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¿Por dónde pasa el futuro de la Misión en África?


Desde RDC, Togo, Camerún y Uganda, cuatro misioneros reflexionan sobre el futuro de la Misión. Los cambios sociales interpelan a una Iglesia «en salida».



Tres misioneras y un misionero de tres institutos misioneros se han mezclado en esta conversación sin interacción personal. Preguntados por correo electrónico y WhatsApp, los cuatro han reflexionado sobre la Misión que vendrá. Una Misión que en su caso, sin duda, está marcada por su pasado personal y el de su congregación. La valenciana Hna. María Amparo Checa es bióloga y misionera desde 1995 en la Comunidad Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios. Su referencia en el continente africano es Togo, adonde llegó en 2009 para fundar la primera comunidad en África. El venezolano P. Ubaldino Andrade es salesiano. Su trabajo en la Amazonia, en Sierra Leona y Ghana –con niños soldado y niños de la calle, respectivamente– ha precedido a su presencia en el campo de refugiados de Palabek (Uganda), donde viven miles de refugiados sursudaneses. A la congregación de Misioneras de San José de Gerona pertenecen las hermanas Basilia Ruiz y Chantal Zawadi. La primera ha trabajado en Ruanda, RDC y Camerún, donde se encuentra desde hace 27 años. La Hna. Chantal, que enumera sus destinos misioneros en una de las respuestas, trabaja ahora en Cáritas Goma y formó parte del equipo organizativo del pospuesto viaje del papa Francisco a RDC, que estaba previsto para el pasado mes de julio.

¿Qué espera a nivel personal de la Misión en África?

Hna. M. Amparo Checa Manzanera (MA): Una misionera es una persona que no puede dejar de soñar con esperanza. Si no, dejaría de ser misionera. La esperanza forma parte de su esencia. Para el futuro, mi esperanza está puesta en los jóvenes y niños.

Hna. Chantal Zawadi (CH): La Misión del futuro depende de la Misión que estamos haciendo ahora, aunque intuyo que será muy compleja. Digo esto por lo que vivimos en RDC: la gente ha perdido la confianza en otras personas y en Dios. Con la guerra estamos perdiendo el sentido de la acogida y crece el individualismo. Nuestro mundo requiere más testimonio de vida que palabras. A veces el silencio es necesario, porque no se le puede decir a una persona que ha nacido y crecido en la guerra que Dios es amor y que todo lo que pasa es la voluntad de Dios. A veces lo mejor es el silencio y testimoniar a Dios a través de la vida.

P. Ubaldino Andrade (UA): Será bueno que no nos cansemos de seguir haciendo el bien, que podamos hacerlo hasta en las situaciones más difíciles, en las que representan un reto para la Iglesia y para el cristiano. La Misión no es nuestra, no nos pertenece: es la Misión del Espíritu la que nos lleva hasta los rincones más inhóspitos para hacer el bien. Eso es lo que yo espero: que perdamos el miedo y que mantengamos el coraje y la valentía de seguir haciendo el bien a tanta gente que lo necesita.

Hna. Basilia Ruiz (BR): Mis esperanzas son alentadoras. Los superiores se han preocupado mucho en la formación espiritual, humana y ­profesional de las hermanas africanas. Estamos presentes en cinco países del continente con más de 60 profesas africanas, algunas muy bien preparadas para responsabilizarse en los diferentes servicios de la Misión. De hecho, ya se ocupan de la formación a nivel interno.


La Hna. María Amparo Checa con una joven en Dapaong (Togo). Fotografía: Archivo Hna. María Amparo Checa


¿Cuál cree que es ahora su aportación a la Misión?

MA: Cuando llegué a Togo, aunque tenía mucha pasión en el corazón por dar a conocer a Jesús, no estaba situada en las costumbres tradicionales ni en la forma de pensar de los pueblos togoleses. Tuvieron que pasar años para llegar a conectar ­realmente con ellos y trabajar de forma eficaz en la evangelización. Ahora me doy cuenta de que nuestra misión tiene, sobre todo, mucha incidencia en los jóvenes.

CH: He tenido la suerte de ser enviada a España, Argentina, RDC, Ruanda, Guinea y Camerún. Todas estas culturas y sus diferentes maneras de vivir y de hacer la Misión me han cambiado. Ahora mi trabajo en Cáritas Goma me ayuda a ver la vida de otra manera. Cuando salgo fuera, a las periferias, descubro qué es lo esencial en la vida.

