«Las raíces de la Iglesia son superficiales»

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Mons. Buti Joseph Tlhagale, arzobispo de Johannesburgo



Por P. Efrem Tresoldi desde Johannesburgo



La reconciliación nacional o inculturar el mensaje del Evangelio son algunos de los retos de la Iglesia sudafricana en la actualidad, de los que Mons. Tlhagale, arzobispo de Johannesburgo desde 2003, habla con MN.

En sus 19 años como arzobispo de Johannesburgo, ¿cuál ha sido la tarea en la que más empeño ha puesto?

He fracasado en mi tarea principal. Cuando llegué a Johannesburgo, uno de los desafíos principales en Sudáfrica en esa época, que no creo que haya cambiado, era la construcción del país. Veníamos de la cultura del apartheid, del sistema de los bantustanes y nos tocaba deshacer ese sistema y tratar de construir una nación con todos los grupos étnicos, además de superar el racismo existente.

¿También como Iglesia?

Sí, reunir a todos estos grupos para que todos pudieran rezar juntos. Este era uno de mis objetivos como pastor de esta Iglesia, pero he fracasado. Nunca ha habido un deseo natural y espontáneo de juntarnos y mezclarnos. Todos, blancos y negros, van a misa, pero en grupos separados. 

¿Esto es exclusivo de la Iglesia?

Es una enfermedad de la sociedad sudafricana. En festividades civiles a nivel nacional, como el Día de la Tradición o el Día de la Juventud, blancos y negros nunca se mezclan. De hecho, los blancos se toman las festividades civiles como días de vacaciones para hacer safaris o ir a los parques nacionales, mientras que la gente negra acude a marchas políticas. Blancos y negros no se juntan en Sudáfrica. La Iglesia refleja lo que la sociedad es. Como Iglesia queremos ir por delante de la sociedad, pero esta nos tira para atrás. Es un reto que no vamos a ser capaces de solucionar de la noche a la mañana.

¿Qué otras prioridades tiene la Iglesia católica en la archidiócesis de Johannesburgo?

Nuestra idea central, repito, es reunir a la gente para rezar y caminar juntos, pero también nos hemos propuesto revitalizar la juventud diocesana, dar énfasis al sacramento del matrimonio y a la vida en familia. Está también el tema de la catequesis. Contamos con cerca de 1.000 catequistas a los que reunimos cada año para darles formación permanente. Tenemos catequistas que son estudiantes universitarios y otros que apenas tienen estudios elementales. Pero, en general, contamos con muy buenos catequistas, mujeres en su mayoría.


Varios fieles durante una celebración en la iglesia católica Regina Mundi, en Soweto. Fotografía: Chip Somodevilla / Getty

¿Se ha enraizado el Evangelio en la cultura sudafricana? 

El papa emérito, Benedicto XVI, sugirió que se estudiara la relación del culto con la cultura africana para saber qué elementos de esta impiden la conversión de los africanos al cristianismo. Ser catequizado y bautizado no significa que seas cristiano si no has abandonado tu sistema de valores. La catequesis no está muy enraizada ni es profunda en África. Aun así, seguimos bautizando y aceptando en la Iglesia a gente que está parcialmente convertida. Y este es un gran reto para nosotros. 

Hay quien dice que el catolicismo no ha entrado por completo en el país y que se ve a la Iglesia católica como hecha para los blancos.

El cristianismo no ha echado raíces. La gente cambia de Iglesia con facilidad. Entra y sale de la Iglesia católica con frecuencia y se va a las nuevas Iglesias pentecostales o a las Iglesias de las religiones tradicionales. La fe aún es joven en Sudáfrica. Aunque los Misioneros de Mariannhill han celebrado sus 160 años de presencia en el país, la media de edad de nuestra Iglesia es de unos 100 años. Las raíces de la Iglesia son superficiales. En sus comienzos, los misioneros estaban solo al servicio de la población blanca y tan solo en los años 40 y 50 empezaron a ir a los suburbios y a las zonas rurales. En los barrios negros la Iglesia católica apenas tiene medio siglo de vida. Esto nos ayuda a entender que mientras que el catolicismo es muy joven, las religiones tradicionales ya llevan aquí varios siglos y están profundamente enraizadas en el corazón de la gente. Por eso, uno de los grandes temas es el choque entre el Evangelio y la religión tradicional africana. Si como Iglesia no somos capaces de abordarlo, la religión continuará estando dividida. 

