«La expulsión de las tropas francesas y estadounidenses no es un capricho»

en |




Alex Anfruns Millán, autor de Níger: ¿otro golpe de Estado… o la revolución panafricana?


Los golpes de Estado en Malí, Burkina Faso y Níger, la salida de estos tres países de la CEDEAO, la creación de la Alianza de Estados del Sahel más la fulminante salida de Francia de sus antiguas colonias han abierto un nuevo escenario en este espacio clave para la estabilidad de África y de Europa. Alex Anfruns Millán analiza esta realidad en Níger: ¿otro golpe de Estado… o la revolución panafricana? (El viejo topo, 2023).



El título de su libro es Níger: ¿otro golpe de Estado… o la revolución panafricana? ¿Se trató solo de un alzamiento o trasciende a esa acción?

Es la interrogación que me surge después de las primeras horas tras golpe del 23 de julio de 2023, partiendo de la reacción de las grandes potencias, especialmente de Francia, aunque también de organizaciones como el Banco Mundial, Estados Unidos o la UE. Todos se posicionaron frontalmente ante lo sucedido. Lo que yo hago es preguntarme a qué se debe este posicionamiento.



¿Y qué se responde?

Si tomamos como ejemplo a muchos países de África occidental y central, que obtuvieron en su mayoría la independencia en 1960, vemos que ha habido muchos golpes militares y que, en muchos casos, parece que a Francia no le han molestado. Francia ha sido un actor fundamental en la oposición al Consejo Nacional para la Salvaguardia de la Patria (CNSP) de Níger y mi libro nace de un rechazo a la amenaza de guerra contra un país como Níger tomando en cuenta informaciones sobre su situación social y poniéndolo en relación con los recursos que tiene este país.



¿Supone esto que considera que es algo más que un golpe de Estado?

De lo que se trata es de saber por qué rechazan frontalmente este cambio de poder en Níger cuando no se han manifestado en otros muchos, por ejemplo en Chad. Cuando el presidente Déby falleció, Macron se precipitó a legitimar lo que no era otra cosa que una sucesión monárquica en el poder. Después ha habido elecciones en Chad con una legitimidad constitucional cuestionable. A nivel democrático, que es el argumento que han esgrimido Francia y otras potencias para oponerse a este cambio de régimen en Níger, es difícilmente validable.



Una de las cuestiones que más llamó la atención del golpe en Níger fue el arresto domiciliario del anterior presidente, Bazoum.

Bazoum, según esta narrativa, sería un presidente modelo desde el punto de vista occidental. Es un presidente que supuestamente estaba realizando muchos esfuerzos y al que trataban de salvarle. En un tiempo récord se impusieron numerosas sanciones y hubo unas declaraciones de Emanuela Claudia Del Re, responsable de la UE para el Sahel, en las que señaló que las sanciones eran muy buenas para conseguir que los militares salieran de escena. Había que forzarlos a salir a través de las sanciones. Del Re dijo que «las sanciones que conllevan escasez de medicamentos, alimentos o electricidad son útiles para debilitar a la Junta en el poder». Estamos hablando de efectos en la población. De lo único de lo que se hablaba era de salvar al presidente Bazoum sin considerar cuáles habían sido sus políticas, sin tener en cuenta cuál era la situación del pueblo nigerino en los últimos años. Además, desde mi punto de vista, no se puede simplificar, obviando que en los primeros días, los militares que dieron el golpe de Estado contaron con un apoyo popular considerable.



¿Cree que esto ayudó a justificar el movimiento militar?

La movilización popular es lo que determina, según mi lectura, que no se trata de vulgares golpistas, sino de actores que están cambiando la historia de Níger y de la región.



Níger culminó una secuencia de golpes en la región: en 2020, Malí; en 2021, Guinea; en 2022, Burkina Faso; en 2023, Níger.

Pongo en contexto esos golpes y de ahí la expresión de la revolución panafricana. Cuando estaba terminado el libro se creó la Alianza de Estados del Sahel. Burkina Faso y Malí declararon que si tocaban a Níger, si le declaraban la guerra, es como si se la declararan a ellos. Esto fue un giro histórico. La idea de la revolución panafricana, el mecanismo de defensa común, es el horizonte, uno de los elementos clave de la unidad africana, tal y como la comprendieron y teorizaron los pensadores del panafricanismo, como Kwame Nkrumah.



¿Cuál es la peculiaridad de Níger respecto a Burkina Faso y Malí?

