Publicado por Javier Fariñas Martín en |
Compartir la entrada "Las bambalinas africanas de Manos Unidas"
[Fotografía superior: Manos Unidas / Beatriz Hernáez]
Los medios de comunicación convencionales suelen callar. Pero las redes sociales sí otorgan a las recientes elecciones de República Democrática de Congo (RDC) la importancia que merecen. Un día después de anunciarse la victoria de Félix Tshisekedi, la mayoría de los analistas mostraban sus dudas sobre la validez de unos resultados que podían beneficiar al presidente saliente, Joseph Kabila, y al entrante, el hijo del histórico y fallecido líder opositor, Étienne Tshisekedi; y ponían en entredicho unos resultados que Fayulu –que a priori encabezaba las expectativas populares–, veía alejarse entre las habituales sospechas de fraude.
Las dudas también corren, vuelan, en el Departamento de África de Manos Unidas. Su coordinadora, Mabel Ibáñez, conoce bien el país –dos años después de su aterrizaje en la ONG de desarrollo de la Iglesia católica en España se vinculó a la gestión de los proyectos en el gigante africano–. Desde que en 2011 llegara por primera vez en avioneta, vía Uganda, a tierras congoleñas, no ha dejado de preocuparse por lo que ocurre en aquel país. Y, ante todo, busca el porqué a aquello que ocurre. Por eso habla y no para de las elecciones y de los retos a los que se enfrenta el país, una mezcla de factores internos y externos que arrebatan el porvenir a la población. «Leo mucho sobre África y sé cómo trabajan las grandes compañías. Estas, desde luego, se encuentran entre las culpables de la situación, pero también es grande la responsabilidad de las élites», denuncia Ibáñez, quien continúa: «Kabila ha desmantelado GECAMINES, la compañía equivalente al que fue nuestro Instituto Nacional de Industria. Vendió el 80 % a la suiza Glencore y el 20 % restante se lo ha quedado él a título personal. Sin embargo, la situación empeoró para la población cuando la empresa suiza vendió una parte a China, y ya se sabe que China hace infraestructuras a cambio de no se sabe bien qué». En cualquier caso, quienes pierden son siempre los mismos. O sea, el pueblo.
La reflexión sobre RDC –a última hora, en una derivada de la conversación, surge también la figura del eterno Paul Biya, que según Mabel Ibáñez está detrás del control de buena parte de los recursos de Camerún– explicita una parte fundamental de la labor del Departamento de África de Manos Unidas, manejar la mayor información posible sobre la deriva de los países en los que desarrollan proyectos.
El equipo de trabajo, compuesto en la actualidad por 63 personas –más del 90 % son mujeres–, en su mayoría voluntarias, divide su tiempo entre el estudio y la gestión de los proyectos, con intentar conocer qué es lo que ocurre en el continente africano. La información, esa vieja carta marcada que te permite la toma de decisiones con mayor probabilidad de acierto, es uno de los elementos que se manejan con mayor precisión en este pedazo de África instalado en los servicios centrales de Manos Unidas. No es baladí el hecho de que la información de la que se nutre la organización viene firmada por gente que conoce bien el terreno: misioneros y contrapartes locales que no abandonan el lugar en el que están, y cuya presencia allí no se caracteriza por la interinidad. Con todo este flujo informativo, Mabel Ibáñez reconoce que «no puedo decir que conozco África, pero sí tengo un conocimiento mucho más ajustado de la situación».
El trabajo con contrapartes locales se tradujo el pasado mes de octubre en un encuentro celebrado en Dakar, en el que participaron, junto a Manos Unidas, numerosas organizaciones de la sociedad civil de Camerún, Marruecos, RDC, Senegal y Burkina Faso para trabajar el Derecho a la Alimentación. La iniciativa se repetirá para los países anglófonos el próximo mes de junio, posiblemente en Uganda.
A ello también se suma el trabajo sobre el terreno que la propia ONG desarrolla en los países destinatarios de la ayuda. Por eso, los miembros del departamento viajan cada año a aquellos países en los que se financian proyectos. Dado el volumen de los proyectos y el elevado número de naciones a recorrer, son pocas las fechas en las que el equipo humano del departamento está al completo en sus instalaciones.
Las cifras indican –si nos atenemos a la cantidad de proyectos y a la partida que cada año destina Manos Unidas al continente– que el de África es el departamento más voluminoso de toda la ONG. Sin cerrar todavía la memoria de actividades de 2018, ya se conoce que el presupuesto de 2019 para este departamento asciende a 11,7 millones de euros, frente a los casi 8 millones que se destinarán a América y los 6,5 millones que irán a parar a Asia. Sin embargo, Mabel Ibáñez es consciente de que esa cantidad, al final, se aproximará a los 16 millones de euros. La responsabilidad social está impulsando a muchas corporaciones a financiar proyectos en organizaciones del tercer sector. En el caso de Manos –como coloquialmente se denomina a esta veterana institución, que en 2019 cumple 60 años ininterrumpidos de trabajo—, estas peticiones se canalizan a través de Vía Directa, un departamento que hace posible esta colaboración. Cada vez más, esta inquietud se decanta por proyectos en suelo africano.
