Más de lo mismo

en |



Abdelfatah al Sisi logra un tercer mandato en Egipto con el 89,6 % de los votos



Todo bajo control y sin resquicios a la vista que hagan intuir que el régimen autoritario instaurado en Egipto tras el golpe de Estado de 2013 tenga fisuras. Dos días para votar en los que se registraron largas colas, en especial en las ciudades, un recuento de los votos sin incidentes y, finalmente, el anuncio de la Autoridad Nacional de las Elecciones (NEA, por sus siglas en inglés) sin retrasos ni sorpresas así lo atestiguan.

El presidente Abdelfatah al Sisi permanecerá en el poder hasta 2030 tras obtener el 89,6 % de los votos en unas elecciones presidenciales que, según la NEA, han registrado una participación histórica del 66,8 %, lo que significa que 44,7 millones de egipcios acudieron a las urnas.


Frente a Al Sisi había otros tres candidatos, Farid Zahran, del Partido Social Demócrata Egipcio; Abdel-Sanad Yamama, del ­Partido Wafd; y Hazem Omar, del Partido Republicano de la Gente, todos ellos considerados por los analistas egipcios como «perfiles flojos», como han demostrado las urnas: el mejor, Hazem Omar, obtuvo un 4,5 % de los sufragios.


La figura que podría haber supuesto un reto para el actual rais (‘presidente’, en árabe) egipcio era Ahmed Tantawy, un carismático opositor que dirigió el Partido Dignidad y ocupó un escaño en el Parlamento durante cinco años. En 2019 fue uno de los 16 diputados que votó en contra de modificar la Constitución y pidió a Al Sisi en un vídeo colgado en YouTube que dejara el poder en 2022 por el «inminente peligro» de que permaneciera durante demasiado tiempo en el cargo. Desde que anunció, en mayo de 2023, que concurriría a las elecciones, su móvil fue hackeado por el software Predator. Las amenazas no impidieron que iniciara la campaña en septiembre, pero tras la detención de más de 100 personas de su equipo decidió retirar su candidatura el 13 de octubre.

Filas de votantes esperan su turno el primer día de las elecciones (10 de diciembre) en la capital. La participación, calificada de «sin predecentes» por la NEA, alcanzó el 66,8%. Fotografía: Mohsen Nabil/Getty. En la imagen superior, Hazem Badawy, jefe de la NEA, anuncia el resultado de las elecciones el pasado 18 de diciembre en El Cairo. Fotografía: Ahmed Hasan/Getty


Situación económica



«Cada vez que los egipcios acuden a las urnas para las elecciones presidenciales son más pobres, tienen más dificultades para alimentar a sus familias y la inflación es más alta», apunta Haizam Amirah, investigador principal del Real Instituto El Cano para el Mediterráneo y Mundo Árabe, a la vez que menciona «los megaproyectos que consumen unos recursos ingentes que muchos consideran que no corresponden a sus prioridades».

El pasado mes de noviembre la inflación era del 36,4 %. La primera devaluación de la libra egipcia fue ejecutada por Al Sisi en 2016, y según fuentes oficiales se está negociando un nuevo préstamo con el Fondo Monetario Internacional que obligará a una nueva devaluación de la moneda (en los últimos nueve meses de 2023 la libra perdió más del 50 % de su valor frente al dólar). El coste de la vida no ha dejado de subir durante los últimos tres años por las crisis globales que han supuesto la pandemia, la guerra de Ucrania y, desde octubre, la operación militar israelí sobre la Franja de Gaza.

«Me da miedo irme a la cama y al día siguiente no poder comprar lo básico porque los precios no dejan de subir», explicaba a BBC Radio una mujer tras haber depositado su voto. «La crisis económica está en todo el mundo. Sufrimos por el aumento de los precios, necesitamos algún tipo de prosperidad, pero es difícil por las condiciones militares de la región», añadía un anciano a la misma emisora.

Con cerca del 30 % de los 110 millones de egipcios viviendo por debajo del umbral de la pobreza, el núcleo duro del régimen –­liderado por Al Sisi– no tiene intención de rebajar la represión y el control tanto de los espacios públicos como de los medios de comunicación. «La lección que sacó lo que se conoce como el Estado profundo es que cuando Mubarak se relajó, la gente salió a la calle. Pero, aunque en apariencia hay apatía, en regímenes tan opacos eso es lo que puede dar la sorpresa, como vimos en la región en 2011 y, de alguna manera, también en 2019», añade Amirah, para quien la mezcla de penuria económica y falta de libertades es una olla a presión en el país. «Los egipcios han demostrado que tienen una capacidad de aguante enorme, pero la certeza es que esa paciencia no es infinita y hay dudas de cuándo se llegará al punto en el que ese malestar y frustración acumulados se traduzcan en la movilización que pida cambios profundos en el sistema. Por el momento no está ocurriendo, veremos qué es lo que quiere hacer el régimen tras organizar elecciones no competitivas ni transparentes».

¿Qué salida para Gaza?

Todas las miradas están puestas en la península del Sinaí (60.000 km2), y en concreto en el norte, cuyo extremo oriental linda con la Franja de Gaza, en la que desde que comenzó la guerra de Israel contra el movimiento Hamás han muerto al menos 20.000 personas y 7.000 están desaparecidas bajo los escombros, según la ONU.

«La gran pregunta es si el régimen aceptará un desplazamiento forzoso de la población y a cambio de qué. El discurso oficial es que no lo van a permitir porque no sería voluntario ni temporal, pero también hay mucho cinismo basado en la experiencia histórica de que podría asumirse a cambio de incentivos. Es muy arriesgado aceptarlo porque si se instalan en el Sinaí y desde ahí empiezan a llevar a cabo ataques contra Israel, ¿qué hará Israel? ¿Atacar el Sinaí?», apunta Amirah.

Nevine Mosaad, profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de El Cairo, ­explicaba en el periódico Al Ahram que «la preocupación y las amenazas a la seguridad nacional», en alusión a Gaza, y también a Sudán y Libia, con los que Egipto comparte fronteras, podrían explicar la elevada participación en las elecciones. A lo que Abdel-Moneim Said, analista político, añadía en el mismo diario que «el desplazamiento forzado de palestinos a Egipto podría provocar el ataque de los hutíes [que desde Yemen han realizado varias acciones en el mar Rojo]».

Al Sisi deberá tener en cuenta el factor generacional de su población porque si la generación que protagonizó la revuelta de 2011 acabó encarcelada, en el exilio o frustrada, los jóvenes que hoy sufren una situación socioeconómica sin futuro y que de niños vieron como desde la calle se hizo caer a un dictador podrían volver a hacerlo. Cuando las promesas de desarrollo económico, empleo y oportunidades que brinda un autoritarismo acentuado no se cumplen, son un peligro.

Colabora con Mundo Negro

Estamos comprometidos con la información sobre África

Si te gusta lo que hacemos, suscríbete a nuestra revista o colabora con nuestro proyecto