Lo que tiene de específico Níger es que comparte la triple frontera con estos dos países en los cuales ya se había dado una nueva visión estratégica, que ellos llaman un nuevo paradigma en la región. Allí, en la zona de Liptaco-Gurma, que es la frontera entre los tres países, a partir del momento en el que se rechazó y expulsó a las tropas francesas de Malí y Burkina Faso, solo quedaba Níger, y la entrada en escena de los militares nigerinos es una continuidad de este proceso regional. Cuando en Níger los militares apartan a Bazum, consideran que este ha sido partícipe de un sistema que no ha beneficiado al pueblo nigerino. Uno de los elementos clave es el papel que Níger ha tenido históricamente en relación a Francia en el desarrollo de su soberanía energética, con la multinacional Areva, que explotó bajo forma de monopolio el uranio hasta la década de 2010. Francia ha extraído el uranio de manera exclusiva. Esto estaba ya reflejado en los acuerdos de defensa firmados desde las independencias africanas.



Por acuerdos como estos, en muchos espacios se habla de falsas independencias.

Cuando hablamos de independencias nominales o de falsas independencias estamos hablando de lo que hoy se conoce como el pacto neocolonial. Francia impuso los llamados Acuerdos de Defensa en los que convivían asuntos reflejados explícitamente junto a otros que eran, digamoslo así, secretos. Ahí se establecía una cooperación privilegiada con Francia en materia de defensa y un trato preferencial en la venta de materias primas. Los nuevos países independientes debían comerciar con Francia con materias primas estratégicas.



Una de las primeras medidas que adoptaron las juntas militares de Malí, Burkina Faso y Níger fue la salida de las tropas extranjeras, principalmente francesas, para abrir los brazos a Moscú, a través de Wagner –ahora Africa Corps–, que tiene también intereses visibles e invisibles en el continente. ¿Es contradictorio ese posicionamiento con la búsqueda de la soberanía?

No obligatoriamente. La expulsión de las tropas francesas y estadounidenses no es un capricho. Hay que escuchar el discurso que mantienen estos ejércitos. Están diciendo no solo que han sido ineficaces, no solo que pretendían mantenerse como una tropa de ocupación, no solo que no han podido resolver el problema del terrorismo y que este se ha extendido, sino que son cómplices en el desarrollo del terrorismo, que son incluso la fuente del terrorismo.



¿Hasta cuándo esperará la sociedad nigerina un cambio en la situación del país? ¿En qué marco temporal puede jugar la junta militar?

Yo diría que el tiempo está de su lado, el tiempo está del lado de quienes luchan por el derecho al desarrollo, pero hay que tener en cuenta la economía, la estructura económica del país. Esta no se cambia en poco tiempo y en esto el pueblo de Níger es el principal protagonista. Creo que hay un factor importante a tener en cuenta: si lo que ha ocurrido en Níger es otro golpe de Estado o parte de la revolución panafricana. Este bloque de países [Malí, Burkina Faso y Níger] han cambiado la perspectiva.



¿Cómo?

En primer lugar, se defienden y hacen retroceder uno por uno a todos los actores que estaban empecinados en destruir esta visión de emancipación. En la CEDEAO, que es un organismo vasallo [de Francia], dirigentes como Alassane Ouattara, de Costa de Marfil; Macky Sall, [expresidente] de Senegal, al que han echado por la puerta trasera; Bola Tinubu, en Nigeria; Patrice Talon, de Benín, dirigentes vasallos de la política exterior francesa, estaban dispuestos, supuestamente decían, a enviar tropas africanas contra un país como Níger. Es inconcebible invadir o hacer una guerra contra un país en ese estado de extrema pobreza y bajo una grave amenaza de terrorismo. La CEDAO ha sido percibida como un actor traidor a la causa histórica del panafricanismo. La CEDEAO está en plena decadencia como institución. Lo vemos en su postura ineficaz e incoherente, que pretende traer al redil a los mismos países a los que hasta hace poco sometía a un cruel bloqueo económico. Por eso han decidido salir de ella «de manera irreversible».



Algunas de las medidas adoptadas por los Gobiernos de Malí, Burkina Faso y Níger han ido contra derechos fundamentales, como la libertad de prensa. ¿Cómo interpreta esta pérdida de derechos?

A través de mi libro quiero hacer el esfuerzo de comprender las cosas desde el otro lado y creo que estamos ante la refundación de una ideología nacional, ante un proceso de continuación de la lucha anticolonial en el que es posible, nos guste o no, que pueda haber retrocesos. Cuando se encarcela a periodistas, a militantes políticos o asociativos, se les priva de sus derechos, o se les envía, por ejemplo, al frente para que conozcan lo que es la guerra… desde un punto de vista ideal democrático puede ser muy cuestionable. Este es un momento concreto de este proceso que obviamente tiene que dar paso a otra etapa. Estos Gobiernos han sido definidos por ellos mismos como de transición, con lo cual ellos mismos han dicho que esto tiene una duración y que no están ahí para permanecer en el poder. Ahora, una cosa es lo que dicen y otra lo que pueda suceder. De todos modos, hay que juzgar por los hechos, no por las palabras.



