«La metrópoli colonizó nuestra mente»

en |



Daniella Sedegah y Prize F. Y. McAprecko, profesores universitarios ghaneses


A dos horas en coche de la capital de Ghana, Accra, se encuentra el campus de la Universidad de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, en la localidad de Somanya. Allí hablamos con dos de sus profesores sobre medio ambiente, política y sociedad, cuestiones claves para un país en transición.


  • Daniella Sedegah. Doctora en Estudios de Desarrollo, investiga sobre adaptación al cambio climático, género y desarrollo. Fue reconocida con un Premio Accenture a la Integración de la Perspectiva de Género en África por ser un rol positivo en el occidente africano.
  • Prize F. Y. McAprecko. Doctor cum laude en Estudios Internacionales en Paz, Conflicto y Desarrollo, recibió el Premio Embajador del «Programa de Paz» de la Universidad Jaume I de Castellón. Consultor del PNUD y la Unión Africana.

África contribuye poco a las emisiones que generan el cambio climático, pero sufre sus consecuencias. ¿Qué impactos se perciben en Ghana?

Daniella Sedegah (DS): Las temperaturas ya están subiendo. En el norte hay menos lluvias porque la estación es cada vez más corta. El norte, además, está menos desarrollado por políticas de origen colonial que lo veían como fuente de trabajo. Se asumía que el oro y las materias primas como la madera o los diamantes estaban en el sur, así que el desarrollo se centró en conectar esas zonas. Los científicos ven que algunas zonas se están convirtiendo en sabana, lo que significa que la desertificación se aproxima, se deforesta la zona del río Volta… Esto afecta a la seguridad alimentaria, y las mujeres, que están más en el comercio informal, tienen que viajar fuera, a veces hasta Níger o Burkina Faso, para comprar cebollas o tomates.

¿Cómo hay que adaptarse a estos cambios?

DS: La seguridad alimentaria se tiene que empezar a trabajar a nivel doméstico. Pero a nivel más global, la población aumenta, lo que supone una mayor demanda de energía y combustible. Eso hace que se corten más árboles para cocinar porque los combustibles limpios son más caros. Y si cortas y no reemplazas, la desertificación se intensifica. También hay que abordar el tema del ganado. Las sequías crean conflictos porque los ganaderos viajan lejos. Los fulanis, que necesitan comida y agua para sus animales, acaban destruyendo los cultivos de otras personas.


Daniella Sedegah en una de las aulas de la Facultad de la Universidad de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible. En la imagen superior, un joven pastor fulani con su ganado en una zona rural en las inmediaciones de la ciudad de Abor, en la región del Volta. Fotografías: Javier Sánchez Salcedo


Usted ha estudiado los suministros de agua en las comunidades…

DS: Sí, y antes había arroyos y agua en las zonas rurales, pero con el cambio climático muchos se han secado. Por desgracia, esto se combina con el incremento poblacional. La tierra empieza a escasear y la gente abandona las áreas rurales para ir a la ciudad. Para paliar la falta de recursos de agua llegan agencias, como UNICEF, que mecanizan la extracción con bombas. El problema es que muchas dejan de funcionar y, si te dan algo y se rompe, esperas que vengan a arreglártelo. En mi estudio vi que solo funcionaban el 30 % de las bombas de agua. Es interesante ver que en las comunidades donde las mujeres se responsabilizan de las bombas, funcionan mejor.

¿Porque están acostumbradas a gestionar la familia o por otras implicaciones?

DS: Cuando el hombre se va, da dinero a la mujer y ella lo gestiona, pero lo cultural es un factor. La región Volta es patrilineal, pero las regiones Central y Ashanti son matrilineales. La peculiaridad de la región Central es que interactuaron antes con los europeos. Las mujeres conocieron antes los estándares de vida europeos y están más empoderadas; también porque allí se hicieron las primeras escuelas de educación secundaria en Ghana. Con la ­educación aparece la concienciación.


Exterior de la Universidad de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


¿Cómo están progresando?

