La hirak agoniza

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El control militar y político en Argelia impide el avance del movimiento reformista


«¿Qué queda de la hirak (movimiento, en árabe)?». Abdelmayid Tebune invertía los papeles y preguntaba a su entrevistador con una seguridad pasmosa. El presidente argelino, elegido en diciembre de 2019 con una de las peores tasas de participación de la historia del país –apenas un 10 % de la población acudió a las urnas; un 40 % según cifras oficiales–, aseguraba que el movimiento popular contestatario y pacífico que surgió el 22 de febrero de 2019 «ha terminado».

Fue durante los primeros meses de la pandemia –que obligó a paralizar las multitudinarias manifestaciones de los viernes– cuando se celebró el primer aniversario del único gesto del régimen que realmente ha convencido a los partidarios de la hirak desde que comenzó la protesta. El Ejército obligó al expresidente Abdellaziz Buteflika, al que había mantenido en el poder a pesar de su deteriorado estado de salud, a anunciar su renuncia a presentarse a un quinto mandato y a abandonar el cargo después de 20 años en el poder. Es todo lo que, hasta el momento, ha logrado un movimiento compuesto en gran parte por jóvenes –el 45 % de los 41 millones de argelinos tiene menos de 25 años– que, emulando a los combatientes por la independencia que se enfrentaron a los franceses en la guerra de 1954 a 1962, ha mantenido su reticencia a nombrar a líderes para esquivar la represión del sistema. En cambio, 58 años después, la táctica no parece estar dando los resultados esperados porque, según apuntan analistas argelinos, el movimiento está debilitado, sin un rumbo ni objetivos claros a los que agarrarse.

Ha habido cambios importantes al margen de los logros del hirak en la calle, como la muerte a finales de diciembre del año pasado del poderoso jefe del Estado Mayor, Gaïd Salah, pero en lugar de aprovecharse para dar un giro de timón y acercarse a las demandas de la calle, se optó por el continuismo. Tebune designó a Saïd -Chengriha como sustituto de Salah, aunque ya antes de su fallecimiento este último había elegido a Chengriha como su sucesor in pectore al hacerle responsable de las fuerzas terrestres, un cargo que siempre han ocupado los que después han dirigido el sistema autoritario, policial y represivo que domina el país. En apenas unos días, los argelinos comprobaron que Tebune era un nuevo títere de los generales y que las promesas de una Argelia «libre y democrática» quedaban en papel mojado.

La confirmación del escaso margen de maniobra del hirak se plasmará el próximo 1 de noviembre, cuando se celebre el referéndum constitucional que validará lo que Tebune llama «una profunda reforma» de la Constitución «para la edificación de una nueva República», pero que Mustafa Bouchacha, abogado y una de las figuras destacadas del movimiento popular, calificó en la revista Le Point como una Carta Magna que «institucionaliza el poder personal en el presidente de la República como un emperador que controla los poderes legislativo y judicial, sin siquiera determinar que es un régimen parlamentario, presidencial o semipresidencial».


Imagen superior: Numerosos argelinos residentes en Francia participaron en una manifestación celebrada en París el pasado 5 de julio para apoyar la hirak. Fotografía: FRANCOIS GUILLOT/Getty


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