Si algo han demostrado los militares en muchos países, no solo en el occidente africano, y tenemos el caso de Al Burhan y Hameidti en Sudán, es que una vez que llegan al poder también les gusta perpetuarse en él. De momento, la Junta de Burkina Faso ya dicho que el proceso de transición se ampliaba a cinco años. Al final, ¿quién determina si el pueblo está contento o no con el desempeño de una junta militar?

Es una cuestión bastante compleja. Hay que tener en cuenta las realidades históricas de estos países que, no obstante, tienen una cosa en común: es importante tener en cuenta que en un contexto de guerra, de agresión, la exigencia de ese ideal democrático no es posible, no se puede esperar en ese marco. Estamos hablando de que en un país como Malí podía haber tropas de ocupación extranjeras, podían perpetuarse el terrorismo y la amenaza sobre una gran parte del territorio nacional durante años, esto podía llegar hasta 2050, ¿y eso sí que era una democracia? En el caso de las políticas del FMI, ¿puede haber en un país un 42% de la población, y creciendo, en extrema pobreza?, ¿hasta qué niveles el pueblo puede tener paciencia después de que le arrebaten todos los derechos a la electricidad, a la alimentación, a la educación?¿Hasta qué nivel es posible y es aceptable? ¿Y a eso se le va a llamar democracia? En una amenaza a ese nivel, estos ejércitos han tenido que intervenir y los pueblos los han aceptado en el poder.

Es necesario tiempo, y no hay que olvidar que todo esto está relacionado, que no son cuestiones que se puedan abordar por separado. ¿Cómo podemos esperar que en un territorio en el que se están multiplicando los atentados se pueda llevar a cabo vida política normal? Es decir, no debe subestimarse tamaño desafío. En el libro planteo que estamos en una encrucijada histórica, en el contexto internacional de una nueva Guerra Fría en el cual estos países tienen la posibilidad de someterse o de establecer políticas de soberanía nacional gracias a ciertas posibilidades abiertas. Y en el caso de estas posibilidades abiertas, entran en juego otros socios posibles, otras potencias, que como tales, tienen intereses.



Una de ellas es Rusia, cuyos intereses, además de tener que ver con proyectos de desarrollos más o menos llamativos, está vinculada con la presencia militar o pseudomilitar que ha establecido desde Sudán a República Centroafricana o el Sahel, un lugar muy interesante y fundamental para la seguridad de Europa, pero también del continente africano.

Me gustaría subrayar dos aspectos del papel de Rusia. Uno es como socio comercial. Deberíamos estar de acuerdo en que los países africanos tienen que buscar los socios que más les convengan. Eso entra dentro del orden normal de las cosas. Lo que no era normal es que se les impidiese o que estuvieran siempre sometidos a ciertos actores, a ciertas potencias. Digo en el libro que la Rusia de hoy no es la Unión Soviética de ayer. De lo que estamos hablando es de la perspectiva africana respecto a sus socios, y yo creo que hay cierto eurocentrismo en la manera de considerar el papel de Rusia.

El enfoque dominante es que Rusia va a sustituir a Francia y a Estados Unidos como un actor neocolonial, un actor que va a imponer a los pueblos africanos otras políticas. Yo no lo sé, no puedo decirlo. Simplemente digo que hay que respetar la voluntad de los países africanos. Hice esta pregunta a un compañero periodista con el que he trabajado bastantes años y me dijo. «Hasta ahora no hemos podido escoger. Si ahora escogemos a un socio como Rusia podríamos equivocarnos, podríamos cometer errores, pero serán nuestros errores, porque hasta ahora no hemos tenido opción».

Segundo aspecto, cuando Rusia establece relaciones de cooperación militar con estos países, hay que tener en cuenta que los Ejércitos de estos tres países están reclamando equipamiento y armamentos de defensa modernos que no pudieron obtener de Francia, por ejemplo, o de Estados Unidos, que tenía allí una base de drones, pero de la que no compartía ninguna información. Ahora sustituyen una cooperación por otra. Esto es un hecho que, a priori, no es positivo ni negativo, pero es un cambio cualitativo que plantea un nuevo enfoque y nuevos métodos en la búsqueda de la soberanía.



Fotografía: Getty

Colabora con Mundo Negro

Estamos comprometidos con la información sobre África

Si te gusta lo que hacemos, suscríbete a nuestra revista o colabora con nuestro proyecto