«La pandemia ha agudizado nuestras precarias condiciones de vida»

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La comunidad racializada y migrante vuelve a recorrer el centro de Madrid para denunciar el racismo institucional y social.



La Asamblea Antirracista de Madrid volvió a convocar el pasado domingo 15 de noviembre una manifestación en las calles de la capital española para exigir una sociedad más justa y más igualitaria bajo un lema que reclama urgencia: «Acción antirracista ya».



Cientos de personas migrantes, racializadas y simpatizantes con esta lucha se congregaron a las cinco de la tarde junto a la Fuente de Neptuno y recorrieron el paseo del Prado, la calle Alcalá y la Gran Vía con mascarillas en los rostros y pancartas en las manos con mensajes como «El racismo mata», «El colonialismo no es cosa del pasado», «Mutuo respeto entre gente y pueblos». «No somos cifras, somos personas. Regularización ya» o «La ONU suspende a España en racismo: leyes, vallas, CIEs, etc…».  Es el cuarto año que se celebra este evento, organizado por la Asamblea Antirracista de Madrid.

Fotografía: Javier Sánchez Salcedo



Sobre las seis y media de una tarde agradable, con menos frío del que se esperaría en noviembre, los manifestantes avanzaban cantando consignas por una Gran Vía repleta de personas entrando y saliendo de tiendas de ropa y franquicias de comida rápida. Muchos de ellos se detenían en la acera a mirar qué pasaba, mientras se preguntaban quiénes eran esas personas que coreaban consignas como «CIES no, CIES no, CIES no» o «Madrid será la tumba del racismo». La respuesta a esta pregunta fue aclarada de forma contundente al comienzo del manifiesto que la organización leyó sobre un escenario instalado en la plaza de Callao. «Somos las racializadas, las migrantes, las hijas de migrantes, las españolas racializadas, somos las negras, las indígenas, las indias, las moras, las mestizas, las chinas, las gitanas. Las que vinimos de pequeñas, las que nacimos aquí. Las refugiadas. Las que estamos aquí con y sin papeles. Las trabajadoras de la fresa, las temporeras, las porteadoras de la frontera de Ceuta y Melilla, las trabajadoras del hogar y los cuidados, las estudiantes, las profesionales, las madres, las camareras y limpadoras de bares, hoteles y restaurantes. Las internas que no pueden salir, somos las que son expulsadas en vuelos de deportación y las que dejaron su vida en el mar Mediterráneo intentando llegar a esta falsa promesa llamada Europa, que es la Europa fortaleza. ¡Estas somos!»

Fotografía: Javier Sánchez Salcedo
Fotografía: Javier Sánchez Salcedo



El número de participantes esta vez ha sido menor que en convocatorias anteriores, una consecuencia más de la pandemia de COVID-19 que lo trastoca todo. Precisamente los efectos del coronavirus sobre las personas migrantes y racializadas ha sido uno de los ejes centrales en las reivindicaciones. La pandemia ha golpeado más duro contra las personas más vulnerables, agravando la falta de recursos en la Administración, lo que ha supuesto una mayor saturación en la atención, falta de citas de Extranjería, colapso en la gestión de trámites como las solicitudes de asilo o el empadronamiento, básico para el acceso a derechos básicos como la sanidad, la educación o el transporte. «Nosotras, las personas migrantes y racializadas hemos soportado más las consecuencias de la pandemia: la miseria, la precariedad, el paro y los desahucios. Durante el confinamiento estar en situación administrativa irregular ha supuesto para muchas personas acabar en situación de calle. Sin acceso a sanidad, en condiciones precarias de vida, sin acceso a medicamentos y materiales de protección como los EPIs, sin poder hacer cuarentenas, sin acceso a pruebas diagnósticas. A esto se suma la criminalización de nuestros barrios y la mayor presencia policial en nuestras calles. Durante toda esta crisis no han cesado las identificaciones policiales con perfil racial en los espacios públicos».

