Los que nunca se rinden

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Jóvenes nigerinos plantan cara a la emergencia climática



Por Carlos Nombela Gordo, desde Niamey (Níger)



Las condiciones climáticas hacen cada vez más complicadas las labores agrícolas en el Sahel. Uno de los países más afectados por esta realidad es Níger, donde buena parte de los agricultores trabajan el campo en condiciones precarias. Ante este panorama, la juventud nigerina está apostando por la formación para conseguir más y mejores recursos del sector primario.

Mahamadou Abdou se muestra feliz por la visita. Hacía meses que ningún técnico acudía a su parcela para escucharle y aconsejarle, algo que antes era una actividad habitual de los servicios técnicos del Estado. Este horticultor de Gamkallé, zona periurbana de producción hortícola y arrocera de la ciudad de Niamey, capital de Níger, explota media hectárea de terreno con escasos conocimientos y sin tecnología ni apoyo externo. Al igual que muchos otros agricultores del Sahel, Abdou observa cómo el suelo que le da de comer se vuelve más árido y menos cultivable año tras año. 

En esta franja geoclimática que atraviesa el continente africano de este a oeste –desde Yibuti hasta -Senegal– y sirve de transición entre el desierto del Sahara y la sabana sudanesa, los fenómenos de desertificación –degradación de suelo fértil derivada de actividades productivas– y desertización –transformación en desierto de una región de forma natural– amenazan con fundir en uno el Sahara y el Sahel y, con ello, dificultar aún más la vida de las poblaciones que habitan esta particular región del mundo. 

Como bien se destacó en la COP15 –conferencia de la ONU contra la desertificación celebrada en mayo en Abiyán (Costa de Marfil)–, el continente africano es el más vulnerable al cambio climático, principal causante de la pérdida de terreno agrícola por degradación. Diversos estudios han demostrado que reforestar ciertas áreas de la zona Sahara-Sahel podría ayudar a reducir las temperaturas más elevadas favoreciendo el desarrollo de la vegetación autóctona, y alertan de la necesidad de actuar de inmediato. 

Son muchos los compromisos y esfuerzos políticos que, apoyándose en las evidencias científicas, tratan de hacer frente a este fenómeno. La Gran Muralla Verde (GMV) para el Sahara y el Sahel es quizás el más mediatizado. Liderado y aprobado en 2007 por la Unión Africana, este megaproyecto tiene como objetivos reverdecer 150 millones de hectáreas que permitirían secuestrar 250 millones de toneladas de carbono, y crear 10 millones de empleos. Todo ello antes del año 2030. Hasta 11 países sahelianos están implicados en el proyecto, y todos cuentan con cierta flexibilidad a la hora de actuar. En Níger, uno de los países más expuestos a esta crisis, el objetivo es reverdecer 3,6 millones de hectáreas en el 40 % de su territorio mediante técnicas de recuperación de tierras –como la regeneración natural -asistida– y la plantación de dos especies de árboles especialmente resistentes a las sequías: Bauhinia -rufescens y Senegalia Senegal.


Un agricultor esparce abono animal en una parcela de Gorou Kaina tratada antes con fertilizante químico. Fotografía: Carlos Nombela

Adversario polifacético

Por desgracia, el cambio climático tiene muchas caras y la de las inundaciones es otra de ellas. Como indican los datos, las precipitaciones anuales llegan cada vez más concentradas en períodos de tiempo reducidos y son más devastadoras además de impredecibles. Su ferocidad tiene anualmente graves efectos en diferentes regiones del país, algunas de ellas agrícolas y de vital importancia para el avituallamiento de las grandes urbes. Salamatou Souley, madre de tres hijos, vive y cultiva un pequeño terreno en Nogaré, uno de los barrios más productivos de Niamey, a orillas del río Níger. A pesar de los esfuerzos de las autoridades, la crecida del caudal anega esta zona año tras año. En agosto de 2020 decenas de miles de personas se tuvieron que desplazar por las inundaciones a un campo improvisado en el hipódromo de la ciudad. Entre ellas Souley y su familia.

La debilidad del Estado

Otro de los problemas a los que se enfrenta el sector agrícola nigerino es la falta de control, información y sensibilización. El Estado no dispone de los recursos para controlar los mercados de productos fitosanitarios. Como denuncia la Red de Cámaras Agrarias de Níger (RECA-Niger), existen muchos productos no homologados por el Comité de Pesticidas del Sahel (CSP) en todo el territorio, y muchos otros falsos cuyas etiquetas imitan fielmente las de los productos homologados. «Muchos de ellos son altamente tóxicos», asegura Adamou Haougui, investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Agrícolas de Níger (INRAN, por sus siglas en francés) y miembro del CSP. «Un ejemplo son los productos organofosforados. Los encontramos en las ocho regiones del país y son un verdadero riesgo para la salud de las personas». Los artículos no homologados tienen un precio inferior a los que sí lo están, lo que sirve de atracción a los clientes. 

