«Mauritania ha pasado de ser nómada a sedentaria en muy poco tiempo»

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El fotógrafo Alfredo Cáliz presenta en Madrid la exposición «Empleos que cambian vidas: Construir Mauritania»

Después de más de 10 viajes a Mauritania, el fotógrafo Alfredo Cáliz expone en Madrid una selección de imágenes sobre los programas que desarrolla la Organización Internacional del Trabajo (OIT) en el país con el fin de crear oportunidades de empleo decente en dos sectores esenciales de la economía mauritana: la construcción y la pesca artesanal. La muestra, que tiene por título «Empleos que cambian vidas: Construir Mauritania» y se compone de 20 fotografías, ha sido organizada por la OIT junto con el Área Delegada de Internacionalización y Cooperación del Ayuntamiento de Madrid y puede verse desde hoy y hasta el 8 de octubre al aire libre en la calle Serrano.  El trabajo de Cáliz junto al periodista y escritor Bru Rovira –juntos siguieron y fotografiaron durante cuatro años a los participantes en los programas de la OIT– ha sido plasmado también en dos libros: Cuaderno de tierra y Cuaderno de mar. MUNDO NEGRO ha conversado con el fotógrafo sobre este trabajo de largo recorrido y su experiencia en el país africano.

Carretera de la Esperanza (La Route de l´Espoir), la primera carretera que construida en Mauritania. Fotografía: Alfredo Cáliz. En la imagen superior, el fotógrafo Alfredo Cáliz. Fotografía: Javier Sánchez Salcedo
¿Cómo surge este extenso trabajo fotográfico en Mauritania?

Llegué a Mauritania en el año 2016 porque mi amigo Pepe Naranjo me habló de unas bibliotecas que había en el desierto con manuscritos que habían llegado de todas partes de África, de Arabia, de Al-Ándalus. Manuscritos del siglo X, del siglo XII… Y fui para hacer un reportaje que se publicó en El País Semanal. A la vez, Pepe conocía en Mauritania a gente de la BIT (siglas de la oficina de la OIT en Mauritania), y durante ese viaje aprovechamos e hicimos un reportaje para esta agencia de Naciones Unidas en unas escuelas en las que jóvenes participaban en programas de formación sobre maquinaria pesada, vehículos, mecánica… Cuando pasaron unos meses, Federico Barroeta, que es la persona que está a cargo de la oficina, me planteó la posibilidad de trabajar allí con ellos. A mí el tema me interesaba y, a nivel de imágenes, me interesaba incluso más que los manuscritos.

¿Qué es lo que te llamó tanto la atención?

Me llamaron mucho la atención las imágenes de esos chavales, hombres y mujeres negros en medio del desierto en estos lugares tan radicalmente secos, difíciles, con un clima tan hostil. Estaban allí formándose, haciendo carreteras y montando excavadoras. Me pareció que era una imagen de África que valía la pena mostrar o que, al menos yo, no había visto tanto. El tema de los manuscritos encajaba en un reportaje clásico de National Geographic, pero esto era otra cosa. Chavales y chavalas con chalecos reflectantes bajo un sol de justicia en medio del desierto, una imagen que a mí me resultaba más atractiva, diferente, nueva. Cuando me llamaron ofreciéndome el trabajo formulé el pequeño deseo de hacer algo más largo, de estar trabajando durante más tiempo sobre este tema.


Jóvenes en la escuela taller de Selibaby. Fotografía: Alfredo Cáliz


¿Prefieres un trabajo a largo plazo que visitar un lugar, hacer unas fotografías, volver y marcharte a otro lugar?

Yo ya había trabajado en Marruecos durante muchos años y había hecho un libro con todas esas fotografías. En este momento, que Mauritania se abriera para mí, era un regalo. Mauritania es el país donde lo árabe y lo negro chocan, donde se encuentran. Cuatro años después, tras muchos viajes a Mauritania, he sacado estos dos libros en los que se plasma todo este trabajo: Cuaderno de tierra y Cuaderno de mar.