DS: Han evolucionado para ir dejando de ser las cheerleaders (animadoras). En los partidos políticos, ellas van a los mítines, corean y gritan, pero no se presentan para ser votadas. Los números siguen sin ser alentadores. Como mujer hace falta tener la piel dura por las reticencias culturales. Si una mujer se presenta a un cargo oficial y no está casada, ese factor se usará contra ella y se dirá que no puede mantener un marido; si tiene hijos, también… Evolucionamos despacio. Estamos por detrás de Uganda o Ruanda.

Prize F. Y. McAprecko (PM): Es importante señalar que en la política se utiliza a las mujeres para atraer el voto femenino. A veces no se confía en ellas, sino que se las coloca estratégicamente. Pero también hay que decir que en la última década la mujer de Ghana ha ganado conciencia y tiene actitudes que le permiten llegar más arriba.

¿Qué ha cambiado en su día a día?

DS: Las mujeres no muestran una gran oposición, pero se están comprometiendo en posiciones que eran masculinas como médicas, ingenieras, abogadas… Muchas de ellas no son las jefas, pero hay impedimentos culturales que van cayendo. Por ejemplo, antes las mujeres no podían poseer las tierras. Hay un dicho akan que dice que cuando una mujer compra un arma la tiene que poner en manos de un hombre. Ahora muchas mujeres ponen las tierras a su nombre. Antes, si moría un hombre había que colectivizar sus tierras. También hay leyes contra la violencia doméstica; es una acción criminal por la que se puede ir a prisión. No se puede decir que no exista esta violencia, pero ha disminuido drásticamente. Creo que la globalización ayuda, así como las redes sociales. Ver cómo se vive en otros lugares sirve para coger lo bueno de allí. Los hombres son también más receptivos a las demandas de las mujeres.

¿Cree en los cambios de abajo a arriba, o viceversa?

DS: Aún hay reglas para hombres y otras para mujeres. Por ejemplo, en los hogares son ellas las que cocinan, las que traen el agua… En el norte, las mujeres tienen que caminar distancias muy largas; si además tienen que cocinar, muchas de ellas acaban sacrificando su educación. Al llegar a casa, los chicos se han vestido para ir a la escuela. Por tanto, hay que abordar los cambios desde abajo. Desde el nivel gubernamental no se conocen las peculiaridades. Si las chicas, por ejemplo, no van a la escuela porque tienen la regla y allí no hay agua para lavarse, y tú se lo planteas a los líderes de la comunidad, ellos te pedirán otras cosas y no serán agentes de cambio.


El profesor Prize F. Y. McAprecko en su despacho durante la entrevista con MN. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


Mencionaba antes el crecimiento de la población…

DS: Sí, ¿y cómo lo afrontamos? La clave es mantener a las chicas en la escuela. Si deja los estudios a los 15 años, tiene toda la vida por delante para tener 10 o 15 hijos. Si sigue y se licencia, y si hace un máster, ya se pone en los 30 y minimiza la reproducción. Si la chica está centrada en su carrera, a lo mejor solo tiene uno o dos. Una de las razones por las que la gente tiene un montón de hijos en esta parte del mundo es que se ve a los hijos como un seguro social. Piensan que si tienen 8 o 10 hijos, al menos uno hará una buena carrera y se encargará de ellos. Hay que pensar en lograr buenos empleos y no depender de los hijos.

¿Son optimistas en cuanto al cambio climático?

PM: No es fácil de resolver, pero hay una parte del mundo, la parte negra, donde sufrimos más los efectos. Y esto va más allá del cambio climático porque afecta a la seguridad humana. Los mayores conflictos son por desastres naturales impulsados por el cambio climático. Hasta que los Gobiernos no se comprometan, nadie está seguro. Si me preguntas personalmente, no soy optimista. En Ghana, por ejemplo, el cambio climático atraviesa todo: la salud, la economía, la comida… En los últimos meses nuestra moneda se está depreciando y necesitamos pagar más por el combustible. Eso significa que la gente no puede usar energías limpias y corta árboles. A más deforestación, más cambio climático. Un ghanés medio puede hacer poco contra el cambio climático. La situación fuerza a la gente a utilizar caminos poco ortodoxos, como la minería ilegal, que conozco bien porque hablo de ellas en mis asignaturas. Esta minería contamina el agua, el ganado tiene problemas, se desplaza y provoca conflictos.