Fotografía: Javier Sánchez Salcedo



Para muchas de estas personas, cuyos medios de supervivencia son la venta ambulante o el trabajo doméstico, medidas como el estado de alarma o el confinamiento han tenido drásticas consecuencias en sus economías y en sus vidas.  Para transformar este sistema, que les mantiene en una situación de desventaja y de precariedad, los colectivos agrupados bajo la Asamblea Antirracista han querido hacer un llamamiento a toda la sociedad para que se adhieran a un listado con 21 propuestas y reivindicaciones, comenzando con la abolición de los Centros de Internamiento para Extranjeros –cerrados momentáneamente durante la epidemia pero que no solo se están volviendo a abrir, sino que se prevé la apertura de uno nuevo en Algeciras– y con la derogación de la Ley de Extranjería. Además piden una nueva ley de Igualdad de trato y no discriminación, una ley de reconocimiento de la diversidad étnico-racial, un censo que reconozca esta diversidad, un Plan Estatal Antirracista y medidas para la protección de los menores migrantes no acompañados, los trabajadores de la manta, entre otras reivindicaciones.

Fotografía: Javier Sánchez Salcedo



Durante el transcurso de la marcha hubo momentos para recordar y homenajear a algunas de las personas que han perdido la vida como consecuencia del racismo social e institucional, como Mame Mbaye, senegalés de 35 años vendía en la calle y sufrió un ataque al corazón tras una supuesta persecución policial; Samba Martine, congoleña que murió mientras estaba retenida en el CIE de Aluche; o Lucrecia Pérez Matos, mujer dominicana asesinada en Madrid el 13 de noviembre de 1992 por un guardia civil y tres menores vinculados a grupos neonazis, el primer crimen xenófobo reconocido oficialmente en España. Precisamente coincidiendo con el 28 aniversario de este crimen, el pasado viernes se celebró otro acto, también convocado por la Asamblea Antirracista de Madrid, en la Plaza de Tirso de Molina en memoria de Lucrecia Pérez.


Fotografía: Javier Sánchez Salcedo




«Este sistema acaba con más vidas humanas que cualquier virus». Karen Patricia Rodríguez Urquia es portavoz de la Asamblea Antirracista de Madrid y forma parte de la Red de Hondureñas Migradas y la Red de Mujeres Latinoamericanas y del Caribe. Hablamos con ella sobre la convocatoria de este año.

Aunque la lista de reivindicaciones es extensa y son reivindicaciones en las que se viene insistiendo desde hace años, ahora habéis incidido en los efectos de la pandemia, que están haciendo un daño más agudo entre la población migrante. ¿Podrías comentarme este aspecto?

La pandemia no ha hecho más que agudizar nuestras precarias condiciones de vida, como consecuencia de un sistema capitalista y racista, para el cual nuestras vidas no importan. Para este sistema de desigualdad somos solamente mano de obra explotable, de usar y tirar. En el Estado español esto se materializa en la Ley de Extranjería, la cual vulnera sistemáticamente nuestros derechos humanos y nos despoja de nuestra ciudadanía, al categorizarnos como ciudadanía de segunda, sin acceso a las medidas y ayudas creadas por el Gobierno para poder afrontar la pandemia, de forma que nos siguen dejando atrás, nos siguen excluyendo social e institucionalmente. Esto se podría evitar con la regularización de todas las personas extranjeras, pero vemos que no hay voluntad política por parte del Gobierno, que se hace llamar el más progresista de la historia.

Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


¿Qué importancia tiene para ti esta convocatoria que se ha venido realizando anualmente desde los últimos cuatro años? ¿Qué impacto consideras que están teniendo estas manifestaciones en el centro de la ciudad?

