La excepción frustrada

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El inesperado golpe de Estado de Níger cuestiona las democracias africanas



Era el único país del Sahel cuyo gobierno combatía con buenos resultados al yihadismo. Considerado el último bastión en el que Occidente podía confiar su seguridad y el control migratorio, hoy está sumido en la incertidumbre.



El golpe de Estado del 26 de julio en Níger no es uno más en el convulso Sahel. A la incredulidad de la comunidad internacional, empezando por Francia –que desplazó su operativo antiyihadista al país tras retirarse de Malí–, y de las instituciones africanas, le siguió la perplejidad de la población, que en las primeras horas del golpe mostró su solidaridad con un presidente, Mohamed Bazoum, que había logrado en medio mandato reducir la violencia mediante el diálogo y priorizado un sistema educativo como base para la salida del país del subdesarrollo [ver Infografía p.11].

François Soudan, de Jeune Afrique, lo calificaba en septiembre como un «golpe de Estado absurdo», manteniendo en la retina algunas de las contundentes afirmaciones y datos que el presidente depuesto le confirmó en una entrevista publicada un número antes. «Con Macron, la política africana de Francia ha evolucionado radicalmente (…), hoy está en contra de terceros mandatos presidenciales, contra los “bienes mal adquiridos”, contra las sucesiones dinásticas y, por supuesto, contra los golpes de Estado (…). Lo que defiende Francia no está en sintonía con esta forma de soberanismo cada vez más sensible para parte de la opinión pública, a la que no le importa la democracia», declaró Bazoum a Soudan dos meses antes de ser sometido a un arresto domiciliario en el que seguía al cierre de esta edición, junto a su mujer y su hijo pequeño. Una semana después del alzamiento, Bazoum publicaba una carta en New York Times para denunciar que Níger «está siendo atacado» y que él estaba «secuestrado». «Los golpistas argumentan falsamente que han actuado para proteger la seguridad de Níger. Alegan que nuestra guerra contra el terrorismo yihadista está decayendo y que mi gobernanza económica y social, incluida nuestra colaboración con EE. UU. y Europa, ha dañado al país», escribió para contraargumentar con datos que en 2022 el país registró un crecimiento del 7,4 % y que fue «el primer año en el que Níger no perdió ni un solo día de escuela por huelgas de profesores o estudiantes, y los trabajadores no hicieron huelgas en ningún sector importante. (…) Además, mi administración firmó acuerdos históricos con los sindicatos para crear un entorno laboral más seguro y estable en toda la nación».


Una mujer muestra una imagen del presidente depuesto de Níger, Mohamed Bazoum, en una manifestación, el pasado 5 de agosto, ante la embajada de Níger en París. Fotografía: Stefano Rellandini/Getty. En la imagen superior, algunos de los hombres fuertes de la Junta Militar nigerina durante un acto público celebrado el 6 de agosto en un estadio de Niamey. Fotografía: Balima Boureima / Getty

Rebelión de la Guardia

Al contrario que los golpes de Estado de Malí (2020 y 2021), Guinea (2021), Sudán (2021) y Burkina Faso (2022), en Níger fue la Guardia Presidencial y no el Ejército la que ejecutó el alzamiento. «El Ejército se unió para, según el comunicado que difundieron, evitar el derramamiento de sangre, lo que evidencia que no estaban tan a favor, que hay grietas en las facciones del Ejército. No creo que la Junta Militar sea homogénea, y el tiempo puede evidenciar esas diferencias», explica Oriol Puig, analista asociado del CIDOB especializado en Níger y el Sahel. Varios expertos apuntan que Tchiani iba a ser relevado de su puesto en la nueva política de seguridad y defensa que Bazoum estaba implantando, y que las Fuerzas Armadas se unieron porque compartían desavenencias con el presidente en relación al diálogo que mantenía con los líderes yihadistas y su intención de que jóvenes combatientes pudieran entrar en el Ejército.

