La mirada del encuentro

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En 20 años, la población de gorilas de planicie ha descendido un 77 % 


Los primatólogos calculan que hay 3.800 gorilas de planicie, la mayoría en las zonas boscosas del parque Kahuzi Biega (República Democrática de Congo), patrimonio de la UNESCO, pero amenazado por cazadores furtivos, milicias armadas y extractores ilegales de oro y madera. Un equipo de MUNDO NEGRO ha visitado el lugar.

En 1970, el conservacionista y fotógrafo belga Adrien Deschryver llegó a los volcanes dormidos de las montañas de Kahuzi (3.308 metros) y Biega (2.790 metros) y quedó fascinado por la biodiversidad de un lugar que hoy es el hogar de 170 gorilas beringei graueri (gorilas de planicie), una especie en peligro grave de extinción.

Fotografía: Alexis Huguet / Getty


Comparten 60.000 hectáreas de superficie con otros 137 mamíferos y 350 especies de aves, que son monitorizados por guardabosques cuyo principal objetivo es proteger a los simios por 50 dólares al mes. Esta cantidad se multiplica por ocho cuando un turista extranjero quiere vivir la experiencia de seguir por unas horas el rastro de una de las 13 familias entrenadas durante años mediante el contacto visual y el respeto de un espacio que acaban compartiendo.

Fotografía: Carla Fibla García-Sala


De-Dieu Bya´Ombe Balongelwa (arriba) explica que desde finales de los años 90 la guerra amenaza a la fauna y la flora. «El número de gorilas y elefantes ha descendido porque se ha fragmentado el parque, cortando el movimiento de los animales». Sin espacio para la duda, el jefe de los guardabosques afirma que «los gorilas son los predecesores del hombre», tras enumerar las normas de comportamiento a seguir ante la familia del macho dominante, Bonne Année (nacido en 2003, pesa 270 kilos), que será al que sigamos junto a las siete hembras y cuatro crías de su familia. «A los gorilas se les diferencia por su aspecto, su comportamiento y el sistema alimentario (vegetarianos y veganos)», apunta al detallar que los de montaña tienen la nariz chafada, la cara redonda, un bulto en la cabeza, viven en familia en lugar de hacerlo en grupo, son polígamos y cuando un hijo macho cumple ocho años, se va para crear su clan llevándose una o dos hembras de su grupo familiar de origen. «Combaten por alimentos, territorios o por las hembras», concluye.

Fotografía: Alexis Huguet / Getty


Viven entre 45 y 50 años, y empiezan a reproducirse cuando el macho cumple siete años y la hembra nueve. Con una gestación similar a la humana, nueve meses, la cría está durante los tres primeros años pegada a la madre, que es la que le enseña a defenderse y sobrevivir. Por lo tanto, la reproducción de la especie es lenta: cada cuatro años. «No lo hacen por placer sino para reproducirse, y es la voluntad de la hembra la que marca el momento de la gestación», explica Balongelwa, quien al dar detalles sobre su alimentación explica que en general son herbívoros, aunque también pueden comer hormigas. «Las fases de alimentación las marcan las estaciones: en la de lluvias, hojas (unos 30 kilos al día) y juncos de bambú; y en la seca, frutos». Esto hace que en la de lluvias se desplacen continuamente.

Fotografía: Alexis Huguet / Getty


Por paradojas de la vida, la mayoría de sus cuidadores son pigmeos que a menudo se enfrentan a otros miembros de la comunidad batua que fueron desalojados cuando se creó el parque y que regresaron hace unos años a sus tierras ancestrales.

Fotografía: Alexis Huguet / Getty


Frente a lo que hacía la zoóloga estadounidense Dian Fossey, que comenzó a estudiar a los gorilas de montaña en el Kahuzi Biega, la sumisión y la mirada al suelo para acercarse a los primates e investigarlos no es la relación que los guardabosques han establecido en el parque. «Deschryver establecía el clima de confianza mirándolos a los ojos», y eso es lo que piden a los turistas –aportan el 40 % de los fondos del parque– que hagan nada más sentir su presencia.

 

Fotografía: Alexis Huguet / Getty






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