La comida no es un juego

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Las últimas medidas económicas en Nigeria provocan el «estado de emergencia» alimentario


El fin del subsidio a los carburantes, aprobado por el presidente Tinubu, estresa aún más la economía del país. Según la ONU, 25 millones de nigerianos están en situación de inseguridad alimentaria.



Brendaline Nwaoda está desesperada. «-Mucha gente está sufriendo, acuérdense de nosotros. Desde primera hora de la mañana no he vendido nada y si no consigo algo de dinero durante lo que queda de día no podré comprar para cocinar lo que tengo que vender mañana», confiesa sin perder la compostura, mientras señala a sus cinco hijos, incapaces de quitar la mirada del puesto de bolas de maíz con huevo duro y pequeños trozos de pastel que tientan a sus estómagos vacíos. Junto a ella, Yusuf Fataih, un mecánico intentando hacer milagros en un coche al que sus dueños se resisten a desahuciar, secunda las palabras de Nwaoda: «Antes, el petróleo estaba barato y nos apañábamos, pero ahora es imposible. Si seguimos así, la violencia será inevitable, hay familias que viven con 1.000 nairas al día [un euro]».

Brendaline Nwaoda, vendedora del mercado de Olugbede, en Lagos. Fotografía: Carla Fibla García-Sala



Sussan Alabi Afolashade tiene un hijo que quiere ser futbolista aunque, por el momento, le ayuda a llevar las dos tiendas de refrescos que regenta y en las que el alquiler ha pasado de 3.000 a 10.000 nairas mensuales en menos de un año. «Estamos muy cansados, todo está del lado de los políticos. El Gobierno federal no ha hecho nada por la población, no vemos los beneficios del petróleo. Un trayecto en mototaxi ha pasado de 15 a 200 nairas y el billete de autobús de 50 a 100». Mientras decide la pose para la foto, Alabi aclara que «lo normal» no era una vida holgada, pero al menos sabían que podrían sobrevivir.

Todos, vendedores y clientes en el mercado de Olugbede, en el norte de Lagos, comparten la incertidumbre y la angustia por el presente porque cada día comprueban cómo las materias primas para elaborar su mercancía están más caras. «En los últimos meses, el paquete de plástico con el que hago las bolsas vale 25 veces más. Hace tiempo que corté la luz para reducir gastos», explica Faysat Omoyele, madre de tres hijos, igual que Abiodun Raheem Mosthood, quien en su pequeño habitáculo abierto a una de las calles principales del mercado arregla los generadores que se han convertido en imprescindibles en un país en el que solo la mitad de la población tiene acceso de forma regular a energía eléctrica. «Antes, siempre que se iba la luz la gente usaba el generador, pero ahora se lo piensan por su coste y para que los aparatos les duren más. Calculo que se están usando la mitad que antes».

Sussan Alabi Afolashade, vendedora del mercado de Olugbede, en Lagos. Fotografía: Carla Fibla García-Sala




El fin del subsidio

El tráfico de Lagos, una ciudad de-sordenada con tantos puentes que resulta casi imposible orientarse, se ha visto afectado por el fin del subsidio al combustible, aprobado el pasado mes de mayo. «Las familias que tienen varios coches ahora solo utilizan uno y se piensan los desplazamientos que tienen que hacer», apunta Yusef, un conductor acostumbrado a pasar muchas horas en atascos interminables. En las gasolineras, atendidas normalmente por mujeres, no hay la actividad habitual, por lo que algunas cierran unas horas para ahorrar parte del salario de sus empleados.

Tampoco se detecta mucho movimiento en los principales depósitos de petróleo de la ciudad, donde los camiones cisterna llevan meses parados. En el sindicato de trabajadores del sector, pegado a la carretera conocida como NPC –en referencia a la Nigerian Petroleum Corporation, la corporación nigeriana de petróleo–, los puestos de arroz cocinado, alubias y akara –un pastel hecho de frijoles– también han notado la bajada de trabajadores. Las vendedoras de verduras y frutas de temporada tienen que abarcar una zona mayor para colocar su mercancía antes de regresar a casa.