¿Cuántas veces has viajado al país?

He hecho 13 o 14 viajes. Ha sido un trabajo lento de hacer.


Formación de pescadores. Fotografía: Alfredo Cáliz


¿Qué cuentan los libros?

Son el resultado del trabajo de seguimiento de dos proyectos de la BIT. Cuaderno de tierra se centra en el trabajo de formación para jóvenes que desarrolla la agencia en sus programas de escuelas taller, específicamente en la construcción de escuelas de barro en un par de localidades. Es un formato en el que se elige a unos chavales que se han presentado como candidatos y ellos son los que construyen la escuela a la vez que aprenden un oficio. Y Cuaderno de mar muestra los programas de formación en los que se enseña a los jóvenes a pescar, en un país que tiene una fachada atlántica y un banco pesquero muy potente –España tiene acuerdos pesqueros con Mauritania–, pero donde históricamente, excepto un pequeño grupo de personas, nadie pescaba. Potencialmente hay un gremio de trabajo  de pesca artesanal a desarrollar y ellos tratan de hacerlo con sus programas de formación.

Los libros los has hecho junto con el periodista y escritor Bru Rovira.

Con Bru he hecho unos cuatro viajes a Mauritania. Él ha hecho un relato literario donde están las voces de la gente que trabaja en la BIT, fundamentalmente mauritanos y senegaleses. Esa es la aspiración de estos libros: contar, a través de personajes, el trabajo de la agencia. Cuaderno de tierra está articulado en torno a un viaje para visitar las escuelas taller por La ruta de la esperanza, la primera carretera que hizo el primer presidente tras la independencia en el año 60, cuando Mauritania era un país absolutamente nómada. Para Cuaderno de mar hicimos un par de viajes juntos, pero los proyectos estaban aún en un momento más incipiente, con lo cual hay menos testimonios y se trata más de una mirada a la idea del mar como reto. Buscando una metáfora, sería como alguien que se baja de un camello y se sube a una piragua para pescar.


El responsable de comunicación de la BIT en Nuakchot, Diallo Seydina, da una charla en la ciudad de Rosso hablando de los cursos de formación en temas de pesca. En el caso de las mujeres se centra en el gremio de transformadoras de pescado. Fotografía: Alfredo Cáliz


¿Cómo es la Mauritania que has ido conociendo a lo largo de estos viajes?

Lo que más me ha sorprendido en todos estos años, y es también lo que más me ha gustado, es que cada vez que he ido a Mauritania algo ha cambiado. Es un país en transformación permanente. Y esto tiene que ver con que ha pasado de ser nómada a sedentario en muy poco tiempo. El gran polo de desarrollo es Nuakchot y en el país hay un movimiento de población enorme. Es un país que hay que saber leerlo, y el nomadismo influye muchísimo en el paisaje. Se está vaciando en las zonas del interior, y un país que se vacía es un país donde el desierto también avanza. Nuakchot está en permanente cambio y lo normal es encontrarte edificios nuevos cada vez que llegas. El país está creciendo económicamente y se está globalizando. Ahora se ha encontrado un yacimiento de petróleo que se explota a medias con Senegal y, aunque va para largo, esto va a hacer que el país pegue un gran cambio. Yo espero que sea para bien, pero desconfío de que pueda funcionar porque parece que siempre hay una maldición unida a los recursos naturales. Mauritania es un país muy desértico, con gente que estaba organizada, y sigue organizada, en torno a clanes familiares, a tribus… algo que tiene un peso muy fuerte en la sociedad. Transformar eso en una sociedad urbana es complicado. Es un país muy caótico y anárquico. Es muy difícil intuir por dónde está el Estado en Mauritania. Hacer estos libros me ha permitido volver a lugares que ya había visitado y fotografiar los procesos de construcción, y es una buena forma de tomarle el pulso a una sociedad.

Fotografía: Alfredo Cáliz
¿Te gusta el país?