En el inicio de 2019, Manos Unidas está estudiando 384 proyectos para el continente. Muchos de ellos, 139, proceden de países de la Zona Oeste, una de las cinco áreas geográficas en las que el departamento ha dividido el territorio continental; 89 proyectos han llegado del África austral; 72 de la Zona Este; 66 del centro y los 18 restantes del norte. Al igual que la coordinadora de proyectos, todas las demarcaciones están bajo responsabilidad de una mujer (Fernanda Castillo, Beatriz Hernáez, Goril Meisingset, Amelia Osma y Ana Lucas, respectivamente). Este equipo se encargará de la distribución del presupuesto asignado para 2019, que prevé algo más de 3 millones de euros para el oeste; 2,7 millones para la zona austral; 2,5 millones para África central; 2,4 millones para el este y 900.000 euros para los países del norte africano.
¿Dónde y a qué se dedicarán? El deambular del año mostrará cómo se traduce ese reparto. Los avatares políticos, movimientos migratorios más o menos inesperados, hambrunas y efectos del cambio climático, entre otros factores, condicionarán en buena medida el destino de los fondos de los donantes de Manos Unidas. Si tomamos como referencia el año 2017, Burkina Faso, con 25 proyectos, fue el país en el que se apoyaron mayor número de iniciativas. Camerún (23), Kenia (16), Benín (15) Mozambique, Etiopía y RDC (14), Zambia (12), Mauritania, Malaui y Uganda (11), Tanzania, Senegal, Togo y Madagascar (10) alcanzaron o superaron la decena de proyectos.
Por sectores, en 2017 el 44 % de los proyectos en África se destinaron al ámbito educativo. Cuando se detiene en este campo, a Mabel Ibáñez comienzan a surgirles nombres de misioneros, de organizaciones y de proyectos en RDC, en Mozambique, en el oeste africano… Proyectos que promueven el empoderamiento de una población que debe huir de una de las lacras continentales: el desempleo. «La falta de trabajo –advierte Ibáñez– los convierte en presa fácil de la radicalización, de las drogas, del alcohol… Y todo ello genera inseguridad e inestabilidad». Tras la educación, el 23 % de los ingresos de la ONG se destinó a proyectos de promoción de la salud y un 12 % a iniciativas dirigidas a la mujer, algo que no es casual ni anecdótico.
La mujer ocupa un papel preponderante en la historia de la organización, y no solo porque la presidencia la haya ocupado siempre una mujer, o porque la mayoría de su personal –voluntario o contratado– sea femenino. La lucha enconada contra las desigualdades que unas mujeres plantearon a mediados del siglo pasado es lo sustancial de esta historia.
Manos Unidas recuerda en su página web que «la historia de la Campaña contra el Hambre comenzó en 1955, cuando la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas hizo público un manifiesto en el que, respondiendo a un llamamiento de la FAO anunciaba su compromiso en la lucha contra el hambre en el mundo. En 1959, las mujeres de Acción Católica de España tomaron el testigo y lanzaron la primera Campaña contra el Hambre». A ellas se refiere Mabel Ibáñez como «unas mujeres valientes que soñaban con acabar con el hambre en el mundo. No lo hemos logrado, pero seguimos en esa lucha sin desfallecer. Se lo debemos a ellas, a las pioneras, y a tantos en los tres continentes que necesitan de nuestro apoyo».
El vínculo entre Manos Unidas y África se inició en 1962, con la ayuda para un internado de niñas en Guinea Ecuatorial. La comunicación de las necesidades se realizaba casi boca a boca. Poco después, empezó a distribuir un boletín informativo en el que proponía proyectos concretos de ayuda. En aquel soporte, el primero vinculado al continente africano pretendía la promoción de la mujer en Camerún. En aquellos tiempos se pidió a los donantes 68.000 pesetas (poco más de 400 euros). Aquella iniciática comunicación –cuando la organización empezaba a ganarse la confianza de la ciudadanía española– encontró un cauce para garantizar su ayuda a los países en vías de desarrollo. Camerún, entonces, compartió espacio con proyectos para India y Perú.
Camerún en el origen del vínculo que une a Manos Unidas con el continente. Camerún, también, en la reflexión sobre algunos de los retos a los que se enfrenta África en la actualidad. Por eso, después de exponer las claves sobre esa República Democrática de Congo que deja Kabila, le llega el turno a la nación de Paul Biya, uno de esos presidentes eternos cuya gestión no siempre se acomoda a lo que la población requiere. El conflicto en la región anglófona. Una economía que repunta. Las incursiones de Boko Haram… La información que vuelve a cobrar protagonismo en ese rincón africano de Manos.
Compartir la entrada "Las bambalinas africanas de Manos Unidas"