Marie Korsaga

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Astrofísica



La afroamericana Katherine Johnson no lo tuvo fácil. A pesar de que en su Virginia natal las leyes racistas impedían a las niñas como ella estudiar más allá de los 14 años, se convirtió en una de las matemáticas más prestigiosas del mundo, con un reconocido protagonismo en el cálculo de la trayectoria del Apolo 11 a la Luna. 

68 años después que Johnson, Marie Korsaga nació en Méguet (Burkina Faso). Su inquietud por la astrofísica quedó patente durante su infancia. Al leer algunas de sus declaraciones –«Los padres deben animar a sus hijas a interesarse por los fenómenos del universo y ayudarnos a esclarecer sus misterios», dijo a -Space4ourplanet–, no es difícil imaginar a la pequeña Marie preguntando a sus progenitores por el origen del universo, los eclipses o la aparición de la vida en la Tierra. «¿Cómo no lo vais a saber, si sois mis padres?», podemos intuir que retaba a sus progenitores después de ponerlos en la picota de la duda. 

Su interés por la astrofísica se topó con la imposibilidad de cursar estos estudios en su país, por lo que se decidió por Matemáticas y Física. Sin embargo, en medio de ese itinerario académico, un cambio de planes de estudio en la universidad amplió la oferta docente con un curso de Física Aplicada, con opción a Astrofísica. Y allá que fue. Sus primeras investigaciones se centraron en las enanas marrones, unos cuerpos celestes –de brillo tenue y volumen similar al de Júpiter– situados entre las estrellas y los planetas. Después de obtener su Diploma de Estudios Avanzados en la Universidad Joseph -Ki-Zerbo de Uagadugú, continuó sus estudios en el Laboratorio de Astrofísica de Marsella y la sudafricana Universidad de Ciudad del Cabo, instituciones que la guiaron en su tesis sobre materias oscuras y luminosas en galaxias irregulares. Con ese trabajo se convirtió en la primera doctora en Astrofísica de África occidental, reconocimiento que le dejó un sabor agridulce: «Fue una sorpresa para mí tener este “título”, aunque también he de decir que no es muy halagador», dijo en una entrevista a Afriquedufutur. Esa punzada de descontento tenía que ver con la desigualdad en el acceso de las mujeres a las carreras científicas. 

El techo, que Korsaga no sabía todavía si era o no de cristal, se lo pusieron al entrar en la universidad. «Cuando me matriculé en Matemáticas y Física, tuve que enfrentarme a personas que me decían: “Será demasiado difícil para ti, tendrás dificultades para lograrlo y nunca harás una carrera”. Pero también me dijeron que estaría soltera toda mi vida porque ningún hombre querría casarse con una mujer que trabaja en el campo de la ciencia», recordó al portal Space4ourplanet. Su trayectoria advierte a los agoreros que sus predicciones fueron erróneas. En la actualidad, es profesora en la Joseph Ki-Zerbo, donde comenzó todo, y sus investigaciones le valieron, el año pasado, el reconocimiento de la Red Africana de Mujeres en Astronomía, que le concedió el premio a la mejor carrera desarrollada por una investigadora joven.

Además, desde 2022, la burkinesa es una de las 12 astrofísicas homenajeadas en el Reloj de Sol Hipatia de Alejandría, que se encuentra en la explanada del Planetario de Huesca. Allí está, ¿junto a quién? Pues, entre otras, junto a Katherine Johnson, la afroamericana que marcó la senda del Apolo 11 y de otras tantas mujeres que han querido seguir sus pasos.  

Ilustración: Tina Ramos

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