Como he ido muchas veces ya ha perdido el efecto sorpresa, pero me sigue resultando interesante de fotografiar. Y para mí es un lujo poder haberme dedicado durante cinco años a esto. El desierto siempre ha tenido mucho magnetismo para mí. Cuando atravieso Mauritania de camino a alguno de los lugares que voy a fotografiar, me fascina ver la gente que se encuentra allí. Del desierto parece que va a aparecer la respuesta a preguntas como de dónde somos, de dónde venimos. Al final un pastor y un nómada son lo mismo, y todos llevamos un nómada dentro. A mí es lo que me gusta de Mauritania, que veo al nómada que lleva la gente, al nómada que no acaba de adaptarse a lo sedentario. Es en esa resistencia donde yo encuentro la belleza del país. Una resistencia que yo no tengo, a pesar que llevo una vida muy nómada porque viajo mucho.

¿Irías si no fuera por trabajo?

Hombre, sí. Me gustaría mucho ir con mi familia, aunque es un país donde es aparatoso moverse. Pero iría, en coche, cruzando Marruecos, que es un país al que viajo menos pero que me encanta y con el que tengo mucho vínculo. Cruzaría toda la franja del Sahara Occidental, me metería en Mauritania e iría a sitios donde no he estado, o a los mismos que ya he visitado para verlos con otros ojos. Iría con Bru, con mis amigos, con mi mujer, con mis hijos… Mauritania es un país muy interesante.


Fotografía: Alfredo Cáliz


¿Cómo ha sido fotografiar allí?

Fotografiar en Mauritania es difícil. La ciudad de Nuakchot tiene casi un millón de habitantes y hay una enorme población que va llegando del exterior a barrios que se van construyendo. En la ciudad es donde hay dinero, donde hay empleo, donde está el motor económico, aunque sigue siendo un país muy pobre con grandes contrases. Y es difícil identificar la ciudad, está muy desdibujada. Hay calles, pero las aceras son muy altas. Es hostil. Mucho coche, mucho atasco, contaminación… Y fotografiar no es sencillo. No digo que un fotógrafo en Mauritania no sea bienvenido, pero hay pocos fotógrafos. Es un país poco fotografiado, y no es fácil. Si te pones a hacer fotos, enseguida aparece alguien y te pregunta qué haces. No es sencillo.


Hawa Ibrahima, joven alumna de la escuela taller de Kaedi. Fotografía: Alfredo Cáliz
Parte de todo este trabajo se podrá ver en la exposición «Empleos que cambian vida: Construir Mauritania» en la calle Serrano de Madrid del 27 de septiembre al 8 de octubre. ¿En qué consiste la muestra?

La exposición es una pequeña síntesis. Si sumo todos los días, puede que haya estado un año entero en Mauritania. Allí se fotografía despacio, las cosas van lentas. Son muchas las fotos que he ido recogiendo en todos estos viajes. En el libro habrá 150, pero en la exposición son 20 fotografías. Es una pequeña semblanza de mi trabajo allí, donde aparece algún refugiado trabajando en una escuela taller, algún formador de la BIT…, gente que trabaja con los jóvenes mauritanos para formarles en los diferentes oficios. En definitiva, las personas con las que yo me he ido relacionado en los proyectos que he ido fotografiando.

¿Qué piensas de que este trabajo se vea al aire libre en un espacio tan emblemático en Madrid como la calle Serrano?

Me resulta bonito. De repente en la calle Serrano puede verse una foto donde hay una chica que lleva una caja con unos zapatos de suela gorda, incómodos, que le acaban de dar para formar parte de la escuela taller. La chica aparece con su casco, tapada en parte con su melfa para protegerse del viento, su bolso… Es como si estuviera de compras por Serrano. Eso me gusta. Me gusta que de repente haya allí unos rostros de gente diferente a la que solemos ver por la calle Serrano. El lugar está muy cerca del Retiro, y eso me encanta. Anteriormente hemos expuesto 80 fotografías de este trabajo en Mauritania en el Museo Nacional de Nuakchot y en el Instituto Francés. Pero aquí en España lo que a mí me apetecía era poner estas 20 fotos en la calle Serrano.


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