Las escuelas son espacios de protección en medio de los conflictos

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Todos los niños y todas las niñas tienen derecho a una buena salud, a vivir en el seno de una familia, a jugar, a sentirse seguros y a recibir una educación que desarrolle su capacidad de libertad de pensamiento y de expresión. Lo recoge la Convención de los Derechos del Niño, cuya firma se conmemora hoy, 20 de noviembre. La organización Entreculturas aprovecha la ocasión para poner el foco en los millones de niños y niñas en todo el mundo a los que se les están negando estos derechos. En este momento, 124 millones de menores no van a la escuela, una cifra que ha aumentado en los últimos cuatro años: hoy hay dos millones más sin escolarizar que en 2011.

 

Fotografía Entreculturas

Entreculturas

Los conflictos armados son una de las principales trabas para acceder a la escuela. Actualmente 230 millones de niños y niñas viven en países afectados por la guerra. «En estos contextos de guerra, la mayoría de sus derechos más básicos se ven vulnerados. Y, si bien es cierto que los derechos humanos no pueden priorizarse porque todos son igual de importantes, en Entreculturas creemos que hay dos derechos que definen mucho lo que es la infancia: el derecho a jugar y el derecho a aprender, a ir al colegio», dice Raquel Abad, responsable de proyectos en África del Oeste y Oriente Medio de Entreculturas.

De los 60 millones de personas que actualmente están desplazadas debido a los conflictos, la mitad son niños y niñas, y el 37% de ellos no tiene posibilidad de acceder a la escuela. «Si nos fijamos en lo que está ocurriendo solamente en África tenemos ya 14 millones de personas refugiadas y desplazadas. Por poner un ejemplo, de estos 14 millones un millón son solamente niños y niñas de Sudán del Sur refugiados o desplazados que no han conocido ninguna otra realidad en sus vidas que la de estar fuera de sus hogares. Para ellos el acceso a la educación es especialmente difícil. Lo cual es paradójico porque pensamos que la educación es la mejor forma de sobrellevar estas situaciones».

La organización promueve proyectos educativos con población desplazada y refugiada en Líbano, Sudán del Sur, República Democrática de Congo, Chad, Camerún, Uganda, Zimbabue, Etiopía y Colombia. «En muchas ocasiones nos encontramos con que las infraestructuras educativas, las escuelas, están destruidas, no existen, no hay recursos humanos como docentes que puedan impartir clases, o bien que la pobreza y la inseguridad hacen que las familias no tengas los recursos mínimos para mandar a sus niños a la escuela. O que, como no tienen recursos, se vean obligados a mandar a sus hijos a trabajar y a traer ingresos a sus hogares».

En la última década las escuelas, los estudiantes y los profesores están siendo objetivos específicos de violencia armada, como sucedió en el caso del ataque a la Premio Nobel de la Paz, Malala, cuando volvía de la escuela, o el secuestro a más de 200 niñas en un colegio en Nigeria, o la matanza a principios de este año de 141 personas, la mayoría menores, en un colegio de Pakistán.

«El primer beneficio que constatamos de la educación es que en estos países en guerra las escuelas tienen un potencial enorme como espacios de protección. Los niños y niñas que están ahí dentro en las escuelas se encuentran protegidos de posibles riesgos como el ser reclutados por grupos armados, ser violados o ser separados de sus familias. Además vemos que la educación es fundamental por la capacidad que tiene de reducir las vulnerabilidades propias de contextos de guerra, de desarrollar habilidades en los niños y niñas para hacer frente a esas dificultades que se están encontrando en esos contextos de emergencia, como tener claves de seguridad de cómo moverse en su contexto, tener claves de higiene o de salud».

 

 

Día Mundial de la Infancia

Una clase en el campo de refugiados de Gendrassa. / ANDREW ASH (SERVICIO JESUITA A LOS REFUGIADOS)

 

«En tercer lugar creemos que la educación en contextos de crisis es clave para romper círculos de violencia. Una educación que promueva valores como la solidaridad, el respeto a otras culturas, la promoción de una cultura de paz es una educación que está sentando las bases para una nueva generación que tiene la oportunidad de cambiar la realidad de guerra en sus países. Y en último lugar queremos destacar la importancia de la educación en estos conflictos por el valor que tiene para reducir este impacto psico-social que tienen los niños y niñas en estos contextos. La educación les da un sentido de normalidad, de esperanza, ponen la vida en el futuro, en sus sueños, se proyectan en lo que van a llegar a ser cuando su día a día es el sobrevivir».

 

Intervención de Raquel Abad durante la presentación de la campaña NOLAND de Entreculturas:

 

«Educación en Upendo (Kenia)». Vídeo realizado por Entreculturas: 

 

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