Los secretos de las telas

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Cuenta la leyenda que dos hermanos tejedores fueron al bosque a cazar y allí se encontraron con una araña tejiendo. Su nombre era Ananse, un personaje masculino que forma parte de la mitología de los pueblos ashanti, en Ghana. Los dos hermanos se quedaron maravillados por la tela de araña que estaba elaborando y le pidieron que, por favor, les enseñara a hacerla a ellos también. Ananse aceptó a cambio de algunos favores y, una vez aprendieron, fueron a Bonwire, ciudad cercana a Kumasi, la capital del reino Ashanti, para ofrecérsela a su rey, quien también quedó hechizado por la belleza del tejido. Esta tela se llama kente y, debido a su complicada elaboración y el coste de sus materias primas, como la seda, se ha asociado desde hace siglos a la realeza.

Desde el pasado 16 de febrero y hasta el próximo 20 de mayo, el Museo Nacional de Antropología, en Madrid, está vestido con telas africanas tradicionales procedentes de tres países de África occidental: Ghana, Mali y Costa de Marfil. La exposición, titulada El lenguaje de las telas ha sido organizada, además de por el museo, por La Galería de Mamah África, con el objetivo de poner en valor la riqueza textil del continente africano y despertar el interés por África a través de sus tejidos.

En la fachada de la entrada del museo tres grandes lonas con un fondo de tela kente, donde figuran el nombre de la exposición, la fotografía de una joven de piel negra y los nombres de los organizadores, avisan a los viandantes de la presencia de la exposición, que ya ha batido record de visitas. A lo largo de la valla del museo más lonas con fotografías de Kim Manresa explican lo que se podrá encontrar durante la visita, cuya entrada es gratuita. En una de estas lonas puede leerse: «El sabio maliense Amadou Hampaté Bâ escribió en sus memorias: Permanece a la escucha –se decía en la vieja África-, todo habla, todo es palabra, todo intenta comunicarnos un conocimiento…»

Las telas hablan. Cada uno de los tejidos expuestos cuenta historias, momentos históricos relevantes e incluso proverbios a través de sus símbolos y colores. Por ejemplo, en la sala central dedicada a Ghana, se descubrirá que las líneas de colores dibujadas aparentemente al gusto del tejedor simbolizan desde las alegrías, las penas y la lucha por conseguir sus metas, hasta el respeto a las demás culturas y etnias o el poder de la palabra para hacer el bien o el mal a las personas. Estos y otros mensajes son los que transmiten los tejidos kente. Pero en esta misma sala también son protagonistas los tejidos adinkra, una tela que a través de los más de mil símbolos que se conocen «habla, habla muchísimo», como expresa Laura de la Carrera, historiadora, una de las organizadoras y quien ha realizado el profundo trabajo de campo.

Un joven concentrado teje kente en un telar tradicional. Fotografía: Kim Manresa

La tela adinkra se utilizaba en tiempos muy remotos para «decirle adiós a los muertos», que es lo que significa esta palabra en lengua akan. Sin embargo, a pesar de ser usada tradicionalmente como telas de luto, actualmente también se utiliza en importantes ceremonias de carácter festivo.

Telares sagrados

Algo que también se puede descubrir a lo largo de esta muestra, repartida en cuatro salas del museo, es el proceso de elaboración de estas telas tradicionales que va desde el hilado, principalmente del algodón, hasta la fabricación del tejido en los telares, considerados sagrados, y la estampación de los símbolos por diferentes procesos, según el tipo de tela del que se trate. En el caso de la tela adinkra es interesante conocer que los símbolos están realizados con tampones tallados en calabaza e impregnados en un tinte vegetal negruzco hecho con la corteza de un árbol, el badie.

De la Carrera dice que «la gente no da importancia al tejido cuando no sabe el enorme trabajo que hay detrás y, sin embargo, frente al telar se necesita una concentración tremenda». Por eso, junto a las telas están expuestas un conjunto de fotografías, realizadas por el fotógrafo Kim Manresa, donde se puede descubrir todo el proceso de elaboración. En esta exposición está cuidado hasta el último detalle, por eso las fotografías están impresas sobre los tejidos rústicos de algodón.

Las fichas diseñadas en forma de postal, en las que se explica cada una de las telas protagonistas de la muestra y sus diferentes símbolos muestran el cariño que se ha puesto en la exposición. Y, finalmente, otro detalle de la puesta en escena son los maniquíes cuyas cabezas son blancas, pero el cuerpo es negro, en busca de representar tanto la piel blanca como la negra, y el mestizaje. En estos maniquíes se exponen las creaciones de la diseñadora, y también organizadora de la exposición, Maica de la Carrera, quien trabaja especializada desde hace años con telas africanas, respetando el tejido y haciéndolo protagonista, pero con un diseño totalmente contemporáneo.

En las salas del museo también se exhibe el batik, que no es una tela, sino una técnica de teñido sobre algodón y que es de origen asiático. Y es que fueron los soldados procedentes de Ghana en el siglo XIX quienes importaron los primeros batik a África tras haber sido enviados por los colonos holandeses a una guerra ajena a ellos, en Indonesia. Así pues, aunque el batik se ha convertido en un tejido asociado al continente africano, esta tela tiene poco más de 100 años en el continente.

Otro de los tejidos expuestos es el korhogo. Es originario de Costa de Marfil y recibe el nombre de una importante ciudad senufo. Al igual que el batik es una tela reciente, pues data de la década de los sesenta. Esta muestra de la exposición, cuya particularidad es que abundan las figuras de animales, vegetales y personajes enmascarados, pintadas sobre la tela, procede del fondo del museo que ha aprovechado la ocasión para mostrarlo al público. Y, a diferencia de las otras telas, el korhogo no se utiliza para vestir sino para la decoración.

Tapiz senufo de Costa de Marfil. Fotografía: Museo Nacional de Antropología

Telas que curan

Finalmente, encontramos en esta exposición el bogolan, originario de Mali. Es un tejido 100% algodón, hilado, tejido y pintado a mano. Su nombre quiere decir ‘tela de barro’, debido a que los dibujos que la decoran están realizados con arcilla, que permanece en la tela gracias a fijadores naturales debido a que el fango del río Níger, que atraviesa este país, es rico en óxido de hierro, generando una reacción química. Los fijadores naturales son las plantas que se utilizan para tintar el algodón. El tono ocre lo da la hoja del árbol autóctono n’galama y que, además, tiene propiedades de cicatrización, lo que explica que tradicionalmente vestidos de estos tejidos se hayan utilizado en los ritos de circuncisión y tras el parto. El tono rojizo se obtiene a base de la corteza de otro árbol autóctono, el m’peku, que tiene propiedades para la piel, como la dermatitis.

Cuenta la leyenda que un cazador perseguía a su presa cerca del río Níger y que esta, al ser abatida, calló al agua, así que el cazador tuvo que entrar en el río para recuperarla. Así fue como su túnica se manchó del fango del río y al llegar a casa la llevó toda sucia y embadurnada. Su mujer intentó quitar las manchas, frotó y frotó una y otra vez, pero no conseguía que se fueran. El óxido de hierro del barro del río Níger había reaccionado al unirse con el tinte natural de la capa de aquel cazador y así fue como nació, según cuenta la etnia bámbara, el tejido bogolan.

 

 

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