propósito, y ha quedado detrás de países como Costa de Marfil, Senegal, Botsuana o Ruanda, que mantienen una próspera economía.
Para que Ghana recupere su posición como faro del panafricanismo a nivel político y económico, necesita que se produzcan reformas drásticas o, incluso, un reinicio total.
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