«Es la voluntad de Dios»

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Sierra Leona reelige a Julius Maada Bio en medio de una grave crisis económica


Las divisiones étnicas, la crisis económica, las sospechas de irregularidades en los comicios y la corrupción institucionalizada no han lastrado la candidatura de Julius Maada Bio, reelegido presidente de Sierra Leona para los próximos cinco años.

El actor Idris Elba la lio en redes sociales. El 30 de junio, el británico publicó un tuit en el que felicitaba al presidente Julius Maada Bio por su reelección y a los ciudadanos de Sierra Leona por haber votado pacíficamente. También reconocía la gran división política que caracteriza al país y pedía que esta se transformase para lograr un futuro mejor para Mama Salone (como se denomina en krio el pequeño estado de África occidental). En los últimos años, -Elba ha visitado varias veces el país y siempre se le ha visto en compañía del presidente Bio. Ha prometido grandes inversiones en la zona de Shebro Island, donde nació su padre, que hasta el momento no se han materializado.

Las reacciones no se hicieron esperar. Los partidarios del Sierra Leone People’s Party (SLPP) se congratulaban por la felicitación. Los del derrotado Samura Kamara, del All People’s Congress (APC), hablaban de robo de la democracia. Este es el argumento que ha utilizado la oposición para cuestionar la limpieza del proceso electoral y los -resultados.

El 24 de junio, Sierra Leona celebró sus quintos comicios democráticos tras el final de la guerra (1991-2002). Una vez más, la división étnica se hizo visible en el voto. Los mendes y shebros, que habitan en el sur y parte del este del país, tradicionalmente, se alinean con el SLPP. Temnes, limbas, lokos, kurankos y mandingas, que se reparten el norte, con el APC. Los konos, dueños de las regiones diamantíferas del este, suelen aliarse con uno u otro según les convenga. En esta ocasión ha sido con el ganador. En la capital, Freetown, donde junto a los krios (descendientes de los libertos que fundaron la ciudad) vive gente procedente de todas las regiones –la mezcla ha desdibujado, en gran parte, las fronteras étnicas–, el voto ha estado muy dividido.

Las acusaciones de -discriminación contra un pueblo u otro, según el partido que esté en el poder, es una constante de la vida pública -sierraleonesa. Los líderes de una y otra formación se encargan de fomentar estas quejas para mantener la tensión y generar nuevos adeptos. Y algo de verdad hay en ello. El partido en el poder tiende a beneficiar a sus seguidores y castigar a los de la oposición: planes de desarrollo y mejoras en infraestructuras se centran en sus bastiones.


Un coche con una ventanilla rota frente a la sede del APC. Fotografía: John Wessels / Getty

Retos sociales

Esta especie de voto cautivo se ha impuesto al malestar que vive el país, hundido en una fuerte crisis económica y social. El 60 % de los jóvenes sierraleoneses están en paro. Además, casi dos tercios de la población vive bajo el umbral de la pobreza. En los cinco años de la primera legislatura de Bio la economía se ha hundido. Pocos años después de la epidemia de ébola (2014-2015) llegó la pandemia del coronavirus. En la actualidad, los efectos de la guerra de Ucrania y una deuda externa galopante se han unido a esta cadena de crisis. En los últimos meses, la inflación ha alcanzado el 42,7 %, y el precio de los alimentos se ha duplicado, al igual que el coste de los combustibles. 

Otro de los graves problemas a los que se enfrenta el país es la -desigualdad de género. En los últimos años se han conseguido pequeños avances en este campo con la aprobación de algunas leyes. Sin embargo, son muchas las mujeres que continúan sufriendo marginación y discriminación, particularmente en las áreas de educación, empleo, participación política y justicia social. Sierra Leona presenta altas tasas de matrimonio infantil, embarazos adolescentes y mutilación genital femenina. También la violencia de género perpetrada contra mujeres y niñas sigue siendo uno de los problemas más -frecuentes. 

Los ciudadanos son asimismo muy conscientes de que la corrupción es otra de las características de Sierra Leona. Los funcionarios hacen la vista gorda para que empresas extranjeras saquen las riquezas del país, como la pesca, la madera o los diamantes. Pero también de la que se sucede en el día a día. Policías, soldados, enfermeros, maestros… que no son pagados regularmente, exigen «propinas». Numerosos músicos la denuncian en sus canciones y la gente tararea sus estribillos. Se culpa al Gobierno de este mal y hay mucho enfado.