Todos estos productos requieren de un conocimiento y una sensibilización mínima para su uso y, de nuevo, el Estado nigerino no tiene la capacidad para hacerse cargo. Un estudio publicado en 2018 demostró que los agricultores nigerinos sobrepasan por mucho las dosis recomendadas de pesticidas y fertilizantes. Tratan sus cultivos con demasiada frecuencia y rara vez respetan los tiempos de remanencia –período de tiempo recomendado desde el último tratamiento hasta la recolección–. Todo esto conlleva graves consecuencias para la salud de las personas –expuestas a todo tipo de productos venenosos y cancerígenos– y para el medioambiente, que se degrada y contamina sin remedio.

Dos mujeres caminan por una zona desertificada a las afueras de Niamey. Fotografía: Carlos Nombela


Esperanza para el cambio

Níger ostenta dos récords mundiales relevantes: el primero es su tasa de fertilidad, la más elevada a nivel global y situada en 6,74 hijos por mujer en edad fértil en 2020. El segundo es la edad media de su población, la más baja, que tan solo asciende a 15,2 años.  

Otro dato a tener en cuenta es el éxodo rural. La vida en gran parte del territorio puede ser tremendamente dura y los jóvenes deciden a menudo instalarse en las ciudades, donde son más las oportunidades de salir adelante. Niamey es el principal núcleo urbano y, como tal, atrae cada año a miles de ciudadanos. En 2020, la tasa de crecimiento de esta ciudad fue del 3,22 %, y se estima que en 2030 alcance el 5,25 % anual. De esta forma la ciudad acoge, entre otros, a los jóvenes más formados del país, muchos de ellos con másteres y doctorados obtenidos en las mejores universidades de África occidental. 

Dada la importancia de la agricultura en Níger –y en los países de toda la región– y el desafío que presenta un sector tan poco desarrollado técnica y tecnológicamente, Agronomía es, después de las relacionadas con la salud, la carrera universitaria más estudiada, seguida de las vinculadas con el medioambiente. Con todo esto, son cada vez más los jóvenes nigerinos que ven en los sectores agrícola y medioambiental una buena manera de ganarse la vida y de ofrecer soluciones sostenibles a los graves problemas de alimentación y crisis climática de su continente.

Abdoul-Kader Issoufou es uno de ellos. Este joven emprendedor fundó en 2016 la empresa Agri’Innov’Inspire tras dos años de especialización en el Centro Shongaï de Porto Novo (Benín), referente en la formación de jóvenes en técnicas de producción ecológicas en el continente. «Agri’Innov’Inspire es un centro de investigación, incubación y formación en agrobusiness, pero nuestro objetivo último es la creación de una gran escuela de formación agroecológica en Níger para brindar la oportunidad a las nuevas generaciones de convertirse en los agricultores formados que este país necesita con tanta urgencia», explica Abdoul-Kader Issoufou. Su empresa atrae cada vez a más organizaciones que se interesan en él por la calidad de su trabajo. 

Por su parte, Kadidiatou Souley Yéro es doctora en Geografía y colaboradora en el Instituto de Investigación para el Desarrollo (IRD, por sus siglas en francés) y ha trabajado en el uso de Sistemas de Información Geográfica (SIG) para estudiar las causas, predecir la desertificación y adoptar medidas correctoras. A finales de 2021, Souley Yéro creó una pequeña organización llamada Terroir d’Ici (algo así como «nuestro terruño») e inició su actividad con un proyecto cuyo objetivo es reforestar zonas muy concretas con especies leñosas endémicas que proporcionen alimento e ingresos. «Tenemos a nuestro alcance infinidad de recursos vegetales locales que, además de mejorar nuestros suelos, pueden servir para alimentarnos y obtener beneficios económicos. Trabajamos con la población local para elegir las plantas de mayor interés». 

Son muchas las iniciativas que surgen en Níger para dar respuesta a los desafíos locales y regionales, pero las buenas ideas y la formación no lo son todo, y el emprendimiento local se enfrenta a un gran problema: la obtención de fondos. Existen varias vías de financiación: por una parte, está el Gobierno, cuyas ayudas son cuasi inexistentes. Por otra, los bancos. Estos ofrecen préstamos, sí, pero con tasas de interés tan elevadas que son pocos los que se aventuran a solicitarlos. Por último, otra vía de financiación son los organismos de desarrollo internacionales, como las oenegés, cuyo foco está cada vez más dirigido a este tipo de iniciativas de emprendimiento, pero cuyas estrategias aterrizan en terreno predefinidas y son muy rígidas, dejando muy poco margen de maniobra. Esta es una causa habitual de fracaso en sus intervenciones. 

En este contexto, no son pocas las dificultades para abordar los problemas medioambientales y agrícolas que atraviesan Níger y el Sahel en su conjunto pero, como sentenció Nelson Mandela, «un ganador es un luchador que nunca se rinde», y este bien podría ser el lema que define al continente africano.   

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