DS: Los países desarrollados están más preparados para afrontar los cambios climáticos. Mucha gente cruza los desiertos para llegar a Italia y España, incluso muriendo. Ya no tienen tierras para cultivar porque se han secado y sus familias buscan alternativas, que a veces pasan por mandar a alguien en pos de pastos más verdes. Esto provoca un efecto dominó en Europa, así que ¿por qué no afrontar y financiar los esfuerzos de mitigación y de justicia climática?

¿Cuál es la situación de la crisis actual?

PM: Si hablamos del problema de la moneda en Ghana, hay un factor importante: los países africanos, aunque sean independientes políticamente, no lo son económicamente. Nuestras políticas están dictadas o motivadas por las monedas extranjeras o los fondos de los donantes. Otra deriva de esto es que, desde las independencias, los líderes africanos no han guiado con éxito a los africanos para que creamos en nosotros mismos. Si vas a cualquier entorno africano verás que llevamos prendas producidas en el extranjero. Cada día gastamos dinero en importar comida. Tenemos arroz, pero compramos el extranjero. El mundo desarrollado reproduce y recicla nuestros productos, que volvemos a comprar a un coste más alto… Si los países desarrollados decidieran un día no darnos más dinero, ¿moriríamos? Si morimos, dejadnos morir. Pero si no, significará que confiamos demasiado en las economías extranjeras, y así es como el cedi ghanés acaba depreciándose. Ghana ha pedido al FMI 17 o 18 préstamos, lo que es una señal de que no solucionan los problemas. ¿Por qué estamos así 60 años después de las independencias? Si no somos capaces de invertir en nuestras economías, comerciar entre nosotros, consumir lo que creamos, la economía seguirá siendo dependiente y el dinero seguirá yéndose. Casi todos los recursos naturales siguen estando en África. Mira Ghana. Tenemos el mar en todo el sur, sol todo el año… ¿Por qué no podemos utilizar nuestra energía solar para los vehículos de manera que no paguemos combustibles con precios tan altos? Sé que es caro, pero quiero ver un gobierno africano comprometido para usar el dinero en esto y no en coches caros para los altos cargos… Todos los hoteles buenos de ­Ghana pertenecen a los extranjeros. En Kenia o Etiopía verás infraestructuras ferroviarias construidas con préstamos de China, pero con esos acuerdos han perdido el control de esa red. Es un nuevo colonialismo ­autoimpuesto.


Dos personas pescando en el río Volta entre las localidades de Sokpo y Sogakope. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


¿Qué propone?

PM: Siempre defiendo la necesidad de que los africanos estén al cargo de sus propias políticas económicas. Es una verdad incómoda. Ghana podría estar mucho mejor, y no es una cuestión de un partido en particular o un gobierno, sino que es un tema de gobernanza y de sistema político. Por desgracia, cuando hablas de esto, si no tienes cuidado, te ven como un opositor. Si no abordamos estos problemas, la juventud, que tiene la marca de la pobreza, podría cansarse y levantarse contra los estamentos del Estado. No olvidemos que la Revolución Francesa fue impulsada por gente que tenía hambre.

¿Cuáles son los desafíos políticos y económicos en Ghana?

PM: Rusia y Ucrania están en guerra a miles de kilómetros, pero sentimos las consecuencias porque no pueden exportar fertilizante o grano. ¿Cómo puede ser? Cada vez que viajas a cualquier lugar de África hay algo llamado «comida local». Deberíamos invertir en ella y desarrollar la economía partiendo de ella. Primero hay que estabilizar la moneda. Cuando lo hagamos, deberíamos cambiar nuestros gustos y nuestra actitud. Una de las mejores cosas que podría salir de esta crisis económica es favorecer la industria local. La educación que hemos heredado desde la colonización nos dice que hablemos inglés, que nos sentemos en una oficina con aire acondicionado a la que llegamos en coche… No es realista salir de la crisis si no afrontamos el problema a través del sistema educativo. Un ejemplo: tenemos un montón de ventanas que hemos copiado de Europa y de América. Nuestros interiores se calientan y tenemos que usar aire acondicionado. Nuestra actitud diaria nos crea problemas. Deberíamos sentirnos cómodos yendo en bicicleta. Todo el mundo quiere su coche y los gobiernos no han sido capaces de crear un buen sistema de transporte público. Son círculos viciosos. Hay que hacer un plan estratégico y empezar desde la escuela.