La discusión entre los responsables de vigilar el depósito y los conductores de los camiones parados se anima con facilidad. Mientras los primeros se muestran pesimistas y desconfiados ante las medidas que puedan adoptar los dirigentes, los segundos apenas levantan la mirada del iludon, un juego de estrategia que hace que las horas pasen más deprisa. «Estamos comiendo una vez al día porque la situación sigue empeorando. No podemos hacer nada. Las decisiones se toman en Abuya y si no tenemos dinero para comer, ¿cómo vamos a ir a la capital a protestar? La retirada del subsidio ha afectado a todo. El litro de gasolina ha pasado de 165 a 657 nairas», explica Odusanye Olufemi, el único de los presentes que se atreve a dar su nombre. Todos coinciden en que la injerencia del Gobierno, que no es capaz de proteger los pozos ni de terminar con el sabotaje y el robo de oleoductos e infraestructuras petrolíferas, junto con el avance del sector privado en la industria y la priorización de la venta de petróleo al exterior, han llevado a la situación actual. Asienten con resignación cuando se les pregunta por el origen de una situación que hace que la primera economía del continente genere un constante aumento de la pobreza y la desigualdad social.


El conductor de una motocicleta abandona una gasolinera de Lagos. Fotografía: Carla Fibla García-Sala


Crisis eléctrica

En 2022, el país vivió cuatro cortes eléctricos totales. Hoy, los apagones forman parte del día a día. Cuando cae la noche, en los barrios más pudientes de ciudades como Lagos o Abuya, el sonido de los generadores termina con la tranquilidad que trae el descenso de la actividad; en los barrios más desfavorecidos o en los campamentos de desplazados internos por la violencia y la inseguridad del norte y centro del país, la oscuridad se apodera del lugar.

Sin tiempo de adaptación y sin la posibilidad de implementar medidas que paliaran sus efectos, el subsidio al petróleo y el gas fue retirado por «motivos presupuestarios» tras el discurso de investidura de Bola Tinubu. A mediados de junio, el presidente declaró el estado de emergencia para frenar el elevado precio de los alimentos y la escasez. Con parte del dinero presupuestado para el subsidio se compraron fertilizantes y semillas para los agricultores y se subió –hasta el final de 2023– de 4 a 10 dólares mensuales la ayuda a los 12 millones de hogares más vulnerables del país. «Prometo a los nigerianos que nadie se quedará atrás», declaró Tinubu al asumir la presidencia, en una clara referencia a los 25 millones de ciudadanos que, según la ONU, están en riesgo alimentario al no poder comer a diario.

La retirada del subsidio, que durante décadas permitió que el precio de los combustibles fuera bajo, ha provocado su encarecimiento hasta en un 200 % en algunas zonas. Otros productos, como el pan, han elevado su coste un 15 % por el precio de la harina. «La población no tiene que pagar el precio de décadas de mala gestión política y económica por el régimen de subvenciones. Las autoridades deben responder a las continuadas peticiones de la sociedad civil y del Parlamento e investigar el mercado de los combustibles, hacer que los implicados en el contrabando se responsabilicen de sus acciones, y acabar con el fraude de las subvenciones, independientemente de la condición de los infractores», advertía Isa Sanusi, director en funciones de Amnistía Internacional Nigeria a principios de junio.

«Mata la corrupción, no el subsidio», rezaban algunas de las pancartas de las manifestaciones del pasado septiembre en Abuya, mientras los sindicatos amenazaban con una huelga indefinida. Tinubu sacó pecho por los 32 dólares de incremento del salario mínimo, que alcanza los 70 dólares mensuales, con los que muchos nigerianos apenas sortean el impacto de la inflación y del libre mercado, es decir, el mercado negro, en el que la moneda nacional fluctúa y su valor, que cambia en horas, llega a ser tres veces inferior al del cambio oficial. 

Abiodun Raheem Mosthood, que repara generadores en el mercado de Olugbede. Fotografía: Carla Fibla García-Sala



 




«La corrupción es parte del sistema»


Arinze Nwokolo, economista


¿Qué efectos ha tenido la retirada del subsidio?