«El golpe ha sido como una bronca… No tiene nada que ver con opciones ideológicas sino con apetitos personales, el líder golpista aprovechó su posición como jefe de la Guardia Presidencial y pensó: “Puestos a que me arrinconen, doy el golpe y me aseguro la posición dominante”», señala Jesús A. Núñez , codirector del IECAH.

El papel de los países vecinos

La amenaza de intervención militar de la CEDEAO –que lideraría Nigeria al presidir el organismo regional–, después de confirmar sanciones económicas, fue un órdago que Núñez, califica como «una precipitación». «No vislumbro por parte de los militares movimientos que puedan echar abajo el golpe. Además de que se exagera con la capacidad de las Fuerzas Armadas nigerinas. En términos militares, de batalla, no hay una capacidad real para imponer un dictado nuevo si un bando militar se levanta y quiere enfrentarse con el resto».

De hecho, como señalaba el analista Manuel Ollé Sesé en El País, y en relación a la Carta de la ONU, «dos situaciones legitimarían el uso colectivo de la fuerza armada en el país (…): cuando la intervención militar se produce por la “invitación” del legítimo Gobierno de Níger o aplicando el Protocolo de Lomé (1999) por los Estados miembros de la CEDEAO que permite a la organización intervenir si se produce “un derrocamiento o intento de derrocamiento de un gobierno elegido democráticamente”».

Casi cinco meses después, la realidad se resume en que la Junta Militar ha propuesto un período de transición de tres años para restablecer el orden constitucional. Argelia –país con el que Níger comparte 950 kilómetros de frontera y que ha negado a Francia el tránsito aéreo de efectivos por su territorio– pidió reducirlo a seis meses, y la CEDEAO lo rechazó aunque a finales de agosto Nigeria apuntó la posibilidad de una transición «si el poder militar es sincero».

«Se están asentando en el poder. Hay negociaciones, pero los golpistas aparecen como interlocutores legítimos. Están hablando con diferentes países de la CEDEAO porque no es lo mismo la postura de Ghana que la de Nigeria, es muy difícil el retorno al orden constitucional al que apelan Francia y la CEDEAO. La incógnita es qué pasará con Bazoum, al que quieren juzgar por alta traición, uno de los argumentos para haberle destituido. Lo que puede afectar es que el foco internacional deje de estar en Níger», explica Puig.

Mientras, a mediados de septiembre, los responsables militares de Malí, Níger y Burkina Faso anunciaron «un pacto de defensa mutuo», la Alianza de Estados del Sahel, que combina lo militar y lo económico e incluye la «defensa colectiva y asistencia mutua para proteger a las poblaciones». Su objetivo último sería la lucha contra el terrorismo –la insurgencia yihadista– en los tres estados.


Manifestación el 30 de agosto ante la base franco-nigerina de Niamey para pedir la salida de las tropas francesas. Fotografía: Getty

No es vuestra casa

El sentimiento antifrancés que existe en África occidental, y que los golpistas de varios países han sabido instrumentalizar para que la población no se oponga a una acción autoritaria como cambiar un gobierno elegido en las urnas, se ha encendido de forma especialmente artificial en Níger. «El golpe se desarrolló sin que se derramara sangre, pero fue una sorpresa», apunta el P. Alain Aka Aka desde Gaya. «La consigna de los militares que ocupan hoy el poder ha sido permanecer tranquilos, no atacar a las instituciones ni a los extranjeros. La población bajó a las calles para manifestar su apoyo a las Fuerzas Armadas», añade tras apuntar que la opinión no es homogénea respecto a la detención de Bazoum: «Para algunos nigerinos, igual que para la comunidad internacional, es inaceptable, nadie desea la muerte del presidente».