Un seguidor de Julius Maada Bio celebra los resultados de las elecciones en Freetown. Fotografía: John Wessels / Getty

A pesar de todo, sigue Bio

Todo ese malestar dio lugar a fuertes protestas ciudadanas durante agosto de 2022. La Policía respondió con violencia. Al menos 27 civiles y seis agentes del orden murieron. Pero los sierraleoneses parecen haber olvidado todo eso y han elegido la continuidad optando por Bio para otros cinco años. Recibió el 56,17 % de los votos. El antiguo militar de 59 años, que participó en varios golpes de Estado en los 90, acudió a la cita electoral en alianza con el tercer partido del país, Gran Coalición Nacional (GCN), de Kandeh Yumkella, un susu del norte de Sierra Leona que ha sido nombrado vicepresidente. Su principal oponente, Samura -Kamara, de 72 años, antiguo ministro de Asuntos Exteriores y de Economía, consiguió el 41,16 %.

Hay un dicho sierraleonés que se aplica a las elecciones: «Na dae same taxi, na different driva» (mismo taxi, diferente conductor). Hace referencia a que los políticos prometen muchas reformas y mejoras durante la campaña electoral y una vez que llegan al poder aplican las mismas políticas que sus predecesores, las cuales consisten en buscar la mejor forma de enriquecerse.

Esta vez, los sierraleoneses han decidido no cambiar de conductor y, a pesar del malestar y las críticas, han votado a Bio para otros cinco años. El reelegido presidente juró su cargo inmediatamente después de que los resultados fueran anunciados y aseguró que la democracia había triunfado una vez más.

La oposición no lo ve de la misma forma. Piensa que le han robado las elecciones. Kamara lo expresó en un tuit: «Rechazo categóricamente el resultado anunciado por la Comisión Electoral». El APC llevaba tiempo sembrando dudas sobre la imparcialidad de los comicios. Ya en 2021, impugnó el nuevo censo de la nación porque supuestamente aumentaba significativamente la población de los baluartes del SLPP y disminuía la de las áreas de apoyo al APC. Más tarde, en diciembre de 2022, expresó su preocupación porque, según ellos, tanto el registro como la verificación de votantes habían sido diseñados y empleados deliberadamente para privar de su derecho al voto a una determinada sección del electorado. En los días previos a los comicios, utilizó las redes sociales para difundir este tipo de mensajes. Llegó a afirmar, por ejemplo, que el 90 % de los empleados en la Comisión Electoral para Sierra Leona (ECSL, por sus siglas en inglés) son mendes, lo que facilitaría, en su opinión, fraudes electorales a favor del SLPP. 

Estas acusaciones se transformaron en violencia días antes de la cita con las urnas. Una excepción a la relativamente pacífica campaña -electoral. Muy distinto a lo que había sucedido en comicios anteriores. Por eso, el 24 de junio se votó con miedo a que surgieran enfrentamientos entre los partidarios de los distintos partidos. Pero nada de eso sucedió. El voto fue pacífico.


Bio en el colegio electoral el pasado 24 de junio. Fotografía: John Wessels / Getty

Sin aceptación de los resultados

Cuando la ECSL, finalmente, anunció los resultados, el SLPP había conseguido el 60 % de los escaños en el nuevo Parlamento, con 81 diputados. El APC, por su parte, obtuvo 54. La buena noticia para la oposición es que retiene la alcaldía de Freetown, donde Yvonne Aki-Sawyer revalidó el mandato, con el 51,36 % de los -votos. 

El APC también cuestionó el recuento de votos. En un comunicado emitido el 26 de junio condenó una supuesta opacidad del proceso. Señaló la falta de información sobre de qué colegios electorales y distritos provenían las papeletas. Y concluyó que «no aceptamos esos resultados falsos y manipulados». En una última declaración ha afirmado que no participará en ningún nivel de gobierno, incluyendo el poder legislativo y los consejos regionales, que también se eligieron el 24 de junio. 

Mientras los políticos se enzarzan en sus disputas, los sierraleoneses parecen haber pasado página. La expresión que mejor resume el fatalismo de este pueblo, «God dea» (es la voluntad de Dios), se ha impuesto una vez más. La calma ha regresado a las calles. La vida se ha reanudado. Los jóvenes siguen buscando trabajo. Nada ha cambiado y nada parece que vaya a cambiar para la mayoría de los sierraleoneses.