Para mí tiene mucha importancia. Lo tiene para toda la comunidad racializada y migrante que resiste y se organiza para luchar por sus derechos. En mi caso, es el tercer año consecutivo que acudo a la manifestación, el primero en que entro con muchas ganas e ilusión en la organización de la convocatoria. A pesar de nuestras limitaciones, falta de tiempo, precariedad laboral, obligaciones familiares, aquí seguimos, alzando la voz con alegre rebeldía y mucho amor y respeto por todo lo conseguido. Creemos que es esencial dar visibilidad a nuestras reivindicaciones y realidades, muchas veces ignoradas por la sociedad blanca española. En este sentido, el centro es un espacio estratégico, donde se concentra gran cantidad de personas, para dar a conocer nuestras demandas y hacernos sentir, ¡aquí estamos y no nos vamos a ir! El domingo vimos cómo logramos ser el centro de atención en la Gran Vía, donde mucha gente se detuvo a vernos y escucharnos. Nuestro fin es llevar nuestro mensaje antirracista y anticolonialista a todos los barrios, pueblos, a toda la sociedad en general para que se involucre en esta lucha, que es de todas las personas que creemos en la construcción de un mundo más justo y más humano.

Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


¿Cómo valoras la manifestación de este año?

Desde mi punto de vista, fue una tarde-noche maravillosa, llena de energía, digna rabia, fuerza, hermanamiento y poder racializado. A pesar de las complejidades de este año, de estar atravesando una crisis pandémica, social y económica, donde nuestras comunidades están siendo las más golpeadas, logramos juntarnos, organizarnos, sentirnos, cuidarnos y marchar juntos y juntas por nuestros derechos, porque queremos condiciones de vida dignas, porque no vamos a permitir que nuestros hermanos y hermanas  en situación irregular sigan estando en los CIEs, porque queremos sociedades libres de racismo, xenofobia, machismo y lgtb+ fobia, porque estamos hartas que nos dejen atrás.

Fotografía: Javier Sánchez Salcedo


La lucha antirracista es un trabajo de muy largo recorrido. Haciendo un balance de los últimos años, ¿en qué punto crees que está la lucha antirracista? ¿Hay razones para el optimismo por los avances logrados o por el contrario crees que se ha endurecido la lucha con nuevos obstáculos?

Sí, el recorrido del movimiento antirracista es largo y ancestral, no es de ahora y tampoco es una moda, venimos de siglos de resistencia, siglos de expolio y exterminio de nuestros pueblos y territorios, siglos de lucha y organización por la supervivencia. La lucha antirracista pervivirá mientras pervivan nuestras memorias, legados y cosmovisiones. Razones para el optimismo hay muchas, estamos organizadas, somos resistencia y resiliencia, tenemos claro el origen de las violencias e injusticias que atraviesan nuestras vidas, nuestros objetivos y demandas. A corto plazo podemos ver cómo la crisis agravará nuestras condiciones de vida, lo que conllevará a un retroceso en muchos aspectos, como el acceso a la vivienda, la precariedad laboral, el acceso a la sanidad universal, la irregularidad sobrevenida debido al estancamiento y falta de medios en los trámites de extranjería, la criminalización de los menores no acompañados que está generando un caldo de cultivo de odio en los barrios obreros y en la sociedad en general. Los discursos fascistas y racistas se intensifican tanto en las instituciones como en las calles, señalando a los más débiles como culpables de la crisis, culpando a las comunidades migrantes de la propagación del virus por nuestra «forma de vida», cuando gran parte de los trabajos esenciales frente a la pandemia, como ser el empleo de hogar y cuidados, dependencia, limpiadoras, jornaleras, temporeros y más, son ejercidos por personas migrantes, pero parece que esto no es un tema que merece ser visibilizado por los medios de comunicación españoles. En definitiva, nosotras no solamente nos estamos enfrentando al COVID, nos enfrentamos al racismo y a la desigualdad de un sistema que agoniza y se sostiene sobre la vida de las personas del sur, de los márgenes, de las migrantes, de la clase trabajadora empobrecida. Este sistema acaba con más vidas humanas que cualquier virus.

Fotografía: Javier Sánchez Salcedo



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