UA: Vivo en un campo de refugiados y para la gente es muy significativo que nosotros estemos aquí. Nunca nos pidieron comida o ropa. Lo que nos pedían era que los ayudáramos a estar cerca de Dios. Siempre he pensado que lo que debemos tratar de hacer es llevar a la gente el rostro amoroso de un Padre que nos quiere mucho.

BR: Lo que pude aportar en el pasado es diferente de lo que puedo hacer ahora. No minimizo mis primeros años de misión. Al contrario, después de 40 años los recuerdo con agradecimiento a Dios, a las hermanas de la comunidad y a tantas personas con las que compartí ese tiempo. No tenía experiencia misionera en África. Sí sabía que no iba a hacer milagros ni a provocar grandes cambios, pero estaba dispuesta a amar, servir e integrarme en la población. Hoy conozco un poco la cultura, la vida de las familias o las situaciones extremas de pobreza por mi convivencia con ellos. En los últimos años, el Instituto me ha confiado el seguimiento de personas portadoras de VIH. No creo que hubiera podido hacer este servicio al principio. Las puertas se me han abierto a partir de la experiencia de una relación cercana, afectiva, fraterna, como hijos de un mismo Padre Dios.

¿Percibe que la secularización o el distanciamiento de lo sagrado, mucho más habitual y evidente en Occidente, pueden incidir en el futuro en la Misión?

MA: Ha habido cambios sociales en Togo en estos últimos 15 años, y todo cambio social, de alguna forma, incide en la Misión. Dos cambios importantes son la globalización y el desarrollo tecnológico, que han sido una revolución para la sociedad y la Iglesia, donde también utilizamos Internet como recurso indispensable si queremos llegar a los jóvenes. En cuanto a la secularización, también está llegando a África, de forma que los profesores, por ejemplo, ponen su confianza cada vez más en la ciencia y están perdiendo la fe.

CH: Estamos experimentando un gran cambio que afecta también a las vocaciones religiosas. Ahora lo material, el poder, el dinero y la formación son el principal sueño de los jóvenes. Lo virtual es muy potente, por lo que hay que buscar y encontrar a los jóvenes allí para poder evangelizarlos.

UA: En el mundo moderno, en el que no falta nada, siempre hay una tentación muy grande de olvidarnos de Dios. Lo tenemos todo, todo está al alcance, y cuando nos falta alguna cosa, enseguida saltamos y protestamos. Pero sin Dios la realidad es muy dura, muy triste. Lo puedes tener todo, pero también puedes no tener nada. Sí, seguirá habiendo muchas experiencias de secularización, de negación de Dios, de ir en contra de Él y de la gente, pero tenemos que seguir haciendo el bien, tenemos que seguir llevando a Dios hasta los últimos rincones.

BR: El mundo ha cambiado enormemente con la globalización y, aunque en una menor proporción, también lo ha hecho África. La secularización se ve sobre todo en la falta de valores morales y religiosos entre los jóvenes, la desintegración familiar o la carrera por el poder y la riqueza. Si en la Iglesia nos falta creatividad para llegar a esa parte de la humanidad, esto incide e incidirá en el futuro de la Misión.


El salesiano P. Ubaldino Andrade en Palabek (Uganda). Fotografía: Alberto López / Misiones Salesianas


De cara al futuro, ¿la Misión será parecida a la que conocemos en la actualidad?

MA: La Misión cambiará en la medida en que lo hagan la sociedad y sus circunstancias. Si queremos que sea una Misión eficaz, tendrá que adaptarse a los cambios. Seguirá siendo una Misión que integre la dimensión social y espiritual de las personas, aunque requerirá de una evangelización más profunda y auténtica, de convicción y experiencia, y no solo de tradición.

CH: La Misión será la misma, pero habrá que promover la creatividad. En nuestra congregación, por ejemplo, el carisma ha crecido y se ha abierto a aliviar el dolor y sembrar la paz entre los que sufren. Hay que estar abiertos a los signos que presenta la vida.

UA: No lo sé, y probablemente nadie lo sabe, porque nosotros no somos los protagonistas de la Misión. Dios encuentra su camino. Él tiene su manera de hacer las cosas y a veces escribe derecho con líneas torcidas. En vidas destruidas, en vidas que no parecen significativas, Él tiene su forma de llegar. Hay que confiar en Él, seguirlo y amarlo, y Él nos guiará. Pero la Misión seguirá llegando hasta los últimos rincones porque no es nuestra. Confío mucho en eso.

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