Idris Elba deseaba que la división se convirtiera en fuerza para que el país salga de su estancamiento. Pero no va a ser así. Cada uno se mantiene en su territorio. El pueblo en su resiliencia y los políticos en las nubes. 



PARA SABER MÁS

Por Óscar Mateos

Sierra Leona se ha dado a conocer casi siempre a partir de la guerra que sufrió en la década de los 90. El país recibió una atención mediática y bibliográfica extraordinaria que han llevado a que, más de dos décadas después del fin de la violencia armada, siga siendo sinónimo de guerra. No solo eso. Aquel conflicto es, seguramente, uno de los que más clichés y simplificaciones han sufrido de los acontecidos en el continente africano. Películas como Diamante de sangre (Edward Zwick,2006) o ensayos periodísticos como La anarquía que viene (Ediciones B, 2000), del estadounidense Robert D. Kaplan, son productos de esa visión perniciosa que acabó reduciendo la violencia en Sierra Leona a una cuestión de diamantes o de odios ancestrales y que hay que observar con suspicacia.

La noticia positiva es que podríamos elaborar un monográfico con toda la buena bibliografía que ha analizado, desde perspectivas muy diferentes, la violencia armada en esta antigua colonia británica. Como voces expertas, procedentes en su mayoría de la Universidad de Sierra Leona, merece la pena tener en cuenta, por ejemplo, obras como Between Democracy and Terror. The Sierra Leonean Civil War (Codesria, 2000), editado por Ibrahim Abullah, o bien A Dirty War in West Africa: The RUF and the Destruction of Sierra Leone (Indiana University Press, 2005), de Lansana Gberie. Las voces sierraleonesas aportan un conocimiento exhaustivo de los factores históricos que desencadenaron la guerra, además de su experiencia personal con algunos de los que iniciaron lo que después se convertiría en el Revolutionary United Front (RUF). Otros dos títulos de referencia, en este caso de autores británicos y editados ambos por James Currey, son Fighting for the Rain Forest (1996), de Paul Richards –antropólogo afincado en Sierra Leona desde hace décadas–, y Conflict and Collusion in Sierra Leone (2005), de David Keen, seguramente el análisis más exhaustivo que se ha realizado sobre los diferentes factores que llevaron al inicio de la guerra en 1991. En un plano más doméstico, son ineludibles dos obras cuyas historias giran en torno a la tarea que Chema Caballero realizó en este país con la desmovilización y reinserción de los menores soldado: Salvar a los niños soldados. La historia del misionero Chema Caballero en Sierra Leona (Debate, 2004) de Gervasio Sánchez, e Isla África (Seix Barral, 2001), del tristemente fallecido Ramón Lobo.

Sierra Leona volvió a concitar un debate intenso como consecuencia de la crisis del Ébola que afectó sobre todo a este país entre 2014 y 2016. Las obras más recomendables proceden de autores que han huido de simplificaciones y han tomado en consideración la historia, la antropología o las voces locales. A este respecto, vale la pena señalar Understanding West Africa’s Ebola Epidemic: Towards a Political Economy (2017), obra de académicos de la Universidad de Sierra Leona como Ibrahim Abdullah e Ismail Rashid; Ebola: How a People’s Science Helped End an Epidemic (2016), de Paul Richards –ambos en Zed Books–; o Detrás del ébola. Una aproximación multidisciplinar a una cuestión global, que coedité junto a Jordi Tomàs Óscar (Bellaterra, 2016).

Acabamos con dos recomendaciones alejadas del ensayo político. La primera es The Devil that Danced on the Water (Grove Press, 2003), novela de una de las escritoras de origen sierraleonés de mayor renombre, Aminatta Forna, que indaga en el asesinato de su padre en plena dictadura de Siaka Stevens en la década de los 70. La segunda es la película Amistad (Steven Spielberg, 1997), sobre la abolición de la esclavitud a mediados del siglo XIX y que tiene a España y a un grupo de esclavos sierraleoneses como protagonistas de una historia real. Finalmente, para seguir la actualidad política son recomendables los perfiles de X (Twitter) del periodista sierraleonés Umaru Fofana, o del antropólogo sueco, con gran experiencia en Sierra Leona, Matts Utas.



 

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