Quitar el subsidio era una necesidad por ser fuente de corrupción y algo que el Gobierno no podía mantener. El desafío fue la forma de quitarlo, porque no se planificó y pilló a todo el mundo por sorpresa. Ni las empresas ni la gente pudo hacer ajustes a tiempo: el subsidio se acabó y el preció del petróleo se disparó. Todo está subiendo y las empresas no están pagando en relación con esta subida del coste de la vida. No han tenido tiempo para calcular cuánto debían incrementar el salario de sus trabajadores. Fue una buena política con una mala implementación.

¿Cómo resolverlo?

En septiembre intentaron restablecerlo en parte. Devolvieron la parte del gas, pero no hay un incentivo para volver al precio anterior. El daño ya está hecho. La única forma es a través de paliativos –una cantidad de dinero o una cartilla de alimentos básicos como el arroz o las alubias–, aunque esas ayudas las recibe el 2 % de la población, los políticos o personas cercanas a ellos.

¿El petróleo es el problema económico de fondo? 

En Nigeria producimos petróleo, lo exportamos para refinarlo y lo importamos de vuelta. Pero en los últimos meses la producción ha bajado por los bandidos y sabotajes, por el robo de crudo en los oleoductos. Se exporta y se importa poco. El Gobierno tiene que proteger las infraestructuras para que las empresas produzcan y exporten. Pero hay elementos en el Gobierno y el Ejército que conviven con algunos de estos delincuentes.


Fotografía: Carla Fibla García-Sala


¿Cuándo empezó a perder valor la naira, la moneda nigeriana?

Este año, por la necesidad de que el Gobierno no protegiera a la naira en el mercado internacional, siguiendo las indicaciones del Banco Central de Nigeria (CBN, por sus siglas en inglés), se le permitió fluctuar y exponerse a las fuerzas del mercado. De este modo, se constató que estaba sobrevalorada… y por eso está bajando y cambiando su valor a diario. Ahora está en 1.250 nairas el dólar [la entrevista tuvo lugar a finales del pasado mes de octubre]; en diciembre podría llegar a los 2.000, y si el Gobierno no protege la moneda, subir a 3.000 el año que viene.

¿La no diversificación económica es otro problema?

Sí, porque solo exportamos petróleo, y como el precio de este bien es muy volátil y nuestra Reserva Federal no es muy robusta, acabamos acudiendo a los préstamos. El Gobierno ha pedido otro al Banco Mundial en octubre. La raíz de todo es la corrupción, porque no se ha destinado el dinero a lo que se debería, y eso, junto al endeudamiento, tiene un gran efecto en la economía del país.

¿El nuevo Gobierno puede cambiar la situación?

Lo están intentando, es un Gobierno competente, pero le faltan expertos, el gobernador del CBN es conocido en el sector bancario, pero no es un economista; el ministro de Finanzas también es muy competente. La cuestión no es tanto la política que se decida sino cómo implementarla. Primero hay que resolver la mala economía y luego impulsar nuevas políticas.

¿Qué pasos deberían darse?

No es fácil, definitivamente restituir el subsidio no es la solución. Hay que diversificar, tener otro sector que se convierta en una industria de exportación de Nigeria para tener un mejor balance comercial. Poner en marcha una reserva federal que proteja la moneda, dé estabilidad al sistema y anime a los inversores a poner dinero. Hay que acabar con la inestabilidad del cambio de divisas. Tenemos empresas en la tesitura de no tener dinero para gestionar su negocio, empresas que no tienen suficiente capital y se ven obligadas a pedir préstamos con intereses muy altos –del 6 %–, porque los bancos también tienen que sobrevivir.

¿El problema principal es la corrupción?

Está en todos los niveles del Gobierno, que es, a su vez, el principal empleador del país. Lo constatamos en las últimas elecciones, incluso en los tribunales hay corrupción… ¿En qué se basan para decir que luchan contra ella? Se usa para combatir a los oponentes políticos. Las empresas tienen a un oficial de protocolo, un relaciones públicas, que soluciona los problemas con el Gobierno, negocia para asegurarse de que podrán trabajar a cambio de lo que les pidan. Estas personas son abogados, conocen la ley y negocian. La corrupción es parte del sistema.

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