¿Qué otros retos deben afrontar?

Me gustaría que se discutiera el tema del patriarcado. Las mujeres han hecho de este tema su estandarte en los últimos 30 años, pero no estoy seguro de que la sociedad, y menos aún la Iglesia, las haya tomado en serio. Leo en algunos documentos que deberíamos tener mujeres preparadas para el acolitado y el lectorado. ¿A quién le importa eso? Las mujeres ya están leyendo en la Iglesia. ¿Es eso lo que queremos formalizar? ¿Servirá eso para aumentar su dignidad como mujeres? Me dejan perplejo todas estas teorías que aparecen en encíclicas y cartas pastorales. Siempre se dicen cosas sobre la mujer, la juventud y los retos a los que se enfrentan, pero nunca llegamos a la raíz de estos retos y a dar una respuesta. Deberíamos sentarnos y hablar en profundidad sobre el patriarcado. En la diócesis contamos con un consejo presbiteral, vicarios, consejos parroquiales, toda clase de delegaciones diocesanas… Las mujeres deberían jugar un rol importante en estas estructuras. A la reunión del presbiterio solo van sacerdotes, y sin embargo abordamos temas pastorales. No entiendo por qué las mujeres, que llevan departamentos de catequesis o de liturgia, no están presentes en esas reuniones. El Papa ha nombrado a una religiosa para un alto cargo en Roma –poco antes de la entrevista, la religiosa franciscana -Raffaella Petrini fue nombrada secretaria general del Gobierno del Estado de la Ciudad del Vaticano–. Debería haber más. Aunque no hayan recibido el sacramento del orden deberían optar a posiciones de liderazgo en las estructuras jerárquicas de la Iglesia. No hay ninguna razón que se lo impida, como tampoco hay razones para que esos altos cargos vaticanos estén siempre ocupados por sacerdotes. Este es el tipo de patriarcado que hace que no prestemos atención a las mujeres como es debido. 

¿Qué impide que las mujeres lleguen a esos puestos?

Deberíamos pensar por qué nos creemos superiores a las mujeres. Porque lo que hacemos se refleja en la sociedad y viceversa. Al excluir a las mujeres, apoyamos modelos patriarcales en la sociedad. En Sudáfrica, por ejemplo, el partido en el poder aboga por que haya un 50 % de mujeres en cargos públicos. -Deberíamos hacer lo mismo en la Iglesia y clamar por ese 50 % de mujeres en cargos -eclesiales. Eso no interfiere para nada con la doctrina que insiste en que las mujeres no pueden ejercer al sacerdocio. Me gustaría que camináramos junto a las mujeres y dejáramos de usar ese lenguaje que habla de que respetamos y defendemos su dignidad pero no hacemos nada para lograrlo. 


Un hombre pasa delante de un mural con la imagen de Nelson Mandela en Johannesburgo. Fotografía: Chip Somodevilla / Getty

Muchos jóvenes, sobre todo después de la confirmación, ya no muestran interés por la fe y dejan de asistir a la iglesia. ¿Qué se puede hacer en Sudáfrica?

No sé si el problema está en el proceso o en la estructura. Para la etapa de posconfirmación deberíamos considerarlos como adultos jóvenes y tener otro tipo de catequesis para ellos, quizás hacer un programa de un encuentro mensual… Creo que he fracasado al intentar poner esto en práctica con miembros de diversas asociaciones o movimientos. Cuando me reúno con ellos, y lo suelo hacer una vez al año, siempre les pregunto qué es lo que han aprendido de la Iglesia en el último curso. Y siempre salgo preocupado porque veo que no han aprendido absolutamente nada nuevo. Mi propuesta es que cada año dediquen su formación a leer y estudiar a fondo alguna encíclica, un documento postsinodal o del Magisterio. Hay cantidad de información eclesial que no podemos transmitir simplemente a través de una homilía. 