La Junta Militar retiró la inmunidad al embajador francés en Niamey, Sylvain Itté, y le dio un plazo de 48 horas para abandonar el país, una petición que París rechazó durante unas semanas para acabar retirando a Itté a finales de septiembre. Poco antes, Macron –quien asegura hablar a diario con Bazoum, «autoridad legítima» y su único interlocutor– denunció que «el embajador Itté y miembros diplomáticos estában secuestrados en la embajada, alimentándose con raciones militares porque la Junta impedía la entrada de alimentos». En paralelo, se realizó la negociación para la salida de los 1.500 soldados franceses que comenzó con la retirada por tierra de 400 efectivos de la base de Ouallam (oeste del país) en dirección a Chad. El Gobierno de París también confirmó la salida –quizás con destino a Senegal– de los tres Mirage 2000, cuatro drones Reaper y algunos helicópteros, así como el personal que se ocupa de su mantenimiento, pilotos, mecánicos y técnicos. Durante las semanas en las que fueron saliendo los efectivos, comprobaron casi a diario el rechazo de la población, ya no quiere que la protejan fuerzas extranjeras.

Urnas y seguridad

«Nadie se la va a jugar por Bazoum. De Francia no se espera mucho, en el interior no parece que haya un levantamiento de la población o que haya militares que se estén desmarcando. Y a EE. UU. le preocupa lo mismo de siempre, la estabilidad, y si se la dan unos golpistas –como ha ocurrido tantas veces–, a Washington le vale», apunta Núñez que, con datos como los de la plataforma ACLED en la mano –que confirman un descenso de los ataques a civiles y el establecimiento de un diálogo con miembros de los grupos yihadistas–, asegura que se ha «matado la posibilidad de terminar con la violencia porque Bazoum no ha tenido tiempo para lograr cambios significativos. No eran las clásicas acciones militaristas, sin atender al desarrollo ni al bienestar de la gente. Bazoum tenía bien aprendida la lección de lo que se tenía que hacer para alfabetizar a las niñas, la importancia de la educación, pagar bien a los maestros, porque es el futuro del país», concluye.

En este «golpe de ambición», como lo califica Puig, «Bazoum ya ha caído y ahora queda por ver cómo se reparte el poder, después de haber comprobado que Francia estaba más debilitada de lo que pensábamos». En lo que también coinciden los analistas es en que las cuestiones internas han primado sobre la geopolítica, como la reacción a los yacimientos de petróleo del país por explotar. «Está la incógnita del papel de Issoufou (expresidente del país) y la sospecha de su papel en el golpe, fundamentado en que en el Consejo de Ministros que debía celebrarse al día siguiente del alzamiento se iba a crear una empresa petrolera… El ministro de Petróleo era su hijo y mantenía ciertas desavenencias con el presidente. Además, Tchiani fue la mano derecha del expresidente y el PTT, el partido de Issoufu y de Bazoum, tardó 24 o 48 horas en condenar el golpe…».

En las semanas posteriores al golpe, los brazos de Al Qaeda y Estado Islámico atacaron tres pueblos cerca de Ayrou matando al menos a 50 civiles y a 17 soldados. Es previsible que los golpistas utilicen estos hechos para reforzar el enfoque securitario y abandonar el desarrollo y la lucha contra la pobreza.


Un grupo de nigerinos apoyaban la Junta Militar encabezada por Tchiani en una plaza de la capital. Fotografía: Getty

Evitar el desastre

«Cuando dos elefantes se pelean, sufre el pasto», apunta preocupado el misionero salesiano P. Jorge Crisafulli desde Nigeria tras confirmar que los proyectos educativos que pretendían abrir en Níger han quedado en suspenso. «El obispo nos ha dicho que los precios están subiendo, sobre todo la comida. Hay un sistema de contrabando que funciona bajo el manto de la corrupción. La gente siempre pierde, pero apoyan el golpe militar por el gran sentimiento antifrancés», añade.

Crisafulli comenta que los africanos están reflexionando sobre el valor de la democracia mientras hacen una porra sobre el próximo país en el que habrá un golpe: «Camerún, hablan de Nigeria por las elecciones fraudulentas que acabamos de tener… El ambiente es duro por el coste de la vida, es promilitar… El pensamiento del pueblo no educado es que quizás estamos mejor con los militares. Lo que sería terrible para la subregión y para África es que comenzara una guerra, porque desestabilizaría al mundo ya que detrás están las grandes potencias». 