Se habla mucho de Ghana como modelo democrático regional…

PM: Sí, podemos hablar de golpes de Estado recientes en Burkina Faso, Malí y otros países. Incluso en Costa de Marfil hubo violencia. Aquí, si un Gobierno no actúa como debe, nadie se plantea ni quiere una intervención militar. El ghanés típico es una persona pacífica que respeta la ley. Es uno de los países más estables de la subregión y de toda África.


Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


¿Por qué es así?

PM: El ghanés cree que si entra en guerra no habrá un lugar al que escapar. Vivimos rodeados de países francófonos. Ghana es lo único que tenemos. La vida comunitaria también está en las raíces de nuestra cultura. Los cristianos y los musulmanes coexisten en Ghana, mientras que en países vecinos como Nigeria o Benín hay conflictos étnicos. Tenemos jefes tradicionales que trabajan de manera paralela al sistema político. En cada comunidad el jefe establece las reglas de respeto. Todo el mundo los escucha. Estos jefes y líderes de opinión son gente pacífica.

¿Es algo previo a la colonización?

PM: Sí. Honestamente, el período de la metrópoli vino a colonizar nuestras mentes y hacernos sentir que lo que hacíamos era malo. Esto es especialmente visible en el sistema francófono de «asimilación», donde la ropa, la manera de comer y hasta los nombres locales tenían que quedar atrás para ser «civilizados». Estuve en España, y cuando anunciaban que la conferencia iba a ser a cargo del doctor Prize, todo el mundo esperaba a un blanco. Mi nombre está en conflicto con mi personalidad. Si ves un nombre como el de Kwame Nkrumah, sí esperas ver a un ghanés. Si escuchas Xi Ping, piensas en un chino… Estas cosas establecen tu pertenencia. Pero en África, excepto Etiopía, fuimos colonizados y tomamos nombres extranjeros. Carecemos de confianza en nosotros mismos. Yo hablo inglés, francés y algo de español, pero no puedo hablar mi propia lengua. Es una vergüenza para mí. Habiendo dicho esto, creo que nuestros valores culturales han funcionado para mantener la paz.  



Anthony Amoa, rector de la Universidad de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, en la localidad de Somanya. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo

«La agricultura no es cosa de pobres»

En el vestíbulo del edificio principal de la Universidad de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, un letrero con el acrónimo HOPE (‘esperanza’ en inglés) interrumpe el minimalismo de una construcción que apenas muestra señales de uso por parte de los estudiantes. Honesty (‘honestidad’), opportunity (‘oportunidad’), perseverance (‘perseverancia’) y enterprising (‘emprendimiento’) son los valores destacados de la institución, tal como nos explica Prize F. Y. ­McAprecko: «La honestidad es con los demás, con nosotros mismos y en relación al medio ambiente; las oportunidades hay que aprovecharlas en nuestro medio ambiente sin destruirlo; perseverancia es para que nuestros estudiantes sigan adelante hasta conseguir sus propósitos y, por último, con el espíritu emprendedor debemos ser capaces de hacer negocios con origen en nuestro entorno. Hope es nuestra guía de vida en esta institución».

Minutos después, el rector, Anthony Amoa (en la imagen), nos recibe en su despacho sin disimular ciertas suspicacias por la manera en la que los medios europeos representan a África. «He vivido en Reino Unido, Alemania e Italia. La gente es amable, pero en sus comentarios ves que los medios muestran unos estereotipos sobre África que dejan ver cierta falta de respeto. Creen que no somos capaces ni inteligentes. Acabé el doctorado mucho antes que mis compañeros y veías que se sorprendían porque venía de África», se queja. 

