Publicado por Carla Fibla García-Sala en |
«DRUM era una casa diferente en la que no había apartheid. No había discriminación en las oficinas de la revista. Solo cuando salías de allí y entrabas en el mundo exterior sabías que estabas en tierra de apartheid. Pero mientras estabas dentro de la revista, todo el mundo era una familia», describió Peter Magubane en una entrevista para el periódico universitario Activate en 2006 –Magubane, junto a Ernest Cole y Bob Gosani, aprendió el oficio de fotógrafo de Jürgen Schadeberg, exiliado de la Alemania nazi y primer director artístico de la revista.
La revista DRUM describía con un estilo marcado por el desparpajo y la libertad «el mundo negro urbano». En sus inicios fue tachado de naíf y optimista, pero los acontecimientos fueron reconvirtiendo sus páginas en un espacio donde se podía expresar tanto frustración como valentía. Todo ello se hacía dando protagonismo a las imágenes que la ilustraban, buscando acercarse a la realidad del momento y planteando con el mismo rigor temas políticos, sociales y culturales (DRUM es una gran hemeroteca de la evolución del jazz africano) y de prensa rosa seria.
La plantilla de periodistas negros que se formaron en DRUM es muy extensa, pero «los chicos de DRUM» –Henry Nxumalo, Can Themba, Todd Matshikiza, Nat Nakasa, Lewis Nkosi, William Modisane, Arthur Maimane, Stan Motjuwadi y Casey Motsisi– seguían la máxima de «vivir rápido, morir joven y dejar un bonito cadáver».
Las investigaciones del reportero Nxumalo, conocido como Mr. DRUM, que terminaron con su vida cuando en 1957 investigaba una red abortista, son una de las principales referencias de un periodismo que alimentó a todo el continente. –El periodista se infiltraba en los lugares para comprobar la información recibida y denunciar la explotación y esclavitud laboral a la que eran sometidos los trabajadores negros–. Pero también lo fueron las crónicas de jazz de Matshikiza, el consultorio sentimental «Dear Dolly», que ayudaba a amantes desorientados, o la sección «The Chief», en la que Mogale buceaba en las trifulcas de las bandas callejeras.
Con una tirada de 240.000 ejemplares –se distribuía en ocho países africanos–, y teniendo en cuenta que cada copia la leía una media de nueve personas, DRUM marcó una época. En la publicación especial por su 70 aniversario, Thulani Gqirana, su actual redactora jefe, recordó que DRUM convirtió «a los negros salvajes sin esperanza y entregados al crimen de los que hablaba el régimen del apartheid, en madres, padres, amigos, artistas, intelectuales y soñadores».