¿Puede ofrecer la Iglesia esperanza a la gente que se ha visto afectada por la pandemia?

Nosotros no podemos hacer más de lo que ya está haciendo el Gobierno con distintas ayudas y subsidios. Somos una nación pobre y la Iglesia no puede hacer más que el Ejecutivo o las empresas. Muchas Iglesias se han volcado en ayudas materiales, mucha gente viene a nosotros y a otras Iglesias cada mañana pidiendo comida. Las oenegés están ayudando también. Entre todos estamos tratando de crear una base de datos fiable para saber quién recibe ayuda y de quién. Pero, además de este trabajo, podemos ofrecer un mensaje de esperanza a la hora de predicar a la gente. 

Los pobres son la opción preferencial de la Iglesia.

Tradicionalmente, la Iglesia ha optado por los pobres, y así debe de ser porque siempre estarán entre nosotros y tendremos que defenderlos y hacernos portavoces de sus quejas y llantos. Por otra parte, en julio del año pasado, en muchos barrios y poblaciones sudafricanos la gente se amotinó, se echó a la calle y proliferaron robos, atracos y toda clase de destrozos… Incendiaron fábricas, destrozaron propiedades privadas… y fueron los pobres los que lo hicieron. Murieron más de 300 personas. La ley dice «No matarás». No importa si eres pobre o rico; no debes hacerlo. 

Una joven acólita durante una celebración en una parroquia de Soweto. Fotografía: Ihsaan Haffejee / Getty
Pero ¿no cree que había un factor de criminalidad evidente en aquellos sucesos?

Siempre hay un elemento de criminalidad, desde luego, pero esto no es lo fundamental. Si te fijabas en las multitudes podías ver que la gente no estaba organizada en bandas. La mayoría salió a robar. Robaron cajeros automáticos, asaltaron supermercados y se llevaron de todo… ¿Quién dice que los pobres están exentos de actuar mal o de cometer actos vandálicos? No lo están. Hicieron eso con total impunidad; sabían que no serían arrestados porque eran una multitud. Hubo gente pobre y humilde que mantuvo sus valores, pero los que robaron eran simple y llanamente ladrones y atracadores. Cada vez que ha habido protestas en Sudáfrica, y se han sucedido muchas recientemente, la gente se dedica a robar en sus comunidades, en las pequeñas tiendas regentadas por extranjeros, sobre todo procedentes de Somalia y Pakistán. Son pobres robando en sus propios barrios.

Esto no excusa a los ricos que han saqueado el país, como los Gupta.

Estoy de acuerdo, pero eso no es excusa. Ambos deberían ser castigados, los ricos y los pobres. No estoy hablando de los ricos, que ya se han condenado a sí mismos, me estoy refiriendo y me preocupan los pobres. Tratan sin piedad a otros que son como ellos. No creo que los somalíes y pakistaníes que viven y trabajan en Sudáfrica sean ricos. Son emigrantes y refugiados que quieren sobrevivir. Los sudafricanos dicen: «Han venido a quitarnos el trabajo», pero ellos no han quitado el trabajo a nadie. Ayudan a familias locales porque pagan sus alquileres. Lo que vemos es una forma de xenofobia mezclada con envidia. Mi idea de los pobres dista mucho de ser idílica. Este dicho generalizado de que hay que ayudar a los pobres… No estoy seguro de ello. Los pobres son tan culpables como los ricos, y a veces son muy déspotas con gente de su misma condición. Cuando roban a los ricos, dicen: «No lo sienten, porque tienen mucho dinero», pero eso no les da derecho a hacerlo. Los pobres no son santos y no vamos a canonizarlos todavía.   

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