Alumnas de la Universidad de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo



«Estamos muy enfocados en actuar siendo acordes al desarrollo sostenible. No malgastamos los recursos», explica Amoa. «Nuestra responsabilidad es capacitar a la gente para la agricultura sostenible, que es menos vulnerable que la tradicional. Nos hemos dado cuenta de que la agricultura ya no atrae a los jóvenes. ¿Por qué? Piensan que es algo de pobres y los cultivos sufren vulnerabilidades externas: el cambio climático, las plagas… El año que viene vamos a reservar un espacio para la agricultura de invernadero. Colaboraremos con la comunidad. Vamos a pedirles que se acerquen y contaremos con sus puntos de vista. También vamos a pedir ayuda a la FAO para esto», añade el rector, que da la vuelta a la pantalla de su ordenador para mostrar las presentaciones que ha preparado últimamente en busca de fondos. «Otra de nuestras ideas es criar conejos. En nuestro país hay un problema de suministro de carne, pero la crianza de conejos es rápida si los alimentas bien».

«¿Es difícil acceder a esta universidad?», preguntamos. «No –contesta el rector–, es muy fácil. Solo necesitas aprobar las ciencias y el inglés. Si tienes los cursos obligatorios, te aceptamos ya seas alto, bajo, hombre, mujer, negro, blanco o con discapacidad. No nos importa. Queremos lograr un entorno multicultural con estudiantes de fuera también», añade.


Un grupo de mujeres en una calle comercial de Accra. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


Incógnitas para un futuro inmediato

Por Chema Caballero 

El desarrollo económico y humano de Ghana está en peligro por el cambio climático. En su conjunto, la nación de África occidental ha experimentado un aumento de un grado en las temperaturas desde 1960. En la actualidad, unos 45.000 ghaneses se ven afectados por inundaciones cada año, lo que también conlleva la destrucción de infraestructuras. Además, la mitad de la costa del país está amenazada por la erosión y las inundaciones como consecuencia del aumento del nivel del mar. Por otra parte, la población no deja de crecer. De los 33 millones de habitantes que tiene el país en la actualidad se pasará a 50 a mitad de siglo. De ellos, el 73,2 %, es decir, 36 millones, vivirá en áreas urbanas. Este incremento de población acentuará la presión sobre servicios básicos que deben proveer las ciudades como agua corriente, electricidad, alcantarillado, recogida de residuos sólidos o transporte. Igualmente, el aumento de las temperaturas y el desajuste de los patrones de lluvia afectará a la productividad de los cultivos.

Y todo ello, a pesar de que la contribución de Ghana a las emisiones globales de gases invernaderos es ínfima, como la de la inmensa mayoría de los países africanos. El continente tiene alrededor de una quinta parte de la población mundial, pero produce menos del 3 % de las emisiones de dióxido de carbono, según la Agencia internacional de la Energía.

El Gobierno ghanés ha firmado distintos acuerdos multinacionales de lucha contra el cambio climático y ha desarrollado sus propios planes con el objetivo de frenarlo. Pero para ello se necesita dinero, y el país se encuentra en una grave crisis financiera que le llevó en diciembre de 2022 a suspender el pago de la mayoría de las deudas externas, incluidos los eurobonos, préstamos comerciales y bilaterales. También se ha sumado al resto de las naciones africanas para demandar a los países causantes del cambio climático que financien las estrategias que necesitan implementarse en el continente para mitigar sus efectos. Pero hasta ahora, la respuesta ha sido muy tibia a pesar de las grandes promesas realizadas. Por eso, seguir un camino de desarrollo bajo en carbono y resiliente al clima para fomentar un crecimiento más verde e inclusivo está lejos de ser alcanzado en Ghana.

Colabora con Mundo Negro

Estamos comprometidos con la información sobre África

Si te gusta lo que hacemos, suscríbete a nuestra revista o colabora con nuestro proyecto