Un mercado callejero en Niamey el pasado 7 de septiembre. Fotografía: Getty



Para saber más

Los sucesivos golpes de Estado en el Sahel, especialmente el de Níger a finales de julio de este año, han otorgado a esta región un inusual protagonismo en los principales medios de comunicación durante unas semanas. El motivo vuelve a ser un aspecto vinculado a la creciente inseguridad de esta zona, por lo que son habituales imágenes distorsionadas de un fenómeno enormemente complejo. Por ello es crucial recurrir a fuentes fiables, que huyan de etiquetas y adjetivos que solo «patologizan» la violencia como un mal endémico o que, en los últimos tiempos, sobredimensionan el supuesto papel trascendental de Rusia o del grupo Wagner para explicar casi todo lo que acontece en este territorio. Necesitamos voces que recurran a la historia, a una visión compleja de las relaciones del poder político a diferentes niveles, a los aspectos de carácter antropológico o, por poner otro ejemplo, a los efectos de la crisis climática en este escenario.

Con este objetivo, un primer paso para acercarnos con otra mirada a la comprensión de la región puede ser el de utilizar perfiles de X (antes Twitter) que aportan información genuina, bien contrastada, llena de matices y enraizada en las visiones locales. Dos voces sugerentes a este respecto son las de la investigadora principal del African Security Sector Network (ASSN), Niagalé Bagayoko (@NiagaleBagayoko), así como la del fundador del West Africa Think Tank (WATHI), Yabi Gilles (@YabiGilles). Ambos perfiles, entre otros muchos que se podrían citar, ofrecen un análisis excepcional y enormemente útil. Desde una perspectiva más internacional, merece la pena seguir perfiles de analistas con una gran trayectoria en países como Níger, como son Nina Wilén (@WilenNina), investigadora del Egmont Institute; Vincent Foucher (@VincentFoucher), miembro de Politique Africaine, o Adam Sandlor (@adam_sandor), investigador especializado en seguridad en el Sahel. Para un seguimiento cercano y riguroso de la actualidad política en Níger, y en el conjunto del Sahel, es oportuno seguir también la información proporcionada por perfiles como el del periodista Jesús Romero (@jesrcote).

Si queremos una mejor contextualización de lo que acontece en Níger, más allá de la realidad provocada por el golpe de Estado, nos quedamos con el documental Tombes de sorra (Tumbas de arena), producido en 2022 por TV3 para el programa «30 minuts» y dirigido por Oriol Puig e Hibai Arbide. El reportaje se adentra en el Sahara para explicar las consecuencias de las políticas europeas en Níger, convertido de facto en «la otra frontera de Europa». A partir de historias personales de una enorme dureza, el documental es capaz de mostrar a los diferentes actores (locales, regionales e internacionales) que intervienen en la errática gestión de este fenómeno. Tombes de sorra, disponible con subtítulos en castellano, plantea los efectos, contradicciones y dilemas de la presencia de la Unión Europea y de otros organismos internacionales en esta región. Una presencia que enfrenta hoy un escenario más desafiante y complejo si cabe.

Para terminar, tres recomendaciones bibliográficas. La primera, un excelente ensayo del investigador Julien Brachet titulado Migrations transsahariennes. Vers un désert cosmopolite et morcelé (Niger), editado en 2009 por Éditions du Croquant, en el que analiza los complejos vínculos entre los flujos migratorios, las realidades políticas locales y las políticas internacionales. Una segunda referencia es Los grupos armados del Sahel. Conflicto y economía criminal en el norte de Mali (La Catarata, 2022), de la doctora en Ciencias Políticas Beatriz Mesa, que analiza de forma excepcional la complejidad de la violencia política en toda esta región. Finalmente, es de gran interés el monográfico publicado en formato virtual por el CIDOB, coordinado por los investigadores Albert Roca y Oriol Puig, El Sahel de las gentes: más allá del síndrome de la seguridad, en el que podemos acercarnos a la realidad nigerina y saheliana desde visiones complejas y sugerentes que trascienden la dimensión de la seguridad.

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