Gladys Ngetich

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Ingeniera aeroespacial



Sorprende –y no poco– que una mujer que ha dedicado horas y horas a optimizar el funcionamiento de los reactores que propulsan los aviones se obstine en volver la vista atrás para  recordar cuáles son sus orígenes. Es curioso que quien te explica cómo interactúan los cuatro componentes de un motor a reacción, cite casi de memoria el discurso de graduación que pronunció Steve Jobs en la Universidad de Stanford en 2005: «No puedes conectar los puntos mirando hacia adelante. Solo puedes conectarlos mirando hacia atrás. Tienes que confiar en que, de alguna manera, los puntos se conectarán en el futuro». 

En este contexto, cuando todavía no hemos citado su nombre, es cuando empiezan a cobrar sentido las palabras de la keniana Gladys Ngetich. En la página web de la fundación que lleva su nombre, la ingeniera aeroespacial apunta a sus orígenes: «Soy el producto de un pueblo que me ha apoyado en todo mi proceso educativo». 

Ese marco conceptual se geolocaliza en la pequeña aldea de Amalo, en pleno valle del Rift, donde Ngetich nació y creció con sus ocho hermanos [es la quinta]. Al contemplar su evolución posterior, llama la atención que los primeros expedientes académicos de Gladys no fueran demasiado boyantes. En Lalaibey Primary, la escuela local donde completó Primaria, los medios eran escasos y buena parte del profesorado no era capaz de impartir sus clases en inglés, a pesar de que los exámenes nacionales se realizaban en esa lengua. ¿El resultado? Superó la prueba para promocionar a Secundaria con apuros, con una puntuación de 298 sobre 500. 

Matriculada en la Mercy School, «pasé de no poder construir una oración en inglés gramaticalmente correcta a graduarme como la mejor de mi clase», ha contado en varias ocasiones. Becada para cursar estudios universitarios, en 2013 se licenció en Ingeniería Mecánica por la Universidad de Agricultura y Tecnología Jomo Kenyatta. Gracias a la prestigiosa beca Rhodes se incorporó dos años después a la Universidad de Oxford (Reino Unido) para un programa de doctorado en Ingeniería Aeroespacial. Al finalizar, se dedicó a investigar el uso de combustibles ecológicos para la propulsión de satélites en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (EE. UU.). 

En ese camino no faltaron los sinsabores. Sus compañeros de aula no atisbaban el potencial de las pocas alumnas que cursaban aquellos estudios tradicionalmente «asignados» a hombres. En un perfil sobre ella publicado en La Vanguardia, Ngetich se refiere a esta situación: «En cierto modo lo entiendo, porque si creciste en un lugar donde solo ves a cierto tipo de personas en posiciones de poder o haciendo ingeniería, con el tiempo tienes un sesgo. Puede que incluso ni lo sepas». 

En 2018, el Business Daily ­Africa la colocó entre las 40 mujeres menores de 40 años más destacadas de Kenia. Autora de varios libros, trabaja desde enero de 2025 en el Boston Consulting Group. En una entrevista en 2017 para la página web de la Universidad de Oxford, le preguntaron por sus objetivos a largo plazo. Quién sabe si pensando en Amalo, en la ayuda de sus padres, de sus hermanos y de sus profesores, buscó las palabras en la sencillez y la profundidad de sus orígenes. Y respondió:

–Solo quiero ser útil.   




Ilustración: Tina Ramos Ekongo

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